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RAPHAEL

Ver llorar a Simón era exasperante, hasta se había olvidado por un momento las razones del porque lo había estampado contra la pared, es que el menor contenía unos cambios de humor que no sabía cómo controlar, pero podía admitir que verlo suplicar para que no le tiraran los cigarrillos era algo divertido, hacía pucheros y parecía un niño, consideraba que Simón no se daba cuenta de sus gestos pero el sí a poder verlo.

— ¿Será por las buenas o por las malas novato?—preguntó Raphael.

—Raphael no puedes hacer esto—dijo Simón—esto es mi privacidad.

Raphael empezó a reír como si le estuviese haciendo burla, él podía hacer lo que quisiera y ni Simón podría detenerlo, era su polluelo, ya la privacidad no era algo solo suyo.

—No me gustan los cigarrillos—dijo Raphael.

—Pero a mí sí— respondió Simón— eso no te da poder para tirarlos.

Vio como Simón lo miraba molesto y enserio quería burlarse de él, no parecía alguien que pudiese ser malo o hacer daño, no con esa cara, a cambio causaba un sentimiento de ternura.

—Eres mi polluelo—dijo Raphael— puedo hacer contigo lo que se me apetezca.

Simón lo miro asombrados para mirar al suelo avergonzado de aquel comentario, Raphael se dio cuenta tarde de la malinterpretación y solo frunció el ceño por la mente del chico.

—Tienes una mente sucia—dijo.

Empezó a caminar por la habitación buscando con la mirada, tenía que encontrar el escondite de esas cosas asquerosas, y poder hacer que el menor tenga una abstinencia de aquello, si dejaba los cigarrillos sería beneficioso en todo sentido.

—Yo no dije nada—se defendió Simón.

Raphael lo miró para darle a entender que no hacía falta decir nada porque su rostro lo indicaba.

—Desde que has llegado aquí solo te has pasado hablando y hablando mostrando parte de ti—dijo Raphael— eres un libro abierto Simón.

Vio como el menor apretaba los labios y miraba hacia otro lado como si se avergonzara al saber que había notado aquello y lo dijera en voz alta.

—Ahora dime donde están los cigarrillos.

— ¡Oh hombre!— se quejó Simón.

Raphael lo siguió hacia el armario y vio como el novato habría la madera del suelo y mostraba como estaban todos ahí, apilados ordenadamente, una mina de basura.

—Saca los demás y sígueme—dijo Raphael.

Simón obedeció de malas ganas, sacando la mitad de las cajetillas que quedaban, empezaron a caminar hacia los baños donde se ubicaron frente al inodoro.

— ¿Qué vas a hacer?— preguntó Simón.

Raphael indicó que dejara los paquetes cigarrillos en el lavamanos y el novato obedeció de nuevo.

—Te arrepentiste y vas a fumar conmigo ¿Cierto?

Raphael frunció el ceño y empezó a abrir una cajetilla, después miró a Simón y eso hizo levantar una de las comisuras de sus labios en forma de malicia mientras daba vuelta la cajetilla y los cigarrillos caían hacia dentro del inodoro.

— ¡No Raphael! eres malvado.

—Fumar hace mal.

Simón bufó y revoloteando las manos en el aire.

—Ya estoy muerto—dijo Simón molesto—ahora no necesito cuidar mis pulmones.

Pero el mayor siguió tirando los cigarrillos teniendo el placer de poder librarse de ellos, la satisfacción que sentía era mucha, no quería que el menor los tuviera cerca nunca más.

—No estás muerto—dijo Raphael— Somos mitad humano mitad demonios.

— ¿Y?

—Tengo que darte una clase de historia—puntualizó Raphael— significa que no estamos del todo muerto.

—Pero en las películas dice que...

—Las películas puntualizan algunas cosas pero no todas son correctas.

Cuando terminó de ver que todos los cigarrillos estaban en el inodoro tiró la cadena con placer recorriendo su cuerpo, la abstinencia comenzaría desde ese momento teniendo que observar al muchacho en sus acciones para que no volviera a esos hábitos, aunque dentro de él sabía que Simón podría manejarlo bien.

— ¿Entonces?

Raphael volvió a mirarlo.

—Solo no fumes, por favor. —Dijo Raphael—y a las ocho te quiero en la sala, vamos a ir a salir a entrenar.

Y empezó a salir del lugar para dejarlo solo.

—Espera...

Raphael no se volteó, pero sí se detuvo.

— ¿Podemos pasar por mi casa?— Preguntó Simón— necesito ropa.

El vampiro mayor solo asintió y caminó hacia la puerta, no sabía porque lo estaba haciendo, porque había aceptado, estaba rompiendo sus propias reglas y eso lo enojaba, ya que Simón le estaba llevando a cumplir todos o algunos caprichos que tenia y no se estaba negando, de pronto se acordó la razón del porque había venido y paró para mirarlo.

—Todo pasa por algo—dijo Raphael— si tuviste que entrar a esta vida no es un error, capaz estabas destinado, y me dedicaré a adiestrarte como el mejor vampiro de esta generación, para que nadie te diga que tú no perteneces aquí.

Y salió lo más rápido posible para que Simón no le dijera nada, una de las cosas que tenía que tener en cuenta con los novatos es darle seguridad de la nueva vida que tendrían, un novato sin seguridad no servía para nada.

—Está destinado a estar contigo.

Volteó a ver a Magnus que lo miraba con una sonrisa divertida, tratando de no prestarle atención siguió caminando ignorando el comentario de su amigo, el moreno siempre era molesto.

—No te enojes Raphi— dijo Magnus.

—Deja de hablar estupideces— musitó Raphael—vives en un mundo de novelas.

—Todos merecemos amor—dijo Magnus— incluso tu alma negra y aburrida lo necesita.

Raphael volvió hacia él y lo miró con el ceño fruncido, molesto por el comentario, quería hacerle entender que él sentía sobre el asunto, no le interesaba para nada las relaciones amorosas, ya no.

—El amor no existe Magnus—dijo Raphael— es una palabra cual toda personas buscan ¿Pero en realidad lo encuentras?

El brujo resopló poniéndose una mano en la cadera como si ya hubiese escuchado eso tantas veces, es que tenían ese tipo de conversación y pelea por el asunto muchas veces.

—Creo que los vampiros tienen una serie problema con la palabra amor—dijo el brujo.

Siguieron caminando sin decir nada, ambos al parecer iban para la sala.

—Además el novato no es mi tipo—dijo Raphael después de un rato.

Magnus se puso a su lado.

— ¿Y entonces quién es tu tipo Raphael?— preguntó Magnus.

¿Quién es tu tipo? ¿Estaba destinado a tener a alguien a su lado? No lo sabía ¿Y si tenía que tipo de persona le gustaría tener a su lado? Ya había tenido mala suerte antes que ahora no sabía cómo responder esas preguntas, ya no sabía si seguía siendo lo mismo.

—Las mujeres—dijo Raphael dudoso—de seguro las mujeres.

Vio como Magnus arqueaba sus cejas.

— ¿Entonces no te parece atractivo el novato? ¿No te atrae? ¿No lo deseas?

—No— respondió Raphael— A todas no.

Raphael se sentó en un sillón agarrando un libro para distraerse un rato, esperando que Magnus notara que no quería hablar.

—Saldré un rato—dijo Magnus después de un momento— espero que pienses si de verdad no te parece atractivo el novato.

—Sabes que mi respuesta es no.

Sintió como la puerta principal se cerraba y su cuerpo que estaba tenso, se relajó y empezó a leer aprovechando el momento de soledad que tenia, le gustaba la soledad. Unas horas después estaba tan metido en el libro que casi era difícil dejar de leer, casi porque por sus fosas nasales entraron el olor que clasificaba a Simón y desde ese momento no se pudo concentrar más, pero no alzó la mirada, así que no sabía por dónde andaba y en serio lo ponía molesto no poder concentrarse.

—Rapha.

¿Rapha? El novato lo llamó Rapha, nadie podía llamarlo así más que Magnus.

—Me llamo Raphael, novato—dijo Raphael sin alzar la vista.

—Y yo me llamo Simón, no novato—dijo Simón frente a él.

Raphael alzó la vista y se llevó una visión de un joven despeinado y una vestimenta de ejercicio, ya no estaba usando una musculosa que hacía ver sus brazos si no una remera negra que decía "Soy fabuloso".

— ¿Soy fabuloso?— preguntó Raphael burlesco.

Vio como Simón miraba su remera y después chequeaba la lengua.

—Lo encontré en el armario—dijo Simón sentándose—tengo hambre.

Raphael aparto la idea de decirle que se veía muy juvenil y cerró el libro dejándolo a su lado, no iba a poder concentrarse de nuevo con ese chico presente.

—De menú hay sangre— dijo Raphael levantándose.

—Creo que puedo aceptarlo—dijo Simón.

Los dos empezaron a caminar hacia la cocina.

—Raphael ¿Las momias existen?

Raphael lo miró alzando una de sus cejas, pero no hablo, ya no debía hacerlo cuando las preguntas no tenían sentido.

—Ya sabes existen los vampiros, las hadas, los hombre lobos y esas cosas— añadió Simón— ¿Pero las momias?

—No existen Simón—dijo Raphael exasperado— no existen las momias.

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