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EXTRA
ALEC.
Caminaba a pasos cortos hacia donde los Nephilim y Magnus estaban, su cuerpo temblaban, sus manos estaban apretados a cada lado de su cuerpo, el nudo en su garganta no lo dejaba tragar en paz y sus ojos ardían pidiendo las lágrimas salir, Magnus estaba acá, trató de respirar hondo y disminuir el golpeteo que su corazón estaba dando, pero falló.
—Camina más rápido Lightwood.
Sintió ser empujado y caer al piso de rodilla siendo acompañado con el tintineo de las cadenas que estaban colocadas en sus muñecas, apretó sus labios con fuerza mientras miraba el pasillo que no tenía fin.
— ¡Deja en paz a mi Parabatai!
Miró de reojo a Jace que fue sostenido por dos Nephilim cuando estaba a punto de tirarse de encima del hombre que lo había empujado, pero el ojiazul no hizo nada, no le importaba que fuera humillado, no le importaba que lo tratarán como alguien insignificante porque allá afuera estaba Magnus Bane, su novio, entregándose de algo que nunca hizo la culpa la había tenido él de haber ido contra las leyes y convivir con los subterráneos, él tenía la culpa que aquel brujo que tantas veces había escapado de los Nephilim hoy estuviera aquí para ser castigado.
— ¡Párate Lightwood, estamos perdiendo tiempo!
Fue agarrado del brazo con fuerza para ser levantado, aquel hombre quién lo estaba humillado sonreía con superioridad, pero Alec solo le devolvió la sonrisa para ver como el hombre dejaba de sonreír para fruncir el ceño molesto.
— ¿De qué te ríes?
—Deja a mi Parabatai en paz- gruñó Jace.
Pero ninguno le hizo caso, el ojiazul aún seguía sonriendo porque sabía que aunque tuvieran ahí frente a frente él podía vencer a aquel hombre sin dificultad, aunque solo tuviera una cadena en sus manos y él una espada serafín.
— ¡De que te ríes!
El hombre golpeó su cara haciendo que Alec quedara mareado por unos segundos y el lugar donde hacía sido golpeado comenzará a palpitar.
—Los Nephilim se creen superiores cuando solo tienen a la persona de al frente y no tienen protección.
Había escuchado esa oración tantas veces salir de la boca de tantos subterráneos que alguna vez tuvieron que enfrentarse con Nephilim y sus mentes podridas, pero tenían razón todos aquellos, había Nephilim que jugaban sucio cuando tenían alguien débil frente a ellos.
— Ya está, a la inquisidor no le gusta esperar y no le gustará nada saber que su nieto le diga lo que has hecho aquí— dijo otro hombre.
Que se había acercado hasta ellos y miraba al Nephilim que lo había atacado, los dos hombres asintieron y Alec fue empujado para volver a caminar pero esta vez con una mano apretada a su brazo evitando que se cayera de nuevo. Cuando llegaron al final del pasillo y la luz de la puerta final apareció frente a sus ojos en la esquina de unas escaleras, el pecho del ojiazul se contrajo ¿Cuál sería la reacción de Magnus al verlo? ¿Cuál sería su reacción a verlo? No dejaría que el brujo fuera castigado y más sabiendo cómo eran los Nephilim y sus castigos, lo encerrarían, los torturarían y que sabe más, eso no le permitiría, comenzó a subir las escaleras haciendo que su respiración comenzará a fallar estaba nervioso por verlo, estaba nervioso por cuál sería su castigo, estaba nervioso porque no sabía si no lo volvería a ver.
—Es hora de terminar con esto.
La puerta se abrió mostrando a otro de los Nephilim que estaba esperándolo, llevaba una pequeña sonrisa amarga adornando su cara y trato de bromear para calmar la tensión fallando en el proceso, Alec lo miró arqueando una ceja para después hacer fuerza y separar la mano que tenía agarrada a su brazo con fuerza, se adentro a la sala seguido de los demás, sintió sus piernas fallar a cruzar mirada con Magnus, él estaba ahí esperándolo, comenzó a correr sin importarle las personas que estaban presentes, él quería sentirse abrazado por su novio.
— ¡Lightwood!
No le importó el grito de aquel hombre, siguió corriendo para entrar a los brazos del brujo que estaban esperándolo y sentirse cuidado por él.
—Magnus—susurró el ojiazul.
Aspirando el aroma que el brujo sabía desprender.
—Alexander— susurró el brujo.
Que había rodeado con sus brazos su espalda y lo abrazaba con fuerza.
— ¿Qué haces aquí? No deberías haber venido.
—Es tanta tu culpa como la mía haber llegado a estos límites, si tú te vez en problema yo debo acompañarte—susurró el brujo.
El ojiazul se separó un poco para mirarlo, había crecido con la idea de que los subterráneos eran monstruos sin corazón hechos para matar por los Nephilim, pero era bueno saber que sus ideales desaparecieron a corta edad y conocía más de ellos, porque haber conocido a Magnus Bane había sido un regalo que agradecería siempre.
—Te extrañe— sollozó el ojiazul.
Y no mentía, cada segundo desde que había estado encerrado el brujo lo acompañaba en sus pensamientos y siempre estaba ahí alentando a que siguiera fuerte a los problemas que iban a acercarse, sintió como las manos del brujo se desprendían de su espalda y se subía a su cara para secar sus lágrimas.
—Ya estoy aquí garbancito— dijo Magnus con una sonrisa.
El menor no ocultó lo vulnerable que se volvía a la vista del brujo, no ocultó sus labios temblorosos o sus lágrimas que caían por su mejilla, comenzó a acercarse para besarlo pero solo pudo rozar sus labios porque un grito los separó.
— ¡Que están haciendo malditos desgraciados! ¡Esto es una aborrecía, un Nephilim y un subterráneo no pueden estar juntos!
Alec volteó la mirada al mismo hombre que le estaba haciendo la vida imposible desde que salió del calabozo, parecía a punto de perder la cabeza y estaba siendo sostenido por su compañeros, el ojiazul miró a la inquisidor cómo a las personas importantes de la sala que los miraban con una ceja arqueada y otro con cara de repugnancia.
—Niño Lightwood que entrada tan interesante ha dado usted.
El ojiazul miró a la inquisidor con una sonrisa pequeña y sus mejillas sonrojadas, la abuela de Jace lo consideraba como un nieto más a él cómo sabían hacer las familias cuando algún integrante tenía un Parabatai, pudo ver una sonrisa en ella pero tan mínima para que nadie lo viera.
—Lo siento inquisidor, desde hace mucho días que no veo a mi novio— respondió el ojiazul.
Todos largaron un pequeño gritó a tal confesión mientras que Magnus tapaba su boca para largar un pequeña risita.
MAGNUS.
Tuvo que tapar su boca para no dejar escapar una carcajada al comentario de su chico, no cuando el cónsul estaba buscando lo más mínimo para castigarlo a muerte y todos los Nephilim parecían odiarlo.
— ¿Qué has dicho? — preguntó el cónsul.
Que parecía a punto de querer sacar su espada serafín e incrustar aquella arma en él para matarlo de una vez.
— ¡Esto es una deshonra para el apellido Lightwood! — Gritó uno de la clave— merecen ser castigados ambos.
Magnus miró a la inquisidor que tenía el ceño fruncido mientras miraba a su compañero, sabía que ella no tenía la misma opinión, este hizo un paso hacia adelante soltando a Alec y miró a todos con molestias.
—Habíamos quedado en que yo solo sería castigado y ellos saldrían de aquí.
Sintió la mano del Nephilim ojiazul apretar su brazo con fuerza.
—No negociamos con subterráneos ¡Tienen que ir al calabozo! — gritó el cónsul.
El brujo pudo ver cómo la inquisidora se levantaba dando un golpe a la mesa donde estaban sentados mirando con molestias al hombre.
—Yo decido que va a suceder aquí— vociferó la inquisidor— el niño Lightwood no volverá a ese calabozo y cumpliremos a los pedidos del brujo, los miembros de la clave se encargan del castigo usted aquí solo debe mirar.
— ¡No, no pueden culparlo, yo también tengo la culpa! — Sollozó Alec detrás de él— ¡No castiguen a Magnus!
Volteó a ver a su niño que estaba llorando y miraba a todos de la habitación pidiendo un poco ayuda a sus pedidos, observó cómo Alec miraba a su Parabatai.
— ¡Jace ayúdame! ¡No pueden castigar a mi novio!
Pero el Nephilim rubio miró a la persona de su lado y después bajo la mirada haciendo que Alec cayera de rodillas haciendo que Magnus se sintiera mal, escuchó un sonoro suspiró de la inquisidor y no pudo evitar mirarla que miraba a su nieto con desagrado.
—Alexander Lightwood párate de ahí ahora mismo—pidió la inquisidora.
El brujo ayudó a pararlo mientras dejaba un pequeño beso donde la barba ya estaba crecida, no quería ver a su pequeño así pero tampoco podía dejarlo que le quitaran las runas o estuviera encerrado en un calabozo maltratado como lo estaba ahora.
—Alexander por favor—pidió Magnus— No hagas esto.
El chico no escondía los sollozos, su cuerpo temblaba y se veía tan vulnerable, su Parabatai no lo apoyaba y ellos dos estaban por separarse.
—Alexander y Jonathan vengan aquí ahora— volvió a pedir la inquisidor.
Podía escuchar como los demás Nephilim hablaban en voz baja quejándose de lo que estaba haciendo la mujer, vio cómo Alec se soltaba de su agarre y se adelantaba unos pasos mientras que Jace pasaba por su lado para pararse frente a su abuela y colocar sus manos detrás de su cuerpo, Magnus escuchó aquello.
— ¿Qué necesita inquisidora? — preguntó Jace.
Vio cómo el chico ojiazul evitaba estar cerca de él mientras que la inquisidora chequeaba la lengua molesta.
—Jonathan ¿Por qué has fallado a tu vínculo de Parabatai no queriendo apoyar al chico Lightwood?
Al parecer la mujer solo quería que los dos chiquillos arreglaran sus problemas para después seguir con lo demás.
—Siempre hubo una ley donde no podíamos estar cerca de los subterráneos y mi Parabatai lo sabía, yo y mi futura familia no queremos esto para nosotros, sigo la reglas y sé que está mal, quiero hacer entender las consecuencias de esto a Alexander, que haga esto por este brujo no es la elección indicada.
Magnus sintió como la familia del Nephilim rubio chequeaba la lengua al comentario mientras podía ver cómo el ojiazul apretaba sus manos a cada lado de su cuerpo.
—Listo de esto inquisidora, es hora de terminar con esto y así podemos ir a hacer lo que en verdad importa.
Magnus caminó hasta el lado de su novio y miró como los integrantes de la clave hablaban en voz baja para después mirarlo a él.
—Ya está decidido— dijo uno de los hombres— A pedido de la mayoría, y sabiendo que la niña Morgenstern está embarazada, los tres niños no volverán al calabozo o ser encerrados.
El brujo sonrió a ver qué estaba saliendo bien su pedido.
—Pero se quedarán acá en Idris para servir a nosotros, tendrán prohibido salir de Idris mientras que Magnus Bane volverá a su cuidado y tendrá prohibido entrar a Alacante todos sus siglos de inmortalidad.
— ¿Qué? ¡No! — gritó Alec.
Pero los hombres se pararon para dar el asunto cerrado y comenzar a irse del lugar quedando solo ellos y el padre del Nephilim rubio.
—Podrán quedarse en el hogar Herondale—dijo Stephen.
Que había hablando después de tanto tiempo Magnus agarró la mano del menor mientras este negaba reiteradas veces.
—Si debo quedarme aquí y respetar las insignificantes palabras de la clave, me quedaré en la mansión de los Lightwood y quiero que Jonathan Herondale y yo borremos nuestro vínculo que tenemos, no seré padrino de su boda, no conviviremos y su hijo no será mi ahijado, yo no tengo nada que ver con él desde ahora.
Apretó con más fuerza la mano tratando de consolar al chico ojiazul, él tampoco quería alejarse de su novio pero si esto no se respetaba podía pasar a mayores consecuencias.
—Alexander por favor no hagas esto, lo hago por tu bien— suplicó el rubio.
Pero el ojiazul lo ignoró comenzando a caminar fuera del lugar y arrastrándolo al brujo hacia afuera, cuando cruzaron aquella puerta se detuvieron para que Alec se diera vuelta y lo besara como querían los dos de hace rato, Magnus sintió un nudo en su garganta mientras lo atraía más a él y se besaban con fervor, esto no podía acabar así, no podían terminar esta relación con esto, cuando se alejaron un poco admiro a aquellos ojos azules para no olvidarlo en la separación que tendrían.
—No puedo separarme de ti Magnus, debemos hacer algo— susurró Alec.
El brujo alzó su mano para acariciar su mejilla viendo como Alec cerraba los ojos a esa caricia, él tampoco quería eso.
— Te mandaré mensajes de fuego todos los días— dijo Magnus— hablaré con Ragnor y él me ayudara en esto, te informaré cuando tenga la ayuda y te avisaré así podemos volver a estar juntos.
Volvieron a besarse con fervor para que después Alec lo abrazara con fuerza.
—No tardes Magg.
—Todo para estar junto a ti mi garbancito.
Dos Nephilim los separaron a la fuerza y Magnus fue escoltado hasta la casa Herondale y así poder irse de una vez, se despidió por última vez de Stephen y Celine para irse a través del portal con la chica vampiro prometiendo que volvería a los brazos de su niño Lightwood.
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