(16)
RAPHAEL
Se sorprendió y miró al mundano que tenía en brazos ¿Cómo era que un mundano podía ser amigos de Nephilim? ¿Eso no estaba prohibido? pudo ver la maraña de pelos rojizos se acercaba a él, al cuerpo inmóvil que estaba sus brazos con llantos audibles y lágrimas en sus ojos.
— Simón ¿Qué le hiciste a mi Simón?— sollozo la pelirroja—mataste a mi mejor amigo.
Raphael arqueó su cejas y no murmuró nada, porque había aprendido que hablar con un Nephilim era como pelear, porque no escucharían sino solo harían como si fueran los únicos que tienen la razón, la pelirroja antes de acercarse fue detenida por el niño rubio, como advirtiendo que era peligroso, a pesar de que vengo en paz para salvar al niño de mis brazos.
— Subterráneo, contesta—ordenó el niño rubio.
Poniéndose delante de la pelirroja para protegerla, como si por ser solo un vampiro fuera a tirarse sobre ella, los prejuicios eran tan grandes cuando querían.
— Uno del clan lo hizo— murmuró Raphael.
— Ven, síguenos—dijo el chico ojiazul.
— Encantado—dijo Magnus coqueto.
Raphael caminó detrás de Magnus que seguía fascinado al Nephilim, miró al mundano que tenía en su brazos y lo contempló, no sabía cuál iba a ser su camino, si iba a vivir o morir y aunque a él no le gustarán los mundano no iba dejarlo hasta que tomarán la decisión, vio como los Nephilim caminaba hacia atrás del instituto y se sumergían a la oscuridad de los árboles, el vampiro podía escuchar unos sollozos y unos susurros tratando de consolarla, llegaron a una casa negra con rejas en todo lados, la Nephilim de pelo azabache abrió la puerta y entró, el vampiro entró al último desconfiado, al entrar vio la habitación que contenía las paredes llenas de armas y un mesón en el medio, arrugo su entrecejo con un poco de desagrado.
— ¿Y esto?— preguntó Raphael.
— Nuestro respaldo por si algún ataque se presenta.
Siguió caminando y colocó con cuidado al mundano en el mesón y se separó de él, la Nephilim pelirroja al verlo irse se acercó al mesón y lo acarició como si se conocieran de toda la vida.
— ¿Está muerto?— preguntó la niña entre sollozos.
— Claro que no Nephilim—dijo Raphael— está en trance.
— ¿Trance?
— El mundano está entre la vida y la muerte — dijo Raphael — ¿Eres una Nephilim o qué?
El Nephilim rubio se acercó a él a punto de atacar, pero el ojiazul lo paró una vez más, al parecer Jonathan Herondale era muy impulsivo y su Parabatai era quien iba cuidando de que no se metiera en peleas.
— ¿Por qué vinieron a pedir nuestra ayuda?— preguntó el muchacho.
— No podemos confiar en Camille— se adelantó a decir Magnus— además es un mundano, ustedes tienen que encargarse.
— Tendríamos que dejarlo morir, no traer más escorias de esas—dijo el muchacho rubio.
Raphael se ofendió y sacó sus colmillos en forma de advertencia a sus palabras.
— Claro, porque ya tenemos muchas escorias contigo— contraatacó Raphael.
— ¿Qué dijiste vampiro?— preguntó Jace sacando una espada para atacar.
— Que tú eres una esco...
— ¡Ya está!— gritó Magnus cansado—me canse de sus peleas de niños, esto lo decidirá la pelirroja.
— ¿Por qué?—se quejaron Raphael y Jace al mismo tiempo.
— Porque ella lo conoce ¿O no?
El vampiro asintió y se sentó cerca de Magnus pero lejos de los Nephilim, observó una vez más la habitación con cansancio y dirigió su mirada al mesón, la pelirroja lloraba a lado del mundano, muy cerca la otra Nephilim miraba con aburrimiento todo, los otros Nephilim parecían tener una conversación con las miradas.
— Ellos decidirán matarlo—susurró Raphael.
— No lo creo.
— ¿Por qué dices eso?
— Solo lo digo— afirmó Magnus.
— Clary, tenemos que dejar que muera, ya no hay arreglo— dijo Jace.
Lo dijo tan en alto que Raphael y Magnus alzaron la mirada molestos por la falta de empatía.
— ¿Por qué?— preguntó la pelirroja.
— Ya no es un mundano—respondió Jace.
— ¿En serio, así se lo vas a explicar Nephilim?— preguntó el vampiro molesto.
Las miradas fueron de nuevo hacia él, la pelirroja se separó del mundano y caminó hasta donde estaba, quería explicación, otro escape para no dejar morir al chico.
— Explícame—pidió la pelirroja.
Raphael la miró con sus labios elevados.
— Si el mundano es importante para ti, no tengo razones para decirte nada.
— ¿Hasta cuando tenemos?
— Hasta mañana al anochecer, tú decides novata.
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