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01_Desvelo

Disfruta de la historia de Nika, como libro publicado aquí: https://w.tt/3NGQhxT

✨Editado✨

Capítulo 1

Diez meses antes

~❁ ❁ ✦ ❁ ❁~

Salí de la ducha cuando apenas estaba amaneciendo. Me dejé caer en el cómodo sofá del saloncito de estar apoyando los pies al borde de la ventana con vista a lo único que podía relajarme en ese momento: la mansión Bakker.

Disfruté absorta como el sol iluminaba la desgastada fachada de piedra con sus largos balcones y amplias ventanas. Amaba aquellas dos románticas torres en punta, sus ventanales art nouveau con curvas sinuosas en combinación con la más exquisita madera y hermosos cristales, en contraste con otras partes de su arquitectura.

Tan ecléctica y señorial entre los árboles crecidos y adornada por la hiedra que le consumía cada año. Una joya de la historia, una muestra de la genialidad del ser humano y ahí estaba, abandonada.

Fue construida cuando no había nada en los alrededores. Los Bakker se asentaron en medio del continente, levantaron la mansión y fundaron el pequeño pueblo de Soleil.

Suponía que era idea de la ancestral familia el crear una ciudad próspera, sin embargo, el tiempo no pasaba en vano y no todos pensaban de la misma manera. Nadie quería quedarse a vivir en Soleil, al menos nadie con ambición.

Abandonaron y olvidaron la casa. Se desconocía el nombre del actual dueño por cómo cambió de manos incontables veces con las herencias de la adinerada familia.

Nací en la propiedad vecina y mi casa no tenía nada de especial. Nada de adornos tallados a mano o impresionantes escaleras de caracol con paredes cubiertas de mosaicos que reflejaban la luz de la manera más artística posible. Crecer junto a lo que parecía un castillo fue frustrante.

De pequeña me vestía con mis mejores disfraces de telas vaporosas y joyas de juguete para escapar por el patio trasero y pasar horas por las habitaciones deterioradas de la mansión.

Recordaba haber pedido a mis padres que compraran la casa como regalo de cumpleaños, navidades y graduaciones por toda la vida. Nunca tomaron en cuenta mi oferta.

Me enamoré del lugar al punto de crecer obsesionándome con cuentos de hadas, castillos y antigüedades. Pasando a amar la arquitectura, el arte y la historia universal. Mi obsesión se convirtió en pasatiempo y en pasión.

Años después, ya no quería ser la princesa que se ve en problemas con un malvado villano en la torre más alta de la mansión Bakker y que es rescatada en el último momento por el valiente príncipe que le besa antes del «vivieron felices por siempre». Mis problemas eran otros.

—Mia —llamó mamá sobresaltándome—. ¿De nuevo sin poder dormir?

—Solo desde hace una hora —mentí en vano.

—Al menos no tengo que levantarte —dijo suspirando y tomándolo con aparente calma.

Bajó las escaleras medio dormida y acepté que el día había empezado. Tocaría hacerle frente a lo que venía con él y en menos de diez minutos estaba vestida para ayudar con el desayuno.

—Tu hija volvió a desvelarse —dijo mamá en cuanto papá entró a la cocina con el cabello húmedo.

—¿Desde qué hora?

Bajé la vista al sartén, por suerte estaba de espaldas.

—Desde las cinco —dije sin articular demasiado.

Al girar ninguno estaba viéndome. Sabían que mentía, no querían presionarme y yo no quería preocuparles.

—Quizás debemos valorar que tomes algo para dormir —sugirió mamá cuando me senté a la mesa.

—No quiero.

—Sé que no te gustan las pastillas, sin embargo, no son lo que pintan. Las has tomado antes y...

—No quiero pastillas, mamá.

Me observó preocupada.

—Mia, dormir es importante. Si estás nerviosa te pueden ayudar. Lo que no quiero es que enfermes por no dormir.

Su eterna paciencia y ternura me derrumbaban. Era psiquiatra y propensa a temerle a todo. Al conocer riegos y consecuencias de tantos padecimientos vivía preocupándose sin necesidad.

—Dormiré —dije viéndolos alternativamente—. Lo prometo.

No era algo que pudiese prometer. Papá intervino poniéndose de pie y abrazándome. Su suave beso en mi sien dibujó una sonrisa en mis labios.

—Tranquila, Mary —dijo en tono jovial—. Nuestra Mia solo está nerviosa porque es su último año antes de la universidad. Tiene miedo de irse a estudiar Historia del Arte a la gran ciudad y no poder encontrar los ingredientes de sus arepas en el supermercado.

Se me revolvió el estómago. La universidad era la razón de mi insomnio, pero no por lo que mencionaba.

Intenté devolverle el abrazo y cuando bajé la vista encontré los taladrantes ojos azules de mamá. Eran idénticos a los míos, solo que ella tenía una capacidad extraña de analizarme con rayos X.

En dos segundos pareció desmontar mis miedos. Rehuí su mirada acusadora y terminé el desayuno con hambrientos bocados para tener la boca llena por si se le ocurría preguntar algo.

—¿No vas a despertar a Emma? —Escupí comida a todos lados con tal de llenar el silencio cuando papá desapareció escaleras arriba.

—Tiene once años, ¿recuerdas? Su grado no empieza hasta la semana siguiente —dijo sin dejar de observarme—. Y por favor, no hables con la boca llena.

Recogió su plato y casi me ahogo cuando intenté tragar tanta comida de una vez en lo que me escabullía a mi habitación con tal de evitarla. Mamá era un peligro si quería mantener mis secretos.

Cepillé mis dientes y esperé con el oído pegado a la puerta a que volviera a su habitación para tomar una ducha. El pasillo quedó libre y pude salir al exterior sin detenerme hasta llegar la borde de la carretera.

Apenas esperé diez minutos y el autobús apareció. Como siempre, tuve que agarrarme de la puerta para alcanzar el primer escalón sin caer en el intento. Uno de los problemas de ser pequeña. Quienes diseñan los autobuses olvidaban que no todos tiene piernas largas para trepar con facilidad.

—¡Te volviste a cortar el cabello! —chilló Sophie poniéndose de pie al verme caminar por el pasillo.

—No me digas, ¿se nota? —solté con sarcasmo.

Hasta el martes en la noche lo llevaba por los codos.

—¿Un flequillo? —Parecía dudar en lo que evaluaba el corte recto que no pasaba de mi barbilla—. Dijiste que no volverías a cortarlo.

—Cambié de idea.

Me encogí de hombros antes de caer a su lado. Entrecerró los ojos intentando leer lo que no estaba diciendo.

—¿Por qué lo cortaste?

—Me aburría.

—¿De tener el cabello largo?

—Era hora de un cambio de imagen —dije agitando la cabeza—. Además, me queda bien. ¿No te gusta?

Acomodó mi flequillo y valoró por última vez.

—Es difícil que con esa cara algo te quede mal —sentenció guiñándome un ojo—. Tendré que retocar la parte de atrás, está dispareja.

Ofreció su paquete de papas de cada mañana y sonreí tomando un puñado. Así fue como nos hicimos amigas.

Recordaba haber subido nerviosa y con ayuda de papá al mismo autobús hace seis años en mi primer día de instituto. Tuve miedo de pasar sola un viaje tan largo hasta el pueblo, pero Sophie vivía un kilómetro más lejos y la encontré sentada en el mismo lugar.

Iba cerca de la ventanilla con un paquete de papas más grande que ella y el cabello castaño cayendo en bonitas ondas. Sus pies colgaban del asiento y me miró con una sonrisa antes de presentarse y ofrecerme sus papas.

Con diecisiete años ya no le colgaban los pies del asiento como a mí, su cabello pasaba la cintura y los colores pasteles que usaba para maquillarse la hacía más angelical.

Lo único que no cambió fue su apoyo incondicional. Era el mismo desde el primer día cuando yo no quería papas, pero necesitaba la compañía de alguien que no estuviera aterrorizada.

—¿Crees que nos tengan jornada completa? —pregunté acomodándome y pasando los pies sobre su regazo para sacar mi teléfono y chequear Menteurgram.

—Cuantas notificaciones, chica famosa —se burló sin responder mi pregunta.

Le saqué la lengua antes de ver tres notificaciones suyas y un mensaje de Dax, mi otro mejor amigo. Era un corto video de hace dos días donde se veía saltando en una oscura pista de baile mientras chillaba que me había perdido la fiesta del siglo.

—¿Viste las historias de la fiesta?

—¿Qué crees? —dije deslizando el dedo por la pantalla sin prestar atención a lo que veía.

—Eso explica que no comentaras nada sobre Charles y Victoria.

Le miré fingiendo sorpresa y llevándome el teléfono al pecho de manera dramática.

—¡No me digas que finalmente pasó!

Rio a carcajadas con el sonido de cerdito que solo dejaba salir cuando estaba en confianza.

—Tardaron más de lo que dijiste —aclaró limpiándose las lágrimas—. Me debes el almuerzo de una semana.

Charles era el capitán del equipo de fútbol y mi novio por seis meses hasta que terminamos antes de las vacaciones de verano. Cuando pasó, aposté que en menos de un mes él y Victoria estarían juntos.

—¿Qué publicaron? —quise saber dejándome llevar por la curiosidad.

—Tengo un par de capturas nada bonitas. ¿Quieres ver?

Imaginaba los besuqueos e hice un gesto de asco para que ni se le ocurriera enseñarme.

Hicimos el resto del viaje en silencio hasta que nos acercamos al pueblo y en cada parada el autobús se llenaba de ruidosos adolescentes. Los últimos diez minutos de trayecto fueron insoportables por el murmullo.

Al llegar, anunciaron que tendríamos media jornada y mi mundo se oscureció cuando indicaron que, para los de último año, la mañana sería para ver a la consultora académica y llenar la solicitud para la universidad. Me había engañado pensando que lo pasarían a la semana siguiente.

Sophie insistió en salir primero de las aplicaciones para encontrar a Dax y pasar el resto del día sin hacer nada. Eso empeoró mis nervios.

Para rematar, tuve que ignorar a medio instituto mirándome por el pasillo. Quise creer que era mi corte de cabello, aunque estaba claro que era por el anuncio de Charles y Victoria como pareja oficial. Me había convertido en la ex a la que le vieron la cara.

Al llegar a la oficina de la señorita Morel encontramos una pequeña fila de previsores. El estómago se me estrujaría hasta desaparecer en lo que Sophie enviaba mensajes sin levantar la vista del teléfono. Seguramente hablaba con su novio y agradecía que no se percatara de mi intranquilidad.

Por una vez que me alegraba ver una fila, resultaba ser la más veloz del universo. La profesora no estaba tardando más de cinco minutos por estudiante y, al llegar nuestro turno, Sophie insistió en que pasara antes. No tuve opción.

—Buen día, Amaia —saludó la señorita Morel cuando cerré la puerta a mi espalda. Le sonreí sin moverme del lugar—. ¿Quieres sentarte?

Mi cara debía expresar los pocos deseos que tenía de estar allí. Tomé asiento en la bonita silla de madera frente a ella. Sonrió amablemente.

—No tengo que explicar demasiado —dijo deslizando una planilla por el escritorio hasta dejarla frente a mí—. Sabes muy bien como funcionan las aplicaciones para la universidad, ¿cierto?

Quedé consternada mirando la inocente hoja. Cualquiera diría que mordía por cómo hacía latir mi corazón.

—No me molestaría que lo explicara —dije queriendo ganar tiempo—. Tonterías mías —añadí con una risa forzada ante su confusión—, olvido las cosas.

—Bien —aceptó con paciencia infinita—. Nuestro sistema funciona de manera abierta. Puedes optar por cualquier universidad mientras tengas el promedio académico que cada una solicite.

>>El tuyo es bastante alto. Calificas para cualquiera siempre que alcances la nota requerida en los exámenes de ingreso y se paguen las cuotas de la carrera. Tus padres me comentaron que pueden pagar la universidad, ¿no es cierto?

Asentí. Inconvenientes de ciudades pequeñas, todos se conocían.

>>Y solicitarás una beca —supuso correctamente—. Entonces solo tienes que marcar las universidades que te interesan, las carreras que sean de tu gusto y puntualizar que optarás por una beca. De esa forma me encargaré de...

—Un momento —interrumpí entendiendo—. Cuando se refiere a las carreras que me interesen significa que, ¿puedo solicitar más de una?

—Por supuesto.

—¿Podría optar por becas en universidades distintas?

—Tendrías que presentarte y estudiar para los exámenes de ingreso de cada una. Además, alcanzar notas por encima de las requeridas si quieres una beca.

Los exámenes de ingreso eran complejos. Podía aplazar mi elección entre las dos carreras que tenía en mente y forzarme a tomar el doble de exámenes. No sería fácil y pondría en riesgo mi rendimiento. Era más inteligente decidir de una vez y no perder tiempo.

Volví a mirar la inocente hoja. Tomé el bolígrafo y me acerqué al escritorio leyendo los nombres de las universidades que me atormentaron durante el verano. Tragué en seco sabiendo que era el momento y me dejé llevar por el instinto.

~❁ ✦ ❁~

Mi instinto era una porquería.

Esa noche, cuando mi familia dormía salí de la habitación en puntillas para sentarme en la oscura soledad del saloncito del segundo piso.

Tres de la madrugada y seguía sin poder dormir. Ni leer me consolaba.

Marqué ambas universidades bajo la confundida mirada de la señorita Morel. No podía decidirme.

Toda mi vida quise estudiar Historia del Arte. Por muchos años soñé con trabajar en un museo o en una prestigiosa galería, pero en las últimas vacaciones valoré lo que la Mia de diez años no podía.

Quería estudiar lo que amaba, pero lo que más deseaba era no tener que vivir por siempre en el aburrido Soleil. No quería terminar como mamá que estudió en Prakt para regresar a ser la psiquiatra de una pequeña ciudad. Tampoco como papá que se quedó trabajando con el abuelo para preservar el negocio familiar.

Mis padres siempre me impulsaron a estudiar lo que me hacía feliz y no estaba segura de qué era eso.

Podía ir a la capital del continente y estudiar la carrera que amaba para volver a Soleil con esos conocimientos a trabajar como la asistente de mi madre o la encargada de la tienda de mi padre. No había demasiadas oportunidades para el mundo del arte en una ciudad como Prakt que estaba saturada de personas como yo.

La otra opción era más inteligente y me daría la felicidad de vivir en una gran ciudad. Si estudiaba Contabilidad y Finanzas tendría plaza asegurada en cualquier empresa. Tras una investigación a fondo supe que era el camino acertado para salir del pueblo.

Me sentaba a observar la mansión Bakker porque no podía escoger. Tenía miedo a equivocarme. Esperaba tontamente que la casa de mis sueños hablara para ayudarme.

Me acerqué a la ventana y descansé la barbilla viendo la hermosa silueta de las torres. Cerré los ojos y el aroma a campo me hizo perder la noción del tiempo en lo que intentaba relajarme.

Cuando los abrí mis pupilas estaban tan acostumbradas a la oscuridad que vi algo que no podía ser real. En la azotea de la mansión había alguien.

Forcé la vista frunciendo el ceño con tal de enfocar. Parecía una persona. Me salí tanto por la ventana intentando acortar la distancia que casi me caigo.

¡Maldita miopía!

Me apresuré a la habitación en busca de los espejuelos.

No era posible. No se podía entrar sin que sonaran las alarmas.

Revolví el contenido de los cajones sin encontrar lo que buscaba. Con lo que estaba tardando podía haberme puesto los lentes de contacto.

Cuando encontré los espejuelos y regresé a la ventana, no se veía nada. La azotea estaba vacía. La casa se dibujaba oscura y calma contra el cielo estrellado.

Podía jurar haber visto una figura en la baranda de piedra con los pies colgando al vacío. Alguien fumando en la azotea de la mansión Bakker.


~❁ ❁ ✦ ❁ ❁~


¿Quién será el fumador misterioso?
Que intriga tan grande!!! *nótese mi sarcasmo...

😱😱😱😂😂😂

Ok...
Díganme que les parece Mia?????
Creo que tuvieron suficiente información de ella, sus conflictos y su entorno...

⁉️⁉️⁉️
Quieren que ponga las fichas de personaje???
No me gusta que nadie los imagine de manera forzada, son libres de armarles como mejor les parezca, yo lo prefiero así...
Sin embargo esta vez tengo a los modelos, si quieren verlos me dicen...
Igual pienso ponerlos en Instagram una vez empiece a promocionar la historia...

Sin más...
Coman vegetales, estudien y trabajen,
hagan ejercicio para estar saludables y pasen lindo fin de semana...

Besos
💋

*Estoy preparando a Nika que tendrá su primera aparición "oficial" en el próximo capítulo...

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