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𝗪𝗲𝗹𝗰𝗼𝗺𝗲!!
Cuando Jimin cruzó el territorio, los guardas de la zona revisaron de quién se trataba, pero tras verlo sólo les dejaron cruzar la frontera.
Aquel reino era, ciertamente, muy distinto. Nada más atravesar el primer campo y llegar a la civilización, Jimin pudo ver por las ventanas cómo las personas vestían de un modo más clásico, todos se ocupaban en sus tareas y había un ambiente grisáceo en el aire. Quizá era por su mal humor, pero lo veía como una cárcel enorme.
El castillo estaba en el centro del territorio, subiendo una pequeña colina, pero kilómetros atrás ya estaba custodiado. Casi a cada giro encontraban guardias, eso le tranquilizó en cierto modo, pero también le causaba escalofríos.
Todo parecía tan serio, formal, triste...
Hogar dulce hogar.
Las puertas del castillo estaban abiertas para él, seguramente habían dado el aviso de que llegaba.
Apenas situaron el trasporte frente a la entrada de grandes portones de hierro, Jimin suspiró.
Los guardas les acompañaron a él y a los pocos sirvientes personales que llevaba consigo a través de la entrada. El interior era... Oscuro. El suelo de mármol negro y blanco, como un tablón de ajedrez y las paredes de ladrillo gris lo hacían parecer unas mazmorras.
En la entrada algunos sirvientes, consejeros y demás le dieron la bienvenida, pero no vio los felinos ojos de Yoongi en ningún rostro.
—Bienvenido sea, majestad—. Una voz familiar a su izquierda le hizo girarse, encontrándose con un rostro familiar.
—¿Es a mí?—. Preguntó Jimin, algo sorprendido.
Hoseok asintió con apenas una sonrisa amable, tras él Jungkook se mantenía serio, ajeno a la conversación como si estuviese resolviendo un puzzle mental.
—Perdón, no me acostumbro al título—. Se disculpó Jimin, devolviéndole la reverencia.
—No se preocupe, tendrá tiempo para acostumbrarse a muchas cosas—. Dijo, girándose hacia el otro alfa.
Jungkook también se inclinó ante Jimin y escuchó lo que Hoseok le susurró al oído, despertando de su trance.
—Oh, claro—. Le sonrió, entonces se giró hacia Jimin—. Majestad, le acompañaré a su habitación—. Aclaró entonces.
Jimin se percató de que parecía más tímido y un poco más dulce que Hoseok. De alguna forma supo que, a pesar de ser alfa, jamás podría intimidarlo.
Dejando que los presentes se dispersasen para organizar su llegada, entre maletas y demás equipaje, Jimin asintió.
—Si me disculpa, el rey necesita al menos a uno de los dos, le dejo en buenas manos—. Se despidió Hoseok—. Tras la reunión podrán verse.
El omega asintió lentamente, tampoco es que estuviese ansioso por verlo de nuevo, pero su lobo enseguida alzó las orejas.
—Por supuesto, gracias—. Le sonrió por pura educación.
Después ambos tomaron caminos distintos, con la diferencia de que Jimin no sabía a dónde iba, solamente siguió a Jungkook a través del ancho pasillo.
—Por aquí, ocupará la alcoba del Príncipe hasta que se dé la boda—. Explicó el alfa, mirándole de reojo, como si temiese perderlo por el camino.
—Entiendo, también hay toque de queda, ¿Cierto?—. Murmuró Jimin, esforzándose por seguirlo con su diferencia de altura.
—Así es, a medianoche, pero cuando adopte oficialmente el título de rey esa ley no aplicará en usted.
El omega asintió entonces, quedándose con toda la información.
Con pasos más rápidos y aferrándose a la cajita donde sólo quedaban los restos del brownie que se comió por el camino, giró a la izquierda y se detuvo tras el alfa.
—No se me permite entrar a este ala del castillo, así que tendrá que continuar solo—. Explicó Junkook, parado a la entrada de un corto pasillo con dos puertas—. A su izquierda tiene el baño, la derecha es su habitación, no tiene mucha pérdida.
Por primera vez le vio sonreír y Jimin automáticamente pensó que parecía un conejillo, era el alfa más adorable que había visto nunca. En realidad le sorprendía, allí todas las personas parecían ser fuertes y rudas, incluso los omegas.
—Gracias, seguro que no me perderé—. Bromeó con una sonrisa.
El alfa asintió sin borrar la expresión y le dedicó una última reverencia.
—Si necesita algo, en su habitación hay una campana para el servicio.
Jimin asintió, después le dejó marchar.
Cuando estuvo completamente solo ante las dos puertas, suspiró. Ese espacio era incluso más oscuro y un escalofrío recorrió su espalda.
Haciendo caso de las instrucciones, abrió la puerta derecha, y lo que encontró le sorprendió hasta el punto de abrir sus labios.
El interior no tenía nada que ver con el resto del castillo.
Las paredes eran blancas, los muebles marrón claro y algunas decoraciones en tonos crudos y pasteles. Era casi igual que su habitación en Busan, sólo que con objetos y de tamaño distinto, pero bastante lograda. No podía creer lo que veía.
Dejó ir el aire retenido, al fin adentrándose en la habitación, aspirando el aroma a limpio. No era su hogar, pero... De algún modo se sentía cómodo.
Segundos después escuchó pasos de sirvientes que rápidamente y en silencio dejaron el equipaje allí. Uno de ellos, el que parecía dirigir a los demás, se le acercó.
—Bienvenido Majestad, es un honor recibirle—. Se inclinó en una reverencia, ondeando su rubio cabello—. Mi nombre es Felix, soy el mayordomo del Rey y ahora también el suyo, pero si lo prefiere puedo asignarle a otra persona.
Jimin prestó atención al beta, y precisamente por su entrada e inexistente aroma, negó.
—Está bien así, Felix.
El joven le sonrió con amabilidad y asintió.
—Excelente, en cuanto se instale puedo hacerle un recorrido del Castillo para que se familiarice cuanto antes. Aunque si lo cree necesario puedo conseguir un plano para usted—. Explicó con calma, revisando con la mirada que los demás sirvientes estuviesen haciendo bien su trabajo.
—¡Oh! No es necesario, ya me acordaré—. Jimin le sonrió con algo de timidez—. Por cierto, ¿Quién puede entrar en ese ala?
La pregunta acudió sola, recordando las palabras de Jungkook. Allí habían muchas personas de clase inferior a él.
—Solamente los sirvientes que usted elija, hoy es una excepción por supuesto, y yo de ser necesario—. Dijo, poniendo sus manos tras la espalda—. Si se preocupa por la privacidad o la invasión de territorio no se preocupe, está todo controlado, además siempre usamos supresores para no incomodar a los demás.
Jimin asintió de forma lenta. Quizá ninguno era beta, o sólo unos pocos, sino que usaban supresores. Eso tenía sentido. Pero en realidad la respuesta que buscaba no era esa.
—¿Y el Rey puede... Venir?—. Preguntó.
Felix contuvo una risa irónica y la disimuló tras un carraspeo.
—Con todo el respeto del mundo, majestad, el Rey Min puede ir, hacer y decir lo que desee, ninguna norma se le aplica a él—. Aclaró.
Jimin temió esa respuesta, pero tampoco se sorprendió. Al fin y al cabo era la máxima autoridad allí.
—Entiendo...
—Hágame saber cuándo está listo para la visita.
El omega asintió. Pocos momentos después todos los sirvientes salieron, habiendo dejado todo el equipaje en los correspondientes cajones, armarios y demás, llevándose las maletas a algún lugar.
—En realidad, no tengo nada mejor que hacer ahora mismo.
Felix se detuvo antes de salir tras el resto, girándose para darle una afirmación.
Jimin dejó la cajita que llevaba en el primer estante vacío que encontró y siguió al mayordomo fuera de allí.
—Sígame por aquí—. Indicó, de nuevo con las manos enlazadas tras su espalda.
El omega acató en silencio, pero en seguida se arrepintió de no haber esperado un poco. Quizá habría podido ponerse un hanbok, comparado con los demás él parecía un bicho raro vestido de traje.
—Si le parece bien, comenzaremos por el exterior—. Murmuró Felix mientras miraba hacia las ventanas tintadas de algunos colores.
Jimin adoraba los jardines, así que era una buena idea. Además se había pasado encerrado en el transporte demasiado tiempo, quería respirar aire fresco.
Después de emitir un sonido de afirmación, el mayordomo le guió hacia la salida.
—Es la zona más próxima a su habitación, seguramente pase más tiempo por aquí—. Comentó.
Jimin estuvo de acuerdo, pero no dijo nada. Estás demasiado cansado, solamente quería terminar el recorrido rápido y descansar en alguna parte del exterior.
—Felix, seguiré yo a partir de aquí—. Anunció una voz grave tras ellos, provocando que Jimin se estremeciera en cuanto se giró hacia el intruso—. Gracias por tus servicios, puedes retirarte hasta la cena.
El mayordomo no dijo nada, solamente realizó una reverencia pronunciada y se retiró, dejándolos a solas.
Jimin había reconocido su voz y aroma antes que su rostro. Su lobo se había alterado nada más oler la menta.
—Hola de nuevo—. Murmuró, acercándose al alfa con pasos lentos a voluntad de su lobo.
—Jimin—. Yoongi sonó algo ronco—. Bienvenido.
Por alguna razón que no comprendió, aquello le provocó un cosquilleo interior. Quizá ahora que su dolor de cabeza se había marchado le dolería el estómago.
—Gracias—. Susurró, suficientemente cerca como para que lo escuchase.
Yoongi extendió sus manos con las palmas hacia arriba y Jimin no tuvo que pensar demasiado para saber que debía colocar allí las suyas, así que lo hizo. Automáticamente su piel cosquilleó.
—Siento no haberte recibido, tenía una reunión importante—. Se excusó, tomando las manos de Jimin con cuidado.
El omega negó. Era demasiado pronto para discutir.
—No importa, lo entiendo—. Suspiró.
Yoongi alzó ambas cejas, estirando la cicatriz de su ojo izquierdo.
—¿Qué pasa?—. Preguntó Jimin, casi sonriendo—. Bueno, acabo de llegar, tampoco pretendía reprenderte.
—¿No?—. El rey oculto una risa, pero sus comisuras se curvaron.
—Bueno, no por el momento al menos—. El omega se tuvo que dejar llevar y sonreír al ver el gesto ajeno—. Quizá tenga algo que ver la decoración de mis aposentos—. Canturreó, casual.
Yoongi entonces hinchó su pecho de orgullo y gruñó contento.
—Sabía que te gustaría—. Sonrió.
—Hmm... No es para tanto.
Jimin, que si no le veía fruncir el ceño al menos una vez no estaría en paz, rió cuando le vio hacerlo.
—Es temporal—. Replicó el monarca, gruñendo.
—Ajá, pues espero que nuestra habitación sea incluso mejor—. Contraatacó Jimin, alzando una ceja.
Que Yoongi se lo tomase tan en serio solamente le divertía más.
—No pintaré nuestra habitación de blanco—. Bufó.
—Tenemos tiempo para discutirlo, créeme—. Jimin se mordió el labio inferior para no reír, pero Yoongi observó aquello y le obligó a apartar la mirada—. Como sea, quiero ver el jardín—. Dijo, cambiando de tema.
Estiró de sus manos en dirección al exterior, sabiendo que su lobo se había vuelto eufórico con aquel encuentro. Quizá sí tenía que reconocer que a su lobo le agradaba, un poco. Pero no a él, ni en sueños.
Yoongi en cambio se mantuvo quieto, impasible. En un pequeño tirón de manos volvió a dejar al omega frente a sí, tan cerca que su aliento le chocó en la piel.
Jimin alzó la mirada hacia sus felinos ojos, viendo aquel mismo destello que la última vez que se vieron. Entonces el alfa soltó sus manos para tomar su cintura a cambio, gruñendo apenas.
Tal y como sospechaba, el omega ladeó un poco el rostro, dejando que Yoongi acercase su nariz al nacimiento de su aroma. Notó a su lobo mover la cola de alegría, pero mientras le dejase dormir en paz esa noche, no le importó. Incluso se aferró a él para no desestabilizarse y acercarse algo más a él, aspirando la menta y lluvia que tanto había necesitado semanas atrás.
—Jimin... Extrañaba tu aroma—. Confesó el alfa, con la voz algo ronca.
El omega no pudo evitar ronronear, pero lo achacó a la alegría de su lobo cuando Yoongi comenzó a frotar su mejilla contra su cuello.
—Yo... Me... Me gusta el tuyo—. Confesó en un susurro, cerrando sus ojos ante la invasión.
Yoongi lo aferró contra sí mientras dejaba en él el olor de un alfa para ahuyentar a los demás, por si el anillo de su mano no era prueba suficiente.
Jimin sabía que había hablado de más, y que realmente eran sus instintos los que hablaban y actuaban en ese momento, pero se sintió tan relajado después de días encontrándose mal que no pudo evitarlo.
Cuando Yoongi terminó, se alejó lo suficiente para mirarlo.
Jimin tenía el corazón en la boca, pero aquella vez podía mantenerse en pie con normalidad. Se había acostumbrado a llevar su aroma encima.
—¿Salimos al jardín?—. Susurró el alfa, posando sus labios en la frente del omega unos segundos.
Jimin abrió al fin los ojos, descansando las manos en las del rey como unos minutos atrás.
—Sí, vamos.
𓍢𓎗 continuará ...
💮 𝗡𝗼 𝗼𝗹𝘃𝗶𝗱𝗲𝘀 𝗱𝗲𝗷𝗮𝗿 𝘁𝘂 𝘃𝗼𝘁𝗼! 💮
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