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ଓ ଘ ଙ

𝗡𝗼𝘀𝘁𝗮𝗹𝗴𝗶𝗮!!

Aquella mañana Jimin se despertó más temprano de lo habitual, abrazado a aquel cojín que robó de la temporal habitación de Yoongi. Aunque este le había servido por algunas semanas, eventualmente perdió el olor, igual que su capa, por eso abrió los ojos con un bufido malhumorado.

Olisqueó un poco el cojín, pero no percibió más que su propio aroma, así que su lobo volvió a removerse inquieto, en busca del alfa.

—¿Cómo puedes echarle de menos? Era odioso.

Notó al lobo algo molesto con él, pero no le importó; no echaba de menos a Yoongi, era consciente que aquel efecto calmante era sólo porque su omega sentía protección por puros instintos. No, definitivamente no lo extrañaba y aún menos le agradaba.

Quedaban pocas semanas para la boda y Jimin agregó eso a los motivos de su mal humor. Yoongi era gruñón, territorial, anticuado y sobretodo un narcisista, no quería casarse con él, de sólo pensarlo se le ponían los pelos de punta. Pero sabía que no tenía opción.

Después de quedarse un largo rato pensando en su habitación mientras miraba al techo desde la cama, salió de allí para despejarse. Quizá iría a la cocina, se había saltado el desayuno por culpa del dolor de cabeza.

En cuanto giró la esquina, percibió un aroma demasiado dulce, a leche y algo parecido a fresas, así que supuso que Seokjin andaba cerca. Y en efecto, al pie de las escaleras él y Namjoon hablaban en murmullos, mirándose con un brillo particular en los ojos. Jimin no sabía qué hacían comportándose así en un lugar tan visible, pero en cuanto vio a su hermano acariciar la apenas redonda barriga de Jin, dio media vuelta. Habrían más caminos para llegar hasta la cocina.

Con un suspiro cansado caminó de vuelta por el pasillo, cruzando el camino más largo que había, pero prefería eso antes que afrontar una situación incómoda con la parejita del moento. Ellos estaban en las portadas de las revistas, en los titulares de las noticias: "El príncipe heredero de Busan espera con paciencia su legado", era el título que más gracia le había hecho.

Con las manos en los pantalones de su traje arrastró los pies a través de la puerta, saludando a los sirvientes que veía por esa zona del palacio. Siempre se le conocía entre ellos por el más amable de los hermanos, soprendentemente el más bebé según ellos era Taehyung, aunque Jimin estaba de acuerdo pese a ser el menor.

—¡Minnie!—. La jefa de la cocina se acercó prácticamente corriendo a él en cuanto le vio.

El omega sonrió a la kappa de un par de décadas mayor que él y se dejó achuchar como un peluche.

—Últimamente no vienes a pedirme brownies, estás desganado, ¿El amor te quita hambre?—. Le riñó ella, haciéndole reír con timidez.

Lo empujó a toques hacia una mesita de madera, dejándole al momento un plato vacío frente a él. Jimin lo agradeció con una pequeña inclinación y automáticamente se volvió apenas un cachorrito de cinco años.

—No es el amor precisamente, noona.

Con un suspiro se recostó en el asiento viendo cómo la kappa le preparaba un pedacito de tarta. ¿Es que podía leer la mente?

Hacía tiempo que no la visitaba y ya comenzaba a arrepentirse; la echaría de menos.

—¿Y qué es si no, cachorrillo?—. Preguntó con su maternal voz.

—Supongo que el estrés—. Se encogió de hombros, recibiendo con ambas manos la tarta y el vaso de zumo.

—Suele pasar, pero no puedes dejar de comer, cuando te vayas ya no me tendrás para cocinarte y entonces harás lo que sea para comer uno sólo de mis platos.

A Jimin aquello le hizo reír a carcajadas, con un trozo en la boca, por eso se cubrió con el reverso de su mano.

—¡Pero noona!

—¡Nada de noona! A comer y a callar.

Después de esa orden Jimin no pudo rechistar, sólo asintió con una sonrisa casi tan dulce como aquella tarta de limón y siguió comiendo y charlando con ella.

Faltaban apenas unos días para que Jimin se marchase de su hogar permanentemente y sentía que le faltaba el aire. Su humor estaba peor que nunca, tenía dolor de cabeza todos los días, a todas horas y había vuelto a dejar de comer eventualmente.

Había probado a distraerse tanto él como su lobo, pero no servía de nada leer, pintar o siquiera escribir. No sabía cómo quitarse ese malestar, porque los medicamentos no ayudaban y el doctor no sabía darle una solución.

Aquella noche fue una de tantas que no conseguía dormir, así que probó a hacer algo diferente. Desde que Yoongi abandonó el reino no se había atrevido a acudir allí por algún motivo, pero en ese momento sus pies le llevaron hasta allí sin pensarlo y lo único que sonaba en su mente era: ¿Seguirá oliendo a él?

Con un rostro pálido y delgado, Jimin abrió la puerta del salón, notando el crepitar de la chimenea y viendo el solitario piano descansar allí.

Pero había algo que no estaba en orden. ¿Por qué estaba encendida la chimenea?

Paseó la mirada por la sala, notando a su lobo completamente erizado y a su vez él mismo molesto, hasta dar con el intruso. Al ver que era su hermano, sin embargo, no se enojó tanto.

—¡Tae! ¿Qué haces aquí?

El tono enojado del omega irrumpiendo en la sala hizo dar un respingo al beta, que solamente ojeaba un libro de arte y diseño.

—¿Qué pasa?—. Preguntó él, sin entender su molestia—. Tú ya no usas esta sala...

—¡Ya sé, pero no puedes estar aquí!

Jimin sintió que podría ponerse a llorar de un momento a otro, quizá sólo estaba explotando después de aguantar tanto, y sabía que no debía hacerlo con su hermano, pero ya no podía controlarse; era más instintos que persona.

—¿Por qué no? Igualmente puedes usarla, no te voy a comer—. Replicó Taehyung, marcando una expresión molesta.

—Porque... Porque...—. “Porque ya no huele a él”—. ¡Porque no y ya está!

El omega apretó sus puños a ambos lados, intentando calmar su respiración y disipar las lágrimas de sus ojos. Mientras, el beta le miraba con ojos grandes de sorpresa y los labios en un puchero enfurruñado.

—¿Estás bien?—. Murmuró el mayor, notando algo extraño en su hermanito.

Pudiera no tener tantos instintos como los demás, pero Taehyung siempre fue atento a los detalles y era difícil ocultarle algo.

Jimin asintió y se frotó el rostro con las manos, desesperado. ¿Dónde más podría encontrar aquel aroma a menta y lluvia?

—Mimi—. Le llamó, sacándolo de sus pensamientos—. Necesitas ayuda o a este paso...

No terminó la frase. No tenía un lobo interior, ni podía notar los aromas ajenos, pero sabía lo que estos hacían en los demás. Y había visto a alguien ser rechazado antes.

—Estoy bien—. Mintió el omega—. Sólo es que se acerca la boda y estoy algo mal, ya sabes que no quiero irme.

La explicación dejó a Tae con el mismo ceño fruncido, no le creía.

—No sé Mimi...

—Sólo necesito cancelarlo todo, huir, desaparecer un tiempo—. Suspiró Jimin.

El beta hizo una mueca, no creía que fuese esa la solución. Dejó a un lado del sofá el libro que traía y se levantó hacia su hermano pequeño, abrazándolo contra sí. Pocas veces eran las que realmente se notaba quién era el mayor de ambos, pero cuando sucedía Taehyung jugaba su papel a la perfección.

Jimin agradeció en silencio el abrazo, rodeando su cintura y enterrando la cara en su cuello, como si así pudiese esconderse de todos sus problemas.

──Creo que lo que necesitas es verle—. Susurró Tae, masajeando su rubio cabello.

El omega emitió un sonido en desaprobación. El beta no tenía ningún aroma que lo calmase, pero su calidez era suficiente.

—Necesitas ir con Yoongi, por más que te cueste aceptarlo.

Jimin calló, no tenía nada para contraatacar. Principalmente porque, en el fondo, sabía que algo de razón tenía.

𓍢𓎗 continuará ...

💮 𝗡𝗼 𝗼𝗹𝘃𝗶𝗱𝗲𝘀 𝗱𝗲𝗷𝗮𝗿 𝘁𝘂 𝘃𝗼𝘁𝗼! 💮

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