03_Planetas distintos
✨Editado✨
Capítulo 3
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Había Bakkers de vuelta a Soleil.
Una sobrina nieta lejana del Bakker dueño de la mansión heredó la propiedad. Ella, a diferencia de otros en su familia, decidió mudarse al pueblo con sus dos hijos para restaurar y vivir la emblemática casa.
¿Quién decidía dejar Prakt para vivir en un agujero en medio del continente?
Quedaba claro que la señora Bakker no estaba muy bien del tejado.
Mamá moría de emoción por presentarse en una visita inesperada con su famoso pastel de chocolate. La pequeña Emma daba saltos por la sala de estar, nunca había entrado a la mansión.
Papá les convenció de lo inapropiado que era irrumpir de aquella manera. Los nuevos vecinos llevaban solo un día en el pueblo y la casa no estaba en condiciones de visitas.
No tenía claro cómo vivirían allí. Amaba el lugar, pero recordaba los escombros, las goteras y las barandas rotas. Además, antes de que colocaran las alarmas, grupos de chicos se metieron a pintar las paredes y romper más cosas por pura diversión en noches de fiesta clandestina.
Debían tener mucho dinero si pensaban restaurarla. Bakker era sinónimo de millones.
Habría dado cualquier cosa por nacer con ese apellido. La vida era injusta. Esa familia era muy afortunada y les envidiaba. Al menos a algunos miembros de la familia.
Admiro la vista.
La frase se repetía en mi cabeza.
El muy idiota saludó, no se presentó, fue un maleducado y solo para decir que estaba mirándome las tetas.
Pasé el fin de semana observando por la ventana de salón del segundo piso cada vez que subía o bajaba la escalera. Ni una vez capté movimiento en la casa. Nada de luces encendidas, alguien en la azotea o el idiota misterioso husmeando por los alrededores. El lugar parecía igual de abandonado.
El lunes fue distinto. Al entrar al instituto el apellido Bakker era lo que se escuchaba en cada esquina.
Había historias de todo tipo y cada una más irreal que la anterior. Lo único seguro era que los hermanos estaban en último año, uno tenía clase de arte con Sophie y, aunque no los hubiese visto entrar o salir de la mansión, se alojaban allí.
Estaba en el pasillo central con bastante movimiento por el cambio de turno cuando abrí mi casillero para tomar los libros de Filosofía. Al cerrarlo me encontré con el rostro que menos ganas tenía de ver.
—Hola —dijo Charles con una sonrisa que debía ser relajada.
Llevaba el cabello negro más largo que el día en que rompimos hace dos meses. Sus ojos verdes me observaban a la expectativa de una reacción. Lo único que pude hacer fue notar el chupetón que llevaba en el cuello e intentaba ocultar con el chaleco del equipo de fútbol.
—No me saludas desde que empezó el curso —añadió ante mi silencio.
Aguanté para no reírme en su cara. Un ex con chupetón fresco no es algo que mejorara el primer día de la semana.
—¿Por qué debería? —dije recostando mi costado al casillero.
No pensaba caminar con él por el pasillo central de la escuela. Ya bastaba con que estuvieran observándonos disimuladamente.
—Salimos por seis meses. Es normal que nos saludemos después de las vacaciones.
—Salimos —puntualicé—. Pasado.
—Eso no significa que no podemos ser amigos, ¿no?
—¿Desde cuándo a ti te importa tener amigas? —Hizo el intento de hablar, pero le callé levantando el dedo índice—. Perdón, lo había olvidado. Te interesa desde que salías conmigo y eras amiguito de Victoria, ¿no es cierto?
—¿De qué hablas?
—Sabes muy bien de lo que hablo, solo que yo fui tan estúpida que no lo entendí a tiempo.
—Eso es una tontería.
—¿Tontería? —solté sin creer su desfachatez—. Todo el mundo los vio en las gradas el día de la final de fútbol y te creí cuando juraste que no había pasado nada entre ustedes.
—Sabes que les gusta hablar de más —se defendió—. Ese día no pasó nada, solo estábamos hablando.
—Claro, ese día no pasó nada.
Bajó la mirada antes de hablar en voz baja:
—Lo que pasó después, es otra cosa.
Si quería lucir apenado, su abuela iba a creerle.
—Otra cosa —repetí sus palabras—. Creo que deberías ir a buscar a tu otra cosa antes de que le de un ataque porque estás con tu ex en un lugar público.
Caminé ignorando las miradas chismosas y con la sensación de nervios en la boca del estómago por haber soltado algo que llevaba tiempo guardando.
No se dio por vencido y me siguió.
—Sí, algo está pasando con Victoria, pero es reciente.
—No necesito que lo aceptes ya lo sabía —respondí girando a la derecha para subir las escaleras—. Yo y todo Soleil.
—Eso no quiere decir que tengamos que odiarnos. Cuando terminamos dijimos que podríamos ser amigos.
Me detuve en el segundo piso y sostuve la respiración antes de verle.
—Tú y yo no terminamos —dije haciendo que frunciera el ceño—. Yo terminé contigo, que es muy distinto y en ningún momento dijimos que seguiríamos siendo amigos. Para empezar, no lo éramos antes de ser novios.
—Está bien señorita «yo terminé contigo» —dijo pisando mis talones—. Queda claro que no sentías nada por mí. Ni tan siquiera ahora quieres llevar la fiesta en paz. Nunca te importó nuestra relación.
Me detuve a dos metros de la puerta del salón de Filosofía y le encaré.
—Eso es chantaje emocional.
—Es la verdad. ¿Duele que la digan?
—No es ninguna verdad —dije con el fuego consumiéndome—. Por esa misma razón fue que terminé contigo.
—Lo hiciste porque no te importaba.
—Terminamos porque dijiste que como no quería acostarme contigo, significaba que no te quería —dije soltándolo a la carrera como si cada palabra quemara.
—¡¿Qué querías que pensara?! Llevábamos seis meses juntos y te pasabas la mitad del tiempo estudiando, leyendo o con Sophie. Nunca me prestabas atención.
—¡No sabía que porque éramos novios teníamos que ser siameses!
—¡Me tratabas como tu amigo y ni teníamos sexo!
—Disculpa, Charles. Que te besuquees con tus amigas no significa que el resto lo haga —espeté sarcástica—. Eras mi novio y si no me acostaba contigo era...
—Porque no te gustaba y quién sabe qué hacías por ahí con otros.
No podía creer lo que escuchaba. Quise gritarle, pero vi de reojo que la señorita Morel se acercaba por el pasillo. No quería un espectáculo mayor.
—Esta conversación no tiene sentido —dije fingiendo calma—. Yo quería no andar con un imbécil que me hiciera chantaje emocional y tú querías tener sexo. Ahora los dos estamos contentos.
Me dejé arrastrar por el último impulso y pellizqué el chupetón que llevaba en el cuello. Charles se alejó protestando y me dio tiempo para entrar al salón y llegar a mi pupitre tirando la mochila al suelo con más fuerza de la necesaria.
Me regañé por ser tan emocional. Debía haberle dicho hola y fingir que podíamos ser amigos. Como siempre, pensando tarde las buenas respuestas.
Quedé como la ex celosa cuando no lo estaba, solo me ganaba el rencor. Me sentía traicionada y estúpida por haber creído en él.
Me irritaba recordar cuando quedamos solos en su casa y se molestó cuando no quise llegar hasta el final. Era un cretino y las lágrimas de esa noche no las merecía. La mejor decisión fue terminar.
La señorita Morel entró al salón y se sintió el sonido de los pupitres mientras los estudiantes tomaban asiento. Saqué un cuaderno cualquiera para tomar notas, pero cuando alcé la vista se resbaló de mis manos y terminó en el piso.
La profesora venía acompañada.
El chico llevaba una sudadera negra que reconocí al instante, si no era la misma era una idéntica. Iba de negro, mochila incluida, el cabello color cobre despeinado y casual con algunos mechones rebeldes cayendo sobre su frente. Era el maleducado misterioso, uno de los Bakker.
La profesora le tomó del hombro para hacerle quedar frente a la clase. Era alto, le sacaba un buen tramo. Nuestros ojos jamás se encontraron y parecía cómodo al estar frente a un salón repleto de ojos curiosos.
—Buen día, chicos —saludó con amplia sonrisa—. Les presento a su nuevo compañero, Nikolai Bakker. Viene transferido de Prakt y espero que le den una calurosa acogida.
Y sí que se la van a dar —fue lo primero que pensé.
Ahora que lo tenía a escasos tres metros en un salón de clases bien iluminado podía detallar lo que hace unos días pasara por alto.
Unas cejas pobladas y rectas con una piel que hacía contraste con su color de cabello. Mientras avanzaba para tomar asiento al otro extremo del salón, no pude evitar fijarme en su perfil.
Su nariz era fina y perfecta en balance armonioso con su mentón y la línea fuerte y cortante de su mandíbula. A mi mente solo vinieron los libros de arte, como distintos tipos de líneas y curvas podían convivir favoreciéndose, poniéndose en valor.
Con facilidad habría sido una escultura si no llevara esa sudadera ancha. Incluso su expresión indescifrable le ayudaba.
La profesora llamó la atención y recogí mi cuaderno que había quedado olvidado en el suelo. Intenté con todas mis fuerzas concentrarme en la clase.
Admiro la vista.
La frase pasaba por mi mente y era imposible no mirarle. Al principio lo hacía con cuidado por si me pescaba, pero me percaté de que no veía a otro lugar que no fuera la profesora.
Cuando levantó la mano fue que caí en la cuenta de que llevaba casi un minuto observándole y no tenía la menor idea de qué habían estado hablando en clase.
—Compártenos tu opinión, Nikolai —dijo la señorita Morel emocionada de que el nuevo alumno quisiera participar.
—Nika —corrigió con voz grave y calmada—. Me gusta que me llamen Nika.
Se escuchó el sonido de un lápiz caer al suelo en el silencio sepulcral de la habitación. Al fondo, hasta los que nunca prestaban atención le observaban.
—Dime tu opinión, Nika.
—No estoy de acuerdo con lo último que dijo. No creo que los hombres y las mujeres sean iguales.
Esta vez su voz me golpeó de la misma manera, pero lo que dijo no me agradó.
—Compártenos el porqué —invitó la señorita Morel que siempre pretendía nos expresáramos con libertad.
Se incorporó en el asiento y apoyó los codos sobre la mesa.
—¿Se ha dado cuenta de la necesidad infinita que tiene el ser humano de resaltar? Encontrar su identidad, créala, formarla y sobresalir de la manada. Vivimos queriendo ser únicos por nuestro color de cabello, la ropa que escogemos, un tatuaje o simple gusto musical—. Se encogió de hombros—. Al mismo tiempo vamos predicando que somos iguales. Una extraña contradicción, ¿no cree?
>>No queremos ser iguales, pero tampoco distintos. Pareciera que estamos batallando con nosotros mismos en todo momento y la verdad es que no somos iguales. Una mujer no fue, no es y no será jamás un igual para un hombre. Somos tan diferentes que pareciera que nacimos en planetas distintos.
No me consideraba la luchadora por la igualdad, pero aquello me insultaba. Varias chicas le miraron de mala gana.
—Es una opinión —dijo diplomáticamente la profesora—. ¿Nos darías un ejemplo que avale tu teoría?
—Uno sencillo —dijo satisfecho por la pregunta—. El viernes pasado estaba en mi nueva casa. —El corazón me empezó a palpitar como loco—. Estaba en el último piso y vi por la ventana la más ridícula lucha de lodo entre dos chicas que lucían de mi edad.
El salón me miró de reojo sabiendo que era su vecina y sentí la sangre subir a mi cara.
>>Bajé por pura curiosidad y me encontré a la del cabello negro limpiándose el lodo —continuó—. Iba mojada de pies a cabeza y llevaba una camiseta blanca sin sujetador. Está claro que vi de ella todo lo que se podía ver de cintura para arriba.
Varias risas bajas llenaron el salón y creí que las orejas me estallarían. Las manos me sudaban y Nika mantenía aquel gesto impasible que divertía más a mis compañeros.
—Creo que eso no es un ejemplo —cortó la profesora nada contenta.
—Prometo que tengo un punto —refutó cortés—. A raíz de ese suceso, la chica de la que hablo —añadió señalándome sin mirar—, no me ha quitado los ojos de encima desde que entré al salón.
Sentí que se me iba el alma del cuerpo con otra ola de risas.
>>Para ella puede que lo sucedido significara algo. Estoy seguro que no ha parado de pensar en ese momento. Ha estado maquinando desde cómo llegué a Soleil hasta el porqué estaba en su patio o si le espiaba a ella y su amiga.
Sonrió levemente.
>>Ahí está el ejemplo de que somos tan distintos. Para ella fue relevante, para mí no —hizo un gesto desinteresado con la boca—. Ni tan siquiera puedo recordar cómo lucían.
Las fuertes carcajadas resonaron por el salón. No podía moverme o mirar a alguien que no fuera él. Tuve ganas de correr en su dirección y golpearle cómo pudiera.
—Pensamos distinto —añadió Nika—. Uno da más importancia a las cosas que el otro. Nuestros cerebros no funcionan de la misma manera. Biológicamente no somos iguales y...
—Un ejemplo poco ortodoxo —interrumpió la profesora ganando el silencio del salón—. Uno que puede guardarse para la próxima, Nikolai. El concepto de género y...
—¿En eso te basas para decir que no somos iguales? —interrumpí a la profesora que intentaba desviar el tema.
La clase giró la cabeza hacia mí. Me importó poco que me vieran roja y avergonzada.
>>Pensamos distinto y por eso no somos iguales —cuestioné intentando mantener la compostura—. Será realmente porque a las mujeres les importa más algunas cosas o porque los hombres tienen esa capacidad de que no les importe nada mientras ellos estén bien.
Destilé el veneno que llevaba en el pecho por culpa de Charles y logré que Nika girara a verme por primera vez.
>>¿Es eso lo que te hace creer que una mujer no será jamás igual a un hombre? ¿Ser menos emocional te hace superior?
La clase giró la cabeza hacia él. Le vi mojar su labio inferior y entrecerrar los ojos antes de responder.
—Creo que estás equivocándote. Eso no fue lo que dije.
—¿Creer que un hombre y una mujer no son iguales significa algo más?
A esta altura las miradas pasaban de uno a otro como en partido de tenis.
—Sí, dije que no somos iguales, pero nunca que un hombre es superior. Lo que no me permitieron decir es que creo todo lo contrario.
Me pareció escuchar mal.
>>Ustedes viven, muchas veces, presas de emociones y luchas que un hombre desconoce. Muchas tienen la suerte de saber como llorar, fingir que no lo han hecho, derrotar sus demonios e incluso convivir con ellos sin permitir que tomen el control porque saben sobrevivir. Eso es verdadera fortaleza y lo que nos hace tan distintos.
>>Cualquiera puede levantar mucho peso, pero pocos pueden vivir con lo que una mujer tiene que lidiar. Empezando por el peso que la propia sociedad ha puesto sobre sus hombros, pocos pueden ser tan eficientes y capaces viviendo con tanto por dentro. Ustedes son más fuertes y lo son de la manera correcta —dijo viéndome sin parpadear.
>>Entonces, creo en la igualdad, pero no creo que seamos iguales. Ni con siglos de evolución un hombre podrá llegar a la mitad de lo que es una mujer.
Después de eso escuché el suspiro de la clase.
Miré incrédula a mi alrededor y todas las chicas le veían embelesadas. Incluso la señorita Morel le dedicó una sonrisa indulgente antes de continuar la clase como si nada.
¿De verdad alguien había creído su discurso?
Cerré la boca que se me había quedado abierta y observé a Nika. Miraba al frente y sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa.
¡Maldito impostor!
No solo me avergonzó y ridiculizó, también había quedado como un héroe. Después de aquel teatro todas babeara por el perfecto Nika Bakker.
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¿Alguien se creyó el discurso de Nika?
Yo, sí y si yo me lo creo, ustedes también porque yo lo escribí y no digo mentiras y Nika tampoco... Bueno, él si dice un montón de mentiras pero no esta vez...
😂😂😂
Creo que esta historia la estaré actualizando cada sábado... Dejo esto hoy porque quizás los que estén en cuarentena se aburran...
Besos de lejitos y quédense en casa ❤️
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