59_El destino
Capítulo 59
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Llegué a tiempo a Prakt. Faltaban treinta minutos cuando el taxi me dejó en la Facultad de Historia.
Fue tal mi preocupación que los nervios por el examen desparecieron.
Me senté en el puesto indicado en el gigantesco salón rodeada de cientos de estudiantes de todo el continente y me concentré en responder. Por una hora y media estuve zambullida en las hojas de preguntas hasta llegar al final.
Me fue bien. Salí no solo feliz, sino confiada al ser de las primeras en entregar y estar satisfecha con mi desempeño.
El examen había pasado. Mi suerte fue tan buena que me entrevistaron a las seis de la tarde y al día siguiente, tuve la mañana libre para curiosear.
Me quedé en los dormitorios de estudiantes y resultó mucho más cómodo de lo que creí al ser la primera vez que dormía sola tan lejos de casa. El espacio solo para mí y si decidía estudiar allí tendría una compañera de cuarto, pero igual adoré el lugar.
Todos los edificios de la Facultad eran neoclásicos y por dentro los salones de clase conservaban su estilo. Los dormitorios de estudiantes estaban adecuados de extrañas maneras.
Ajustes muy modernos para aprovechar el espacio y adiciones a los edificios originales convivían a la perfección con los pisos de mármol, los arcos de medio punto, las columnas y los puntales altos con techos abovedados.
Todo era hermoso y color hueso. Olía a limpio con un toque de antigüedad. Disfruté hasta la almohada algo incómoda de mi habitación asignada.
La verdad es que estudiar allí sería un sueño hecho realidad. Podía tener mil dudas y planes, pero no lo podía negar.
A las diez de la mañana ya estaba con mi maleta buscando la entrada principal del edificio para esperar el taxi que acababa de pedir. En teoría, se demoraría treinta minutos y estaría con tiempo de sobra en la terminal.
Me senté en el único banco del enorme salón de la entrada. Tenía que estar al pendiente. Esta vez no me podía dar el lujo de perder el transporte, aunque no sabía si quería llegar a Soleil. Mis deseos estaban divididos.
Saqué mi teléfono y miré la escueta conversación que tenía con Nika. Le había enviado un mensaje esa mañana preguntando si mantendríamos el plan. Él iría a recorrerme en mi auto.
El viernes lo tenía libre y lo habíamos acordado hace una semana. De esa forma mis padres no cortarían su jornada de trabajo y me ahorraba el taxi.
Su respuesta fue un escueto y seco «Sí». Dolía mirarlo.
Quizás estaba enojado.
En el andén, hace apenas 24 horas, dijo que me amaba y quedé sin palabras, sin saber como contestar al tiempo que el tren se movía. No parecía molesto en ese momento, pero me inquietaba que fuera así.
¿Qué se decía en esas situaciones?
¿Se suponía que debía decirlo igual?
¿Me sentía igual?
No tenía idea. Nadie nunca había dicho que me amaba y en mi mente eso tenía dos significados.
Uno era el de las novelas románticas que a Sophie adoraba, donde la mayoría soltaba sus sentimientos a la primera de cambio. El otro, significaba tantas cosas que, para mis 18 años, estarlo valorando era casi asfixiante.
Quizás estaba exagerando y Nika no estaba molesto, pero su extraño silencio me hacía dudar.
No es que no pudiera pasar un día sin hablarle, pero acababa de salir de un examen importante y no me había preguntado por el resultado, ni como había llegado del precipitado viaje en tren.
Nada.
Desde la despedida y su confesión del día anterior, me otorgó silencio absoluto y el resto de mis conocidos habían llamado para preguntar, todos menos Nika y Aksel.
Me estaba calentando la cabeza y su «Sí» no hacía nada bien por lo que terminé guardando el teléfono. Todavía me quedaba un examen que tomar en unos días y a distancia no iba a solucionar nada con Nika.
En unas horas le vería y podríamos conversar.
Intenté concentrarme en el decorado del techo para ocupar la mente cuando un leve sollozo llamó mi atención
Al otro extremo del banco de madera había una chica. Llevaba un abrigo fino de lana color rosa claro y secó sus mejillas con la manga en un movimiento que pretendió ser disimulado ante las personas que entraban y salían del transitado lugar.
Pareció recomponerse, pero la manera en que mordió su labio me dijo que cargaba más lágrimas.
Me fijé en su cabello. Era llamativo, tenía demasiado. Lo llevaba hasta la cintura y acomodado hacia atrás en un semi recogido que no controlaba su rizo salvaje.
Su piel no era blanca. Junto a Dax se vería pálida y a mi lado era bronceada. Sus facciones suaves y tez carente de imperfecciones llamó mi atención.
Su cara era tan lisa que parecía porcelana. Lo único que desentonaba eran sus mejillas sonrosadas y el puchero que controló al cerrar los ojos.
—Oye —le llamé en voz baja—, ¿todo bien?
Me miró portando unos enormes ojos verde oliva bajo unas bonitas cejas rectas y pobladas. Su nariz era pequeña y estaba roja. No pude dejar de notar las diminutas pecas que surcaban su rostro.
Su mirada era afligida y llena de dolor. No supe cómo logró una dulce sonrisa que me dejó atontada.
—Claro —anunció con voz serena—. Gracias por preguntar.
Volvió a mirar al frente. Debía ser del tipo de persona que no podía ser desagradable. Yo, llevando su semblante y sintiéndome como imaginaba que debía sentirse, habría mandando a la mierda a cualquiera que se acercara.
Intenté no mirarle, fue imposible. Sus manos se movían nerviosas dándole vueltas a una hoja de papel. A cada rato sorbía por la nariz y podía jurar que, aunque tenía la vista al frente, no estaba viendo nada de lo que sucedía allí.
Me deslicé por el banco hasta llegar a su lado, siempre respetando la distancia que se le concedía a una desconocida.
—No quiero molestar —dije para llamar su atención—, pero no pareces estar bien.
Negó repetidas veces.
—Tonterías mías.
Tenía un acento muy bonito, no supe reconocer de donde.
Miré sus manos. El papel resultó ser una carta, una escrita a mano.
—Sabes —insistí—, una vez alguien me dijo que contar tus pesares a un extraño, puede ser más reconfortante que hacerlo con un amigo.
Esta vez su mirada fue de sorpresa, como si mis palabras cargaran algún significado especial.
—¿Crees que sea verdad?
Me encogí de hombros recordando a mi compañero de aquella noche en las gradas tras el partido. Aquel chico que jamás me dio su nombre y con el que había intercambiado historias de vida sin conocernos de nada.
—La verdad es que nunca lo había pensado, pero una vez me funcionó.
—Yo siempre he creído que funciona.
Le sonreí al ver que sus ojos volvían a brillar más de lo normal.
—Si quieres puedes contarme, juro no decirles a mis mil amigos de la facultad —agregué con pésimo sarcasmo.
Un sonido bajo salió de su garganta. Al menos le causó gracia.
—¿No tienes muchos amigos en tu año? —preguntó.
—No estudio aquí.
—¿Entrarás el curso siguiente?
Mala pregunta.
—To-Todavía no lo sé —dije con dificultad—. Ni tan siquiera sé si aprobé el examen —agregué antes de desviar la atención—: ¿Tú estudias aquí?
—Tampoco. Todavía me falta un año para ingresar a la universidad.
Intenté no lucir sorprendida. Se veía mayor que yo y no solo porque sus largas extremidades dijeran que era bastante alta, sino porque le había imaginado, inconscientemente, de unos veinte años.
Su suéter no dejaba ver la forma de su cuerpo, pero sus muñecas eran tan finas y delicadas que me hizo pensar era modelo. Una de esas que captan por sus rasgos peculiares. Nada en ella era común.
—Pero, ¿quieres estudiar aquí? —intenté continuar la conversación.
— No tengo nada decidido —dijo arrugando la nariz—. Lo más posible es que estudie fotografía y me toque mudarme a Prakt.
—¿No eres de la ciudad?
—Soy del sur —explicó con confianza—, pero estoy tomando mis dos últimos años de instituto en Regen. —Tragó con dificultad—. Bueno, no sé si tome el último año allí, quizás vuelva al sur con mi madre.
—¿No vives con ella?
—No —dijo desviando la mirada.
—¿Es un problema con tu madre lo que te tiene así?
La chica respiró y cerró los ojos con fuerza.
»Perdona —dije al momento—. No fue mi inten...
—Tranquila —me calmó con los ojos llenos de lágrimas y aquella sonrisa amable—. Es en parte por mi madre y pensar que tendré que volver a vivir con ella, abandonar Regen y mis nuevos amigos.
Volvió a sorber por la nariz y tragó con dificultad.
»Los mismos geniales amigos que presentaron mi portafolio a un curso de verano de fotografía con tal de ayudarme, los únicos amigos que he logrado hacer en mucho tiempo.
—Pero si te gustan tanto tus amigos de Regen, ¿por qué tienes que volver con tu madre? ¿Le pasa algo a ella?
Negó.
—Es por mis amigos. Yo fui quien metió la pata y terminó involucrándose con el hermano de mi mejor amiga que se suponía era mi amigo. Fue todo por mi maldita culpa.
Tomé sus manos que estaba en ese momento temblando demasiado. Las tenía heladas y no se atrevía a soltar la carta.
—Calma —dije frotando sus manos—. No pasa nada, solo cuéntame. Déjalo salir.
Se mordió el labio sin despegar los ojos del papel estrujado.
—Me enamoré de mi amigo, el que tenía novia y al mismo tiempo era el hermano de mi mejor amiga.
—¿Y eso salió mal?
—Nos involucramos cuando él se separó de su novia y estábamos juntos en secreto —contó—. Al principio fue bonito, pero después vinieron sus celos y todo se volvió extraño y tóxico mientras más nos ocultábamos.
—¿Se ocultaban por su hermana? —no estaba entendiendo nada.
—Al principio, sí, pero la verdad es que fue por mí —explicó encogiéndose de hombros—. No era capaz de aceptar frente a todos que estábamos juntos porque ni yo era capaz de hacerlo.
—¿Por sus celos?
—No, porque no podía aceptar que un chico como él se hubiese fijado en alguien como yo.
Ahí estaba, lo vi en sus ojos. La inseguridad y el miedo.
No pude evitar recordar las palabras de Nika. Cada cual se ve de manera distinta.
Para mí aquella chica era la definición de todo lo que podía ser hermoso o interesante. No solo era bonita, sino amable y dulce. A primera impresión, eso era lo que parecía.
Había algo en ella que resaltaba, que le hacía brillar y te dejaba queriendo entender qué era. Sin embargo, la postura en que encorvó sus hombros sumergiéndose en ella misma le apagó. Su actitud consumió la luz que cargaba.
No tenía que ser mi madre para identificar problemas de amor propio. Esta chica no solo lo llevaba tatuado en la frente, sino que lo decía en voz alta.
—¿Por eso es que querías ocultar tu relación con el hermano de tu amiga?
—Debes pensar que soy tonta.
—Para nada, solo quiero entender.
La chica me observó preocupada.
—¿Cómo aceptas frente a todos que el chico más lindo y popular del instituto se fijó en ti? ¿Como dejas que otros te vean y vives en paz cuando piensan lo mismo que estás pensando tú?
—¿Y eso es?
—Que no tenemos nada que ver. Que parecemos de lugares distintos y está claro que en algún momento él terminará notándolo.
Intenté no exponer lo obvio, no decirle que no entendía cómo alguien no podría verla hermosa. Daba igual si el chico en cuestión era la encarnación del dios del sol, ella era hermosa de todas las maneras posibles y era mucho más importante que lo supiera a lo que otros pudieran o no pensar.
—Y dime, ¿sirvió de algo ocultarlo?
—Sirvió para quedar mal con su hermana y con el resto de mis amigos, para que la mentira sin sentido explotara en mi cara. Terminamos discutiendo y le culpé de todo por sus celos cuando la culpa fue de los dos.
»Él me hizo sufrir por sus inseguridades y yo le hice daño con las mías. Todo cayó a pedazos y no veo manera de arreglarlo —se lamentó—. No creo que haya una.
Acaricié su rebelde cabello que resultó más suave de lo que había imaginado.
—Todo tiene solución —le tranquilicé—. Quizás deban darse tiempo, dejar que pasen las vacaciones y volver a intentarlo una vez todo esté mejor.
Negó varias veces.
—No creo que vuelva a Regen después de las vacaciones. No podré enfrentarles. Mis amigos me perdonaron por mentir, pero igual me parece que actué mal y no sé seguir entre ellos como si nada. —Estrujó la carta en sus manos con desesperación—. Lo hecho todo a perder y por alguna extraña razón él quiere hablar conmigo, quiere arreglarlo o terminarlo de una vez, no sé.
—¿No han hablado?
—Desde que descubrieron lo que teníamos, no —explicó mirando el trozo de papel—. Me dejó esta carta y me dio un número para que lo llamara, uno que no es el suyo y no sé qué hacer.
Dejé que recuperara el aliento y mantuve el silencio.
»A veces pienso que perdí el tiempo —continuó mirando al frente—, que no aproveché lo que tenía sabiendo que era lo que quería. Terminé perdiéndolo todo por cobarde.
Me quedé con la vista fija en sus manos que no paraban de abrir y cerrar la carta mostrando una bonita caligrafía.
—Nada está perdido hasta que tú decidas que lo está —dije convencida y alcé la vista—. Hablen, llámalo si es eso lo que quieres hacer. Entiendan que quizás este no es el momento de arreglarlo, que quizás deben dejar que las aguas se calmen, sanar, que ambos cambien de aire.
»Puede que todo tenga que ver su final, puede que no, pero no te quedes sin saber que hubiese pasado. No huyas, no por miedo a lo que pueda venir.
Sus enormes ojos verdes me analizaron a detalle.
—¿Crees que debería llamarle?
Estuve a punto de decir que yo no era quién para opinar, que ella debía decidir. A fin de cuentas, estaba dando una opinión sobre alguien que no conocía, sobre una relación que apenas entendía y a una chica atormentada en el salón de entrada de una facultad.
No pude decir nada porque mi teléfono vibró y mi vista se fue directo a la entrada donde, a la distancia, se veía un taxi que confirmé era el mío al ver la notificación en la pantalla.
—Tienes que irte — dijo al tiempo que me ponía de pie por instinto.
—Me habría gustado ayudar más. Lo siento. —Le brindé mi mano para que la estrechara—. Mi nombre es Mia y fue un honor ser la extraña a la que le soltaras tus dolores de cabeza.
La chica sonrió igual de sincera y estrechó mi mano.
—Ellya, mi nombre es Ellya.
Sostuve su mano uniendo cada detalle de aquel pequeño rompecabezas.
¿Existiría algo tan tonto como el destino? Aquel tipo de coincidencia me hacía pensar que si.
Aquella chica era la misma de la que me hablara mi compañero de las gradas. El mismo nombre, un conflicto similar narrado desde otro punto de vista, ambos de Regen. Era tan improbable que les hubiese conocido y ambos me contaran sus problemas, tanto que no podía ser un coincidencia.
—Lindo nombre, Ellya —tuve que decir—. Dime algo, ¿el chico de la carta es delantero de su equipo de futbol?
Sus cejas se unieron en un gesto que despejó las escasas dudas que tenía.
—¿Lo conoces?
—Digamos que me ayudó a ver mis problemas desde otra perspectiva —expliqué sin poder creerlo—. Supongo que es mi momento de devolverle el favor.
—¿Por qué lo dices?
—Porque está loco por ti —dije convencida recordando la manera en que me habló de ella—. Estoy convencida de que deberías llamarlo.
Le sonreí antes de darle la espalda y entender algo.
Acaba de aconsejarle a una desconocida que no perdiera el tiempo, que fuera a por lo que deseaba. Quizás debía empezar a tomar mi consejo y dejar el miedo atrás.
Caminé hacia el taxi con la maleta rodando a mi lado. Ahora tenía más ganas que nunca de volver a Soleil, de hablar con mis padres y, sobre todo, hablar con Nika.
Mis últimas vacaciones antes de ir a la universidad habían comenzado. No pensaba volver la semana siguiente a tomar otro examen, no pensaba sacrificar el estudiar lo que amaba por miedos que no sabía si se harían realidad.
No quería estudiar Contabilidad y Finanzas, no quería seguir engañándome.
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Hola!!!
Dije que actualizaría doble, pero el capítulo siguiente es largo. Mejor dejaba este hoy y mañana continúo...
De momento les comento que este personaje pertenece a otra historia más intensa que ocurre en este mismo universo... Es una historia que no sé si escribiré algún día y que trata sobre inseguridades adolescentes y como son ellas las que pueden arruinar una bonita relación de dos buenas personas... Las buenas personas también pueden ser tóxicas, es una realidad...
Esta pareja entró a la vida de Mia para hacerla reflexionar en dos momentos importantes de la historia. Ambos le ayudaron a tomar decisiones y ella contribuyó a su historia al aconsejarles...
No me extiendo...
¿A qué creen que se deba el silencio de Nika?
En unas horas dejo el capítulo, así que sabrán...
🙂
Ya dije que es largo el capítulo???
Es largo...
Voy a editar ahora...
Deséenme suerte...
Tengo miedo, se acerca el final y creo que lo publicaré de una vez...
Beso inmenso...
Cuídense...
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