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Capítulo final. 🖤

Alease

Observaba la placa frente a mí, las letras eran doradas, desde su nombre y su apellido hasta la fecha en la que nació y cuando falleció.

El aire movía mis cabellos, que de vez en cuando se pegaban a mis labios, los quitaba con dos de mis dedos, agitando la cabeza para que las hebras negras regresaran a su lugar.

Una profunda exhalación abandonó mi boca al mismo tiempo que cogía bien el bolso que tenía frente a mí. Era un día fresco, el aire movía las ramas de los árboles y provocaba que el aroma de las dulces flores se esparciera por todo el lugar.

Habían pasado dos años, desde ese fatídico día y no había momento alguno en el que no pensara en ello. Al día de hoy todavía podía sentir el dolor que me carcomía por dentro, era algo que jamás había sentido y que no quería sentir de nuevo. Ya no iba a poder con una pérdida más. Estaba tan lastimada que una herida más a mi corazón lo rompería por completo.

Algunas personas llegaban con ramos de flores y otras más abandonaron el lugar, algunos llorando y otros más cabizbajos. Ir a un cementerio siempre te pone mal, ya sea porque aún no superas la muerte o porque simplemente no puedes lidiar con nada de eso.

Acomodé el vestido negro que se ceñía a las curvas de mi cuerpo, ya que el viento empezaba a soplar un poco más fuerte. Quería irme ya, no me gustaba estar aquí. Quería estar en mi casa con mis hijos. Miré la placa por última vez y no pude evitar sentir un revuelo en el estómago. El lugar era bonito, de lejos no parecía ser un cementerio, pero eso es lo que pasa cuando tienes el dinero suficiente para pagar un espacio en un lugar como estos.

—¿Todo bien? —Escuché su voz muy cerca de mí. Al voltear lo vi a mi lado, guardando el celular en el bolsillo interno de su abrigo y metiendo una mano en el bolsillo izquierdo.

—Sí —le regalé una sonrisa como él lo hizo instantes atrás —. ¿Nos podemos ir?

Asintió con la cabeza a la vez que se colocaba a mi lado, subió el brazo y rodeó mis hombros con este. Él al igual que yo, miró por última vez la placa frente a nosotros.

Dave Hawke.

Amado padre.

Se leía en la placa.

—Vamos —musitó a la vez que dábamos la vuelta para salir de ahí.

—Gracias por venir conmigo, hacía mucho que no tenía la fuerza para estar aquí —levanté la mirada hacia su rostro.

—Siempre que me necesites voy a estar contigo —apoyé mi cabeza en su pecho a la vez que cogía su mano, entrelazando mis dedos con los suyos.

—Gracias, lyubov.

Sonreí. Amaba cuando me decía así. Yo era su lyubov y él era mi ruso idiota, cruel y sangriento.

Salimos del cementerio y subimos al auto. Devan condujo por algunos minutos para llegar a la casa. Esta había sido reconstruida desde sus cimientos, ya que de ella no había quedado nada, solo escombros, madera hecha cenizas y algunos muros que quedaron manchados de negro.

Nada fue fácil desde ese día, para mí mucho menos para los demás. Devan había matado a sangre fría a Jacob y nunca me dijo cómo es que se había deshecho de él. No quedó nada que buscar ni siquiera un cuerpo al que llorarle, tampoco pregunté mucho. No quería los detalles sangrientos de eso, con solo ver su cuerpo y sus manos cubiertas de sangre me pude dar cuenta que aquello fue algo horrible, tanto para él como para los que tuvieron la mala suerte de cruzarse en su camino.

En el hospital me limité a cuidar de él, darle el apoyo que tanto necesitaba y decirle que íbamos a tener un bebé.

—¿Un bebé? —me miró a mí que me encontraba a su lado, sosteniendo su mano, miró a Archie que sonreía como un demente para no gritar de la emoción y después a su nana que lloraba a mares por la noticia —. ¿Cómo pasó eso?

La expresión de Archie cambió a una de decepción. Puso los ojos en blanco y soltó un resoplido.

—¿De verdad quieres que te diga cómo pasó eso? Mira, cuando mami y papi están juntos y unen sus cositas sin usar protección a veces una pequeña semilla empieza a germinar dentro de mamá y...—Devan lo interrumpió.

—No me refiero a eso, Archibald.

—Que no... No tiene caso —bufó y se cruzó de brazos.

—¿Cuántos meses tienes? ¿Ya podemos saber cuál es el sexo del bebé? ¿Quieres que empecemos a comprarle ropa y zapatos? —me miraba entusiasmado.

—¿Zapatos? —Archie alzó una ceja.

—Tengo como un mes y no podemos verlo todavía, es muy pequeño y no creo que un bebé recién nacido use zapatos.

—¡Obvio que no! —se exaltó Archie.

—Un bebé —repitió Devan. Creo que tardó más en comprender lo que le estaba diciendo —. Vamos a ser papás, lyubov —me miró con el rostro lleno de esperanza, sus ojos eran la viva imagen del amor y tenía una enorme sonrisa en los labios —. Me vas a dar un hijo. Un pequeño que será el producto de nuestro amor —alzó mi mano a la altura de sus labios y dejó besos repartidos en mi dorso.

Cerró los ojos y puso mis manos en su mejilla, murmurando que íbamos a ser papás y que no podía estar más feliz en aquel momento.

—¿En qué tanto piensas? —me miró de reojo. Pude sentir su mirada a través de mí.

—En todo lo que nos ha pasado estos dos últimos años —suspire.

—Ha sido... Interesante.

—No creo que la palabra interesante defina todo lo que hemos tenido que vivir —lo miré.

—Bueno, ha sido una total locura.

—Esa sí es la palabra correcta —sonrío y negó con la cabeza.

—Tenemos dos hermosos hijos, una casa de ensueño, amigos que nos aprecian, tú sigues estudiando y todo en dos años.

—No olvides que casi se nos cae la casa encima.

—Eso fue tu culpa.

—¿Disculpa? —lo miré incrédula.

—Querías regresar ya y la casa todavía no estaba terminada.

—Quería regresar ahí.

—Pero debiste suponer que el techo era frágil y aquella lluvia no ayudó en nada.

—Yo culpo a la naturaleza en todo caso —me crucé de brazos.

—Sí, sí, a alguien hay que echarle la culpa.

Cogió mi mano sin pedirme permiso y dejó un beso el dorso.

No pude evitar dejar de fruncir el ceño y mirarlo. Era hermoso, pero no de manera cursi, era hermoso a su manera, con esa barba de días, con esas cejas oscuras y esos ojos tan pálidos. Tenía una mandíbula cuadrada y ese rostro que presagiaba mucha maldad. Devan nunca fue bueno y tampoco fingía ser lo contrario y fue aquella maldad la que me enamoró de él. No fingía ser algo que no era y tampoco quería que fuera diferente, él nunca fue el bueno de la historia, pero esta historia no se hubiera dado así si él hubiese sido diferente.

Al llegar al final de la calle dio vuelta a la derecha y ahí estaba nuestra casa, tuvimos que avanzar un poco más con el auto, pasando por lo que eran grandes extensiones de terrenos con bonitas casas, al llegar la reja se abrió y se cerró en cuanto entramos. A lo lejos la vi, tan bonita y lujosa, seguía siendo igual de grande con grandes extensiones de terrenos a su alrededor que eran más grandes, también. Devan se había encargado de comprar los terrenos alrededor para tener más privacidad. Pasamos el gran patio y estacionó el auto bajo el estacionamiento, ahí estaban los otros autos y algunas camionetas. Subimos por la parte de atrás y cuando entramos lo primero que escuchamos fue un grito, seguido de un:

—¡No, eso no! —esa había sido Sofí.

Dejé el bolso encima de la mesita al lado de las escaleras y Daveth salió corriendo de la cocina.

—¿A dónde vas campeón? —Devan lo atrapó y lo levantó del suelo, impidiendo que siguiera corriendo y fuera quien sabe dónde.

—Este niño es muy travieso —Sofí le quitó una cuchara de la mano—. Dijo que le iba a dar de comer a los perros.

Daveth negó con la cabeza.

—Ven, vamos a limpiarte —le dijo Devan, llevándolo escaleras arriba diciéndole no sé qué cosas de que no puede darle de comer a los perros cualquier comida.

—¿Cómo les fue? —nos saludamos con un beso en la mejilla.

—Bien —caminamos hacia la cocina —. Devan es fuerte, lo sabes.

—Mi niño ha tenido que pasar por mucho —nos sentamos en uno de los taburetes de la isla.

Y era cierto lo que ella había dicho.

—Creo que las heridas siguen abiertas —puso una mano encima de las mías.

Se puso de pie y nos preparó un té.

—Pero con tu amor y paciencia esas heridas van a sanar —le sonreí —. Tienes que descansar.

Bebí de mi té que sabía muy rico.

—Estoy bien —negó con la cabeza.

—Aún es muy pronto para que andes en la calle, menos con este clima.

—Anya ya va a cumplir tres meses, Sofí.

—De todos modos. Anda sube a descansar.

—Yo no sé qué sería de nosotros sin ti —me puse de pie.

—De hambre no se iban a morir. ¿Quieres que te suba algo de comer? —preguntó antes de que saliera de la cocina.

—Más tarde, gracias.

Salí de la cocina y subí las escaleras, pasé por la habitación de Daveth, que era de las primeras y no estaban ahí, fui a nuestra habitación y me quedé bajo el umbral al verlo ahí con nuestra hija en brazos, diciéndole solo cosas lindas.

Apoyé mi hombro en el marco de la puerta y me quedé mirando la escena.

Devan

Subí con Daveth en brazos. Traía en la ropa quién sabe qué clase de comida y las mejillas sucias. Le quité la camisa sin darme cuenta que me había manchado en el proceso. Después de limpiarle las mejillas fuimos a la habitación al escuchar llorar a Anya, antes de sacarla de la cuna me quité la camisa para no ensuciar sus ropas.

—Hola mi amor —la cogí con cuidado, metiendo mi brazo por debajo de su cabeza y abarcando con este su pequeño cuerpo. Era tan diminuta y linda —. Papá ya está aquí, no llores.

Un siseo salió de mi boca intentando que no llorara más. Me rompía el corazón verla llorar, Anya era mi debilidad al igual que Daveth y Alease. Los tres son todo para mí y por ellos daría lo que fuera.

—Eres tan linda —sonrío —. Tan bonita y pequeña —se llevó la mano a la boca, llenando sus dedos de baba —. Eres tan hermosa, cómo tu mamá.

Sostenía su pequeño cuerpo con mi brazo, pasaba mis dedos por su rostro, su pequeña nariz y su cabeza con algunos cabellos delgados y negros. Era tan pequeña, inocente, un ángel que llenaba mi vida de luz con sus hermosos luceros azules.

Aún no podía creer que tenía la dicha de verla, de poder cargarla, de verlos crecer. La vida había sido cruel conmigo, me había quitado tanto, pero me estaba dando de más. Por eso me aferré a la vida, por mi lyubov, por mi hijo, porque no quería que creciera sin un padre y yo quería ser un buen ejemplo para él, para ellos.

Giré sobre mis talones y me encontré con que Alease me estaba observando.

—Eres un papá tan sexy —entró a la habitación.

Daveth estaba en la cama, mirando la televisión.

—Y tú eres una sexy mamá —entró al baño.

—¿Era Declan quien te llamó en el cementerio?

—Sí —me senté en la orilla de la cama.

—¿Cómo están?

—Bien, dice que le está yendo muy bien y que ahora están en Francia. Se van a quedar ahí por un buen tiempo. Está sopesando la decisión de quedarse allá a estudiar.

—Solo espero que termine sus estudios.

—Al igual que tú.

Tuve la necesidad de darle un beso en la mejilla a Anya.

—No ha sido fácil —salió del baño ya con otra ropa y con el vestido en las manos, abrió el closet que estaba de ese lado de la pared, colgó la prenda en el perchero y lo guardó de nuevo en su lugar. Cerró la puerta y se volvió a mí.

—Ya te dije que todo va a estar bien —le hice una seña para que sentara a mi lado. Se acercó y cuando estuvo a mi lado no dudé en coger su mano —. Ya has suspendido dos veces y si sigues así nunca te vas a graduar.

—¿Por qué te importa tanto que termine mis estudios?

—Porque quiero que sepas hacer algo más que solo ser madre, esposa y ama de casa. Quiero que hagas lo que más te gusta y si tomar fotografías es tu pasión, adelante. Ahí tienes tu estudio junto con tu cuarto oscuro, no hay más pretextos.

—Pero...—la interrumpí.

—Nada de peros. Yo puedo cuidar bien de los niños, además Sofí los ama y para ella no sería ningún problema ayudarme —apretó los labios —. Lo ves, no hay ningún pretexto para que sigas estudiando, ¿o ya no quieres hacerlo? —levanté una ceja.

—Sí quiero.

—¿Entonces?

—Es que veo a Anya tan pequeña y no sé —se encogió de hombros.

—Yo voy a cuidar de ella, no te preocupes.

—¿Seguro?

—Lo juro.

—Tú nunca rompes tus promesas —me sonrío, me dio un beso y apoyó la cabeza en mi hombro.

—Nunca, lyubov, siempre estaré para ti.

—Entonces esta semana voy a retomar mis estudios.

—Me alegra saber eso.

****

Eran más de las diez de la noche cuando dejé a Anya en la habitación de Sofí. De unos días para acá a las dos les gustaba dormir juntas y yo no podía decirle que no a mi nana, ella era feliz cuidando de los niños y si ella era feliz así no podía ir en su contra. Pasé por la habitación de Daveth quien dormía plácidamente, a su lado había una lámpara que proyectaba estrellas en su habitación, la ajusté un poco para bajar la intensidad de la luz y le di un beso en la cabeza antes de salir. Cerré la puerta con cuidado de no despertarlo y fui a nuestra habitación.

Alease se la había pasado estudiando, dijo que quería llegar fresca a clases y tener un poco más de conocimiento. Tuvo que suspender sus estudios cuando supimos que estaba embarazada, de nuevo. En nuestros planes no estaba tener otro hijo, pero se dio y ya no había más que hacer, solo aceptarlo y seguir adelante. Entonces hacía casi un año que no iba a la universidad.

Entré a la habitación y lo único que iluminaba la habitación era la lámpara encima del escritorio, al lado de la cama. Alease estaba tan concentrada en el libro que no se dio cuenta cuando abrí la puerta y cerré.

—Yo creo que ya es hora de dormir.

—Solo este párrafo y ya —fui hacia la cama donde me deshice de la camiseta y me metí bajo los cobertores.

Encendí la televisión y me puse a ver las noticias, que fue lo primero que salió. Al poco rato se metió bajo los cobertores, pero antes de que se acostara cogí su mano e hice que se sentara sobre a mí a horcajadas.

—Tú me debes algo —musité apretando mis labios a los suyos. Deslicé mi lengua de un extremo de sus labios al otro y los dejé libres para que pudiera hablar.

—A ti no se te olvida nada —negué con la cabeza.

—Mucho menos si se trata de estar dentro de ti —rodeó mi cuello con sus brazos.

—Eres un descarado y tienes la boca muy sucia.

—Admite que te gusta mi boca sucia y lo que te hace allá abajo —la miré con lascivia.

—No afirmo nada.

—Pero tampoco lo puedes negar —sonrío.

—Mucho menos.

Ahora fue ella la que apretó sus labios contra los míos, metiendo su lengua descarada en mi boca, enredándola con la mía. Sus dedos en mi nuca enredando mis cabellos y me atraía más a ella.

Sus manos descendieron por mis hombros y brazos hasta que llegó a mi abdomen y con los dedos volvió a subir. Aproveché este pequeño descuido para coger la orilla de su blusa y tirar de ella, dejando ver sus pechos, que ahora eran un poco más grandes, ya que le seguía dando pecho a Anya. Dejé la blusa en el suelo y mis labios se amoldaron a sus pezones erectos y pequeños, sus manos se metían en mis cabellos a la vez que me encontraba perdido entre sus senos. Eran duros y grandes, Me volvía loco. Toda ella me volvía loco y no podía estar más enamorado de ella, de mi esposa.

—Quítate la ropa —le ordené.

Tenía esa jodida manía de ordenarle cuando me encontraba excitado, no lo podía evitar, lo único que quería era perderme en su interior y sentir la calidez de su sexo.

En un parpadeo estaba debajo de mí, desnuda, dejando ver sus senos y todo su hermoso cuerpo para mí. Deslicé una mano por sus muslos y sus piernas hasta llegar a su pantorrilla, la cual cogí y subí a mi cintura, haciendo que la rodeara con sus largas piernas.

Cogí mi miembro y lo acerqué a la entrada de su sexo. Estaba duro, necesitaba estar dentro de ella ya, pero haría que se mojara tanto que ella misma se haría cargo de tenerme en su interior.

Pasé mi miembro por su clítoris mojando un poco a su paso, deslicé mi lengua por sus senos, lamiendo sus pezones y tirando un poco con mis dientes.

—Devan —gimió —. No me hagas esto.

La tortura era placentera, verla abrir la boca, respirando con agitación, sus pechos subiendo y bajando, su pelvis apretando mis caderas, su sexo contrayéndose.

—Por favor —suplicó —. Hazlo ya.

Me gustaba saber que a pesar de que habían pasado más de tres años ella me deseaba tanto o más de lo que yo la deseaba a ella.

En un arranque metió su mano entre nosotros y cogió mi miembro el cual ella misma metió a su intimidad, jadeó y soltó un largo suspiro. Cogí sus caderas al mismo tiempo que me enterraba lenta y dolorosamente en ella. El proceso me hizo gemir, soltando un sonoro y profundo jadeo que me quemó los pulmones. Sus manos en mi espalda me atraían a ella, tanto que no cabía ni un puto alfiler entre nosotros.

Mis embestidas eran lentas, pero profundas, sabía que no le hacía daño porque ella misma me pedía que fuera más salvaje y que me dejara llevar. Me tuvo dos putos meses sin tener relaciones y aquello me volvía loco, solo al verla me excitaba, pero no podía poner mis manos en ella porque me la ponía dura y aquella era una verdadera tortura.

—No voy a tener piedad —gemí en su oreja. Lamiendo el lóbulo de su oreja y tirando de este con mis dientes.

—No la tengas —jadeó.

Me incorporé y sin salir de ella busqué algo con que amarrar sus manos, al encontrar un pedazo de tela en el cajón de la mesita de noche cogí sus manos y las amarré a la cabecera de la cama.

Se mordió el labio cuando cogí su trasero y puse sus muslos en mis piernas, me deslicé sobre su hermoso cuerpo y no pude evitar follarla como tanto nos gustaba a ella y a mí: duro y sin compasión.

Le gustaba que la mordiera y eso hice, mordí sus senos, sus piernas, succionaba de su piel provocando manchas rojas en su cuerpo, mordí sus nalgas cuando la puse en cuatro y se inclinó para mí. Entré en ella por la parte de atrás y aquello no se pudo sentir mejor. Me sentía jodidamente bien, como si estuviera en el maldito cielo.

—Me gusta tu culo —gemí. Entrando por completo en ella.

Ya no le dolía como antes, ahora lo disfrutaba tanto como yo y eso era lo que importaba, que llegara al éxtasis y se corriera al igual que yo lo hacía.

Mis manos se apoyaron en su trasero abarcando toda su extensión. Enterrando mis dedos en su piel lechosa, penetrándola, hundiéndome en su calor. Sus paredes apretaban mi ser, me llevaban al éxtasis. Ella tenía todo de mí y aun así no le bastaba, quería más y yo estaba dispuesto a entregarle mi alma de ser necesario.

Ahora no me preocupaba no usar preservativo y es que algunas veces olvidaba que había sido yo quien se había operado y ya no podía tenerlos, porque quedamos en que dos hijos eran más que suficiente.

—Devan —jadeó. Aquello era tan caliente.

—Hazlo, lyubov, córrete en mi pene —la incité a hacerlo.

Ya no podía más, cada movimiento era una tortura para mí y cuando menos lo sentí salí de ella y me corrí en su trasero. Cogí mi miembro mientras me descargaba en ella, el líquido blanco salía disparado en su piel lechosa y era tan placentero ver aquella escena.

Solté sus manos y besé sus labios cuando quedó boca arriba, con el pecho agitado y su cuerpo perlado en sudor.

—¿Quieres ducharte conmigo? —asintió. Cogí su mano y fuimos al baño que ahora era más grande y tenía una tina también.

Empezó a llenar la tina sentada en la orilla y yo a su lado.

—Dime algo —levantó la cabeza.

—Sí —me miró.

—¿No te hago daño? —le pregunté.

—¿Cuándo?

—Cuando te muerdo.

—Me gusta que me muerdas.

—O cuando amarro tus manos.

—Me gusta que me amarres.

—O cuando pierdo el control.

—Me gusta que hagas conmigo lo que tú quieras, Devan —su respuesta fue épica —. Muérdeme, átame, lame y fóllame cómo tú quieras.

No pude dejar de ver las marcas de mis dedos y dientes en su piel.

—Me gusta que seas salvaje y que no tengas piedad de mí, no soy una jodida princesa...

—Tú eres la reina —terminé de decir. Ella afirmó con la cabeza.

Alease

Entramos a la tina y quedamos frente a frente.

Pasé mis dedos por sus brazos y las yemas se deslizaron por cada una de las cicatrices que tenía en todo su cuerpo. La última de ellas fue la que se hizo dos años atrás cuando se enfrentó a ese malnacido.

Limpió mi piel pasando la esponja por mis hombros y senos que a estas alturas estaban grandes y duros, ya que le seguía dando pecho a Anya.

Hubo toqueteos y caricias y sí, ahí también lo hicimos porque Devan y yo disfrutamos de nuestra sexualidad y experimentamos, conociéndonos, aprendiendo lo que le gustaba al otro y lo que a mí me gustaba era que me hiciera suya sin piedad y que me estrujara.

Al salir del baño nos vestimos y fuimos a la cama. Al otro día tenía que ayudarle a Sofí con la comida, ya que Archie vendría a la casa y tenerlo con nosotros era siempre olvidarnos de todo y no hacer nada en todo el día.

—Tú eres todo lo que yo necesito, lyubov.

La habitación estaba a oscuras, la televisión estaba apagada. Lo único que escuchábamos era el sonido del viento atravesando los árboles que había alrededor de la propiedad. Toda la casa se sumió en aquella característica tranquilidad.

—Te amo y no sabes lo feliz que soy de que ahora seas mi esposa, Alease Hawke.

Levantó mi mano para observar el anillo que rodeaba mi dedo, el cual me compró días después de que salió del hospital. Era bonito con un gran diamante al centro, en ese mismo dedo tenía el anillo de matrimonio, que Archie se encargó de comprar, ya que él fue el padrino de anillos.

Aquello fue una ceremonia pequeña, a la que solo asistieron la familia y los amigos nada más. Ni siquiera nos casamos por la iglesia porque es algo en lo que ni Devan ni yo creíamos, y me tuve que llevar el regaño de mi madre por eso, pero todo valió la pena.

Me dio un beso en los nudillos y me acurruqué en sus brazos que me apretaban a él.

—Te amo, lyubov —me dio un beso en la frente.

—Y yo te amo a ti, Devan Hawke —cerré los ojos.

—Mi nombre se escucha tan sexi cuando lo dices tú —negué con la cabeza.

—Ya duérmete.

—Me duermo porque quiero, no porque tú me lo ordenas, lyubov.

Ambos sabíamos que lo hizo porque se lo pedí, no porque quisiera hacerlo, pero yo le hacía creer lo contrario.

****

El día era tal y como lo había querido toda la semana. El sol se veía esplendoroso en el cielo, había pocas nubes que a veces lo cubrían, pero la mayor parte del tiempo nos proporcionaba calor.

Daveth jugaba con los dóberman y ellos eran felices correteándolo por todo el jardín. Sostenía a Anya en mis piernas con una mano para que no se me cayera. Devan decía que a veces solía ser un poco despistada.

—¡El tío Archie ha llegado! —de inmediato Daveth dejó de hacer lo que sea que estaba haciendo y corrió en busca de Archie que traía en las manos bolsas, seguro que eran juguetes y dulces.

—¡Titi! —Archie dejó lo que tenía en las manos y cogió a Daveth por la cintura y lo levantó del suelo, dándole vueltas en el aire.

—Nada más lo tira —dijo Sofí detrás de mí, traía una jarra con agua y muchos hielos.

Aunque estábamos bajo el parasol el calor se sentía muy fuerte.

—Devan lo mata —Sofí se rio.

—Pero si estás muy guapo y grande. Mira qué guapo estás —le decía Archie a Daveth —. Hola —me saludó se sentó a mi lado con Daveth en las piernas.

—Hola —lo saludé de regreso.

Sofí se encargó de ir por las bolsas que había dejado en el pasto.

—Gracias, Sofí.

—De nada —le sonrío —. Cuando esté la comida les aviso.

—¿Hace cuánto que no nos vemos? —pasé mis manos por su cabello, lo traía un poco más largo.

—Dos o tres meses, vine cuando Anya cabía en mi mano.

Ella se mordía la mano sin prestar atención a lo que Archie decía.

—¿Cómo estás?

—Bien —exhaló —. Tengo un buen trabajo y me salí de ese departamento, te lo dije por mensaje. Ya casi termino la carrera, así que mis padres no podrán decir que no sirvo para nada.

—No pienses en eso —pasaba mi mano por su espalda.

Daveth bajó de sus piernas y de nuevo se perdió en el jardín, correteando a Aslan.

—¿Y las cosas con Ed? —le pregunté. Archie sirvió agua de limón en dos vasos.

—Van muy bien, pero aún no le hemos dicho a sus padres que somos pareja —entornó los ojos —. Dice que no se siente listo para hacerlo sin que lo juzguen por quien es —musitó —. Lo amo, Al, lo amo con un desquiciado, pero no sé si pueda con esto —puse una mano sobre la suya.

—Dale tiempo, me dijiste que nunca había tenido una pareja así y de seguro tiene miedo —me miró atento.

—¿Crees que sea eso? —asentí.

—Debe serlo, eres una gran persona y un maravilloso novio. No es por él o por ti, te lo aseguro —me regaló una sonrisa.

—Eres la mejor amiga que un chico cómo yo, puede tener —apretó mi mano.

—Lo sé, soy maravillosa —nos reímos.

—Deja que cargue a esta hermosa chica —le entregué a Anya. Ni lloró cuando mi amigo la cargó entre sus brazos —. Eres la niña más hermosa de todas —la acomodó en sus brazos para ni lastimarla —. Te adoro, mi pequeña, Vivi —le dijo de cariño —. Ya me dieron ganas de tener un bebé —me reí.

—Archie, tú no puedes tener hijos.

—Maldita sea —masculló —. En este momento me gustaría tener matriz —negué con la cabeza.

—Te aseguro que no quieres tener matriz —cogí el vaso y le di un sorbo. El agua sabía rica —. También puedes adoptar —levanté la mirada hacia él.

—No es mala idea. A mí me gustaría tener hijos y a Ed le encantan los niños —Anya sostenía el dedo de Archie.

—Todo va a salir bien, amigo. Solo tienes que hablar con Ed y decirle cómo te sientes. Te aseguro que te va a entender —me sonrió.

—Hablaré con él y a ver qué pasa. Lo amo y no quiero perderlo.

—No lo harás —le aseguré.

Apoyó su cabeza en mi hombro desnudo.

Este día traía un vestido sin mangas que hacía juego con el trajecito de Anya, ambos eran blancos con flores de color rosa. Me llegaba a las rodillas y andaba descalza. La verdad me gustaba andar así, aunque a Devan no le gustaba porque decía que me podía enfermar.

—¿Han sabido algo de Declan? —preguntó.

—Está en Francia con su madre, tal vez se quede a estudiar ahí.

—Un día me podría llevar —exhaló con tristeza.

—Yo quiero conocer Francia.

—Tú no conoces Francia porque no quieres —se separó y me señaló —. Porque Devan te dijo que se fueran de luna de miel y tú no quisiste —frunció el ceño.

—La reconstrucción de la casa estaba iniciando y no tenía cabeza para nada más.

—Ah, pues no digas que no puedes hacerlo.

—Te juro que cuando las cosas estén en calma nos vamos tú y yo de vacaciones, yo te pago el viaje —sus ojos se iluminaron.

—¿De verdad? ¿Harías eso por mí?

—Sí —cogí su mano —. Eres mi mejor amigo. Archie, además Devan me da mucho dinero para comprar.

—Siempre he dicho que quiero un mafioso que me cumpla todos mis caprichos.

—Tú no cambias —negué con la cabeza a la vez que suspiraba.

—Ni cambiaré.

Lo bueno es que me lo estaba advirtiendo.

Pasamos un buen rato en el patio. Archie le dio algunos dulces a Daveth, aparte de juguetes. Lo tenía tan consentido por eso Daveth se aprovechaba de él, pero se lo tenía bien merecido.

Entramos a la casa cuando Anya empezó a llorar y sus mejillas se pusieron rojas.

—Ella es igual a su padre.

—Creí que ibas a decir que a mí —le di un gran trago al vaso de agua que me había servido.

—También se parece a ti, pero más a su padre y Daveth a su abuelo.

—Gracias por decirme que mis hijos no se parecen a mí —volteé a verlo. Se encogió de hombros, fue todo lo que hizo.

En ese momento Devan entró a la cocina. Cuando lo vi lo único que pude hacer fue suspirar y mirarlo con amor. Él era perfecto, no había cambiado mucho en estos años, seguía siendo el mismo Devan solo que ahora era padre y el papel le quedaba perfecto.

—Hola, cuñado.

—No me vuelvas a decir cuñado, Archibald —pasó a su lado, indiferente como lo era la mayor parte del tiempo con las demás personas, pero conmigo no, era todo lo contrario y por eso me había enamorado de él.

—Pa, pa —Daveth se adelantó y se puso frente a él, levantando las manos y llamando su atención. Devan no tardó en cogerlo y levantarlo del suelo.

—Pero si somos cuñados —ahí iba otra vez.

Se acercó a mí y cuando lo tuve a mi altura se agachó para besar mis labios, fue un beso lento y suave, nada parecido a lo que hacíamos cuando estábamos solos, aquella ya era otra historia.

—No me hagas golpearte —le dijo Devan al voltearse.

—Tengo a tu hija —puso a Anya frente a él, en modo de escudo.

—No uses a mi hija como escudo —masculló Devan.

—¡No me vayas a golpear!

Y se echó a correr con Anya en sus brazos, mientras que Devan lo seguía con pasos largos para alcanzarlo.

No puede evitar reír y seguirlos hasta el jardín donde Devan dejó a Daveth en el suelo mientras Archie corría de aquí allá con Anya en sus brazos.

Devan le gritaba que soltara a su hija y cada que lo iba a alcanzar Archie se echaba hacia un lado esquivándolo y de nuevo Devan se molestaba y las ganas de querer matarlo aumentaban con cada segundo.

Ellos eran mi familia y no podía estar más orgullosa de ellos, de cómo nos llevábamos, del amor que existía entre nosotros, aunque muchas de las veces Devan quería matar a Archie por lo imprudente que podía llegar a ser o por lo que salía de su boca, que eran tonterías la mayor parte del tiempo.

Me di por vencida y cogí a Daveth sentándolo en mis piernas mientras Devan y Archie seguían discutiendo.

Amaba estos días. Amaba mi vida tal y como era y no podía pedir nada más. Tenía a Devan conmigo, me amaba y yo lo amaba con locura. Él, mis hijos, Archie y mis padres eran todo lo que estaba bien en esta vida.

Aquella frase que Archie me dijo muchas veces "No te acerques a Devan Hawke" pasó a segundo plano cuando supe que estaba perdida e irremediablemente enamorada de él.

Fin.


🖤🖤 

Muchas gracias por el apoyo a este libro. Una disculpa por los meses que no actualicé y no es justificación, pero no la he pasado nada bien este año. Aun así, estoy aquí cumpliendo con la corrección que se merecían tener Alease y Devan. Espero que les haya gustado como a mí (aunque nunca estoy conforme con mis libros). 

Gracias por todo y nos vemos en mis otros libros. Los TQM 🖤

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