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EXTRA: Navidad en Soleil (1)

Nika POV

—¿Me estás diciendo que todavía no tienen mi pedido? —cuestioné, inclinado sobre el mostrador de la joyería con el rostro a centímetros de la dependiente.

—Lo siento, señor Bakker —dijo la chica que no podía pasar de los dieciocho años, con los ojos tan abiertos y brillantes que parecía a punto de llorar.

Me incorporé y caminé de un lado a otro para ganar paciencia. Me detuve, los zapatos rechinaron sobre el pulido piso de mármol y la chica se sobresaltó. Dejé caer los hombros, dándome por vencido.

—¿Puedes no llamarme señor Bakker de nuevo? —supliqué—. Me hace sentir demasiado mayor. —Señalé mi rostro—. Tengo solo veintitrés años, no soy un señor.

Las mejillas de la chica tomaron un color carmesí a juego con el gorro navideño que llevaban los empleados de la joyería: dos varones y la que estaba frente a mí, sin duda, la hija del dueño. Reconocía los mismos rasgos porque su padre me había atendido los días anteriores.

Suspiré.

—Lo siento. Sé que no es tu culpa. —Le dediqué una sonrisa para disculparme si había sido descortés en algún momento—. Hice el encargo en Prakt hace dos semanas y prometieron que lo enviarían a Soleil tres días antes de Navidad.

—Han dicho que esta tarde llegaría —dijo, reuniendo valor para mirarme a los ojos—. Puede venir después de las cuatro y estoy segura de que su pedido estará aquí.

Me dedicó una sonrisa de manual que debían haberle enseñado para tratar con clientes insoportables o desesperados como yo.

—Para compensar las molestias, nuestra sucursal se encargará de envolver y preparar su regalo para que esté perfecto para dárselo a...

—Novia —concluí a su disimulada preguunta—. Es la sorpresa de Navidad para mi novia.

La sonrisa de la chica se desvaneció.

Si Mia hubiese estado ahí habría dicho que su decepción era mi culpa, que si no hablara de la manera en que lo hacía las personas no quedarían deslumbradas. Cuando le preguntaba qué hacer para evitarlo, aseguraba que nada, que venía conmigo y que gracias a eso la había conquistado, pero que debía vivir con la responsabilidad de aquella expresión frente a mí.

No estaba siendo la persona más encantadora del mundo al reclamar por el maldito encargo que, por mucho que reclamara a la joyería principal en Prakt, no llegaría antes. Esas fechas estaban cargadas, cientos de pedidos especiales como el mío, por eso lo contraté con antelación. Aun así de insistente y desesperado, la chica al otro lado del mostrador me observaba con un brillo en los ojos que no eran lágrimas por mis reclamos.

—Volveré a las cuatro por el regalo de mi novia.

—Será un placer atenderle, señor... —Se atragantó.

—Nika —especifiqué—. Si llega antes puedes contactarme.

Tomé una de las tarjetas de presentación del negocio y anoté mi número en el reverso antes de entregársela.

—Lo llamaré en la tarde... Señor... Nika.

—Abbie, tu turno se acaba al medio día —dijo uno de los chicos al pasar por detrás de ella—. Yo puedo hacerme cargo.

—Calla —murmuró sobre su hombro y me devolvió la atención con una bonita sonrisa—. No se preocupe, Nika. Si el pedido llega antes le avisaré. Puede estar seguro de que tendrá su regalo de Navidad para esta noche.

El chico desapareció tras el regaño y agradecí sin esperanza alguna. Llevaba tres días siendo atendido con puros "esta tarde llegará su pedido".

La pequeña joyería estaba en el segundo piso del centro comercial. Bajé al primer nivel. En el pasillo principal las paredes estaban adornadas por arreglos navideños: renos, muñecos de nieve y cascabeles que se movía con las puertas que abrían y cerraban, las de los negocios de todo tipo.

Saludé a un par de conocidos en el camino a la floristería de mamá. Estaba repleto, con arreglos florales en los clásicos colores de navidad: rojo, verde y blanco. Los música navideña se escuchaba por debajo del murmullo de los clientes que paseaban escogiendo regalos o decoración natural de última hora.

Olía a rosa, azucenas y lilas, además de a galletas recién horneadas. El festival de aromas me atontaba, pero de alguna manera atraía a las personas como hormigas a la miel. Puede que ese olor fuera el secreto del exitoso negocio de mamá, el que llevaba creciendo por dos años.

Le iba tan bien que tenía local propio en la calle principal de Soleil y rentaba aquel espacio que se atestaba en las festividades.

Se encontraba en la caja atendiendo a una señora y su hija cuando me acerqué. Le sonreí a la niña que me saludó con la mano, emocionada. Era la hermana pequeña de Victoria y habíamos coincidido varias veces en los tres años que Rosie, mi mejor amiga, y Victoria llevaban saliendo.

Se despidieron y mamá dejó a una de sus empleadas atendiendo la caja para llevarme con ella al fondo del local.

—¿Ya lo tienes? —preguntó, palmeado con emoción y mirando mis manos—. Déjame verlo.

—Claro, míralo en mi caja invisible —ironicé y pretendí que abría algo frente a su rostro.

Pellizcó mi brazo y chillé de dolor, sabía cómo hacerlo para que doliera.

—No le hables así a tu madre —regañó—. ¿Dijeron si llegará hoy?

—En teoría en la tarde.

Me dejé caer en la única silla y me dedicó una sonrisa indulgente. Se acercó y dejó que la abrazara por la cintura. Acarició mi cabello que iba amarrado en una coleta baja.

—Va a llegar, estoy convencida.

Por un momento me sentí como niño pequeño buscando consuelo con su madre y me permití descansar en ella, en las palabras de ánimo que me dedicó. Se sentía bien poder mostrarme débil, decepcionado o triste, lo que fuera y cuando fuera, lo que realmente sentía sin miedo a que se derrumbara.

Tres años sobria, casi cuatro, tranquila, cada día más segura de sus pasos y sabía lo feliz que le hacía sentirse como la madre en la que se podía confiar. Por mucho tiempo ansió darnos apoyo que no pudo por su enfermedad y allí estaba, frente a mí, diciendo que todo saldría bien y que no fuera tan dramático, que Mia solo se burlaría de mí cuando no tuviera regalo para darle, no era el fin del mundo...

No lo era, podía regalarle y proponerle lo que pensaba en cualquier día del año, pero ese era especial, el correcto. Me ponía tan nervioso imaginar el momento en que se lo diera como el no tener el regalo a tiempo, no sabía qué era peor.

—¿Este despliegue de cariño a qué se debe? —preguntó alguien y giramos para encontrar a Aksel deshaciéndose de su bufanda.

~❁ ✦ ❁~

Aksel POV

Atravesé la tienda de mamá entre los clientes que se apretujaban para ver las muestras de arreglos florales y le pregunté por ella a Wendy que estaba en la caja. Me indicó que fuera al fondo y al abrir la puerta del pequeño almacén la encontré con Nika.

Él, sentado y abrazando su cintura, con la cabeza hacia el lado contrario, descansando sobre su abdomen y ella acariciando su cabello en lo que murmuraba algo que no pude entender.

Nunca los había visto así. La imagen era familiar, pero al revés. Quise sonreír al verlo, disfrutar unos segundos en silencio y grabar en mis recuerdos la bonita escena.

—¿Este despliegue de cariño a qué se debe? —bromeé.

Mamá se alegró al verme y me abrazó como si aquella mañana no hubiésemos desayunado juntos.

—¿De regreso tan pronto, Aksy-Boo? —preguntó Nika por molestar, cruzando los brazos sobre el pecho.

—¿Sin hacer nada, Nika? —rebatí por encima del hombro de mamá.

—Basta —regañó ella—. Es Navidad, dejen de molestarse como niños pequeños.

—Ya escuchaste, llorón —dije y Nika me mostró el dedo medio como insulto cuando mamá le dio la espalda.

Rodé los ojos.

—Sigues sin regalo para Mia. —Era el motivo de su mal humor, estaba convencido—. Este año te quedas sin novia.

—Deja a tu hermano en paz. —Mamá me pellizcó—. No estoy nada contenta contigo.

Aparté el brazo antes de que pudiera apretar más fuerte, me hiciera gritar frente a Nika, que se burlaría con ganas.

—Ya hice la entrega que me pediste. —Pasé un brazo por encima de sus hombros—. Tienes clientes satisfechos y vengo a por más órdenes de la jefa. ¿Por qué no estarías contenta?

—Dijiste que conoceríamos a Abigail estas Navidades. —Torció los labios y acomodó el cuello de mi camisa—. Llevas un año con ella y no le he visto, solo en fotos.

Sentí la mirada de Nika sobre mí y fingí una sonrisa.

—Ya te dije, mamá. No podía dejar a su familia, tuvo que viajar al sur a pasar las fiestas con ellos.

—¿Año Nuevo? —preguntó con la esperanza flotando a su alrededor.

—Tampoco.

—Podrías preguntarle.

—No podrá, mamá.

Refunfuñó.

—Tendré que ir a Prakt a conocerla o la tendrás escondida hasta que se casen y tengan hijos.

—No te adelantes, mamá. Nuestros planes son de tener hijos dos años después de que terminemos de estudiar y tengamos un trabajo estable —aclaré.

Nika tosió para disimular la risa. Siempre se burlaba de mis planes de vida. Le dediqué una mirada envenenada que no lo intimidó.

—Demasiados planes cuando solo llevan un año saliendo —dijo mamá—. Ni tan siquiera le he dado el aprobado como nuera —protestó con falso enojo.

—Prometo que la conocerás antes de la boda. —Ignoré que Nika puso los ojos en blanco mientras mamá no lo veía—. De momento, lo único que puedo hacer por ti es pedir indicaciones para entregar pedidos de última hora.

Se mostró resignada tras un largo suspiro.

—El hijo con más planes del mundo y no sabe organizar su agenda para presentarme a su futura esposa —rezongó.

Tragué en seco y forcé otra sonrisa.

—Órdenes, jefa —insistí.

Me indicó ir a la floristería, donde debían tener listos los dos últimos pedidos de la tarde, una suerte, ya que me daría tiempo a dormir un par de horas. Estaba despierto desde las tres de la madrugada y si quería sobrevivir a la cena de la noche, lo necesitaba.

Me despedí de mamá y Nika había desaparecido, así que salí entre el mar de personas que inundaba el centro comercial.

—Habla —dijo él, apareciendo de la nada y uniéndose a mi paso..

—¿Por qué siempre quieres asustar a la gente? —protesté.

—Habla —repitió.

—¿De qué?

Salimos al parqueo y me dirigí a la derecha, al pequeño camión que mamá usaba para las entregas medianas de flores y arreglos. Su conductor pidió el día libre y yo me había ofrecido a ocupar su lugar.

—Sabes muy bien de lo que hablo —insistió Nika—. ¿Qué demonios te pasa?

—Nada.

—Abigail dijo que vendría, lo dijo frente a mí el día que fui a visitarlos.

—Fue un cambio de planes.

Me tomó del brazo e hizo que lo mirara.

—¿Qué pasa, Aksel? —dijo con voz más baja, preocupado.

—Nada. Deja de imaginar fantasmas.

—Te vi. —Señaló a su espalda—. Te he visto todos estos días evadiendo el tema de Abigail, la universidad, a mamá cada vez que pregunta por algo que no sean flores o cómo está la cena.

Nika era demasiado observador. Lo había escondido por meses, era inevitable que en algún punto notase que algo extraño sucedía.

—Nada, no pasa nada. —Palmeé su hombro—. Deja la paranoia y ve a vigilar la joyería en lo que llega el regalo de Mia.

Entrecerró los ojos.

—¿Discutiste con Abigail? ¿Se separaron?

La pregunta venía porque era una posibilidad obvia en una pareja, pero en su voz estaba la duda. Sabía que Abigail y yo jamás discutíamos, ni una vez habíamos estado en desacuerdo desde antes de empezar a salir, nos parecíamos demasiado.

—Todo está bien con Aby. Creo que el estrés del trabajo de primer semestre me sacó toda la energía que tenía. Todavía siento que me va a explotar la cabeza.

Era una mentira, pero no al completo.

—Ganaste el primer premio, tu trabajo conceptual fue el mejor del curso y tienes a todos los profesores comiendo de tu mano. —No me creía—. ¿Estás seguro de que es estrés?

—¿Qué más podría ser?

Se encogió de hombros y me evaluó de arriba a abajo. Supuse que esperaba leer algo en mi lenguaje corporal, pero conocía sus trucos y cómo no delatarme.

—No lo sé —dijo, finalmente—, pero quizás necesitas hablar con alguien y siento que no puedes hacerlo con mamá, tampoco conmigo.

No podía hacerlo, solo Aby sabía la verdad porque era imposible que no lo supiera, era parte de ella.

—Da igual —dijo Nika y tomó mi rostro entre sus manos—. Busca con quien hablar, pero quita esa cara de mierda.

Besó mi frente, pero no se separó.

—¿Sabes que estoy aquí para lo que necesites? —murmuró—. Dime que lo sabes y te dejo en paz.

Sonreí y me habría gustado burlarme de él y su demostración de cariño, pero no pude. Nika era y siempre sería mi persona favorita en el mundo. Con altos y bajos, peleas, burlas y maldades de hermanos, no hubo un día que no estuviera para mí.

Todavía sentía que no terminaba de pagar lo tanto que me protegió en la infancia, cuando llegamos a Soleil, desde que me fui a la universidad. Puede que jamás pudiera ser para él lo que él significaba para mí, pero trabajaría en ser mejor hermano.

Respiré con fuerza porque lo que les contaría antes de volver a Prakt no sería la mejor demostración de aquello, pero era lo que debía hacer, parte del camino para cumplir mis metas y una vez tuviera todo lo que necesitaba en la mano, sería la persona que ellos merecían tener cerca.

—Sé que eres mi salvavidas —dije—, el increíble e inteligente Nikolai Bakker es mi hermano y estará siempre para mí, así de perfecto es.

Sonrió sin darle importancia a mi burla y palmeó mi mejilla.

—Así me gusta. —Hizo un gesto desdeñoso con la mano—. Ahora vete a trabajar repartiendo flores, sirviente.

Ignoré su risa y me subí al auto que estaba a unos diez metros.

Manejé por Soleil y tuve cuidado. Habíamos llegado al pueblo cuatro años antes y era alarmante su evolución desde ese entonces. El centro crecía con edificios que sobrepasaban los cinco pisos, la calle principal se alargó con más tiendas, farmacias y cafés, una de las secundarias se había convertido en una bonita exposición de restaurantes especializados en cocina de todas partes del continente.

Las que antes llamaran las afueras, se habían convertido en zona residencial y la distancia entre las casas desaparecía con la compra de lotes en los que las construcciones aparecían en un abrir y cerrar de ojos.

Llevaba tres años yendo y viniendo. Puede que los meses entre una visita y otra me hiciera ver el lugar de manera distinta, notar los cambios con facilidad. No quería imaginar con qué ojos vería Soleil si me ausentaba por cinco años.

En Navidad las calles estaban plagadas de decoración. Las personas iban de un lado a otro por las compras de última hora, en auto, caminando... Conducir era un desafío.

En la floristería me demoré mientras cargaban los dos últimos pedidos, el primero para el orfanato, donde organizarían una cena Navideña a la que invitaban a todo el que quisiera unirse para acompañar a los niños. Quedaba al otro extremo del pueblo y me tomó casi una hora llegar debido al tráfico.

Parqueé al costado de lo que en otro momento había sido una iglesia, cerca de la entrada lateral, por la que cargaban la comida directo a la cocina y un grupo de voluntarios se acercaron a bajar las flores que adornarían las mesas esa noche.

Ofrecí mi ayuda, pero casi me gritaron que no lo hiciera. Se veían desesperados por trabajar rápido, cargar varios arreglos a la vez y correr. Tras unos minutos escuché que mientras más hicieran, más créditos extras recibirían para la universidad.

Me alejé para no ser un estorbo y me alejé hasta la esquina. Me habría quedado allí con un ojo en los falsos voluntarios si no hubiese sido por el sonido de una pesada puerta al abrirse y chocar contra la pared.

De la única salida que había entre la antigua iglesia y el costado del almacén, cuyas paredes formaban el estrecho callejón, salió una chica y bajó la escalerilla de dos pasos con el teléfono al oído.

—¡Eres un cabrón y pienso patearte los huevos cuando te vea! —gritó, creyendo que estaba sola—. ¡No me hables una puta mierda del karma que en la próxima vida no nacerás siendo cucaracha porque en esta ya lo eres!

Cerró la llamada, pero se quedó viendo al teléfono.

—¡Me cago en tu puta madre, hijo de puta! —gritó, mirando al teléfono que puso a la altura de su rostro, como si la persona a la que quería insultar estuviera frente a ella.

Llevaba una redecilla para quien trabaja en cocina o sirviendo comida, el mismo uniforme azul que el resto de voluntarios: pantalón en tono oscuro y camisa más clara.

Se quitó el fino gorro y dejó suelto su cabello. Cayó hasta la cintura, color miel, con un tono rojizo que destelló bajo la luz del sol que se colaba en el callejón cuando faltaba poco para el medio día.

La conocía o eso pensaba.

—¿Emma?


~❁ ❁ ✦ ❁ ❁~

Hola, champiñones!!!

¿Cómo van las fiestas, celebraciones, Navidad o como le digan? Yo tengo una cena en la noche, tipo reunión, pero preferiría quedarme en casa, en pijama, leyendo o escribiendo. Cuenten ustedes.

Este extra va en dos partes porque terminé de escribirlo hoy y me falta editar la mitad. En un rato subo el desenlace de la Navidad en Soleil... Qué ganas de que lean a la intensa de Emma desde su punto de vista.

Subí el extra en fecha... ¿Pueden creerlo? Yo no jajajajajjaa

Nos leemos en un rato.

Pd: Está larga la segunda parte.

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