(40)
RAPHAEL
Estaba arrodillado al lado del cuerpo de Simón que estaba desmayado, había tenido un exceso de sangre y alcohol en su organismo y ni siquiera se había preocupado por eso.
—Magnus—dijo enojado— ¿Por qué le diste de beber así a Simón?
—Oh vamos no es mi culpa—dijo Magnus— Sheldon quería tomar más y más.
Raphael lo miró confundido alejando un poco sus molestias y ganas de gritarle por su irresponsabilidad ¿Quién es Sheldon?
— ¿Sheldon?— preguntó Raphael.
—Simón es Sheldon, Raphael—dijo Magnus suspirando.
—Existe la palabra No—dijo Raphael volviendo al tema—le tendrías que haber dicho, no novato no puedes seguir tomando ¿Tanto te cuesta?
—Simón es adulto, él puede decidir lo que él quiera con su cuerpo— respondió Magnus cruzando los brazos.
Raphael miró hacia otro lado frunciendo el ceño, Magnus tenía razón pero no debía darle de beber cantidades de copas de alcohol, Simón era alguien que no había bebido en su mundana vida posiblemente y entonces significaba que el alcohol en su organismo todavía ni existía, hasta ahora que había hecho un efecto malo.
—Entonces genio ¿Qué hago para despertar a un intoxicado?— preguntó Raphael sentándose en el suelo.
Magnus empezó a sonreír tramando una travesura.
—Dale el beso del verdadero amor—dijo Magnus.
—Estás loco—escupió.
No entendía porque Magnus desde que había llegado el novato a la casa lo estaba molestando así, como si quiera unirlos.
— ¡Oh vamos! En el cuento de la bella durmiente se necesita un beso del verdadero amor para despertarla—dijo Magnus.
Raphael lo miró, Magnus se estaba comportando como un acosador desde que vino a vivir con él, además el brujo tampoco había estado hace un tiempo de acuerdo con la palabra amor y todo lo relacionado con ello ¿Por qué tan rotundo cambió?
—El amor no existe Magnus—dijo Raphael— esos cuentos son para que las madres se los cuenten a sus inocentes niños.
Mientras tantos Raphael había acercado su mano a los mechones de pelo que estaban tapando la cara de Simón observando la cara del pequeño, la nariz, los labios cual sentía un poco de curiosidad de saber cómo se sentían, y ¡Puaj! el olor a alcohol inundó sus fosas nasales haciéndolo enojar, esto merecía un castigo.
— Me parece curioso que hables tan mal del amor, cuando tus ojos dicen otra cosa.
Raphael miró hacia la puerta donde venía Ragnor entrando con una sonrisa cómplice. Ambos brujos se habían unido para ponerse contra de él.
— ¿Enserio? Tengo al novato intoxicado y que no despierta y ustedes me están hablando del amor—dijo Raphael cansado—cállense y hagan algo.
Vio como Magnus hacía aparecer una copa en la mano de Ragnor y este se sentaba cerca de él para disfrutar el espectáculo, Raphael volvió la mirada a Simón tratando de no perder la paciencia.
—Vamos novato despierta—dijo— solo han sido unos tragos, despiértate.
Estaba nervioso, esta no era la primera vez que veía a unos de los vampiros así por intoxicación, pero esto era diferente, era Simón, un novato que capaz nunca había tomado una gota de alcohol y repetía, era el menor.
— ¿Qué le diré a su amiga Nephilim? oh ya se, mira pelirroja tu amigo tomó un exceso de alcohol con Magnus y el pobre novato no volvió a despertar.
—Es un buen argumento— concordó Magnus.
Raphael rodeó los ojos, se paró y empezó a caminar nervioso por el lugar tratando de pensar que haría con la situación que le había puesto los pelos de punta.
—Rayos qué fue eso.
Miró hacia donde provenía la voz, Simón estaba en el suelo sin moverse pero con los ojos abiertos y dejando escapar suspiros con pesadez, el vampiro mayor aliviado caminó y se agachó frente a él.
—Al fin te dignas a despertar vampiro—dijo enojado.
No estaba enojado, estaba furioso, se había llevado un gran susto y no le agradaba para nada verlo así, no le gustaba para nada que Simón se emborrachara.
—Raphael deja descansar a Simón—dijo Ragnor— debe de estar confundido.
— ¡No! ¡Claro que no!— gritó Raphael— ¡No puede ser que esté haciendo estas cosas! No voy a permitirlo.
—R-Raphael—empezó a decir Simón.
—No novato no—dijo Raphael—no digas nada.
—Raphi tranquilízate—dijo Magnus parándose—ya despertó, no tienes por qué estar así.
—Ustedes no entienden— gruñó.
Y salió por la puerta, se sentía con ganas de pegarle a algo porque no podía soportar la situación, no podía controlarlo y jamás le había pasado algo así, nunca le entendería Magnus o Ragnor por su reacción, estaba preocupado, había sentido miedo ¿Y si no despertaba? No había visto a algunos de sus polluelos no despertar, pero Simón era otra cosa, otra persona, no es que le había agarrado cariño, el novato solo había llamado su atención, es que no sabía explicar porque había sentido preocupación por el.
—Raphael.
No necesitaba darse vuelta para saber que el novato estaba ahí, detrás de él llamándole.
— ¿Qué?
—Lo siento ¿Si? No debí tomar mucho—dijo.
Raphael dio vuelta y lo miró, el pelo del pequeño iba más revuelto que de costumbre y sus ojos estaban medios cerrados como si estuviera cansado. Pero de igual manera se veía tierno, el novato podía estar todo sucio o estar lastimado hasta los pies pero igual se vería tierno ¿Cómo podía estar diciendo tales cosas? ¿Acaso eso era normal?
—Te dije que te quería leyendo y aprendiendo—dijo Raphael caminando hacia el—no que tomarás tragos con Magnus.
—Me estaba aburriendo solo—dijo el menor cruzando los brazos.
Raphael siguió acercándose mientras que veía como Simón hacía pasos hacia atrás hasta que la pared detuvo su huida.
—Sabes que eres muy revoltoso, Simón—dijo Raphael— y muy travieso, eso tiene que cambiar.
—Yo no voy a cambiar nada de mí—dijo Simón frunciendo el ceño.
El vampiro mayor estampó una mano contra la pared tan fuerte que vio como los ojos verdes grisáceos de Simón se cerraron con fuerza.
—Raphael aléjate— susurró Simón—me estás dando miedo.
Si hubiese sido otro día y le hubieran dicho que asustara al novato, él lo habría hecho con gusto, pero ahora había causado otra cosa que satisfacción en él, las palabras de Simón habían hecho retroceder como un golpe en el estómago ¡Que le estaba pasando!
—Novato.
—Iré con Magnus y Ragnor—dijo Simón alejándose de él—no, ve tu con ellos mejor iré a mi habitación.
Vio como el novato pasaba en su nariz su brazo sacando resto de líquido, no podía estar llorando ¿Cierto? No había sido tan brusco.
—Simón.
— ¡¿Qué?!
Simón volteó hasta el, las lágrimas se corrían por las mejillas y su boca temblaba, estaba llorando y había sido culpa de él.
— ¡No me vuelvas a gritar! Puedes ser vampiro y terrorífico todo lo que quieras—dijo gritando—pero no permitiré que me grites.
Y se fue mientras que el se había quedado ahí, sintiendo culpa, culpa de hacer llorar a Simón, culpa de sus gritos y culpa de sentir una sensación extraña que le decía que tenía que ir a pedirle consejos a sus dos viejos amigos para que lo ayudaran con una disculpa.
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