Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

60_La verdad duele

Si llegas aquí y no leíste la actualización anterior puede que te pierdas de algo importante con la actitud de Mia al regresar de su examen...

Si ya leíste ese, entonces es hora del drama...

Capítulo 60

~❁ ❁ ✦ ❁ ❁~

Hice el viaje en autobús con la frente pegada al cristal de la ventana y viendo el paisaje cambiar de altos edificios a pueblos pequeños y luego al campo.

Iba con una sonrisa de idiota al pensar que no tendría que estudiar para otro examen e intentando ignorar que me había flagelado por todo un curso para terminar entendiendo que siempre supe lo que quería estudiar.

Se sentía estúpido y algo masoquista, pero intentaba convencerme de que, sin la experiencia de aquellos meses, jamás habría sido capaz de entenderlo.

Cuando supe que faltaba poco para llegar a Soleil, me estiré en el asiento intentando revivir mis adormiladas piernas. Acomodé el vestido de cuadros rojos y blancos que había escogido aquella mañana.

Tenía pocos vestidos, de esos, solo tres me hacían sentir cómoda. La razón por la que últimamente lo usaba era por la carcajada que soltaba Nika cada vez que me veía.

Solía decir que no sabía si quería quitármelo para verme desnuda o para sentarse en el césped a que tuviéramos un picnic.

Me divertían sus tonterías y eso me recordaba la conversación que debíamos tener. El tema amor y lo que me había dicho en la estación de tren antes de que partiera a mi examen.

Había pensando al respecto y la verdad es que no estaba lista para decir «te amo». Estos meses también me habían enseñado que hablar era la única manera de entenderse y que no había razón para perder el tiempo.

Nika entendería que no eran falta de sentimientos lo que me frenaba a decirlo. No estaba preparada y estaba bien que fuera así, tal cual él no estaba listo para abrir ciertos detalles de su pasado.

Me hacía feliz saber que podíamos hablarlo. Me gustaba sentir aquella tranquilidad con respecto a la relación que teníamos. Era fácil y cómodo; era, extrañamente, algo que quería conservar por mucho tiempo.

Cuando el autobús se detuvo, fui la única en bajar en la parada de Soleil. La mayoría de pasajeros iban al sur a tomar vacaciones y nadie se quedaba a mitad del continente donde la vida era más aburrida que la de una esponja.

Fue fácil bajar mi maleta que no pesaba nada y atravesar la pequeña estación. El lugar estaba vacío y no me costó ubicar a Nika que esperaba afuera. Iba de negro al completo con una camisa fina que me encantaba y solo usaba en ocasiones especiales.

Estaba fumando, lo cual me pareció raro ya que solía hacerlo cuando yo no estaba cerca, pero no importaba. Moría por verlo, aunque fuera un cigarro ambulante.

Me vio y corrí hacia él soltando mi maleta en la entrada. Me lacé a sus brazos agradecida por la solitaria estación. Le besé y enganché a su cuello hasta que mis pies quedaron en puntillas para alcanzarle.

Olía a cigarrillo, pero también a menta y a su exquisito perfume que podría identificar en una multitud. Sus labios eran cálidos y dulces. Quise saborearle al pegar mi cuerpo al suyo y entonces fue que lo noté.

No me estaba correspondiendo. De hecho, no estaba tan siquiera abrazándome.

Me alejé confundida.

Mantenía los brazos a los lados de su cuerpo y el cigarrillo todavía encendido entre sus dedos.

—¿Pasa algo?

Estaba claro que algo sucedía.

No pudo sostenerme la mirada ni dos segundos y eso hizo imposible leer su expresión. Miró a un lado y le dio una profunda calada a su cigarrillo antes de tirarlo al piso y aplastarlo con el talón de su zapatilla.

—Tenemos que hablar, Amaia.

Toda mi vida había bromeado con lo que esa frase significaba, tanto así, que parecía un chiste gastado y que realmente no causaba efecto. Estaba equivocada.

Un desagradable temblor recorrió mi abdomen.

—¿Hablar de qué?

Por un segundo mi cerebro intentó armar las posibles respuestas que daría y algo saltó como un chasquido.

»Es tu madre —solté asustándome—. ¿Está bien? ¿Pasó algo que...

—Mi madre está bien —zanjó con una voz cortante y amarga que pocas veces había utilizado y prefería no recordar—. Es sobre nosotros.

—Puedes hablarme bien, entonces —dije sin idea de a qué venía aquello—. No hay necesidad de que me trates como empleada del siglo pasado.

Su mandíbula se tensó y sus aletas nasales se ensancharon. Se veía molesto y no entendía la razón.

—Lo siento —dijo bajando el tono, pero manteniéndose muy lejos de la acostumbrada dulzura con que me hablaba—. No es como si fuera fácil decir lo que tengo que decir.

Esta nueva y tonta actitud no ayudaba. Desarmaba la confianza que hace un segundo tenía en nuestra relación.

—Pues di lo que quiera —dije cruzándome de brazos—. Yo también tengo algo para decir.

—Dudo mucho que quieras decir algo cuando termine de hablar.

—Eso no lo sabes, así que suéltalo de una vez.

La comisura de su labio tembló en lo que me escrutaba fugazmente. Y pensar que yo venía feliz y emocionada para que ahora discutiéramos.

—Tenemos que terminar —dijo con tono neutral.

Espera, ¿qué?

No había escuchado bien, estaba segura de haberlo imaginado.

Analicé su pose estática a la espera de una reacción, incluso creí que en algún momento soltaría una carcajada antes de aclarar que bromeaba. Parecía muy impropio de él y su extraño sentido del humor y era mil veces más creíble a lo que acababa de escuchar.

—Disculpa —dije soltando una risa nerviosa—, ¿qué dijiste?

Mojó sus labios y vi de nuevo ese ligero temblor en ellos. Parpadeó varias veces en lo que buscaba algo en el bolsillo de su pantalón.

—Dije que tenemos que terminar.

Seguí sin creerlo y me controlé de pedir que lo repitiera, ya había quedado claro.

—¿Se puede saber a qué se debe el cambio?

Tenía que decirlo él mismo. No quería ser la precipitada que asumía que este numerito era solo por no decirle «te amo». Incluso en mi cabeza sonaba estúpido.

Nika le dio una calada a su nuevo cigarrillo y siguió evitando mi mirada.

—Estuve pensando, ¿sabes? –tartamudeó–. No tiene sentido, nada de esto lo tiene.

—Habla claro, Nikolai —dije usando su nombre completo, algo que jamás había hecho.

Comenzaba a impacientarme y eso pareció activar algo dentro de él.

Sus ojos se fijaron en los míos con toda calidez desaparecida.

—Estuve pensando en la mierda de relación que tenemos —dijo a la vez que mi pecho se apretaba como si cada sílaba fuera un golpe—. Estuve pensando en cómo te vas a ir a Prakt a estudiar y yo me voy a quedar aquí, por lo que no tiene ningún sentido que sigamos alargando esto.

—¿Mierda de relación que tenemos? —dije asimilando solo el inicio—. Me dices que soy lo mejor que has tenido en los últimos años de tu vida, hace dos días dijiste que me amabas y ahora ¿tenemos una relación de mierda?

Fui incapaz de controlar la incredulidad que tornó mi voz en un sonido agudo y desconocido.

—La verdad es que me hizo falta estar alejado de ti para pensarlo, para ver la realidad.

—Y esa realidad, ¿cuál es?

—Que dentro de dos meses estarás en la universidad, en una ciudad llena de distracciones y con tu cabeza en una sintonía distinta.

—Y eso, ¿qué tiene que ver?

—Que inevitablemente tú y yo tenemos fecha de caducidad y todo se va a ir a la mierda —soltó contrariado—. La verdad es que no tengo ganas de alargarlo.

Por un segundo pensé que era un mal sueño, que en cualquier momento despertaría dentro del autobús con la frente empotrada al cristal y la baba cayendo sobre mi falda.

—Estás jodiéndome, ¿no es cierto?

—¿Tengo cara de estar haciéndolo?

Le miré atónita.

—¿Crees que soy idiota? —pregunté acercándome y dejando solo un paso entre nosotros—. Tienes miedo, eso es todo. ¿Crees que no reconozco cuando estás mintiendo?

—Me conoces, Amaia. Es por eso que espero que entiendas y lo que digo tiene sentido.

—No lo tiene.

—¿Me vas a decir que tú no lo has pensado?

Mordí mi lengua al no poder mentir.

»Claro que lo has hecho y sabes que tengo razón —continuó con los labios tensos—. Lo nuestro se va a acabar y muy pronto.

—¿Y por eso decides decir que me amas? ¿Para después cortar conmigo? –ironicé.

—Eso fue lo que me hizo pensar lo demás.

—Quiere decir que me amas, pero me estás dejando —dije consternada—. ¿De qué coño hablas, Nika? ¿Te estás volviendo loco?

No respondió. Su mirada cambió por un instante y chasqueé mis dedos frente a su rostro para que reaccionara tras unos segundos en los que parecía congelado y fuera de su cuerpo.

Agitó la cabeza y miró fugazmente a su espalda.

Fue la primera vez que noté donde estaba aparcado mi auto. Detrás había un taxi al que Nika acababa de chequear.

—Responde —dije negándole a mi cerebro el pensar en lo que un taxi esperándole significaba—. ¿Me amas?

Su gesto tenso no cambió, pero sus ojos se suavizaron antes de responder:

—Más que a nada en el mundo.

Escucharle decir eso calmó todo lo que había estado arremolinándose en mi pecho.

Respiré intentando relajarme y me acerqué hasta solo dejar centímetros entre nosotros.

—Entonces, ¿a qué se debe este miedo? —Puse la mano sobre su pecho siendo consciente del ritmo agitado que llevaba su corazón—. Dime qué te llevo a pensar que separarnos es la mejor opción.

No quería montar un circo de algo pequeño, quería que nos entendiéramos y para eso necesitaba que fuera sincero.

Me observó luciendo derrotado y con lo que parecía su acostumbrada actitud.

—Te vas a ir a estudiar y es lo que debes hacer —dijo en voz baja—. No tienes idea de lo feliz que me hace que sea así, pero eso cambiará demasiado entre nosotros.

—Nada tiene que cambiar —le calmé e intenté sonreír—. Si queremos estar juntos podemos estarlo, no importa la distancia.

Sabía lo que significaba y la difícil situación a la que estaríamos enfrentándonos, pero quería estar con él y todavía faltaban más dos meses para ese momento.

—No lo entiendes porque no lo has vivido.

—¿Y tú sí?

—No, pero sé de lo que hablo. —Presionó sus labios y negó—. Ahora tus intereses son unos y cuando te mudes serán otros.

»Cuando llegues a la universidad, tus prioridades cambiarán, tus amistades, todo. Te replantearás cada aspecto de tu vida y está bien que lo hagas, se supone que sea así.

—Entonces, ¿cuál es el problema?

—Querrás hacer otras cosas y eso no me incluirá. Estaré a tres horas de distancia y me será imposible formar parte de tu cambio, de tu nueva vida y eso será un problema. Tú misma has visto de que magnitud puede ser el problema.

—No somos Julien y Sophie —dije exponiendo mis miedos—. Somos Mia y Nika. Quiero creer que si nosotros queremos estar juntos vamos a poder hacerlo sin importar tres, seis o doce horas de viaje que nos separen.

Era evidente el miedo en su mirada y no quería que tuviera miedo.

»Sé que confesar que me amas no debe haber sido fácil y puede que esperes a que te diga lo mismo.

—No es...

—No puedo decirlo —le interrumpí—. No puedo hacerlo porque no estoy lista, pero no significa que sienta menos por ti o que no seas todo lo que quiero en mi vida por más tiempo del que me creía capaz de querer algo.

»Si es eso lo que te hace sentir inseguro, por favor, no lo estés. Tú y yo funcionaremos, lejos o cerca, funcionará.

—¿Cómo estás tan segura?

—Simplemente lo estoy —dije acariciando su rostro y sonriendo—. Solo tienes que confiar en nosotros, confiar en mí.

El claxon del taxi hizo que Nika se tensara en el lugar. Dio una ojeada fugaz al vehículo que le esperaba y volvió a fijar sus ojos en mí.

—Dime, Amaia. —El tono de su voz hizo que un escalofrío me pusiera la piel de gallina—. ¿Cómo quieres que confíe en ti si no eres capaz de decir que me amas?

Una fuerza invisible deshizo mi sonrisa, presionó mis costillas e hizo mi mano caer de su rostro. Me alejé sin creer que acabara de decir aquello.

»¿Cómo esperas que pueda mantener una relación con alguien que no es capaz de decir que me ama?

Recuerdos que nada tenían que ver con Nika volvieron a mi mente, el de Charles cuestionándome cómo podía creer que yo quería estar a su lado si no me sentía preparada para perder la virginidad con él.

La experiencia era distinta y, sin embargo, se sentía tan familiar. Lo peor es que incluso las palabras escogidas eran similares, palabras que Nika conocía porque yo le había contado la historia a detalle.

Eso solo hacía que doliera más escucharle.

—Yo-yo solo necesito tiempo —dije con un temor desconocido que se apoderaba de cada centímetro de mi cuerpo—. Yo quisiera de...

Mis ojos se llenaron de lágrimas. No podía decir que lo amaba solo porque lo estaba pidiendo, mucho menos en esa situación.

»Solo necesito tiempo —dije en un hilo de voz por miedo a llorar—. No es que no esté segura. Solo necesito que me des tiempo.

—No puedo, Amaia. No puedo confiar en nada que venga de ti por mucho que quiera hacerlo —expresó sin suavizar su ácida voz.

»Yo sé lo que es perder a alguien, sé lo que es vivir con ello y no estoy dispuesto a pasar por lo mismo. No soy tan masoquista.

—No tiene que terminar así —dije ya perdiendo el control. No sabía cómo hacerle entender y eso me hacía sentir impotente convirtiendo mi voz en un bajo chillido—. No tienes que terminar conmigo. Puedes...

—No puedo confiar cuando ni siquiera estás segura de lo que quieres para ti —expresó sin contemplaciones—. Tus mayores problemas son los conflictos amorosos de tus amigos, el quejarte de lo molestos que son los adolescentes del Instituto o no leer los clichés románticos que todos leen para no ser parte de «la mayoría».

»No te das cuenta, Mia, pero vives en una burbuja de niña de mimada que es incapaz de valorar lo que tiene. Te has dedicado a jugar con tus padres, a mentirles escondiéndote tras el miedo a decepcionarlos o lastimarlos porque sabes desde el inicio que, toda la indecisión que tenías, era una inmadurez.

»No quieres tener la vida de tus padres porque la crees poca cosa y quieres más. La verdad es que eso es por lo que no puedo confiar en ti, porque eso te convierte en una niña egoísta, una que cree merecer más de lo que ya tiene sin ver que desde le día en que nació fue premiada con algo que muy pocos poseen.

»Tienes padres que te aman, que han estado ahí siempre y te preocupa no tener su vida, no ser como ellos. —Negó con desprecio y la manera en que me miró se sintió aún peor que sus palabras—. Ni tan siquiera valoras lo que te apasiona y me estás pidiendo que confié en esa niña, que olvide todos mis miedos por ella.

Todo lo que dijo, cada palabra, cada gesto y pausa quedaría grabado en mi ser por la eternidad.

Había algo peor que creer todas aquellas cosas de mí misma, que vivir negándomelas o intentando cambiarlas con tal de ser mejor y era que él lo dijera.

Lo que más temía, lo que más odiaba de mí eran las razones por las que él era incapaz de confiar en mí.

—Yo confíe en ti cuando hiciste mil cosas que gritaban para no hacerlo —dije sin ser capaz de articular lo suficiente.

Nika contrajo su mandíbula para controlar su expresión y mantenerse en su lugar.

—Es mejor dejarlo aquí y ahora, Amaia —murmuró—. No tiene sentido alargarlo para hacernos más daño o seguir engañándonos con que puede funcionar.

Rebuscó en su bolsillo y sacó las llaves de mi auto. Sus movimientos se hacían extraños y lentos. Pensé que estaba temblando, pero era mi vista que lo distorsionaba, repitiendo movimientos y volviéndolo borroso.

—Toma —dijo dejando el llavero en mis manos sin rozarme—. Es mejor no vernos más, cortarlo de raíz. —Le miré desconcertada, sin poder procesarlo y escuchando un pitido incómodo que no venía que ningún lugar—. Te pido que no te acerques a mi casa, a Aksel o mi madre. No me busques hoy, mañana o cuando sea. Es muy posible que nos vayamos de Soleil.

—Pero...

—Una vez pediste que me alejara y supe leer que lo decías de verdad. Lo hice, aunque me costó. Haz lo mismo y así los dos sufriremos menos.

No entendía como podía ser tan frío.

Estaba terminando conmigo con la facilidad con la que aplastó su cigarrillo mientras yo temblaba de pies a cabeza. No sabía si él lo notaba o era solo por dentro, pero en cualquier momento me desplomaría.

—En menos de dos meses estarás en Prakt —añadió como si hablara del tiempo, como si no estuviera cortando todo vínculo entre nosotros. Su expresión me decía que le importaba una mierda estarlo haciendo y no podía entender cómo—. En cuestión de semanas olvidarás esto y seguirás con tu vida, no te preocupes.

Me dio la espalda y mi cuerpo reaccionó por si solo. Le tomé del brazo con ganas de tener toda la fuerza del mundo para no dejarle moverse.

—No puedes dejarme aquí —dije sonando desesperada con tal de que la conversación no acabara. No podía terminar aquí, no podía acabarse Nika para mí—. No sé manejar, no podré llegar a mi casa.

Me observó de arriba abajo con esa máscara inmaculada y fría.

—Tú puedes hacer lo que quieras, Amaia —sus facciones no eran las del Nika que yo conocía, eran las del otro, las del que odiaba con todas mis fuerzas—. Solo necesitas entender lo capaz que eres.

Soltó mi agarre con facilidad porque yo era una simple enana a su lado, porque mi fuerza ante él era menos que una pluma al viento.

Se fue hasta el taxi y montó en el asiento del copiloto sin mirarme. El auto chilló gomas y desapareció por la calle.

Quedé congela y ridícula en la entrada de la maldita terminal con el corazón luchando con mis costillas por querer salirse.

Dijo que no volvería a ignorarme y me estaba dejando. Lo prometió hace mucho y acababa de romper todo dentro mí.

Quise correr, aunque no supe a dónde. Estaba sola con unas llaves de un auto que me aterrorizaba conducir, una maleta a mi espalda y los ojos llenos de lágrimas que nublaban mi vista distorsionando el lugar por el que había desaparecido el taxi, por donde había desaparecido él.

Froté mi rostro una y otra vez, incluso pellizqué mis piernas en un intento desesperado por despertar.

No era un sueño, no era para nada una pesadilla. Era real.

Los sonidos a mi alrededor se mezclaban con el desconocido pitido agudo que mi cabeza conjuraba. Sentía el corazón palpitando en mis sienes o era el cerebro que terminaría explotando.

No supe cuánto tiempo pasó, solo me quedé allí de pie clavada al piso repitiendo las palabras de Nika. Era un bucle que mi imaginación se encargaba de mantener activo, uno que solo se interrumpió cuando un señor se acercó con mi maleta.

No entendí que dijo, no supe si me brindaba ayuda, si preguntaba algo. Su cercanía fue el motor a mi paralizado cuerpo.

No respondí.

Arrastré mi maleta y desbloqueé el auto para dejarla en el maletero antes de sentarme en el asiento del conductor y cerrar la puerta con tal de aislarme del mundo.

Los sonidos cesaron, el pitido no. Tuve miedo porque ahora mi respiración era errática y mis manos temblaban más a cada segundo.

Necesita ayuda.

Rebusqué en mi bolsillo intentando alcanzar el teléfono y repitiendo los ejercicios de respiración que mi madre me había enseñado. No funcionaban, no cuando Sophie, Dax y mis padres eran todo lo que pasaba por mi mente.

Necesitaba que vinieran a buscarme, que me salvaran antes de que terminara lanzándome a un vacío del cual no podría retornar.

La pantalla se iluminó mostrando la foto de fondo, una de la torre más alta de la mansión Bakker. La había hecho desde la azotea una tarde donde el sol caía de la mejor manera contra la facahda.

«(...) vives en una burbuja de niña de mimada que es incapaz de valorar lo que tiene».

«(...) es por lo que no puedo confiar en ti, porque eso te convierte en una niña egoísta».

«Ni tan siquiera valoras lo que te apasiona y me estás pidiendo que confié en esa niña, que olvide todos mis miedos por ella».

Sus palabras quemaban y lo peor es que eran ciertas, no estaba más que diciendo la verdad.

Lancé con rabia el teléfono al asiento del copiloto y busqué la llave para ponerla en el contacto. Me costó más de lo que se consideraría normal, pero terminé encendiéndolo. Bajé las ventanillas y apreté con fuerza el volante.

No iba a ser la misma niña miedosa de siempre. Iba a conducir hasta mi casa e iba a enfrentarlo sola o estaría siendo la misma. No iba a permitir que esto me hundiera, no podía.

Poner primera y salir fue lo más difícil. El auto tembló bajo mis pies nerviosos y mover el timón era casi un reto cuando me aferraba a él para controlar el temblor de mis manos.

No supe como, quizás mi determinación a contener las lágrimas o a la lucha interna de mil voces en mi cabeza, pude salir a la carretera que bordeaba Soleil.

Mi vista se nublaba una y otra vez, como si mi miopía se hiciera peor a intervalos. Eran las lágrimas que iban y venían, las que contenía con todas mis fuerzas.

Aquello no podía estar pasando.

Nika me había dejado, había dicho todas aquellas cosas y me había abandonado cuando creí ciegamente en que estábamos destinados a entendernos.

Intenté controlar los recuerdos, sus palabras hermosas, los planes que alguna vez hicimos. No quise pensar en la culpa que tenía por ser todo lo que él había dicho. No quería hacerlo porque me hacía creer que mis estúpidos miedos eran los responsables de que se alejara.

Fue inevitable. Las lágrimas terminaron por salir y antes de que me diera cuenta todas las imágenes de Nika estaban pasando frente a mis ojos en lo que lloraba desconsoladamente y seguía conduciendo.

Era un bucle doloroso en lo que veía asfalto y carretera, pasto y paisaje con su rostro y sus palabras. Lo peor es que no venía nada malo, solo venía cada palabra dulce y gesto amable.

Mi cerebro solo hacía añorar lo que acababa de perder al tiempo que se negaba a aceptarlo.

Intentaba recomponerme y no podía. Las lágrimas no se detenían.

No supe cuanto avancé, había momentos en que tenía que recostar la frente al volante con tal de encogerme y soportar el dolor en mi pecho, el insistente ardor que quemaba como si hierro candente estuviera intentando abrirse paso desde mis entrañas.

Fue un claxon lo que me hizo despertar del letargo.

Cuando alcé la vista vi un enorme camión que venía frente a mí. Estaba a metros de distancia. Mi auto estaba en la senda contraría y terminaría impactándome.

Mis manos reaccionaron a lo que mi cerebro ordenó. Corté a la derecha volviendo a mi senda y evitando la colisión por centímetros.

Fui a parar a la cuneta y frené como pude quedando en una extraña posición que mi auto lamentaría más tarde.

El corazón me iba a mil por hora y las lágrimas no se detenían. Mi llanto se hizo más fuerte y me dejé sucumbir al dolor que llevaba controlando.

Gimoteé y chillé sin que nada importara.

Estaba sola en medio de la nada y había estado a punto de morir aplastada por un camión.

Daba igual querer ser fuerte, demostrarme que no tendría que llamar a nadie para que fuera recoger mis pedazos. Tendría que hacerlo o terminaría matándome en el camino.

Busqué mi teléfono con un dolor de cabeza que comenzaba a despuntar. No estaba en el asiento del copiloto y supuse que se había caído con la abrupta maniobra de hace un momento.

Me recosté sollozando y busqué a tientas bajo el asiento intentando encontrarlo. Era mi salvación. Necesitaba alcanzarlo y llamar a mi madre, abrazarla era lo único que me salvaría.

Mi mano no daba con el aparato y me desesperaba a cada segundo.

Mis dedos palparon algo frío, muy pequeño, demasiado. Cuando alcancé mi teléfono, lo saqué intentando saber que era.

Mi llanto se detuvo al ver lo que descansaba en mi palma.

Pequeña, brillante y verde jade, era una piedra. Contrastaba con mi piel blanca y supe de donde había salido.

El día de San Valentín la había encontrado en el río cuando fui con Nika. La guardé en mi bolsillo y se cayó cuando me deshice de mi pantalón en el asiento trasero. Por mucho que habíamos limpiado, algunas quedaron sueltas y curiosamente esa decidió aparecer.

Le observé brillar bajo el sol de atardecer y más recuerdos llegaron a mi mente. Nuestras conversaciones, la manera juguetona en que solíamos tratarnos, la confianza, la intimidad.

Recordaba aquel día y lo que habíamos hecho en el asiento trasero. Lo recordaba porque fue ese el momento en que me di cuenta que todos mis miedos habían desaparecido con él. Fue el día en que entendí que confiaba en Nika, que no era un chico más.

Su aparición en mi vida fue la razón indirecta de muchos cambios.

Sequé mis lágrimas y volví a observar la pequeña piedra verde. La apreté con fuerza contra mi pecho. Cerré los ojos y dejé que mi mente se inundara de todo lo que había sucedido los últimos ocho meses.

Escuchar sus palabras de hace un momento volvió a doler, pero algo más afloró.

Quise creer que un extraño calor brotaba de la piedra en mi mano, que una fuerza invisible podría darme valor para entender.

Podía ser una miedosa, podía ser una niña inmadura y todo lo que Nika dijera, pero no hubo un día en aquellos ocho meses en que no intentara ser mejor.

Abrí los ojos y fijé la mirada en el horizonte y el campo que se extendía frente a mí.

Fue esa misma evolución la que me hizo decidir aquella mañana que no tomaría el segundo examen, que estudiaría Historia del Arte y que quería seguir con Nika sin importar nada, incluso la distancia.

Yo no era una cobarde, no era una miedosa. Era la mejor versión de mí a cada momento. Lo intentaba y eso era lo que contaba, nadie tenía el derecho a decirme lo contrario.

Volví a mirar la piedra en mi mano.

El único miedoso aquí, era él.

Nika me estaba dejando por miedo a sufrir, a lo que podría venir y lo que dijo fue para alejarme.

Sequé los restos de lágrimas en mi rostro hasta que dolieron las mejillas. No lo pensé dos veces y encontré su contacto en mi teléfono. Jamás respondió.

Esto no se iba a quedar así. No le iba a dejar ser un cobarde y no lo iba a ser yo sin importar lo idiota que Nika llegara a ser. No me importaba que quisiera terminar conmigo o si eso al final sucedía. Lo enfrentaría y superaría por mucho que doliera.

Lo que no iba a permitir era que me dejara con aquel peso en el pecho. Tenía que soltarle todo y lo iba a hacer. Nika Bakker me iba a escuchar, aunque fuera lo último que hiciera.

Esta vez el auto tembló bajo mis manos, sin embargo, pude volver a la carretera y me permití subir la velocidad y acortar la distancia hasta La Mansión Bakker.

Por primera vez en mi vida no sentí pánico de estar conduciendo, quizás eran las ganas de llegar y verle a la cara. Ni tan siquiera me estaba dejando armar el discurso, pensaba decir lo que saliera en ese momento.

Dejé el auto frente a mi casa. Mi familia estaba en el pueblo. Mejor para mí que bajé decidida sin poner el seguro o agarrar las llaves del contacto.

Atravesé el camino que conducía a la entrada de la mansión sin apartar los ojos de ella, sin perder visión de mi objetivo y cuando subí la escalerilla de cinco pasos golpeé el cristal más fuerte de lo debido.

No hubo respuesta así que insistí.

Iba a hacerlo por tercera vez cuando escuché unos pasos acercarse y el sonido del cerrojo. El corazón se me desbocó pensando que sería él quien saliera, pero me equivoqué.

Quien atendió a la puerta no fue uno de los Bakker, pero no era desconocido.

—La pequeña Amaia —dijo con la misma voz calma—. Un gusto volver a verte.



~❁ ❁ ✦ ❁ ❁~



No se si tendré los comentarios de odio a Nika por este capítulo o por los que vienen...

🤣🤣🤣

Bien...

No sé qué decir...

¿Quién abrió la puerta?

Me gustaría oír teorías...

¿Qué creen que pase con Nika que ahora suelta toda esta tontería? Nos salió pendejo, pero eso lo sabíamos...

Listxs para el final???

QUEDAN 3 CAPÍTULOS...

Pienso publicarlos la semana próxima y juntos. El final debe ser leído de una vez y aunque se olvidan de votar y se saltan capítulos —cosa que noto por los números—, la verdad no importa. Lean como les haga feliz, es su experiencia lectora...

Yo público para que lean como a mí me gustaría leerlo, como creo que tendría más impacto. Ustedes sean felices como les parezca mejor y dependiendo del tiempo que tengan...

La vida está muy loca y no siempre hay tiempo de hacer lo que nos gusta, soy consciente de ello y cada día sufro por desear más horas para el día...

Cuídense mucho, odien a Nika en paz...

O no lo odien, porque no tienen idea de lo que va a pasar...

O sí, porque ya leyeron el prefacio...

🙂

Les quiero aunque esté demorando más en actualizar...

Cuídense mucho...

Nos leemos pronto y con el final...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro