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SIMÓN

Despertó con un dolor de cabeza y un gusto amargo en su garganta, al querer tragar sintió algo espeso, no entendía qué había pasado y porque había despertado en el suelo en este estado, al mirarse al espejo de al frente, pudo observar que en las comisuras de sus labios estaban manchados con un líquido escarlata, paso su dedo por el líquido y se lo llevó a la boca reconociendo al instante el sabor a sangre, todos los recuerdos volvieron a él, el chico del callejón en su pieza, las palabras raras y amenazantes, la aparición de la chica y el forcejeo, la copa en su boca, no entendía porque se sentía tan raro, su cuerpo señalaba que iba a volverse a desmayar y su garganta señalaba que estaba por vomitar, pero solo eran sensaciones. Se paró y siguió mirándose, algo había cambiado en él, lo sentía, remojó sus labios y saboreó el sabor otra vez, no era tan repugnante de como lo sentía antes, la puerta se abrió abajo y se tenso, sintió el exquisito aroma de la sangre, dulzón y suave, sus oídos pudieron escuchar el sonido del latido suaves del corazón de su madre.

— ¡Hijo, Simón, llegué!

Simón empezó a sentir como su reloj parecía más ruidoso que antes, la aguja se movía con aquel ruido cuando se movían con lentitud, dando ese golpecito irritable.

Tic... Toc... Tic... Toc...

Los pasos de su madre se empezaron a escuchar desde las escaleras, como sus zapatos golpeaban la madera y Simón empezó a ponerse nervioso, poder sentir las ganas de probar la sangre de ella.

— ¿Hijo estás ahí?

— Sí mamá— respondió balbuceando.

Simón vio a su madre entrar por la puerta con su uniforme de trabajo y con una pequeña sonrisa donde demostraba su cansancio, ya estaba comenzando su jornada libre, podía verse la felicidad de aquello, pero él seguía tenso.

— ¿Cómo te sientes hijo?

El chico sintió las manos frías de su madre recorrer su cara y un escalofrío recorrer por todo su cuerpo, su madre lo abrazó y tuvo que agacharse para apoyar su cara en el hombro de ella, a su madre le gustaba ir abrazando y más a su único hijo que había quedado en casa, aunque pasaba muy pocas veces, respiró el aroma del perfume que su madre se colocaba cada mañana, pero sintió más allá de eso, el aroma dulzón de su sangre, remojo sus labios y suspiró, él quería probar ese líquido.

Tic...Toc...Tic...Toc

Simón trataba de salir del abrazo y controlar el impulso que lo estaba llevando a hacer algo ilógico ¿Pero qué iba a hacer si no tenía colmillos? Además era su madre, no podía hacerle eso a su madre, se veía tan perverso en todo sentido.

Tic... Toc... Tic... Toc

Trató de que su madre lo soltará pero no quería hacerla sentir rechazada, pero debía separarse lo más rápido posible antes de que sea tarde.

Toc... Toc

— Mamá golpean— susurró Simón.

— Está bien iré a ver.

Simón suspiró y vio a su madre salir de la habitación, colocó sus dos manos en la cara ¿Qué le estaba sucediendo? ¡Quería morder a su madre! ¡Quería la sangre de su madre! Estaba delirando por poder probar aquello tan desagradable.

— ¡Hijo te buscan!

Suspiró e imaginó que la llegada se trataba de Eric que venía a retarlo por no ir a ensayar, pero se llevó la sorpresa de ver a un chico entrar por su puerta, no cualquier chico, sino que era su salvador que lo miraba serio, con molestia reflejada en su cara.

— ¡Oh rayos! ¿Que más me va a pasar hoy?— preguntó Simón molesto.

— ¿Bebiste algo mundano?—preguntó el joven— ¿Mundano me estás escuchando?

— C-creo que sangre— respondió Simón con dificultad.

— ¿Quién te lo dio?— volvió a preguntar el muchacho.

— El chico del callejón.

Vio otro joven llegar, un chico de piel morena con ojos verdes dorados, con una ranura en formas de gato en sus pupilas y su pelo teñido de rojo en las puntas, no era eso lo que tanto llamaba la atención si no su vestimenta brillante y extravagante ¿Qué hacían aquí?

— Raphael tenemos que irnos, no tardará en despertar.

— ¿Y mi madre?— preguntó Simón.

— Está durmiendo.

— ¿Q-Qué le hiciste?— volvió a preguntar.

Ninguno respondió solo pudo ver como su salvador, cual ahora sabía su nombre, miraba al otro muchacho y viceversa, la vista se le nublo y su cuerpo falló cayendo al suelo, todo señalaba que iba a volverse a desmayar.

— ¿Estás bien mundano?— preguntó Raphael acercándose a él.

— Es la transformación Raphael— dijo el otro muchacho.

— Maldita sea ¿Qué vamos a hacer ahora Magnus?

Todo se empezó a girar y las conversaciones no pudo escuchar más, sentía que lo estaban tirando a un pozo, lo último que sintió fue uno brazos alzarlo y el ruido de los pasos de las personas entrar por sus oídos. 

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