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(22)

RAPHAEL

Se volvió hacia el grupo y los miró molesto, no con ellos pero si con Simón y con el mismo, todo había empezado mal, el vampiro había salido corriendo ¡Corriendo! Nunca le había pasado, más cuando había usado su voz, el polluelo debía hacerle caso, no correr lejos como si fuesen ellos el peligro, un polluelo así es mucho más difícil de adiestrar .

— Iré por el polluelo— dijo Raphael— Magnus llévalos al instituto, cuando lo encuentre iremos a tu casa.

Magnus asintió y Raphael se alivió a saber que no daría quejas en estos momentos o que los Nephilim reclamarán aquello y que él podría ir a buscar al nuevo polluelo para darle una buena golpiza.

— ¿Cómo sabré que Simón estará bien?— preguntó la pelirroja.

Raphael la miró con un poco de curiosidad ¿Cuándo una Nephilim quería saber de un subterráneo? Pero se dio cuenta que Simón recién había aparecido al mundo suyo y que era un mundano como ella, los mundanos tienen emociones muy diferentes a ellos, mucho más intensas, mucho en lo afectivo, pero después de un tiempo esa Nephilim olvidaría que es sentir algo por las enseñanzas que se le dan y el polluelo disminuiría sus emociones por el bien de su imagen a los demás.

— Se los daré a saber.

Aspiró el aire y sintió la esencia de Simón, cada vampiro tenía una esencia que lo hacían únicos y para reconocerse entre vampiro, la esencia cada vez empezaba a disminuir más y sabía que el polluelo estaba corriendo rápido y lejos, empezó a correr detrás de él, no se le haría difícil alcanzarlo ya que estaba persiguiendo a un polluelo y el ya tenía unos años de entrenamiento. Trataba de descubrir el olor ¿Vainilla? ¿Frutos del bosque? ¿Tierra mojada? Era un poco irreconocible pero estaba seguro que era él, se encontró a él mismo siguiendo el aroma en la ciudad comenzando a caminar despacio para que la gente no sospecharan, a veces los mundanos eran muy exagerados, se guió hacia un kiosco que estaba a unos pasos y pudo sentir como el aroma se aumentaban ¿Libros nuevos? ¿Comida casera? ¿Café recién caliente? Empezó a enojarse por no descifrar qué olor tenía el menor, empezó a caminar más rápido y con las manos en puño apretando con fuerza, todavía no se olvidaba que el novato no le había hecho caso, al entrar al kiosco pudo ver como el vendedor estaba tirado en el piso, caminó hacia él y se agachó a lado viendo en el cuello las marcas de colmillos, el novato se había alimentado de él, se paró con cansancio y miró por toda la sala y lo vio, estaba acurrucado en una esquina, su boca estaba embarrada de sangre, su pelo todo enmarañado y un poco de tierra situado allí, en su mano tenía un cigarrillo encendido, Raphael lo miró y empezó a caminar hacia él mientras veía como el polluelo le daba caladas al cigarro, después lo expulsa como si ya supiera lo que estaba haciendo, vio cada vez que se iba acercando más como el polluelo temblaba aunque ya siendo vampiro no podía hacerlo y como los ojos verdes grisáceos lo miraban con pánico, se paró frente a él.

— ¿Sabes lo que acabas de hacer?— preguntó Raphael.

— M-Mate a una persona— dijo Simón temblando y dándole otra calada al cigarro— Bebí su sangre.

— Claro que si, y si no vienes conmigo otros Nephilim verán esto y te asesinaran—dijo Raphael un poco molesto por el humo del cigarro.

— Que vengan, lo merezco, soy un asesino, un monstruo.

Raphael miró hacia atrás con cansancio, el mundano era alguien ya de edad avanzada, rechoncho y con una calvicie notable, lo imaginó comiendo chatarras en su tienda mientras engordaba cada vez más, por lo menos había muerto de una manera menos vergonzosa que de morir por una enfermedad por no cuidar su salud.

— ¿Enserio quieres eso? se lo diré a la pelirroja entonces, sus amigos Nephilim pueden venir para acabar contigo, deben estar ansiosos de hacerlo después de que nos hiciste perder el tiempo.

Raphael vio como el mundano abría hacia un gesto sorpresivo al comentario.

— C-Clary.

— Tú decides, no voy a estar tratando de hacer que un polluelo decida ser un vampiro—dijo Raphael cansado— ya tuve que pasar por eso, no quiero seguir haciéndolo.

Simón lo miró y Raphael trató de darle una sonrisa para que se sintiera bien, pero no lo hizo, aún estaba molesto, además a veces se olvidaba que era sonreírles a otras personas que no fueran Magnus o Ragnor.

— ¿Estaremos con el vampiro que me hizo esto?

— No, en el hotel me han exiliado, estaremos en casa de Magnus Bane hasta que estés bien adiestrado.

— ¿Y después?—preguntó Simón.

— Podrás ir al hotel—respondió Raphael—claro si no antes te agarra cariño Magnus.

El menor terminó de dar la última calada y tiró el cigarrillo para pararse con dificultad, pareciendo que sigue un poco mareado, Raphael lo miraba atento ¿Había decidido ir con él o se iba a quedar a esperar los Nephilim? lo vio caminar hacia la puerta, pero se paró y volvió a verlo un poco confundido.

— ¿Qué esperas? quiero conocer a ese Magnus Bane.

Raphael levantó un poco la comisura de sus labios y lo miró de pie a cabeza, la remera estaba con sangre al igual que su cara, no podía caminar por las calles así sin que alguien se diera cuenta, la situación podría alarmarse y los Nephilim irían en su búsqueda por romper acuerdos.

— No puedes caminar así por las calles novato.

Vio como el menor miraba su cuerpo para después mirarlo a él y luego al mundano del suelo, como dándose cuenta lo que debía hacer si quería salir sin levantar ninguna sospecha.

— Le sacaré la remera al hombre.

El mayor caminó hacia las heladeras mientras podía ver por el reflejo como el menor intentaba sacarle la remera al mundano rechoncho, al volver la mirada hacia atrás pudo ver como el menor tenía el pecho al descubierto con unas manchas de sangre, tenía sus signos de mundano, era muy delgado y tenía un poco de vello en su abdomen, no se le notaba casi nada de músculos, pero le tapó la vista poniéndose la remera ancha que le hacía ver como muy pequeño.

— Me veo como un pandillero—dijo Simón mirándose.

Raphael le tiró la botella de agua viendo como la agarraba sin titubear, sus reflejos andaban excelente.

— ¿Qué fue eso?—preguntó Simón molesto— me hubiese pegado.

— Usa algo y limpia la sangre de tu cara— dijo Raphael caminando hacia las golosinas.

Simón le hizo caso agarrando un trapo que estaba en la parte interna del mostrador, para comenzar a sacarse la mayoría de la sangre en el espejo de la heladera, Raphael podía ver por la ventana como la gente pasaba por la vereda pero nadie entraba o titubeaba a entrar, sacó unos dulces del mostrador y se lo guardó en el bolsillo de su chaqueta.

— ¿Terminaste? — le pregunto al menor.

— Si, solo una cosa más.

Pudo ver como el novato iba hacia los paquetes de cigarrillos y se metía un par de cajas en el bolsillo del pantalón, tendría que hablar de eso luego. Si estaba en las casas de Magnus tendría prohibido fumar, debía dejarlo si quería tenerlo como adiestrador.

— Ahora sí.

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