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𝗧𝗵𝗲 𝗳𝗶𝗿𝘀𝘁 𝗳𝗮𝗿𝗲𝘄𝗲𝗹𝗹!!
Jimin se despertó temprano, con un rostro pálido y ojeroso que apenas pudo disimular.
Se levantó incluso antes que muchas personas, aún había algo de silencio en el palacio, pero cuando salió de su habitación pudo ver a algunos sirvientes caminar de arriba abajo, ocupados en atender al rey.
Jimin se encogió en el traje en cuanto sintió una presencia y aroma fuertes, uno que no reconoció hasta que escuchó aquellas voces acercarse.
Los consejeros del rey se situaron frente a él, apareciendo tras una esquina y se inclinaron prácticamente al unísono como si lo hubiesen ensayado.
—Nuestra estancia aquí ha sido un honor príncipe Park, gracias por recibirnos—. Habló Hoseok, quien parecía ser el menos tímido de ambos—. Le esperamos.
Jungkook solamente asintió tras sus palabras, como un eco sin voz.
—Ha sido un placer tenerles, pronto nos encontraremos de nuevo—. Jimin asintió con una sonrisa débil.
Los tres se despidieron finalmente con una inclinación respetuosa, y cada uno siguió su camino. Los alfas se dirigieron a la salida del palacio y Jimin siguió adelante, unas puertas más allá de su habitación.
El rastro a menta fuerte llenó su nariz y no le fue difícil encontrar lo que buscaba, también llevado por el ruido que salía del interior.
—Pueden llevar esto afuera entre dos personas, es pesado—. Escuchó a Yoongi decir.
Cuando Jimin se asomó por el marco de la puerta en silencio, no quiso interrumpir hasta que el rey dejó de dar órdenes a los sirvientes restantes. Entonces tocó con sus nudillos en la puerta ya abierta.
—¿Se puede?—. Preguntó, asomándose un poquito más. Allí percibió el toque de lluvia en el aroma del ambiente.
El monarca se giró hacia el omega, mirándole unos segundos de más, como si no hubiese esperado verlo en mucho tiempo.
—Claro—. Accedió, haciendo marchar al resto de sirvientes apenas con un gesto de su mano.
Jimin les dejó vía libre en la salida hasta que por fin se adentró en la habitación, el aroma a Yoongi siendo más fuerte que nunca, alertando a su lobo. Sin poder evitarlo, sus ojos vagaron entre los objetos que aún podía ver sin equipar. Esa habitación era un poco más grande que la suya.
—¿Dormiste bien?—. Preguntó el alfa, caminando tras él a una distancia prudente tras cerrar la puerta, dejándole curiosear.
—Oh—. Jimin hizo una mueca—. En realidad no mucho. Cuando volvimos a nuestras habitaciones me volví a inquietar y tardé horas en poder dormir—. Explicó con un suspiro largo, tomando en sus manos una pequeña figura de oro que vio en el escritorio.
—¿Volviste al salón?—. Inquirió Yoongi, que estudiaba el cansado rostro del omega del mismo modo que él curioseaba por allí.
Este negó, dejando la figura y ocupando su atención en un calendario de ese mes, ojeando las notas apuntadas allí.
—No, decidí ocupar mi mente en algo, después volví a sentirme cansado y me dormí—. Se encogió de hombros.
Después captó su atención un mapa de Daegu que aún no se había recogido. Estaba totalmente abierto y anotado, con flechas, dibujos y figuras incluso. Reconoció que la letra de Yoongi era hermosa, torcida y fina.
Se fijó en un punto del territorio, allí donde ponía "Castillo del rey", su futuro hogar.
Yoongi se acercó por detrás a él, sin ninguna prisa, pero no miraba el mapa sino al omega. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, apoyó su mano al otro lado del cuerpo de Jimin, en el escritorio. Con la diestra, tomó su mano, que seguía sobre el castillo y la dirigió casi con delicadeza hasta dejar su índice en un punto: Isla Jimin.
Este último tragó saliva con fuerza, notándose un cosquilleo en el estómago y una extraña sensación en la zona de piel que tocaba al alfa. Aquel regalo le había gustado desde el primer momento en que lo recibió, pero se tragaría la ilusión con tal de no dejar a un lado su orgullo.
Yoongi entonces descansó la diestra en el escritorio, al otro lado de Jimin, dejándole prácticamente acorralado contra el mueble, pero sin llegar a tocarlo.
—¿En qué te ocupaste?—. Preguntó entonces.
Jimin notó aquel susurro tras su oreja, el aliento a menta impactando contra su piel de modo que se estremeció.
Reteniendo el aire unos instantes, se giró en el pequeño espacio de margen que tenía entre el rey y la mesa para poder enfrentarle, observando la profundidad de aquellos ojos café.
—E-en algo—. Farfulló rápidamente, apoyando casi todo su peso en el escritorio.
Yoongi, lejos de querer retirarse acercó su nariz a la mejilla del omega, pero no lo tocó, sólo apreció su peculiar aroma. Jimin tuvo que cerrar sus ojos por la repentina invasión, sintiendo a su lobo con las orejas en alto, atento al alfa.
—Pensé... enseñártelo más tarde—. Añadió en un susurro entrecortado.
Yoongi gruñó bajito, atreviéndose a acariciar su pálida piel con la nariz, como si aquello pudiese devolverle el color a sus mejillas.
—Entonces luego lo veré—. Murmuró en respuesta.
Jimin asintió.
—Vale...
—Bien.
Ambos se quedaron en silencio, pero no uno incómodo, solamente Jimin esperó a que el alfa se apartase, pero este a su vez no consentía a dejar de sentir la dulce piel bajo su nariz.
Entonces el omega abrió sus ojos, mirando el rostro del alfa de cerca, a punto de decir algo, pero se mordió la lengua y calló. Por mucho que supiese que debía apartarlo, no podía, no cuando en los iris del rey pudo advertir un leve rastro escarlata.
—Quédate quieto—. Susurró Yoongi, notando la inquietud en el aroma contrario.
Jimin acató la orden, pero no le era fácil. Sintió la nariz aspirar su aroma y acariciar su tez sin prisa, en algún momento llegando a su mandíbula y siguiendo ese camino hasta dar con su oreja. Se estremeció.
El rey gruñó, un poco más fuerte esa vez, y obtuvo justo lo que quería. Jimin torció su mentón en la dirección contraria, dejándole explorar su cuello casi con timidez. Apenas tenía opción; su lobo no se sentía amenazado y desde luego él tampoco, así que el dominante aroma del alfa ganó la batalla.
El omega nunca antes había estado en una situación similar con un alfa pero, sorprendentemente, no le desagradó notar que se dirigía al nacimiento de su aroma a naranja y vainilla, no sintió la necesidad de apartarse. Quizá aún estaba demasiado cansado para querer alejarlo o pelear con él de nuevo. Sí, debía ser eso.
Yoongi, al ver la aparente sumisión del omega, no retuvo sus instintos. Acercó sus labios allí donde el aroma era más intenso, sintiendo el menudo cuerpo temblar un poco. Sujetó su espalda para evitar que cayese, por si acaso, y lo pegó a sí mismo. Las pequeñas manos contrarias se sujetaron a él, a sus hombros.
El alfa dejó allí un beso casi suave y Jimin apretó sus cerrados ojos, sabiendo que poco podía decir para recuperar su orgullo en ese momento. Después recibió varias caricias con la mejilla y el aroma a menta y lluvia fue como una droga que le nubló la mente, perdiendo parte de la fuerza en sus piernas. Al notar eso, Yoongi rápidamente lo levantó con algo de fuerza, la suficiente para hacer que se sentase en el escritorio, dejando sus piernas a cada lado de su cuerpo.
Jimin sentía que la habitación daba vueltas, por eso no se atrevía a abrir los ojos, pero el alfa no se detuvo, siguió dejando su olor en el omega con cuidado, sabiendo que aquella zona era delicada y muy sensible.
Con el hanbok dorado hecho arrugas bajo los puños de Jimin, Yoongi siguió frotando su cuello, pero llegado un momento sus encías picaron insistentes. Ahí fue cuando supo que debía detenerse, y así lo hizo tras comprobar que no había rastro del aroma original del omega, sólo había menta y lluvia.
Satisfecho, el alfa dejó un último beso sobre su piel, dejando los labios pausados por unos segundos de más, como si así agradeciese el haberle dejado marcarlo con su aroma.
—Jimin—. Susurró con la voz algo ronca, suspirando cerca de su oído.
El omega volvió a estremecerse con aquello, al fin abriendo sus ojos poco a poco y acostumbrándose a la luz de la habitación después de haberse visto debilitado.
—Yoongi—. Respondió en un hilo de voz, devolviéndole la mirada.
Los ojos del alfa eran aún más feroces y dominantes, pero Jimin no sintió la necesidad de esconderse o huir, solamente se sentía incluso más exhausto que la noche anterior, como si le hubiese caído un peso encima. Por lo menos había recuperado el color en su rostro.
—¿Cómo te encuentras?—. Susurró, con un gruñido rondando sus labios pero retenido.
Jimin tragó saliva y tuvo que aclarar su garganta para poder hablar.
—Estoy... Bien—. Murmuró, no muy seguro.
Yoongi alzó su diestra para retirar un mechón de cabello que a Jimin se le había soltado sobre la frente y aprovechó para dejar la mano en su mejilla, sujetándole el rostro como si de verdad creyese que no podría aguantar su propio peso.
—¿Seguro?—. Insistió, frunciendo el ceño—. El corazón te va a mil.
En ese instante Jimin sacudió la cabeza, despertando a una realidad que le sorprendió. En todo ese rato no se había percatado de sus propias manos en el alfa, o de sus latidos y respiración acelerados que seguramente el alfa habría notado por sus cuerpos unidos. Incluso había ignorado el estado de su lobo, que había agachado la cabeza.
—Estoy bien, sí—. Farfulló, apartando tanto las manos como la mirada de él—. Sólo no me lo esperaba...
Yoongi asintió y gruñó sutilmente, dejando una caricia en su mejilla con el pulgar para después alejarse al fin, dejándole libertad. Jimin le miró unos segundos, dudando, antes de bajar del escritorio.
—No tenía intención de hacerlo, pero es importante que sepas lo que se siente al ser... marcado de alguna forma—. Carraspeó, dirigiéndose al armario—. Cuando volvamos a vernos será probablemente en el altar, y después...
Del mueble sacó una especie de capa de seda dorada que no tardó en colocar sobre Jimin. Le llegaba hasta las rodillas.
—... Tendrás que vivir con mi olor encima tuyo siempre—. Terminó de explicar, dirigiéndole una mirada casi apenada. Cada vez sentía el día de su boda más cerca—. Quédate mi capa, servirá para que te acostumbres hasta entonces.
Jimin tocó la tela, era suave y brillante, ciegamente hermosa, y tenía pinta de valer más de un riñón. Bueno, él no era pobre, pero poseer la reliquia de un rey era distinto.
Con una pequeña sonrisa asintió, no le gustaba la idea de andar con el olor de Yoongi sobre él, pero no iba a negar que tenía razón.
—Está bien. Te la devolveré en Daegu—. Afirmó en un murmullo, abrazándose a sí mismo con algo de frío.
Pero Yoongi negó.
—No dije que debías devolverla.
Jimin formó una expresión sorprendida con sus labios y cejas, aún aferrándose a la capa con fuerza.
—Oh... Vale.
El alfa asintió, como si lo tuviese todo solucionado y procedió a guardar algunas cosas que aún tenía por allí sin importarle la presencia de Jimin, como el mapa, algunas decoraciones, papeles... Ni siquiera necesitó más sirvientes para ello, sólo quedaba un cofre más por transportar. El omega se percató de eso en ese instante.
—¿Qué...? Pensé que te ibas esta noche—. Comentó, mirándole recoger sus pertenencias aún cerca del escritorio, como un mero espectador.
Yoongi chasqueó la lengua, terminando de colocar una última cajita y cerró el cofre, ya listo para llevárselo.
—En realidad no. Me iré en unos minutos—. Murmuró, casi avergonzado.
Jimin asintió lentamente, pero no terminaba de comprenderlo. La mitad del palacio aún dormía. De hecho él estaría aún en un profundo sueño de no ser por la inquietud de su lobo, que no le dejaba descansar en paz.
—Oh.
No supo qué más decir.
—No se me dan bien las despedidas, quizá incluso peor que el baile—. Se excusó Yoongi, esbozando una sonrisa tensa—. Me disculpé con tu padre anoche, al menos él lo sabía.
Jimin asintió.
—No tienes por qué darme explicaciones—. Masculló, encaminándose a la puerta sin prisa alguna—. Pero no habría estado mal un "adiós Jimin".
Era consciente de que su voz había sonado más brusca de lo que quería, pero, ¿Cómo pensó en marcharse sin siquiera despedirse? No eran tan íntimos, podría soportar unos minutos de despedida y no moriría, además apenas serían unas semanas hasta que volviesen a verse.
Con un suspiro abrió la puerta, pero se quedó allí ante el silencio de Yoongi. ¿Tampoco diría nada? ¿Es que no le habían enseñado un poco de educación para ser rey?
Se giró para mirarlo con una mueca de molestia, pero la imagen del alfa allí, sólo en la habitación, mirándole con su habitual rostro indiferente le ablandó. Quizá estaba siendo demasiado duro con él, o quizá se había acostumbrado a su presencia allí y era la futura nostalgia lo que lo movió a sonreír con compasión. ¿Con quién se pelearía ahora que él marchaba?
—Te enseñaré en qué me ocupé anoche antes de que te vayas—. Murmuró desde la puerta.
Yoongi asintió, como si hubiese esperado eso y lo acompañó hasta la puerta. Allí alcanzó a unos sirvientes, a los cuales pidió que sacasen el cofre de su habitación y lo llevasen al transporte. Después ambos se dirigieron a la habitación de Jimin.
Allí el alfa se detuvo en la puerta, mirando el lugar. Quizá era porque vivía allí y tuvo más tiempo para decorarlo, pero el omega había dejado el cuarto digno de una revista de decoración. Los tonos pasteles predominaban, sobretodo el marrón y el verde, con algún toque blanco y gris. Y a pesar de que era sólo una habitación, había un rincón de pintura e incluso un piano.
—Huele a tí—. Comentó para sí mismo el alfa, esperando en el umbral.
Jimin pasó por alto el comentario, pero recordó que había aprendido algo más sobre su cultura: debía invitarlo a un lugar privado para que pudiese acceder, de lo contrario sería una invasión de territorio y, aunque fuese un alfa ante un omega, era una regla no escrita que no debía hacer aquello.
—Adelante, ven—. Le invitó con un ademán de su mano.
Yoongi entonces se adentró en la habitación, con las manos tras la espalda cual militar. Aquello le hacía gracia al omega, la forma en que parecía querer supervisarlo todo aunque no fuese su trabajo.
—Está aquí—. Indicó, llevándole hasta una esquina de la estancia, que aunque más pequeña que la de Yoongi, seguía siendo bastante grande—. En realidad es un regalo, me tomó casi toda la noche así que espero que te guste.
En uno de los lienzos apoyados contra la pared, tras un caballete, había un retrato al óleo del rey Min, completamente acabado, incluso con detalles que podrían pasarse por alto a simple vista. Lo había retratado con su mueca indiferente, mirando al espectador, pero con un brillo casi amable en sus ojos.
—Me se de memoria ese ceño fruncido tuyo—. Bromeó, aunque era la realidad.
Yoongi no pudo evitar formar una sonrisa mientras tomaba en sus manos el cuadro, inspeccionándolo de cerca como si fuese un crítico de pintura.
—No puedo creer que lo hayas hecho—. Susurró.
Jimin, satisfecho y sonriente con la reacción del alfa, notó a su lobo feliz por haber hecho algo bien. Siempre le gustaba que reconociesen sus obras.
—No hay de qué—. Rió con suavidad.
Yoongi alzó una ceja en su dirección, pero no fue capaz de borrar la sonrisa. Suspiró.
—Gracias. Lo llevaré conmigo—. Asintió, sujetándolo bien—. He de irme—. Concluyó.
Jimin emitió un sonido de afirmación y le siguió cuando el alfa se encaminó a la puerta sin añadir nada más. Allí se detuvo unos segundos, percatándose de una caja tirada en el suelo, una que el omega no había recogido desde que la lanzó con furia. Un documento sobresalía de ella y ambos pudieron ver que se trataba del primer regalo que Yoongi le hizo. Pero ninguno lo comentó.
—Adiós Jimin—. Se despidió el rey, con una leve inclinación, sujetando el lienzo en su diestra.
El omega asintió en respuesta, agradeciendo la despedida.
—Adiós, Yoongi.
No sabía cuando había decidido empezar a llamarlo por su nombre de pila, pero como él no se quejó tampoco quiso retirarlo.
Yoongi le miró unos segundos y abrió la boca, pero la volvió a cerrar sin decir nada. En su lugar se acercó a Jimin y tomó su mentón con la zurda, dejando que sus labios pusieran un sello de despedida en su frente.
El omega no dijo nada, pero se notó el corazón en la cabeza. Sólo se quedó de pie contra el marco de la puerta de su habitación, viendo al alfa marchar con un cosquilleo ahí donde sus labios se habían posado.
𓍢𓎗 continuará ...
💮 𝗡𝗼 𝗼𝗹𝘃𝗶𝗱𝗲𝘀 𝗱𝗲𝗷𝗮𝗿 𝘁𝘂 𝘃𝗼𝘁𝗼! 💮
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