(24)
RAPHAEL
Observaba en silencio como el polluelo se desplazaba por la sala observando las pinturas, la estatuas raras cual tanto Magnus le fascinaban; los signos de su transformación se estaban empezando a notar, la postura mundana encorvada estaba desapareciendo de a poco dándole una postura más fina y derecha, sus colmillos estaban presente y la piel del menor a pesar de ser blanca se había aclarado un poco más para tener el mismo tono de una persona que había muerto, había bebido más sangre y eso había aumentado el proceso favorablemente, cruzó sus brazos y miró hacia donde estaba Magnus, este estaba en el sillón violeta con Presidente Miau en sus piernas acariciándolo, también observaba a Simón con curiosidad.
—Entonces ¿Tendré que vivir con ustedes?— preguntó Simón.
Dándose vuelta y mirándolos, Raphael caminó hacia el sillón cercano a Magnus y se sentó con delicadeza mirando al novato pasear por el lugar, como un animal olfateando su nuevo hogar.
— Si, necesitas que Raphael te adiestre.
Vio como el menor se acercaba con timidez hacia un sillón vacío y se sentó, haciendo que Raphael se acordará a él en los principios de sus días de vampiro, todo inexperto y tímido, confundido porque era algo que no creía hasta que lo tuvo en frente.
—Necesito una habitación—dijo Simón— necesito un baño y dormir.
Raphael sonrió.
—Los vampiros no duermen— respondió.
Simón se sorprendió por el comentario pero después cambió su cara por algo de tristeza, como avergonzado por lo que había dicho.
—Oh, soy un novato en esto.
—Claro que sí, pero aprenderás.
Raphael se paró del sillón donde estaba sentado y miró al chico para darle a entender que lo siguiera, este obedeció parándose, antes de irse el vampiro mayor miró a Magnus por última vez.
—Quédate aquí necesito hablar contigo— dijo Raphael al brujo.
—Como si me fuese ir a otro lugar.
Raphael sonrió por el tono con el que le había respondido y caminó hacia los pasillos de las habitaciones de huésped, miró al novato que caminaba a su lado con la cabeza agachada, parecía tener una lucha interna en su mente, parecía querer hablar pero a la vez cuando separaba sus labios volvía a apretarlo para seguir en silencio.
—Estoy medio incómodo aquí— susurró Simón.
—Se pasará, has tenido un día agitado, eras un mundano y pasaste a esta vida, es muy normal que te sientas incómodo con un vampiro y un brujo cerca.
—Tienes razón ¿Puedo hacerte una pregunta?
Raphael entró en una habitación cercana al suyo y lo contempló, la cama, un escritorio con su silla, un espejo y una mesa de noche, un armario y un baño en una pequeña habitación, perfecto para el novato y su larga estadía en aquella casa, volvió a mirarlo, prestando atención porque no había respondido a su pregunta.
—Claro.
Vio como el menor se movía por la habitación y se situaba frente al espejo mirándose en silencio, podía ver su cara de preocupación y como lo miraba con disimulo a través del espejo, a pesar de que el mayor podía verlo perfectamente.
— ¿Te gusta ser vampiro?— preguntó Simón.
La pregunta lo tomó como sorpresa, ¿Le gustaba ser vampiro? No lo sabía ¿Qué iba a responderle? Tampoco sabía, caminó hacia la ventana contemplando la calle oscura, la noche estaba perfecta para salir y pasear un poco, pero habían problemas que se lo impedía, una de esas era el chiquillo tenía cerca suyo y otro era los vampiros que habían causado todo esto.
—Con el tiempo te acostumbras, pero al principio a ninguno le gusta esta vida.
Se dio vuelta y se empezó a dirigir hacia la puerta, no tenía que estar aquí, tenía que darle un rato para que lo pudiera progresar todo, tenía que darle su momento de reflexión.
— ¿Cómo fue tu transformación?
Raphael lo miró, elevo sus labios y salió de la habitación cerrando la puerta detrás de él, no tenía la necesidad ni ganas de contar lo que había pasado en su transformación, caminó hacia la sala y vio a Magnus sentado en el mismo lugar acariciando a Presidente Miau, se encaminó al sillón para desparramarse en ella y mirar a su acompañante.
— ¿Es complicado?— preguntó Magnus.
Raphael lo miró y asintió.
—Lo encontré en un kiosco, mató al hombre que atendía allí.
— ¡Oh por dios! —Murmuro un poco sorprendido— ¿Y qué más pasó?
—Lo encontré fumando cigarrillos, algo que realmente no me agrada, además al principio me temía, pero después...
— ¿Pero después...?— ánimo Magnus.
—Me taladro con preguntas.
—Un chico bien curioso—dijo Magnus sonriendo.
Raphael pasó su mano por el pelo con cansancio, no pudiendo creer que alguien no le temiera, que no lo viera como todos lo miraban, con respeto, con miedo, por todas las historias que habían de él en los libros y en las bocas de los subterráneos, haber participado por mucho tiempo siendo mano derecha del clan de Camille también habían logrado que adquiriera reconocimiento, uno de los más fuerte fue cuando se hizo cargo del hotel en la época de drogas en los vampiros.
—No sé si estoy preparado para adiestrarlo, tendría que llamar a Camille y decirle que lo venga a buscar.
El mayor pudo ver que Magnus dejaba a Presidente Miau y lo miraba molesto, como no creyendo lo que estaba escuchando.
—Raphael, le diste tu palabra a los Nephilim.
Asintió y se recostó cerrando los ojos, una vieja costumbre que le servía para pensar antes de hacer o decir algo.
—Tienes razón—dijo Raphael— ¿Puedes avisarle del encuentro a los Nephilim? Necesito pensar algo para adiestrarlo mañana.
Magnus asintió y el mayor se paró, le dedicó una sonrisa pequeña y caminó hacia su habitación, estaba atado a algo y no sabía si tenía ganas de poder adiestrarlo, si cuando lo exiliaron estaba pensando dejar de lado todo de adiestrar a chiquillos vampiros, pero ahora estaba por adiestrar a uno, esto era culpa de Ethan. Al entrar a su habitación cerró la puerta y se sentó en el escritorio, empezó a buscar ejercicios básicos para que pudiera aprender un poco el polluelo, capaz un poco de información, entrenamiento para que el cuerpo se formará y para controlar su hambre, se alentó, había hecho esto antes, uno más no le haría daño, no cambiaría su vida y sería el último, después desaparecería del lugar y se tomaría unas vacaciones. Caminó hacia su cama, se acostó y trató de relajarse despojándose de la ropa quedando en bóxer, pero aunque trataba de relajarse no podía, el olor en la otra habitación lo hacía poner cada vez peor, lo trató de asimilar como agua con cloro de las piscinas, a Raphael le gustaba ese olor, muchos recuerdos de su vida mundana se presentaron. Pero su teléfono vibró en la mesa de luz y lo agarró al instante, cortando todo su momento de busca de paz.
Desconocido: Muy bien Raphael, muy bien, cuídalo bien.
Esta no era su día, dejó el celular en su lugar y miró hacia otro lado, hacia la pared, tenía que calmarse para no hacer algo de lo cual se arrepentiría.
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