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41_Aprendió sola

Capítulo 41

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Giré por la cama, buscando el calor de Amaia para abrazarla. No la encontré y me acomodé, sin abrir los ojos.

La habitación que ocupáramos, en la casa de veraneo de la familia de Sophie, era la segunda más grande. La cama, enorme, no tenía nada que ver con mi colchón viejo. Dormí tan bien que el sueño se sintió como un pestañeo.

Sin molesta claridad que entrara por las ventanas, pude abrir los ojos poco a poco. La encontré en el otro extremo de la cama, despierta, tapada hasta la barbilla y mirándome.

—¿Estás valorando cómo matarme? —cuestioné con voz ronca.

—No.

—Entonces, ¿por qué me miras dormir? Es espeluznante.

—La verdad es que pensaba en cómo deshacerme de tu cadáver una vez te matara.

—Muy graciosa. —Tenía el cabello mojado—. ¿Cuánto tiempo llevas despierta?

—Lo suficiente.

Esbozó una media sonrisa que me hizo dudar.

—¿Tanto como para ducharte?

Se mordió el labio y levantó la sábana para mostrar su cuerpo desnudo. Me atraganté en lo que la sangre se iba a un lugar que estaba listo para la acción desde antes de despertarme.

—Estaba esperando por ti. —Volvió a cubrirse—. Duermes demasiado.

Mi mente dejó de funcionar de la manera correcta. Solo pensaba en mi erección y todas las maneras en que podía frotarla contra su cuerpo.

—Decidiste esperarme desnuda.

—Quería despertarte, pero no estoy segura de si querías ser manoseado mientras dormías y no iba a interrumpir tu sueño para preguntar.

—¿Manoseado? —Su voz me excitaba con cada sílaba articulada—. ¿A qué te refieres?

—A tocarte —murmuró—, a follarte hasta que pidieras descanso.

Contuve la risa.

Aprendió bien y rápido. Las palabras eran el primer estimulante, indispensable para nosotros. Sin tocarnos o vernos desnudos podíamos estar listos para el otro, aprendimos a conocernos de esa manera.

—Permiso concedido —murmuré—. Puedes manosearme todo lo que quiera y, la próxima vez, exijo que me despiertes así.

Se acercó, sin cuidar que la sábana cubriera su cuerpo, mostrándome sus pechos. Quise tocarla y no me dio tiempo. Se sentó sobre mí y quedé absorto en su desnudez. Sus piernas quedaron a los lados de mis caderas y su sexo contra mi erección, que seguía contenida por mi ropa interior y el condenado pijama.

Mordió mi labio con delicadeza al inclinarse sobre mí. Sus pezones rozaron mi pecho y desataron una avalancha de sensaciones por mi cuerpo.

—Como ordenes, idiota —murmuró sobre mi boca antes de besar mi barbilla—. La próxima vez te despertaré haciendo esto.

Su boca se deslizó por mi cuello y sus manos por mi torso. Los besos y chupetones descendieron. Primero mi pecho, luego mi abdomen y el tatuaje en mi ingle. Jugueteó con el elástico de mi pijama y me dedicó una sonrisa.

—Si así me despertarás, exijo que duermas conmigo todos los días.

Su mirada era traviesa y seductora.

—Pues te despertaré haciendo algo que aprendí sola.

Relamió sus labios antes de bajar la ropa que cubría mi parte inferior.

El movimiento de la sábana dejó que su olor me golpeara. Flores, gel de baño; su piel se veía suave y brillante, quería tocarla, pero estaba lejos. Se acomodó entre mis piernas y acarició mis muslos por la parte interna.

Su mirada me enloquecía, sus pechos, los pezones erectos y la manera en que apretaba sus piernas a la vez que me distraía, acercándose a mi entrepierna, sin llegar a tocar donde debía.

Estaba tan duro que dolía.

—¿Quieres divertirte, Nika? —cuestionó con voz coqueta, apoyándose sobre las rodillas y las palmas para inclinarse a lamer el interior de mis muslos.

Temblé cuando llegó a terreno tan sensible y teniendo una vista privilegiada de su espalda arqueada y su trasero. Impidió que me incorporara, plantando una palma sobre mi pecho.

—Si quieres diversión, toca quedarse tranquilo —advirtió en lo que acariciaba mis testículos.

Lo hacía con cuidado y me tensé cuando su lengua reemplazó la caricia y subió lentamente por mi miembro hasta llegar a la punta. Chupó antes de dedicarme una sonrisa.

Tuve que mirar al techo cuando la tomó con la mano. Su saliva permitió que la acariciara de arriba a abajo con facilidad. Mientras más tocaba, más ganas tenía de atrapar sus brazos, ponerla a mi altura y follarla.

Me contuve, dejando que tomara el control y gruñí ante el calor de sus labios sobre la zona. Quise disfrutar de las sensaciones. La metió en su boca, percibí el toque de su garganta, y, aunque no pudo abrazarla por completo, no dudó en usar sus manos para estimularme. La presión y el ritmo que iba tomando me desesperaban y no quería acabar tan rápido.

Intentar detenerla fue peor. La visión me hipnotizó. Lo hacía bien y lo disfrutaba. Utilizaba su mano en lo que lamía y chupaba la punta, la metía en su boca y repetía el mismo ciclo, cada vez más rápido y con mayor seguridad.

Mis gruñidos la provocaban, le daban luz verde y alzó la vista, sonriente y masturbándome. Mi pene estaba a la altura de su cara, se mordía el labio, agitada, no tanto como yo, a punto de explotar.

Los músculos de mi vientre se contrajeron e intenté aguantar, algo imposible, no lo permitió. Le avisé que iba a correrme y no se apartó. Volvió a chupármela y tuve que pegar la espalda al colchón en lo que mi cuerpo temblaba, mis piernas sufrían pequeños espasmos y una deliciosa sensación me embargaba a la velocidad de un tornado.

Apenas podía respirar. Lamió sus labios y alzó una ceja antes de hablar:

—¿Lo hice bien?

—Te respondería... pero no tengo fuerzas.

Rio, satisfecha. Se irguió sobre mis piernas y detalló mi cuerpo. Mi erección iba desapareciendo y había sudado. Amaia estaba tan limpia y fresca como al inicio. Le divertía verme hecho un desastre después de aquel orgasmo.

—Me gustaría saber dónde aprendiste a hacer eso —dije cuando pude hablar con normalidad.

—Mejor preocúpate por buscar algo para desayunar.

Se levantó en dirección al baño y deseé su cuerpo, no permitir que el despertar quedara ahí. Sin embargo, necesitaba combustible.

Me vestí y dispuse a buscar algo de comer.

—Asegúrate de traer algo que no cocines tú —advirtió desde el baño.

Salí al pasillo con una sonrisa y disfruté que fuera lo suficientemente temprano para que estuviera vacío. La mayoría se recuperaba de la resaca de la noche anterior y no podría dar dos pasos sin desmayarse, habían bebido hasta agua del río.

Me sorprendió encontrar a Rosie en la cocina. Servía leche en un bol y puso cereal encima.

—¿Qué demonios haces? —cuestioné al pararme al otro lado de la meseta.

Estremeció bajo el sonido de mi voz.

—¿Podrías hablar más bajo? —Sostuvo su frente con una mano—. Me duele la vida.

—¿Te encontraste con los osos?

—No, peleé con una botella de ginebra. —Iba ojerosa, con el maquillaje corrido y el cabello revuelto—. Ganó ella y mira como quedé.

—Endemoniada —declaré, señalando el bol—. ¿Leche antes del cereal? Irás al infierno.

Me pegó dos cachetadas con la mirada.

—¿Por qué no regresas con Mia a que te haga gemir como hace un momento? —espetó—. Podrían cortarse un poco, me despertaron.

—Anoche escuché los gemidos que venían de tu habitación y no estoy protestando.

Torció los labios y devolvió la atención al desayuno.

—Eran de Victoria con el estúpido de turno que se escapó a primera hora de la mañana. —Masticó como camionero resentido con la vida—. Tuve que dormir en otra habitación para que ella fuera usada por uno más y me duele el cuello.

Rebusqué en la nevera hasta dar con una caja de jugo y emparedados. La miré de reojo.

—¿Te das cuenta de que siempre terminamos hablando de lo mismo?

—¿El qué? —cuestionó, escupiendo cereal sobre la meseta.

—Del Grinch —ironicé—. De Victoria, obvio.

—Mentira, hablamos de lo cobarde que fuiste cuando el imbécil de Alexandre te golpeó en el parqueo. —Dio golpecitos en su barbilla con la cuchara y fingió analizar sus recuerdos—. También te llamé cara de rana... dos veces.

—Nuestras conversaciones son memorables.

No respondió. Se escuchó su ruidoso masticar en lo que yo servía café y encontraba una bandeja decente para subir el desayuno.

—Pienso decirle —comentó sin mirarme—. Estoy cansada de fingir y si quiere dejar de ser mi amiga, tocará aceptarlo.

Tomé la bandeja y al pasar por su lado, me detuve.

—Genial, así iremos al cine cuando nos volvamos a ver. Podríamos conversar de algo más que tu cobardía.

Me insultó, como siempre, y golpeó mi espalda con la cuchara.

Me alegró que estuviese dispuesta a confesar sus sentimientos, pero no estaba seguro de la respuesta que obtendría. Quizás, la próxima vez que nos viéramos sería para comer un litro de helado.



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A @sofiactfm y @notchxccz.
Me escribieron por Instagram
para que les dedicara un capítulo
y tuve la suerte de verlo.
Este va para ustedes.
Es cortito, pero intenso.
❤️

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Hola, mis champiñones.

Estoy con poco tiempo, mucho trabajo y dos capítulos sin escribir cuando falta solo una semana.

Dejo calendario de las próximas actualizaciones:

Viernes 24-> Capítulo 42
Domingo 26-> Capítulo 43
Lunes 27-> Capítulos 44 y 45
Martes 28-> Capítulo 46

Después de eso hablaremos de muchos detalles, cuando lleguemos ahí...

Las amito.

Pasen linda semana.

💋

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