SIMÓN

Caminaba una vez más por las calles de la ciudad, pensaba que no lo haría de nuevo pero allí estaba caminando junto a un vampiro, quería reír sabiendo que él también era uno pero se sentía extraño en toda forma, en su vestimenta, en su cuerpo que ya no podía escuchar su corazón latir y cuando había salido del cementerio lo había hecho a tal velocidad que lo había sorprendido, cuando había aparecido en ese lugar pudo recordar apenas porque estaba ahí, no creyó que era peligroso él necesitar buscar cigarrillo, pero al entrar a esa tienda no pudo controlarse y atacó a ese hombre, había sentido la satisfacción de beber la sangre, quería controlarse y salir de su cuello pero era inevitable, cuando reaccionó se dio cuenta que el hombre ya estaba muerto, empezó a temblar aunque no sentía la necesidad de hacerlo y se acurrucó en una esquina después de encender un cigarrillo, estaba asustado y solo, sentía la necesidad de beber más sangre y eso era lo peor.

Miró a Raphael como caminaba a su lado, con una postura elegante, su cara mostraba seriedad y tranquilidad, ninguno hablaba y él agradecía eso, todavía le tenía un poco de miedo, empezó a recordar el momento donde estaba apretando en la orilla de esa pared, su miedo se había situado para no irse, sentía el miedo que alguna persona entrara y él lo mataría como hizo con el hombre, se acordó que iba a tratar de buscar algún arma que tuviera el hombre y tomaría la peor decisión, él iba acabar con su vida, pero todo se olvidó cuando un aroma entró por sus fosas nasales, al ver a Raphael entrar dentro del kiosco sintió la necesidad de gritarle y pegarle por lo que había hecho, pero a la vez tranquilo porque había llegado en su búsqueda. Volvió a reaccionar y vio como Raphael lo guiaba hacia las calles de Brooklyn, un suave viento movía su pelo hacia adelante, lo raro es que él solía tener mucho frío, pero ahora no sentía ni una pizca de eso, tenía tantas preguntas que hacer y que fueran respondidas.

— Entonces ¿Soy un vampiro?— preguntó Simón.

Tratando de establecer una conversación, vio como Raphael lo miraba arqueando su ceja y después volvía la vista hacia adelante.

— ¿Por qué te echaron del hotel?

— ¿Eres así de preguntón siempre?

Sonrió, qué lo llamarán "preguntón" no era un insulto para él, era más como una cualidad o una virtud que poseía, le gustaba curiosear.

— Fui detective a los cinco años en el acto de la escuela.

Raphael lo miró y lo guió para doblar, podía ver casas enormes y bellas, una en especial media colorida con una puerta de madera circular llamaba la atención ante todas, pudo leer dos letras M.G.

— Para tenerme miedo hace un rato—dijo Raphael— se te ha pasado rápido.

— Me acostumbro a la gente— dijo Simón alzando sus hombros— y aunque todavía siento que esto, lo que soy es un monstruo, intento ser fuerte por Clary.

— Eres raro polluelo.

Simón lo miró, podía ver el contorno de su cara relucir, sus rasgos se notaban y se marcaban, podía ver que Raphael era solo un poco más alto que él y con su postura y su corpulento cuerpo podía hacerlo ver mucho más grande, un vampiro guapo.

— ¿Cuántos años tienes?

— Llegamos— dijo Raphael.

Raphael toco el timbre de la casa y una chispa azul apareció en la puerta tomando de sorpresa al menor.

— Quién osa a molestar al gran brujo de Brooklyn— dijo una voz grave a través de la llama.

Simón abrió los ojos sorprendido y trató de acercarse para poder admirarla de cerca aquello pero el vampiro mayor puso una mano para evitar eso y no lo dejó adelantarse.

— Soy yo Magnus, Raphael.

La llama desapareció y la puerta se abrió, Raphael le hizo pasar y este no se rehusó, quería ver qué había dentro de la magnífica casa, sintió como el mayor entraba detrás él y cerraba la puerta, observó plantas coloridas rodeando el lugar y después una escalera que hacía parecer como si estuvieras en un palacio, brillante, transparente como un diamante que subía hacia una puerta que estaba arriba.

— Vamos Simón—dijo Raphael— tienes tiempo de sobra para ver las escaleras.

Simón asintió y empezó a subir al lado del otro vampiro, al llegar al final y entrar por la puerta sintió un perfume a flores silvestres golpear sus fosas nasales, tanto que sintió la necesidad de estornudar pero no lo logró, esa sala era hermosa, todo colorida y con objetos modernos, un sillón, un plasma en una pared, un centro de música, y muchas cosas más, se asustó al sentir algo rodear sus piernas y vio un pequeño gato sin pelos cual alzó, el gato empezó a sobarse en el en una forma que quería cariño y este no resistió a darle las mañas.

— ¿De quién es este gato?—preguntó Simón.

Pudo observar como Raphael lo observaba, aunque Simón decía que estaba mirando al gato para no sentirse avergonzado.

— Presidente Miau, es el gato de Magnus—respondió Raphael—poca veces da cariño a la gente.

El menor empezó a adentrarse en la sala con el gato en su mano y miró las pinturas que estaban colocadas allí, tan familiares, tan hermosas, tan...

— Esto lo hizo Joselyn, la madre de Clary—dijo Simón asombrado.

— Claro que sí, le he comprado estos cuadros por años.

Volteó y soltó al gato que cayó en el suelo de pie y caminó hacia el joven quejándose en maullidos, no podía dejar de estar tan asombrado aunque ya lo había visto en su casa, pero verlo ahora lo sorprendía más, sus ojos parecían a los de un gato y no sabía cómo reaccionar a ver esa mirada en él, tan alucinantes.

— Al fin apareciste vampiro—dijo el joven—Raphael debe haber estado buscado por todos lados.

Simón empezó a caminar hacia atrás, esos ojos lo tenía intimidado y no se sentía cómodo, quería huir de ahí, aunque pareciera un joven adolescente.

—Magnus déjalo, todavía está en medio de un shock.

El menor pudo ver como Magnus sonreía haciendo que tragara con dificultad, estaba conociendo a Magnus Bane el brujo cual tanto contaba Joselyn y cual él tanto admiraba, todo era tan irreal ¿En realidad no estaba muerto?