04_Necesito dormir
✨Editado✨
Capítulo 4
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—¿Es cierto que perdiste la virginidad con tu vecino después de un baño de lodo?
Levanté la vista para encontrar la divertida expresión de Dax. No necesitaba oír los chismes para saber que el instituto hablaba de mi ridículo enfrentamiento con el idiota de Nika. Ya me miraban y susurraban en el camino a la cafetería.
—¿Eso es lo más ingenioso que inventaron?
—Creo que una teoría incluía un trío con Sophie —dijo encogiéndose de hombros.
El tiempo nos hizo inmunes a los chismes.
—Parece que recuperé mi virginidad —dije viendo la parte positiva.
—¿La habías perdido?
—Cuando el director me sorprendió con Charles en los vestidores se regó que estaba embaraza —dije haciendo asintiera recordando el evento—. Mamá casi muere del infarto cuando un paciente le contó. La pobre, se veía siendo abuela.
—Pero es la segunda vez que la recuperas para perderla —señaló ganando mi curiosidad—. A los dos meses de entrar al instituto te caíste en el pasillo encima de Claude, el de último año. Llevabas zapatos demasiado grandes. Después de eso, dijeron que la habías perdido.
—Cierto. —El primer chisme en el que me vi envuelta con apenas doce años—. He tenido una vida salvaje según estos.
—Tu situación actual es desvirgada —apuntó fingiendo tono experto.
—Hasta que la recupere para volver a perderla —dije alzando la cejas para dar un toque teatral—. Me quedan ocho meses, puedo caer encima de cualquiera por los pasillos.
—Estoy convencido —corroboró brindándome la mano para chocar nuestras palmas.
Reí olvidando lo sucedido y aprovechando el buen humor para comer mi hamburguesa. Tras el primer bocado apareció Sophie acompañada de un chico y mi apetito desapreció. Era el otro miembro de la familia Bakker.
Se veía similar al impostor de Nika, pero mientras más se acercaba, más notaba las diferencias. Definitivamente la miopía estaba avanzando.
El otro de los Bakker era casi tan alto como su hermano. Su cabello era negro como el mío y con rasgos bien proporcionados que me dejaron sin habla. Los mismos que me hicieron creer que sus padres habían llevado a cabo un ritual satánico mientras los concebían.
Sophie saludó estampándole a Dax un beso en la mejilla.
—Les presento a Aksel Bakker —dijo animada.
El chico sonrió mostrando unos bonitos hoyuelos.
—Tú debes ser mi nueva vecina —dijo en tono educado y tan distinto al de su hermano.
—E-Eso parece —atiné a decir tras estrechar su mano.
—Sophie me contó mucho de ti.
—No lo dudo —dije mirando a mi amiga que no lucía arrepentida.
—Dice Sophie que te gusta dibujar —comentó Dax.
—Y es muy talentoso, además es bueno en matemáticas —agregó ella guiñándome un ojo—. Podrá ayudarnos para los exámenes.
Sophie y yo teníamos serios problemas con la asignatura. El pasado año fue Julien, su novio, quien nos dio tutoría para sacar sobresalientes.
—Aksel, ¿juegas fútbol? —quiso saber Dax inspeccionándole de arriba abajo como si fuera ficha coleccionable.
Aksel negó juntando las cejas como si la pregunta no tuviera sentido.
—Para nada, los deportes de contacto no son lo mío.
—Lástima —se desanimó—. Nos está faltando un delantero en el equipo.
El chico nos observó y se detuvo más de lo normal en mí. Me pareció extraño. Parecía estar detallándome, por eso pude fijarme en el color verde olivo de sus ojos
—Debo irme —dijo sin más—, tengo que encontrar a mi hermano.
La mención me revolvió el estómago.
—Deberían sentarse con nosotros —ofreció Sophie y le miré con ganas de ahorcarla.
—No creo, Nika es de comer a solas.
Se despidió y me dedicó una sonrisa que marcó sus hoyuelos.
Tiré del brazo de Sophie para que no se le ocurriera insistir en que trajera a tarado de Nika y la hora de almuerzo se fue en contar lo que realmente sucediera en clase de Filosofía. Mis amigos se burlaron, sin embargo, para mí era algo serio.
Nika era un hijo de la gran puta, un niño rico y al parecer aburrido que disfrutaba con poner a otros en ridículo. Traté de no darle vueltas al asunto.
Tal y como dijo, empleé mucho tiempo analizando el incidente del patio con mi camiseta mojada. Me molestaba que lo supiera sin conocerme. Era un presuntuoso que me amargó la tarde.
Al finalizar la jornada me acerqué a la oficina de la señorita Morel que, tras el incidente de Filosofía, dijo que necesitaba verme. Toqué dos veces antes de escuchar su voz dejándome pasar. La oficina, como siempre, estaba ordenada e impecable y olía a las flores que descansaban sobre el escritorio.
—Toma asiento.
Obedecí sin saber cómo empezar a explicar.
—Yo...
—No estás aquí por lo que pasó en clase. —Le miré sin entender y me alcanzó una planilla de aplicación para la universidad—. El día que la llenaste estabas tan nerviosa que no pusiste todos tus datos.
Miré la hoja notando que tenía razón.
>>Además, quería que conversáramos porque esta semana me encontré con tu madre y salieron al tema un par de asuntos que no entendí.
—¿Dígame que no le dijo? —solté asustada y delatándome.
—¿No le has dicho a tus padres? —cuestionó confundida—. Los conozco, Amaia. No vayas a mentir con que están obligándote a estudiar algo distinto.
—Claro que no.
—Entonces explícame.
Era la primera persona a la que le contaría.
—Quiero estudiar Finanzas porque así tendré un empleo seguro en Prakt —confesé librándome del peso que llevaba—. Eso es lo que quiero porque no planeo regresar a Soleil.
Me ahorré decir que no quería tener la vida de mis padres, aunque los amaba más que a nada.
—Amaia, siempre estuviste tan segura con Historia del Arte —habló confundida—. Eres de los pocos en tu curso que no me dio problemas.
—Claro que me gusta, pero no me servirá de nada.
—Porque lo que quieres es vivir en Prakt, no estudiar lo que te gusta.
Sonaba estúpido, pero no lo era y estaba decidido.
—Estudiaré Finanzas y si lo que le preocupa es que mis padres no lo sepan, les diré esta semana —dije llenándome de valor—. Mejor deme una planilla en blanco, voy a hacer una única solicitud.
La señorita Morel se mordió el labio como si no supiera expresar lo que pasaba por su mente.
—Sé que este es un momento decisivo en tu vida y eres una chica centrada —dijo en tono maternal—. Estás pensando en el futuro y en construir algo como te gustaría que fuera. Celebro eso, no lo pongas en duda. Sin embargo, puedo decirte que la vida nunca llega a ser como la planeamos a los diecisiete años.
—¿Usted no planeó trabajar aquí?
—No voy a decirte lo que planeé con mi vida a tu edad porque no sería ético —explicó con una sonrisa—. Necesito que entiendas lo tanto que vale mirar atrás y saber que hemos sido felices con el camino.
>>Sé que no todos somos iguales y tendrás que tomar tus pasos y errores, pero piénsalo. Puedes aplicar para ambas como el día que llenaste esta —dijo alcanzando la planilla inicial—. Tendrás más tiempo para decidir si Finanzas o Historia del Arte. Son ocho meses, creo que puedes cambiar de opinión muchas veces si te das tiempo a pensarlo.
—Le entiendo, señorita Morel y le agradezco, pero ya tomé una decisión —dije alcanzando la planilla vacía.
En el acto, la puerta sonó y la profesora alzó la vista.
—Ahora no, querido —dijo mirando a mi espalda—. Espera un minuto y podré verte.
Giré cuando la puerta se había cerrado y esos cinco segundos nublaron mi determinación.
La planilla vacía no me llamó como antes y mis deseos de no ser racional volvieron junto con las dudas. Respiré dándome valor y terminé rellenando la vieja solicitud bajo la mirada orgullosa de mi profesora.
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Los días pasaron y mi ánimo fue mejorando. La señorita Morel prometió guardar el secreto y compartirlo alivió mi tensión. Me centré en aprovechar el tiempo libre antes de que llegaran los programas de estudio para los exámenes de ingreso y tuviera que estudiar por dos.
En el instituto fui rumor por unos días. No obstante, la mayoría estaba tan pendiente de los Bakker que fui quedando en el olvido.
Al tal Nika tuve la mala suerte de cruzármelo varias veces, compartíamos Literatura y Filosofía, pero ni me miraba. Lo agradecía. Prefería que me ignorara en lo que yo fingía su inexistencia.
Aksel resultó harina de otro costal. Él y Sophie empezaron a llevarse bien y tenían algunas clases juntos por lo que coincidíamos en varios salones.
La semana pasó volando. Antes de que lo notara era viernes y estaba en la sala de mi casa con Sophie, comiendo sándwiches y viendo dibujos animados que Emma ignoraba por estar dibujando.
—Dame tus pies —pidió mi amiga decidiendo que era hora de pintarse las uñas.
Me acosté para que pudiera ocuparse de ellos. Emma alzó la vista y supe que algo quería decir por lo que quedé a la espera de su reacción.
—¿Quieres ver mi dibujo? —preguntó con voz inocente.
—Claro. Déjame apreciar tu arte, pequeñaja.
Se puso de pie emocionada. Iba a ser tan pequeña como yo, ninguna sacó la estatura de papá. Con once años era muy bajita.
Se parecía más a mamá. Su cara era perfecta y ovalada a diferencia de la mía, pero nuestros rasgos eran similares. La mayor diferencia era su cabello color miel a juego con los ojos, mientras los míos eran del frío azul verdoso de mamá.
—Mira —dijo bloqueando la pantalla del televisor y tendiéndome una hoja de papel donde se apreciaba un paisaje.
—¡Es impresionante! —dije abriendo la boca para que mi respuesta fuera exagerada.
—Tuve que volverlo a hacer porque la profesora dijo que el de clase no estaba bien —dijo recogiendo otra hoja del suelo y mostrándola—. Es la vista de nuestra ventana —añadió señalando hacia la que estaba a la derecha y daba la carretera.
En ese instante atardecía y se veía el sol entre las nubes escondiéndose en el horizonte con un espectáculo de colores digno de fotografía.
Me fijé en ambos dibujos. El primero que me enseñara era aburrido y convencional. Un horizonte recto, las plantas en el mismo lugar y el sol desapareciendo. El segundo, todo un espectáculo colorido.
El horizonte torcido y el sol escondiéndose, pero el cielo seguía movimientos antinaturales en varios colores y líneas que me recordaron a los de Van Gogh. Parecía temblar y las plantas no estaban en lugares convencionales o tan siquiera lucían reales, una flotando en el cielo.
—¿Qué dijo la maestra que estaba mal?
—Dice que el cielo no puede ser rosa, violeta y naranja –explicó señalado los errores—. Tampoco tener tantas rayas y que el césped es verde, no azul chillón. Dijo que viera el paisaje que me había inspirado y usara los colores reales.
Lucía triste por creer que había hecho algo mal.
Miré los dibujos. Encontré libertad y ganas en uno, mientras que técnica y monotonía en otro. Las escuelas y sus métodos cuadrados de enseñanza.
—Ven, siéntate aquí —dije palmeando el sofá y haciéndole lugar.
Emma era tan delgada que había espacio para dos niñas como ella. Puse los dibujos frente a nosotras para que pudiera observarlos.
—¿Sabes que hace cientos de años lo más valorado en un artista era que fuera capaz de plasmar la realidad en sus lienzos? —Emma asintió—. La idea era poner cada gota de agua, partícula de polvo y color. Necesitaban reproducir la realidad para que otros pudieran disfrutar de un momento capturado por un ojo experto, pero, ¿sabes qué pasó después?
Mi hermana negó.
>>Se aburrieron de copiar algo que existía y apareció la fotografía. Fueron las personas quienes dejaron de apreciar algo que podían tener por menor precio. ¿Quién quiere ver un cuadro para simular la realidad cuando puedes tener una foto?
—Nadie.
—Exacto. Supuestamente, no tenía sentido y los artistas necesitaban más que copiar el paisaje o hacer retratos. Necesitaban expresarse, comunicar y dejar volar su imaginación.
—¿Y entonces?
—Entonces rechazaron la academia. Se rebelaron contra las medidas perfectas, las proporciones reales, lo colores de todos los días, los paisajes y las personas. Cambiaron y revolucionaron las artes.
—Pero eso está mal.
—¿Mal? ¿Quién decide lo que está bien o mal cuando llega la hora de crear? —Emma parecía sorprendida, era fácil impresionar a una niña—. Monet, Matisse, Picasso, Braque y Kandinsky. Le dijeron adiós a la academia y dejaron atrás lo que les enseñaron.
—Pero, ¿no los miraron feo? —se asustó.
—Les llamaron locos —sentencié haciéndole cosquillas y provocando que riera—. Pero hoy todos conocen sus nombres, sus obras valen más que el pueblo de Soleil y nadie les llama locos. Les recuerdan como vanguardistas.
Emma tomó los dibujos de mis manos.
—¿Significa que debo hacer lo que quiera, aunque la maestra de arte diga que está mal?
Negué.
—Significa que en cualquier escuela te enseñarán a calcar la realidad, a negar esa parte desconectada e irreal que tu cerebro siempre querrá crear. No es malo que dejes salir esa creatividad loca —aseguré—. ¿Sabes qué les pasó a esos locos de antes? Cuando quisieron dejar de crear piezas reales se encontraron con una pared que la academia les construyó para impedir que accedieran a esa parte infantil y sin límites que todos llevamos.
Sonreí viendo su confusión.
>>Con eso quiero decir que, si en clase debes hacer cielos azules y pasto verde, hazlo. Pero cuando llegues a casa, no mires por la ventana tratando de reproducir lo que tus ojos ven. A fin de cuentas, ¿quién dice que lo que tú ves es lo mismo que yo veo?
>>Cuando estés en casa, haz lo que salga de aquí —dije tocando su pecho—. No mires el paisaje, mira lo que tu mente crea y no importa si el cielo vibra o se ondea, si es naranja o verde. Si quieres dibujar vacas rosadas nadando en mantequilla verde, hazlo. No dejes que le pongan barreras a tu creatividad.
Sonrió de oreja a oreja y se puso de pie para lanzarse a una hoja nueva, de seguro, a experimentar con vacas psicodélicas que nadaban en mantequilla.
Alcé la vista y Sophie me miraba con ojos de corderito sosteniendo mi pie y el esmalte uñas.
—Te quiero —dijo haciendo un puchero y le lancé uno de los cojines que esquivó con facilidad—. Serías una excelente profesora de arte, estoy segura.
El estómago se me revolvió al escucharle, pero mi madre entró por la puerta en el mismo momento y acaparó la atención evitando que mis pensamientos se desviaran.
—¡Tengo al mejor esposo del mundo! —exclamó a modo de saludo mientras papá salía de la cocina a recibirla.
Se dieron más besos de los que habría deseado contar antes de mirar a otro lado. El sonido era suficiente.
—Sabía que estarías feliz —dijo papá a mi espalda—. Recuérdame recordarte que me debes una —añadió por lo bajo, pero tanto Sophie como yo lo escuchamos.
La cara de incomodidad de mi amiga fue el reflejo de la mía.
—¡Por Júpiter! ¡Córtense un poco! —dije con un escalofrío recorriendo mi espalda—. Hay menores en la habitación, es ilegal.
Rieron antes de separarse.
—Mis problemas están resueltos —dijo mamá dejando sus pertenencias en el clóset junto a la entrada.
—¿Conseguiste asistente? —me sorprendí en lo que nos daba un beso en la coronilla antes de sentarse en el pequeño sofá de la derecha para que Emma se lanzara a sus brazos.
—Y todo gracias a mí —añadió papá y mamá le miró de la misma manera en que Dax lo hacía con Sophie.
—No entiendo nada —dijo mi amiga.
—Mi asistente está embarazada. En unas semanas sale de licencia por un año entero.
—Y, casualmente, esta mañana llegó alguien a la tienda pidiendo ocupar el puesto de dependiente —intervino papá—. Una mujer joven y con estudios de pedagogía. Me pareció raro que solicitara un puesto por debajo de sus habilidades.
—Es perfecta para el puesto —habló mamá—. Es tan amable y tiene la experiencia que necesito.
—De nada, cariño —dijo él besando su frente y yendo a la cocina a seguir con la cena.
—¿Quién es la señora? —preguntó Sophie.
—Esa es la otra buena noticia —respondió entusiasmada—. Mi nueva asistente es nuestra vecina, Anette Bakker.
Sentí la sonrisa abandonar mis labios.
—¿No se supone que esas personas son ricas? ¿Para qué necesita un trabajo de asistente? —solté sin pensar.
Mamá me miró con los labios fruncidos como cuando alguien decía una tontería a su alrededor.
—Estoy cansada de decirte que no vayas por la vida armándote de primera una imagen de las personas y menos que lo digas en voz alta. Es de mala educación —reprendió.
Bufé intentando no rodar los ojos.
—Lo siento, pero creí que no necesitaría un trabajo. Se han mudado a una casa que costará muchísimo dinero para arreglar si no quieren que caiga a pedazos y llevan un apellido poderoso. ¿Crees que están tan mal mis suposiciones?
—No creo que estén mal o bien, simplemente no se hacen —explicó calmada—. Anette Bakker va a trabajar para mí y en la entrevista que le hice no me preocupó cuánto dinero tiene en su cuenta bancaria o qué negocios lleva su familia. Eso no la define como trabajadora, mucho menos como persona.
Bajé la vista avergonzada. Odiaba que me regañara.
>>Además —añadió—. La única razón para tener un trabajo no es dinero. A la mayoría no le gusta estar encerrada sin hacer nada. Las personas tienen más necesidades que llenar, lo económico es solo una parte. Creo que eso también lo sabes.
Miré a Sophie de reojo. Fingía que me pintaba las uñas para darnos privacidad. Cuando tuve el valor de ver a mamá, me miraba con una pequeña sonrisa.
—También tengo otras noticias —dijo cambiando el tono como si nada hubiese sucedido—. Mañana nos han invitado a una cena.
—¿Qué?
—Anette nos invitó a cenar a la mansión así hacemos las presentaciones oficiales y nos vamos conociendo.
—¡Genial! —exclamó papá desde la cocina mientras Emma empezaba a hablar de lo que podría ponerse.
Para mí no era genial. Ni con una semana de sueño reparador lograría estar preparada para esa cena.
~❁ ❁ ✦ ❁ ❁~
Hello!!!
Para que se entretengan en cuarentena... Planeo actualizar esta bonita cena en la mansión Bakker para el sábado...
Qué tal le va la cuarentena???
Para mí no es un cambio de vida significativo, adoro estar en mi cueva, adoro ser del club social de los antisociales, soy alérgica a las personas...
Quédense en casa...
Lean mucho...
Sean obedientes con las indicaciones...
Lávense las manos...
Mis mejores deseos en estos momentos...
Besos....
Nos leemos y...
No se enamoren de Nika, enamórense de Aksel, que es buen chico...
💋
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