Capítulo 46. 🖤
Devan
Recorríamos las solitarias calles de Chicago, observando la vista que la ciudad nos regalaba en una hermosa postal. Me estrujaba los dedos con desesperación. Quería encontrar el consuelo que tanto necesitaba, pero que no podía hallar en ningún lugar. Ni siquiera esta ciudad a la que tanto amaba me daba lo que necesitaba.
Mi vida era un completo desastre, todo estaba saliendo mal. Solo quería que esto terminara de una vez por todas y deshacerme de esta maldición que nos rodeaba. Lo peor es que metí a Alease en mis problemas y ella estaba pagando las consecuencias.
Mientras que yo era un completo desastre, Darrel se encontraba impasible en su asiento, mirándome de vez en cuando. Tal vez pensaba que en cualquier momento iba a romper algo y si era así. Sí quería romper lo que tenía enfrente. Quería sacar esto que me estaba comiendo el alma.
—Si sigues así te va a dar algo —musitó a mi lado.
—Lo único que quiero en este momento es que toda esta mierda acabe —mascullé. Apreté los puños.
—Me sorprende que a estas alturas no entiendas que las cosas no siempre salen como uno quiere —lo miré mal.
Antes de que respondiera su celular empezó a timbrar. Lo sacó del interior de su abrigo y miró la pantalla unos segundos. Bloqueó la pantalla y lo guardó de nuevo.
—Y a mí me sorprende que a estas alturas no respondas las llamadas de tus hermanos, ¿cuánto tiempo llevas fuera? —le miré.
—Meses —se limitó a responder.
—¿Llevas meses fuera de tu casa y no quieres hablar con ellos?
—Sabes que cuando trabajo no respondo llamadas personales.
—También eres humano, Darrel, aunque a veces se te olvide como serlo.
—Sí, bueno eso no es del todo cierto —lo miré —. Las personas cómo yo, a veces perdemos nuestra humanidad.
Darrel era un asesino independiente que salió de alguna especie de organización secreta donde fue reclutado desde muy joven. Era el mejor de todos y por eso confiaba en él, porque investigaba a fondo y encontraba a quien sea. No dudaba de sus habilidades con las armas y se deshacía de un cuerpo sin que quedara rastro de la persona.
—Haces esto porque te pagan para hacerlo. Porque tuviste que aprender a defenderte —desvió la mirada hacia la ventanilla.
—No hablemos de eso —pidió.
No le gustaba hablar de su pasado porque les recordaba a sus padres y cómo los masacraron frente a sus ojos. Les quitaron la vida de la manera más cruel y él presenció todo. Se quedó solo con su mellizo y su hermana pequeña.
Darrel era muy reservado en su vida privada, no le gustaba hablar de su familia, mucho menos de él. Era muy hermético con ese tema.
—Estamos por llegar —cambió el tema y no insistí, porque al igual que él había temas de los que no quería hablar.
Alease
El estruendo fue tan potente que cimbró el suelo y los vidrios de las ventanas. Sentí un horrible escalofrío recorrerme los huesos.
—¿Qué está pasando? —preguntó Archie.
—No sé —respondí.
Seguimos a Alice escaleras abajo y nos encontramos con Jim que iba subiendo. Archie cogió mi mano, asustado. Yo estaba igual o peor que él.
—¿Qué pasa? —le preguntó Alice a Jim. Se hizo a un lado para dejarnos bajar.
—Tenemos que irnos —informó detrás de nosotros. Terminamos de bajar y Jim corrió hacia el despacho.
—¿¡Qué!? ¿Pero por qué? —lo seguimos, apresurando el paso.
—Quieren entrar a la casa, hay fuego y si no salimos de aquí vamos a morir.
—¿Vamos a morir? —preguntó Archie, aterrado —. Yo no quiero morir. Soy muy joven para morir —apretó mi mano sin delicadeza.
—¿Mo-morir? —murmuré.
—¿Cómo vamos a salir?
—No entren en pánico —pidió Alice —. Lo primero que debemos hacer es mantener la calma y no alterarnos. Jim y yo sabemos lo que tenemos que hacer en estos casos —se adelantó y la seguimos hacia el despacho. Blair se veía más tranquila que nosotros dos.
—Los perros —me detuve de golpe. Puse una mano en el brazo de Alice —. No podemos irnos sin Draco, Davos y Aslan —asintió.
—Hagan todo lo que Jim les diga —asentimos con la cabeza.
Entramos al despacho. Otra detonación sacudió el suelo. Archie gritó. Yo grité. Mientras que Blair parecía estar acostumbrada a esto. Quizá su padre era un mafioso cómo Devan y ya sabía lo que tenía que hacer en estos casos.
A la segunda detonación le siguieron disparos que provenían de la parte de afuera de la propiedad.
—Los muros los van a detener algunos minutos —comentó Jim.
Empezó a buscar algo en los cajones del escritorio de Devan.
—¡Agáchense! —ordenó Jim. Hicimos lo que nos pidió. Sofí entró corriendo hacia nosotros. La abracé cuando llegó a mi lado.
—Todo va a estar bien —le dije.
La luz se fue y todo quedó a oscuras. Solo las luces de afuera iluminaban un poco, pero mis ojos no se acostumbraban a la oscuridad.
Mi cuerpo temblaba de los pies a la cabeza. Tenía tanto miedo que mi corazón latía frenético. Me sentí mareada.
—Aquí estoy, Al —Archie me sostuvo de la cintura. Le agradecí con una sonrisa.
Nos mantuvimos agachados mientras que afuera el fuego se propagaba por cada rincón. El humo empezó a entrar a la casa y se colaba por debajo de las puertas, por cada rendija por donde pudiera pasar.
—¿Dónde están? —escuchamos la voz de Alice. Los perros gruñían y ladraban desesperados.
—Estamos aquí —agité la mano. Alice se aceró con una linterna en una mano y en la otra tiraba de las correas de Draco, Aslan y Davos. No los soltaba por nada del mundo.
Jim nos pasó una linterna a cada uno. Archie respiraba agitado, Blair se quitaba el abrigo y Sofí rezaba mientras esperábamos que Jim dijera algo. Encendimos las linternas para iluminar el despacho.
—Busquen algo que poner debajo de la puerta —pidió Jim y empezamos a buscar abrigos o lo que fuera para que el humo no llegara al despacho. Metimos los abrigos debajo de la puerta para que el humo no pasara al despacho.
Jim quitó uno de los cuadros en la pared, detrás había una caja fuerte. Tecleó en la pantalla y esta se abrió. Sacó una caja de madera que puso sobre el escritorio. Levantó la tapa de la caja y sacó tres armas. Nos entregó una a Blair, Archie y a mí.
—Tomen —agarré el arma. Estaba temblando.
—¿Qué se supone que haremos con esto? —inquirió Archie, alzando una ceja.
—Vas a disparar a quien sea que se acerque a ti y no sea conocido —le quitó el seguro a mi pistola y la de Archie.
Nos indicó cómo ponerle el seguro y cómo recargar el arma.
La madera de la casa crujía a punto de derrumbarse. Escuchamos gritos que provenían de afuera. Eran los vecinos que ya se habían dado cuenta de lo que estaba pasando.
—Tenemos que irnos —informó Jim, se guardó una pistola en la espalda y otra la sostenía con una mano, cogió la caja y caminó hacia la pared donde no había nada.
Lo seguimos sin entender qué estaba sucediendo.
—¿Cómo vamos a salir de aquí? —las manos de Archie temblaban, tanto que la pistola casi cae al suelo.
Jim no decía nada lo que aumentaba mi miedo y mi curiosidad. Se adelantó y tocaba la pared con la mano. Miré hacia atrás y alcancé a ver un resplandor de color naranja que se colaba entre las rendijas de la puerta.
Miré de nuevo a Jim. Un rechinido me hizo entornar los ojos. Empujó una esquina de la madera y esta cedió sin problemas. Empujó más y se hizo a un lado dejando ver unas escaleras que conducían a un solitario pasillo.
—Por aquí vamos a salir —nos hizo una seña para que pasáramos primero.
Archie y yo dudábamos si ir por ahí o salir por la puerta principal de la casa. Todo era peligroso en ese momento.
—Es seguro, vamos —Blair se adelantó y bajó primero. Terminó de bajar las escaleras y agitó la mano para que la siguiéramos.
—Que no me vaya a pasar nada por favor Diosito —Archie sostuvo la linterna y la alzó a la altura de su pecho para iluminar el pasillo.
Bajé después de Archie y detrás de mí bajó Sofí y después Alice con los tres perros. A lo último bajó Jim.
El lugar era amplio, con las paredes limpias y el techo medía al menos dos metros de alto. Este túnel estaba acondicionado por si algún día llegaba a pasar algo así. Devan siempre pensaba más allá.
Escuchamos el característico sonido de una casa cediendo ante el fuego que consumía todo a su paso. El humo terminó por colarse debajo de la puerta que para ese momento ya se había convertido en cenizas. La madera cedió. Los vidrios se rompieron. Todos los recuerdos que construimos en esa casa se desvanecieron, el fuego se llevó todo a su paso.
Con las linternas iluminábamos el camino. Jim venía detrás cuidándonos. Sofí caminaba a nuestro lado junto a Blair y Alice decidió soltar a los dóberman. El lugar era más seguro que la casa, así que podían andar sin las cadenas.
—No puedo creer que esto esté pasando —exhaló Archie —. Cuando sea viejo y tenga nietos no me van a creer cuando les platique de este momento.
—Yo voy a estar ahí para corroborar tu historia —dijo Blair que iba por delante.
Me quedé unos pasos atrás. Estaba pensando en miles de cosas que inundaban mi cabeza de pensamientos negativos y catastróficos.
—Devan sabía que esto iba a pasar, ¿verdad? —le pregunté a Jim. Guardó silencio. No me iba a decir nada si no insistía —. Dime por favor.
—Sí —se limitó a decir.
—Él te dijo que hacer antes de irse, ¿no es así? —Jim apretó la caja que sostenía con una mano y exhaló.
—El señor Dave, sabía que por la vida que llevaba algo muy malo podía pasar, por eso le enseñó a su hijo a ser precavido. Antes de morir mandó construir este túnel por si algún día pasaba algo así. Devan siempre me dijo que cuando algo pasara no dudara y sacara a su hermano y Sofí de la casa...
—Junto con esa caja —con la barbilla señalé la caja.
—Antes de irse me dijo que mi prioridad eres tú y que no importaba nada más —sonreí, pero lo hice de una manera triste. Estaba melancólica.
—¿Y qué tiene esa caja? Si es que puedo saber.
—Papeles importantes, pasaportes, dinero, tarjetas —respondió.
—Oh.
—¿Falta mucho para llegar? —Archie se quejó —. Me duelen los pies y aquí huele feo, y no soy yo —aclaró, levantando un dedo.
—El drenaje de la ciudad está al lado —dijo Sofí.
—¡Ah por eso!, no te vayas a vomitar, Al.
—Cállate.
—Yo solo digo —me miró por encima de su hombro.
—Ya casi llegamos —comentó Alice —. No falta mucho.
—Qué bueno porque siento que se me van a caer los pies en cualquier momento —empezó a murmurar y quejarse de todo.
—¿Siempre es así de dramático? —preguntó Alice. Se quedó unos pasos atrás. Draco, Aslan y Davos iban por delante, sin correr ni adelantarse.
—Sí, siempre es así.
—¡Te escuché! —gritó Archie.
—Pero es mi mejor amigo y sin él estaría perdida —murmuré. Alice dibujó una dulce sonrisa en sus labios.
—Lo quieres mucho, ¿verdad? —asentí.
—Sin él me muero —sentí un dolor en el pecho.
—Él también te quiere mucho. Le preocupa que algo te pase. Te cuida mucho —le di la razón una vez más.
No imaginaba mi vida sin mi amigo. No quería verme lejos de él porque lo necesitaba a mi lado y lo quería toda la vida conmigo. Archie siempre estuvo en mis peores momentos y en los mejores también. Se convirtió en mi mejor amigo y lo sería toda la vida. Nadie se compraba a él.
Devan
Cuando llegamos a la bodega les indiqué a mis hombres lo que tenían que hacer. Nos ocultamos en la parte trasera para que los hombres de Jacob no nos vieran y sospecharan algo. No quería alertar a esa rata.
—Ve a ver si esta entrada está libre —le dije a uno de los hombres que nos acompañó. Él asintió y obedeció lo que le indiqué.
—Si vas a atacar este lugar te recomiendo que llames a tu gente, seis no vamos a poder contra ellos —sugirió Darrel.
—Por ahora no pienso...—el sonido del timbre del celular me interrumpió y me quedé callado.
Saqué el celular del bolsillo de mi abrigo y respondí.
—¿Jim?
—¿Devan? —la llamada se cortaba, Apenas lograba entender lo que decía. La señal era muy mala. De repente no se escuchó nada y la llamada se cortó.
—¿Qué vas a hacer?, ya estamos aquí —guardé el celular.
—No sé —bufé. Me restregué el rostro con las manos.
Me paseé por el lugar, caminando de un lado al otro. Necesitaba pensar con claridad, cuál sería mi siguiente movimiento.
El cielo rugió con ferocidad, avecinando una gran tormenta.
Alease
Jim sacó su celular. Buscó en la lista de contactos y llamó a alguien.
—¿Devan?
—Es Devan —Archie se detuvo.
—¿Me escuchas? —Jim se detuvo, se quitó el celular de la oreja y lo levantó un poco —. ¿Devan? —bufó.
—¿Qué pasa? —le pregunté.
—No hay señal —exhalé, frustrada.
Continuamos con nuestro camino a quien sabe dónde.
—¿A dónde vamos? —inquirió Archie.
—A un lugar seguro y ya deja de preguntar que ahora mismo te meto un tiro —masculló Blair.
Caminamos por unos minutos más hasta que ya no había más túnel por donde seguir. Al final de este había unas escaleras metálicas a mano derecha.
—Es aquí —informó Jim. Se detuvo y me entregó la caja. Subió las escaleras y movió la tapa. Tenía un candado que quitó y se guardó en el bolsillo del pantalón. La tapa estaba tan vieja y oxidada que tardó un poco en abrirla por completo. Pero al cabo de unos golpes con el puño, esta cedió y la levantó. Antes de salir le ayudamos a Alice a ponerle las cadenas a los perros para que no huyeran. No estaban acostumbrados a andar solos en la calle.
—Vengan —salió por completo.
La primera en subir fue Sofí, después salió Blair y detrás de ella Alice. Archie subió antes que yo para ayudarle a Jim a subir a los perros. Tras esto subí con la ayuda de mi amigo y a lo último subió Jim.
Al salir nos encontrábamos dentro de una propiedad. Era una casa más pequeña. No había nada, no estaba amueblada ni ocupada por nadie. Estaba abandonada o eso parecía.
Jim dejó caer la tapa y salió de aquella habitación.
Cruzamos un pasillo y salimos a lo que era un jardín. Ahí se encontraba una camioneta cubierta por una lona que Jim quitó y arrojó a un lado. Subió a la camioneta y encendió el motor. Sonrió al ver que sí encendía.
—Suban —hicimos lo que nos ordenó. Aslan, Draco y Davos subieron a la parte trasera de la camioneta.
Salimos por la puerta trasera de la propiedad, la misma que cerramos dejando todo a cómo estaba antes.
—¿Tú sabes a dónde vamos? —le pregunté a Blair.
—Vamos a un lugar seguro —palmeó mi mano —. Oye, vamos a salir de esto, ¿sí?, porque cuando le digas a Devan que será padre quiero estar ahí —le sonreí.
Cogí su mano y apoyé la cabeza en su hombro. Sofí iba en el asiento de adelante junto a Jim y Archie al lado de Blair.
No me había dado cuenta de cuanto necesitaba una amiga hasta ese momento en donde Blair se portaba tan linda conmigo. Archie era mi mejor amigo para todo y no había ningún problema con eso, al contrario, pero no sería tan malo agregar una amiga a nuestro pequeño círculo de amigos, ¿no?
No sé en qué momento me quedé dormida, pero cuando desperté me di cuenta de que estábamos dentro de una casa donde no había estado nunca hasta esa noche. Abrí los ojos perezosamente y me hice para atrás en el momento que noté la mirada de algunos hombres sobre nosotros. Todos ellos sostenían armas largas entre sus manos.
—Calma —intervino Blair, quien con toda la elegancia que la caracterizaba bajó de la camioneta. Bajé detrás de ella —. Ellos vienen conmigo, son mis amigos —les dijo a los hombres.
—¿Qué es esto? —escuchamos una voz fuerte y grave. Algo demandante. Detrás de aquellos hombres sobresalía uno por su postura y la manera de vestir. Además del cabello canoso.
—¡Papi! —chilló Blair emocionada, al pasar al lado de uno de los hombres le entregó el arma que hasta hace unos minutos había sostenido con tanto ímpetu. Se echó a los brazos del hombre que no dudó en atraparla y besar sus mejillas.
—Mi niña —acunó sus mejillas y la detalló de arriba abajo.
Al separarse ambos se nos quedaron viendo.
—Las cosas salieron mal —le dijo Blair a su padre.
—¿Qué pasó? —indagó.
—La casa de Devan está hecha cenizas —exhaló —. Por eso estamos aquí.
—Bajen sus armas —el padre de Blair les ordenó a sus hombres y estos le obedecieron sin rechistar —. Pasen por favor, esta es su casa.
No estábamos muy seguros de entrar a su casa. No conocíamos a su padre solo a ella y por mi parte sentía un poco de pena al dar tantas molestias en casa ajena.
—No pasa nada, Devan tiene un acuerdo con mi papá, es por eso que Jim nos ha traído aquí —informó Blair. Eso me hizo sentir un poco más tranquila.
Sofí fue la primera en pasar. Saludó al padre de Blair y entró a la casa. Alice les quitaba las cadenas a los dóberman y estos salieron corriendo al jardín. Entré junto a Archie, atrás venía Alice, quien también saludó al padre de Blair. Jim entró al final.
—Gracias —le dije al padre de Blair con una sonrisa.
—De nada —respondió de manera educada.
Al cruzar la puerta Jim sacó su celular y respondió a la llamada. Me acerqué a él por si Devan estaba llamando.
—Devan —Jim puso el altavoz para que todos pudieran escuchar.
—Dime que pasa. ¿Para qué me llamaste? —me sentía mejor al escuchar su voz.
—Tuvimos que salir de la casa.
—¿Cómo está Alease? —Jim me miró.
—Bien, ella está bien. Todos estamos bien. Los dóberman también están bien. Los pudimos sacar sin problemas —todos sabíamos el amor que Devan les tenía a sus perros y que no podía estar en paz sin ellos. Teníamos que sacarlos de ahí sin ningún rasguño.
—¿Ya están en la casa de Blair? —ya se escuchaba un poco mejor.
—Sí, acabamos de llegar.
—Bien. Pásame a Alease, por favor —Jim me entregó el celular. Le quité el altavoz.
—Devan —sollocé. Me dolía el pecho.
—Lyubov, ¿estás bien?, ¿no te pasó nada? —se escuchaba preocupado.
—Estoy bien, pero la casa... Todo se quemó, Devan —exhalé —. No quedó nada.
—Eso no importa, lo que importa es que estás bien. Que todos están bien.
—Estoy bien, yo... —quería decirle lo que ya sabía, que íbamos a ser padres. Sin embargo, me quedé callada. No era el mejor momento para darle esta noticia —. Dime que vas a regresar. Júrame que no me vas a dejar sola —un nudo se formó en medio de mi garganta.
—Voy a regresar a ti, Lyubov, siempre encontraré el camino de regreso a tus brazos —aquella promesa me hizo un poco mejor.
—Te voy a esperar.
—Te amo, lyubov.
—Yo también te amo, Devan. Te amo con toda mi alma.
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