E P Í L O G O.
Sonrisas llenas de carisma se presenciaban en los rostros de la gente ese día, la felicidad para muchos era indescriptible, todos habían alcanzado lo que querían: dejar una etapa atrás y seguir con su vida; nuevas escuelas, amigos, experiencias.
Las personas disfrutaban de su dicha.
Excepto ella.
Le incomodaba estar en un sitio como ése, simplemente se sentía fuera de lugar, agradecía que no iba a volver ahí, pero... Simplemente no podía evitar sentirse terriblemente mal, veía a las que un día fueron sus amigas, y su mente de pesares comenzó a llenarse, no había experimentado la soledad desde hace mucho tiempo, antes de acabar con el elevado compañerismo, y en esos momentos en los que se sentía mucho más sola sentía su alma fallecer.
Con frustración, la pelirroja suspiró, y comenzó a repetirse esa frase que necesitaba llevar a cabo toda su vida «más vale sola, que mal acompañada». Era un dicho que había escuchado decir a las personas la gran parte de su vida, pero nunca imaginó que sería difícil llevarlo a cabo, sin embargo, eso no la hizo limitarse, porque sabía que aunque fuera dificultoso, ella conseguiría ejecutar con acciones esa frase.
Conforme pasaban los minutos, el avanece para que la graduación finalizara progresaba, y luego de los discursos de los maestros y de la directora comenzaron a nombrar a los alumnos para que fueran a recoger sus papeles en las mesas donde los docentes se hallaban.
«Cada minuto que pasa, es uno menos para dejar de vivir este infierno » pensaba Emma, que estaba intentando de concentrarse en los nombres que la directora mencionaba, tratando de ignorar, que, por desgracia, la habían acomodado en el asiento a lado de Edith.
Es cierto, no se ha descrito cómo estaban ordenadas los lugares de los individuos que empeñaban un papel relevante en la graduación, pues bien, como se mencionó antes, los profesores estaban enfrente, sentados en sillas negras de plástico, las cuales estaban detrás de mesas de madera cubiertas por un mantel blanco, a lado de ésta, estaba un atril, donde por el momento, la encargada de dirigir la escuela estaba indicando los nombres del alumno que tenía que dirigirse al frente. Por otro lado, el alumnado se encontraba sentado en sillas de plástico blancas, separados en dos conjuntos, creando entre ellos, un camino despejado y extenso, las filas eran de siete y las columnas de cuatro, en el conjunto de la derecha, se encontraba Emma, a quien, su profesora de Química acomodó a lado de Edith.
En fin, después de haber varios nombrados, por fin la pelirroja escuchó que la llamaban, y se dio cuenta de que Edith y su grupito, ponían semblantes con cierto desprecio, -puesto que sus ojos las delataban-, y sus labios se curvaban creando sonrisas de cinismo, característico de personas absurdas como ellas lo han sido, imaginó Emma.
La joven las ignoró, ¿qué ganaba dándole a esas personas el poder de tomarse en serio su actitud? Sólo acabaría perjudicada.
Cuando ascendió al escenario donde se subían los grupos que les correspondía el homenaje para recoger una carpeta con documentos que certificaban haber acabado la secundaria, sintió un peso menos de encima, era una sensación de tranquilidad embriagadora, ya no tenía que ansiar el día en que saciaría la necesidad de despedirse de su escuela, pues la añoranza de irse había comenzado pocas semanas antes de acabar el ciclo escolar, no obstante, a su parecer se hallaban convertidas eternas; también percibió una satisfacción que la inundaba al haber sido lo suficiente fuerte al separarse de quienes quería y sin embargo la dañaban.
Todo eso se acumulaba y provocó que empezara a sentir un estado de paz indescriptible, ahuyentando los pensamientos agónicos que momentos antes le daban vueltas.
Cuando volvió a su asiento comenzó a tener sueño de todo lo que pasaba a su alrededor, no había dormido bien la noche anterior por desvelarse viendo una serie y podría jurar que estaba cerrando los ojos cuando de pronto su somnolencia se evaporó al sentir que pateaban su asiento, alarmada y en parte enojada volteó a ver hacia atrás, se encontró con dos chicos, uno castaño y el otro rubio, el segundo molestaba al primero picándole el brazo y susurrándole algo que la chica pudo descifrar como: si no lo dices tú lo hago yo. El chico castaño lo pateaba para que se callara y ese había sido el motivo por el cual por accidente golpeó con su pie la silla de la pelirroja.
Emma decidió seguir prestando atención a la ceremonia y no escuchar a espaldas de los muchachos ya que le parecía una falta de respeto.
Los minutos transcurrieron con lentitud ante la noción del alumnado y cuando por fin todo pareció estar terminando, la directora anunció para cerrar el evento:
- ¡Les agradecemos mucho que ustedes hayan asistido en este su hogar educativo, esperamos que sigan con sus estudios!, y ¡un aplauso para estos estudiantes que han concluido con una etapa más de su vida!
Al instante todos los amigos comenzaron a abrazarse y tomarse fotos; mientras que habían otros que chocaban las palmas de sus manos.
Abstracta, fuera de lugar e incómoda se sintió Emma. Otra vez.
La tranquilidad de hace rato se había evaporado. El cielo nublado concordaba con su estado de ánimo, la tranquilidad evaporada se convirtió en nubes grises con amenaza de llover lamentos.
No tenía a nadie con quién celebrar. No había ningún compañero siquiera con el que hubiera convivido lo suficiente como para que se dieran un breve abrazo.
Le había entregado tres años enteros a supuestas amigas, tratando siempre de dar lo mejor para ellas, eran su mundo entero. Pero al parecer, aquel mundo declaró rebeldía ante su propia orbita y acabo estampándose con el Sol, y ahora no quedaba nada de él más que los testimonios de estrellas nostálgicas asegurando que aquel planeta un día existió.
La mirada de sus padres fue como si se tragara las espinas de una rosa, la miraban con angustia y un poco de pena.
«¿Por qué cuando intentaba ser fuerte se presentaban más obstáculos hirientes?»
Se preguntaba y comenzó a abrumarse con muchos pesares.
Hasta que sintió un aroma a lavanda invadir sus fosas nasales y un cálido abrazo cernirse atrás de sus hombros.
Una suave voz masculina le dijo:
-Tengo algo que confesarte, Emma. - Y en un susurro añadió:- Tomaré tu mano sólo para guiarte hasta dónde puedas darte cuenta de las cosas con calma. No te alarmes.
Acto seguido hizo lo que había dicho y comenzó a llevarla hasta el que era su salón de último grado, la chica estaba confundida, y agradeció que en el que fue el transcurso hacia el aula nadie la notó, se habría distraído y no hubiera llegado en la teoría que encajaba con la situación:
Aquel chico era Shoes.
Era ese mismo chico que tenía enfrente y quien dijo:
-Hay algunas veces, Emma, que las personas toman las decisiones equivocadas -suspiró con un ligero sonrojo mientras la chica lo analizaba con los ojos entrecerrados. Se dio cuenta que él era uno de los chicos que habían interrumpido su sueño con una "pelea"- creo, para ser más preciso que todos los días cada uno de los humanos toman aunque sea una decisión errónea. Pero hoy quiero que sea la excepción de escoger elecciones equívocas. Shoes, ¿te suena el nombre? -preguntó y al ver que Emma asintió, agregó:- Pues me gustaría que conocieras la personificación, no sólo el seudónimo. Hemos estado prácticamente ocultos. Así que Emma...
-Tú eres Sh... -detuvo sus palabras la pelirroja, pero al final también ella acabó con la frase inconclusa cuando el chico añadió:
-Yo soy Shirt.
La muchacha abrió los ojos como platos, podría jurar que su hipótesis era verídica al suponer que aquel joven con los rubios cabellos siendo alborotados por el viento era el estúpido zapato.
-Shoes, amiga mía, está en el salón. -continuó diciendo para posteriormente ponerse detrás de ella y agarrar sus hombros de nuevo para llevarla al salón- mi mejor amigo me dijo que tal vez hoy te dijera quién es, ¡pero no me dijo en qué momento y en ocasiones siento que es un completo enigma para saber si hará lo que dice o simplemente se quiere librar de mí!
- ¿No crees -reflexionó la contraria- que si no quiere que yo sepa quién es, es por una buena razón?, ¿y que hay que respetar lo que él quiera hacer? Sí, tengo curiosidad de conocer a esa persona que me ha enviado notas por mucho tiempo -admitió- pero no me gustaría saber su identidad si Shoes no se quiere dar a mostrar.
-Ay, Emmita -suspiró Nathan- eres una buena persona, sin duda, pero no dejes que ser una buena persona te haga tomar malas decisiones.
Y acto seguido la empujó ligeramente, haciendo que entrara al aula.
Al estar en aquel que fue lugar donde le dieron clases, e hizo amistades y tareas; vio a un chico de cabellos ondulados y castaños, el cual estaba sentado en la silla que los maestros ocupaban y en el escritorio se hallaba una hoja en donde estaba dibujando, él al escuchar que la puerta se abría -porque rechinaba un poco- amenazó con un hastío en la voz:
-Nathan, si vienes aquí para burlarte otra vez del absurdo abrigo de rosas que me dio mi madre para usar, juro que te haré un retrato de tu cara, manchándote con pintura negra y poniéndote la hoja en el rostro.
-Menos mal que no me burlaré de ti, y tampoco soy Nathan. -habló Emma con un tono divertido mientras veía la expresión de extrañeza que se fundía en la cara de Shoes.
Cuando éste levantó la vista y vio a la chica, se limitó sólo a saludar.
-Hola, Emma.
Dudosa, la eludida tambaleó entre si decirle por su alias o por su nombre real.
Optó por la primera opción, «¿cómo reaccionaría aquel jovencito al darse cuenta que ha sido descubierto?» era una interrogante tan tentadora. Aunque por mero presentimiento creyó que se pondría nervioso.
-Hola, Shoes.
Nada.
Sólo una abrumadora serenidad estaba acompañando a aquel estúpido zapato. La expresión de extrañeza de hace rato se había marchado. Y en cambio se centraba en seguir dibujando.
-Creo -señaló con calma luego de unos segundos de ruido mudo, dejando de dibujar para que en cambio, viera una parte de la mesa donde estaba una hoja verde y encima de ésta un caracol- que me gusta más cuando me dicen Sebastian, Emma.
La que terminó estando de los nervios fue la pelirroja.
¿Cómo era que Sebastian estuviera prácticamente apacible en esa situación?
Después de un largo tiempo de estar anonada, Emma en casi un susurro preguntó:
- ¿Por qué estás tan tranquilo a pesar de que te he dicho Shoes?
El mencionado volvió a seguir su dibujo, tal parece que retrataba a aquel caracol en una hoja.
-No lo sé, quizás -aventuró con un toque indiferente fingido- porque ya me había hecho la idea de que mi mejor amigo se entrometiera en las cosas que hago y por ende, me preparé mentalmente para cuando me hablaras sabiendo mi identidad.
- ¿Me hubieras revelado quién eras, aun si Nathan se habría callado?
-Sí. Lo tenía planeado. Justo el día de la graduación. Así, a lo cliché.
Un silencio atronador se extendió en aquel salón vacío.
La chica no podía creer que aquel jovencito tan tranquilo guardara palabras tan lastimosas y a su vez auxiliadoras en su ser. No podía creerlo de aquel chico que en primer año siempre le pedía un borrador y acababa perdiéndolo, de ese muchacho que todo el tiempo reía silenciosamente junto a Nathan durante las clases. De ese chico que le encantaba participar sólo en clases de inglés.
Era algo muy improvisto.
Sí, suponía que Shoes era un ser ermitaño, pero para ella, Sebastian sólo era reservado, de hecho portaba un toque de elegancia poco común para su edad de quince años que lo hacía ver -al parecer, sobre todo en ese momento- en paz.
¡Vaya sorpresas que da la vida!, ¿no?
- ¿Sabes? -comentó Sebastian ante el prolongado silencio y dejando su dibujo y levantándose de la silla para dirigirse hasta el umbral de la puerta donde la pelirroja se hallaba. - Planeé algo para ti, Emma, en muestra de disculpas sinceras. Acompáñame. -acto seguido de pronunciar estas palabras él salió del aula seguro de que la chica lo seguía. Y así era.
Se dirigieron a una cancha trasera vacía y al llegar Shoes, tomó la mano de Emma.
Y le entregó un gis.
-Dibuja lo que representa ahora para ti Edith y compañía.
La pelirroja lo miró interrogante pero Sebastian parecía hacer caso omiso a este hecho pues levantó las cejas esperando a que dibujara.
Emma miró el gis y cerró los ojos dando un suspiro. Creía que su imaginación no llegaría, no obstante, de pronto una idea surcó en su cabeza.
Comenzó a dibujar y al acabar le tendió de regreso la tiza.
En el suelo de la cancha había una luna llena partida a la mitad.
Un brillo muestra de curiosidad viajó a la mirada de Shoes, quien se mordió el labio inferior para no preguntar nada. No le gustaba mostrar su intriga.
Aun así, Emma pareció tratar de explicarlo preguntando:
- ¿Has escuchado cuando la gente dice bajarle la luna a alguien más?
-Sí -contestó Sebastian mirándola expectante - muy cliché.
-Pues -la chica ahogó una risa amarga y prosiguió- yo lo hice con ellas. No en la forma literal, obviamente, pero di todo. Les regalé una amistad, pero la desmoronaron. Convirtieron el satélite más bonito en memorias rotas que duelen recordar.
El castaño la miró con cierta sorpresa, notó que Emma perecía nostálgica y a su vez con determinación. Su semblante era serio, y sus labios formaban una línea recta.
Decidió continuar con sus planes para evitar distracciones.
Con el gis a lado de la luna escribió en letra cursiva.
R. I. P
Amistades evanescentes, dañinas y carentes de sinceridad.
¡Que no regresen de entre los muertos, para no atormentar la vida del presente y el futuro!
Emma mientras leía comenzó a sonreír.
Así que después de todo, su compañero tenía el privado evento de disculpas ideal, pensó.
Ella tomó la tiza de los dedos de Sebastian y también escribió:
2014-2017.
Y justo en el momento en que terminó una voz interrumpió.
- ¡Sebaaaasito!, ¿vamos a ir a tu casa? Ya va a llover y... -calló al notar que su amigo tenía compañía. Sonrió.
-Ya voy. -avisó el nombrado yendo hacia Nathan, el cual entusiasmado dijo:
-Emma, ¿no quieres unirtenos? Haremos hamburguesas caseras, compraremos refrescos, botanas y veremos películas.
-Creo que sería incómodo. -confesó la chica.
-No lo creo -apoyó diciendo Sebastian con cautela, como si no quisiera obviar que estaba de acuerdo con el rubio- él habla hasta por los codos. -señaló a Nathan- Crea un buen ambiente a donde quiera que vaya.
Emma pareció dudar y ante eso, Nath animó.
- ¡Vamos Emma, por favor! Le pediremos permiso a tus padres para que te dejen ir. -Agarró el brazo de ella y de paso el de su castaño amigo para llevarlos donde los demás estaban.
Aunque Sebas se soltó e informó:
-Los alcanzo en un momento, quiero aprovechar segundos de soledad un rato.
La chica frunció las cejas y antes de preguntar algo, Nathan, quien acostumbraba ya a darle su espacio al ojiverde, le haló para irse.
Ya falto de compañía Shoes miró el cielo nublado, el fresco acariciaba sus manos y rostro.
Pensó que ese día no lo olvidaría.
No podía admitir que había entablado amistad permanente con aquella chica de cabellos pelirrojos, porque sabía que ser amigos llevaba tiempo. Y ni siquiera sabía si se volverían a ver. Sin embargo, por lo menos, estaba seguro que brindaría afecto aquella tarde a lado de Nathan y ella.
Luego de segundos de pensamientos decidió irse pero antes, a lado de la luna de Emma dibujó una rosa y encima de ésta gotas de agua.
Además anotó algo nuevo:
¡Que nazcan nuevos momentos eternos!
Que la fuerza de voluntad aumente en las tormentas y los amigos no desaparezcan.
Y sobre todo, ¡que el amor propio muestre presencia!
Porque a fin de cuentas, nadie sabe qué nos trae el destino, pero sí que valorándonos a nosotros mismos podremos evitar los mismos errores.
FIN
*
Perdón por la tardanza. ):
¿Les ha gustado el epílogo? Quise hacerlo lo más perfecto posible.
¿Alguien creyó en un principio que era Shoes el que había abrazado a Emma? Quería jugar un poquitín con sus mentes, sjjsjs.
No quiero hacer la nota de autora muy larga, así que todo lo que tengo que decirles será en los agradecimientos. 💞
¡Los/as quiero!
-Mika.
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