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EXTRA

Magnus.

Sentía como algo dentro de él estaba a punto de explotar, nunca se equivocaba cuando sus instintos decían que algo iba mal y más cuando se refería a Alexander su novio, sabía que algo malo sucedía en Idris y debía estar referido a que el ojiazul estaba conviviendo con subterráneos cuando sus leyes lo tenían prohibido, pero no lo dejaría solo enfrentando estos asuntos, no quería verlo perder sus runas y verlo como lo exiliarían de algo que ya era parte de su vida y amaba.

— ¿Princesa alguien a quién esperar en casa cuando volvamos? — preguntó Magnus.

Que estaba haciendo un portal en una de las paredes de la sala del Loft, miró de reojo a la chica vampiro que estaba a su lado cruzada de brazos y sin ninguna emoción facial, algo que Raphael solía tener en sus momentos de seriedad.

—Sí, tengo a alguien.

La chica era muy reservada, haciendo que el brujo no supiera si podría sacar más de cinco palabras de la boca de ella, aunque agradecía tener un pedazo de Raphael con él, lo hacía sentirlo más seguro y pensar en que diría cuando estuviera frente a la clave.

—Entonces tratemos de no meternos en problemas para así poder volver a ver a los que queremos— dijo Magnus— Después de ti querida.

La chica se adentró en el portal para desaparecer a través de él y después fue su turno que acomodó su tapado y llegó hacia el otro lado viendo un bosque a su alrededor, Idris era un mundo aparte, hermoso para los ojos de las personas, observó como Lilit miraba el anochecer con ojos brillantes logrando sacarle una sonrisa, Magnus ya había venido al lugar cuando había exigido los derechos de los subterráneos así que el lugar ya no era algo de sorprender a sus ojos.

—Este lugar es fabuloso— susurró la joven—hermoso para ser llamada tierra de Nephilim.

El brujo sonrió para cerrar el portal detrás de él y mirar el lugar, debían llegar a Alacante lo más antes posible, la oscuridad los rodeaba y arboledas se encontraban a distancia de ellos tendría que estar atento si los licántropos y los vampiros del lugar quisieran venir a molestar.

— Ven querida no creo que pueda hacer un portal hasta Alacante, tendremos que caminar un poco.

La muchacha asintió mientras colocaba sus manos en el bolsillo de su chaqueta, Magnus dejo que de sus manos escaparán pequeñas luces azules para alumbrar el recorrido, las horas en este lugar no eran iguales al de Brooklyn y en unas horas Lilit necesitaría un lugar para ocultarse.

—Me siento culpable de haber dejado sola el hotel, todos estaban descarrilados y ya no podían controlarse, debí ayudarlos— dijo la muchacha.

Que había roto el silencio y sorprendido al brujo que creyó que todo el camino iba a estar así, dejo escapar un pequeño suspiró y miró con pena a la muchacha.

—No es tu culpa todo lo que esté pasando allá, ellos no te hubieran escuchado aunque quisieras, podrías haber salido herida o estarías muerta ahora misma, nada se soluciona estando solo—dijo Magnus.

Que se habían adentrado hacia las arboledas donde la luz de la luna ya le costaba entrar, los crujidos de las ramas al moverse y las hojas secas quebrando bajo sus pies hacían que la piel del brujo se erizará mientras que la muchacha de adelante no mostraba ninguna reacción alguna.

— ¿No temes que el Nephilim ya no esté aquí?

Sintió una opresión en el pecho que hizo que tragara con dificultad, no había pensado en aquello porque el delito ni debía de ser tan grande, los Nephilim no lo llevaban hasta la muerte.

—Sus reglas no llegan hasta ese punto, es exiliar al Nephilim o sacar sus runas— contesto Magnus.

El camino era dificultoso y los ruidos de crujidos de hojas o ramas secas se escuchaban un poco más por el ritmo que caminaban, la chica iba adelante fijándose del camino mientras que él iba atrás con el corazón en la boca por la preocupación. ¿Y si la vampiro tenía razón? No es que no supiera de los Nephilim, había coqueteado con una cantidad suficiente de ellos como para saber sus reglas, pero ¿Y si las habían cambiado? Debía llegar lo antes posibles a la ciudad.

—Dicen que su ciudad, su única ciudad es mágica que la luz del sol que entra en ella es cristalizada —dijo la muchacha— es difícil creerlo ¿pero puede ser capaz?

El brujo sonrió, claro que era capaz, Alacante tenía salvaguardar que hacían aquello y le protegían de que algún enemigo entrara para atacarlos, esas que habían sido creada por su gente que habitaba en el laberinto.

—No lo llaman ciudad de cristal por algo— dijo Magnus—es algo que debe verse con sus propios ojos para creer.

El final de aquella arboleda parecía acabarse a unos metros haciendo que la tensión que tenía el brujo en su cuerpo comenzará a irse, remojo sus labios y miró con rapidez hacia arriba viendo las pequeñas entrada del cielo que dejaban las ramas de los árboles, muy pronto aclararía y si Lilit seguía con el no tendrían tiempo para ocultarla.

—Pequeña— la llamó.

Haciendo que los dos se detuvieran y ella lo mirará.

— ¿Sucede algo Brujo?

Sabía que Raphael lo mataría por esto, había mandado a la chica vampiro como una ayuda para él no para esto.

— ¿Conoces al clan de vampiros de acá? —preguntó.

La chica arqueo sus cejas y lo miró confundido sin entender a lo que se refería.

— Maureen es la líder de este clan, la conozco.

—Debes ir hacia ellos, quedarte hasta que yo llamé y haga un portal para ti para irnos— dijo Magnus.

Que se llevó una mirada asombrada y un movimiento de negación por parte de la chica.

—Claro que no, he venido aquí siendo fiel al pedido de Raphael, debo cuidar de ti.

—El sol está por salir, no llegarás a entrar a la ciudad antes de que este te ataque— dijo Magnus.

Quería hacerle entender a la muchacha sobre las consecuencias de ello.

—No te dejare solo, prometí eso a Raphael—musitó la muchacha.

El brujo suspiró y asintió, no iba a convencer aunque quisiera a la chica, dejo que las luces de sus dedos cambiarán de color a un violeta brillante.

—Vamos a tener que hacer una aparición de urgencia en las puertas de Alacante— dijo Magnus.

Que había tratado de evitar hacer esto para no alarmar a los Nephilim y no lo dejarán pasar, eran muy desconfiado, pero ahora tenía que utilizarlo si no su acompañante moriría carbonizada y él no quería eso, dejo que las luces de sus dedos fueran a parar a unos centímetros de él para transformarse en un portal.

—Adentro muchacha el tiempo es preciado para ti en estos momentos— dijo Magnus.

Que vio como la muchacha volvía a desaparecer adentro del portal y él se adentraba detrás de ella para ir a caer a unos pequeños metros de las puertas de Alacante donde dos Nephilim estaban custodiando, el brujo caminó hasta ellos que lo detuvieron sacando sus espadas serafines, hizo un paso hacia atrás arqueando sus cejas y chocando con la vampiro.

—Los subterráneos no pueden entrar aquí—dijo uno de los Nephilim.

Magnus volvió a recuperar su postura y sonrió.

—Soy Magnus Bane vengo aquí para arreglar unos asuntos con la clave— dijo el brujo.

Pero los Nephilim seguían con sus armas al descubierto y sin ningún tipo de expresión en su cara.

—He dicho que los subterráneos no entran a este lugar.

Magnus frunció su ceño dejando que la paciencia se acabará.

—Escúchame bien, allá adentro está siendo torturado a Alexander Lightwood y su Parabatai, he venido hasta aquí para evitar aquello así que ¿Van a dejarme pasar? — musitó el brujo.

Los Nephilim se miraron entre sí, haciendo que Magnus sintiera un poco de esperanza a que le harían caso, pero...

—Los subterráneos no están permitidos aquí, no me lo hagas repetir otra vez.

—Malditos Nephilim— gruñó el brujo.

Que apretó sus manos en puño y los miró con desprecio, volteo su mirada hacia la vampiro que lo miraba de la misma manera para volver su vista hacia adelante y hacer que con su magia los dejara inconsciente.

— ¿Puedes hacer esto?

Magnus camino hasta los cuerpos de los jóvenes y borro sus memorias de ellos para después alzar su vista.

—No estoy en mis mejores ánimos para soportar a estos niños, además estamos en la puerta del sentido oeste, tenemos permitido entrar.

La chica paso con cuidado cerca de ellos y se acerco hacia donde la puerta la puerta enorme estaba, Magnus se colocó a su lado y sonrió de medio lado para tomar aire y hacer el primer paso y entrar al lugar siendo un poco costoso cuando la salvaguarda paso por el cómo reteniendo su cuerpo, pero pudo pasar sintiéndose un poco agotado, a su lado llegó la muchacha.

— ¿Y ahora que vamos a hacer?

El brujo miró a la joven dedicándole una sonrisa.

—Primero iremos a visitar a unos amigos y dejarte ahí, no quiero nada de peros— dijo Magnus—y después iré a hablar con la clave, el inquisidor hasta poder sacar a los Nephilim.

La chica asintió y caminaron por las calles de la ciudad siendo observados por los Nephilim, el brujo aún recordaba la casa de los Herondale y sabía que si llegaba a ellos sería bien recibido, había sido una gran ayuda para ellos y un amigo de la familia.

— Estas tiendas solo tienen armas y ropas negras- dijo la muchacha.

Y tenía razón, había grandes tiendas con ventanales donde mostraban ropas para Nephilim, otras con armamento y otras solos con objetos innecesarios, doblo por una calle y a los lejos la vio, seguía siendo el de siempre, grande y hermosa por fuera, caminaron hasta llegar a la puerta que fue golpeada por él mientras la vampiro se quedaba unos escalones abajo.

—No sé si esto sea lo correcto Magnus—dijo la muchacha.

La puerta se abrió mostrando a Celine Herondale que lo recibió con una sonrisa.

—Magnus Bane tanto tiempo sin verte, desde aquellos años.

Magnus había estado presente en el nacimiento de Jonathan Herondale, el Parabatai de Alexander, había ayudado a la muchacha en el parto y ella con Stephen se lo agradecieron prometiendo amistad a él.

—Querida Celine, por favor déjame pasar a mí y a mi compañera— suplicó el brujo.

La mujer asintió abriendo la puerta dándole entrada haciendo que él y la vampiro entrando para escuchar la puerta cerrarse.

— ¿A qué se debe la visita? — pregunto la muchacha.

Se dirigieron hacia la sala para sentarse en unos sillones y pudieron comenzar a conversar, Lilit se quedó parada cerca del umbral.

—Vengo a ver qué ha sucedido con Alexander Lightwood, la chica Morgenstern y tu hijo.

Vio como Celine colocaba una mano en su pecho y su cara se convirtió en angustia.

—Mi niño, he tratado de verlo pero no me han dejado, Stephen ha hecho lo imposible para que esto se arreglé— dijo la muchacha.

Sintió pena por ella porque había soportado que su progenitor se fuera lejos de ella a una corta edad para seguir el rumbo de su Parabatai y solo podía comunicarse a través de mensajes de fuegos y ahora lo venía encerrado en alguna parte de Alacante.

—Espero ser escuchado y poder ayudar con ello— dijo Magnus— solo necesito un pequeño favor.

La mujer asintió mientras dejaba escapar un pequeño sollozo.

—Lo que quieran Magnus, estaré agradecida si puedes sacar a mi muchacho y a sus amigos de ahí.

El brujo miró a la chica vampiro y después miró a la mujer, sabía que Celine sería agradable con ella si él se lo pedía.

—Necesito que mi compañera se quede aquí, está por amanecer y no hay lugar para ocultarla.

La mujer asintió reiteradas veces y miró a la chica vampiro.

—Claro Magnus, no te hagas problema aquí puede quedarse.

Magnus se levantó de donde estaba y le dedico una sonrisa.

—Iré inmediatamente a dar mi ayuda a tu esposo- dijo Magnus.

Que caminó hasta donde estaba la chica vampiro y colocó una mano en su hombro.

—Vendré por ti lo más antes posible querida, acá estarás a salvó.

La chica asintió.

—Suerte.

El brujo salió por la puerta para dirigirse hacia la sala de los acuerdos, debían estar ahí, miro las casas y se sintió abrumado a estar en ese lugar rodeados de Nephilim, caminó hacia el salón que quedaba en una de las esquina de una plaza donde el ángel Raziel se contemplaba en el centro de esta. ¿Dónde estaba Alexander?, Subió los escalones y entro decidido encontrándose con una reunión en proceso, en el centro de esta Stephen hablaba con voz alta y firme.

— ¿Exiliar a adolescente por haber convivido con subterráneos? Esto es ridículo, son niños.

Un hombre que debía ser el cónsul lo miró con una expresión seria en su cara.

—Está prohibido estar cerca de ellos, cada Nephilim sabe aquello y rompieron las reglas.

Magnus se adentro al lugar para llamar la atención de las personas.

— Es ofensivo escuchar esto de su boca señor, tenemos los mismos derechos que ustedes y hemos dejado en claro que queremos firmar acuerdos con ustedes para tener una mejor paz.

El cónsul se levantó golpeando la mesa con fuerza.

— ¿Quién ha dejado entrar un subterráneo a esta ciudad? — dijo molesto.

Magnus siguió acercándose hacia adelante para quedar cerca del chico Herondale.

—Soy quién ha estado conviviendo con sus niños, ayudándoles y dando mi servicio— dijo Magnus.

— ¡Eres un subterráneo!

Los demás hombres presentes se habían quedado callados apreciando la escena, solo el cónsul hablaba.

—Vengo a defender los derechos de esos niños, no me van a prohibir aquello y no me importa que digan que ser un subterráneo no tiene derecho a hablar— musitó Magnus.

Miró a Stephen que lo miraba dejando escapar un suspiro.

— ¡Han oído como ha hablado, maten a este demonio!

El brujo arqueo una ceja para mirar a la mujer como inquisidor Herondale que miraba a su compañero con el ceño fruncido.

—Deja hablar al subterráneo, que explique que hace aquí—dijo la mujer.

Agradeció mentalmente a la mujer inquisidor y acomodó su chaqueta pensando en lo que iba a decir, tenía que hacer que toda la culpa de los chiquillos fuera a parar a otro lado.

—Yo tuve la culpa, mis experiencias con ustedes y lo que se de sus familias, de sus apellidos, se me escapó en un momento que habían pedido mi ayuda para detener unos asesinatos en Brooklyn, sus instintos de curiosidad pudo con ellos y vinieron en mi ayuda.

No había decidido echarse la culpa hasta que habían salido sus palabras de su boca.

— ¿Qué estás tratando de decir brujo? —dijo un integrante de la clave.

—Entre mis ayudas, conociendo a esos chiquillos me agradaron y comenzamos a convivir, fue un error mío por haberle dado mi amistad estando consciente de sus reglas— dijo Magnus.

Esperaba que con eso pudieran dejar que Alexander volviera a su instituto al igual que sus amigos.

— ¿Estas echándote la culpa de lo sucedido? — pregunto confundida la inquisidor.

Magnus asintió a lo dicho.

—Toda la culpa, los niños no tienen nada en esto, los manipule— dijo Magnus.

La inquisidora miró a sus compañeros y hablaron sobre el tema en voz baja, después de unos minutos.

— ¿Sabes que esto merece ser castigado? — pregunto la mujer.

—Pero ma... Inquisidor—se quejó Stephen.

Pero Magnus lo cayó, no quería que se metiera en esto el también.

—Lo sé y los cumpliré si son hechos que pueda cumplir—afirmó Magnus— solo quiero ver ahora a los Nephilim y escuchar que se irán de aquí.

La inquisidora asintió y miró hacia su lado.

—Traigan a los Nephilim ahora mismo.

ALEC.

Miraba sobre las rejillas del calabozo, ya llevaban días ahí adentro y no había señales de que los sacarían ahí miro a la pareja que estaban en el mismo lugar y se bajó de donde estaba.

—Otro día más acá— susurró Alec.

Que se sentó en el suelo cerca de la pared mientras miraba a la pared, tenía una barba de días, su ropa olía a encierro y sus párpados pesaban, hace días que no contestaba a los mensajes de Magnus, no quería mantenerlo preocupado.

—Eso nos pasó por que tú te metiste con los subterráneos—musitó Jace.

El ojiazul arqueo sus cejas y no le miro.

—Magnus es mi novio, Jonathan—dijo Alec molesto.

Habían tenido esta pelea desde que habían entrado a la celda, el ojiazul ya se había cansado de que los dos Nephilim que lo acompañaban comprendieran que a pesar de decir aquellas cosa, el amor que sentía por el brujo no iba a desaparecer.

— Te tendrían que exiliar a ti, culpa tuya nos mentiste en problemas a todos—dijo Jace.

El ojiazul lo miró sorprendido pero frunció su ceño molesto, el Nephilim rubio estaba parado frente a él y este también se paró bajando un poco la vista ya que su Parabatai era un poco más bajo que el.

— ¿Qué has dicho?

—Has acabado con nuestras vidas Alexander.

Alec lo agarró de la remera, ya estaba cansado de todo lo sucedido, de sus quejas, de hacerlo sentir mal cuando debía apoyarlo a él y su pareja como hacía el.

—Nuestro vínculo de Parabatai se acaba acá mismo Jonathan Herondale, espero no verte nunca en mi vida cuando salgamos de este lugar— dijo Alec.

Que soltó de la remera del chico para tirarlo al piso, y caminar hacia las rejas.

— ¿Qué?

Miró sobre sus hombros donde el chico rubio lo miraba sorprendido.

—Te apoye en tu relación con la mundana, cada cosa que hacías por ella yo estuve ahí para apoyarte— dijo Alec— y estás tratándome así, cuando deberías apoyarme como yo lo hice contigo.

Volvió su vista a las rejas esperando que apareciera alguien y le informara sobre su destino.

—Magnus es un subterráneo.

—Es mi pareja te guste o no.

La mano del rubio lo agarró sobre su remera y lo dio vuelta para encajar una cachetada.

—Reacciona Alexander, él es un brujo te amará unos años y cuando tú mueras te olvidará- dijo Jace.

El ojiazul no se quedó atrás metió un rodillazo junto a su abdomen haciéndole quedar sin aire.

—Yo lo amo y si eres mi Parabatai, el que se hace llamar así, deberías apoyarme en esto— dijo Alec enojado- ¿Sabes qué? No deberíamos haber hecho este vínculo nunca.

El rubio se quedó estático abriendo sus labios sorprendido.

—Arrepiéntete de lo que has dicho.

El ojiazul negó.

—Sabes que es verdad, tus comportamientos no son de un hermano, de un Parabatai, no eres digno de llevar esa palabra cuando me estás diciendo esto, a mí, a tu hermano, a quién ha estado juntos a ti en luchas, batallas y en preparativos románticos para aquella mundana.

Vio como Jace lo miraba con ojos brillosos.

—L-lo siento, tienes razón, lo siento Alec —dijo Jace.

Que había comenzado a temblar, Alec lo atrajo a él y lo abrazo, solo había sido una crisis nada más.

—Déjalo ya— susurró Alec.

El ruido de una puerta abriéndose los sorprendió y Alec soltó al chico para ponerse a lado de las rejas viendo como Nephilim adultos se colocaba con luces mágicas delante de él.

—Es su día de suerte muchachos, el brujo ya se entregó— dijo uno de los hombres.

Alec lo miró confundido ¿Brujo? ¿Magnus?

— ¿Qué?

—Magnus Bane dijo toda su culpabilidad.

El ojiazul miró hacia Jace que lo miraba sorprendido ¿Qué Magnus había hecho qué?

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