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Capítulo 44. (+18) 🖤

Alease

Nunca en toda mi vida había sentido esto que me quemaba por dentro. Era una sensación que no podía describir con palabras, porque no encontraba las correctas para expresar este sentimiento que me consumía de los pies a la cabeza.

Sentí los dedos de Devan bajar el tirante del pijama que llevaba puesta. La tela era delgada, brillosa y fina. Se pegaba a las curvas de mis senos y caía a la altura de mi estómago. Deslizó el tirante hasta dejar mi hombro desnudo. Se acercó lentamente para rozar mi piel con sus labios. Fue un roce suave, pero empezó por encender aquella llama dentro de mi ser.

Sus labios se deslizaron por mi hombro y continuaron con el camino hasta llegar a mi clavícula. Chupó y succionó mi piel dejando una marca de color rojo. Dejó pequeñas mordidas a su paso, subiendo por mi cuello donde dejó más marcas hasta llegar a mi barbilla. La cual mordisqueó suavemente. Nuestros labios se rozaron y gemí al sentir lo duro que se encontraba debajo de su pijama.

Sus grandes y pesadas manos bajaron a mi cintura, después a mi trasero, lo apretó y me atrajo a su cuerpo caliente. Mis manos bajaron por su cuello hacia su pecho y se detuvieron en la costura de sus pantalones. Cogí el resorte con los dedos y jugué un poco con la tela. Dejé que Devan besara mi cuello y mi clavícula. Sus manos bajaron al inicio de mi trasero y con sus dedos delineó donde empezaban mis nalgas.

Con curiosidad empecé a subir con mis manos dentro de su camisa, poco a poco. Me permití sentir lo suave de su piel, aunque ya lo conocía a la perfección quería grabarme la calidad que su cuerpo emanaba.

—Quiero estar dentro de ti —dijo, con ese tono de voz seductor y ronco.

—¿Qué te detiene? —indagué. Alcé una ceja, mirándolo a los ojos. Su mirada era oscura y perversa. Estábamos a tan solo un suspiro de distancia.

—Que no seré dulce, lyubov —respondió sobre mis labios.

—Quiero que seas salvaje, Devan —lo provoqué un poco más.

—¿Y si te lastimo? —nos mirábamos a los ojos. Había intensidad, deseo y mucha lujuria danzando en nuestras miradas.

—Tú nunca me harías daño —le dije para tranquilizarlo.

Aquellas palabras fueron más que suficientes para terminar con el abismo que nos separaba y empezar con este juego que nos estaba volviendo locos a los dos.

Me llevó a la cama y me dejó sobre el colchón con cuidado. Se deslizó hacia arriba para quedar en medio de mis piernas. Ya lo conocía y sabía que haría esto lentamente, se tomaría el tiempo para jugar y apreciar mi cuerpo cómo cada vez que tenía tiempo de hacerlo.

No había prisas, teníamos todo el tiempo del mundo para hacer esto. Para disfrutar del otro sin tener que hacerlo de prisas. Éramos solo él y yo.

Sus manos subieron a mis piernas, se deslizaron por mis muslos y llegó a mis caderas. Hizo una pausa cuando llegó a la orilla de mis pantaloncillos. Así que flexioné una pierna y pudo bajar la prenda deslizándola por mis muslos.

—Encaje —levantó la mirada hacia mi rostro. Le sonreí y me mordí el labio —. Levántate —ordenó y obedecí. Levanté el trasero y metió las manos debajo para coger la prenda y dejarla a un lado. Abrió mis piernas observando lo que tenía frente a sus ojos.

Ty prekrasna* —me sonrojé cómo un tomate. Aún me avergonzaba que me hiciera este tipo de halagos. No me acostumbraba a sus lindas palabras siendo él el más cruel de Chicago.

*Eres hermosa.

—Eso sí lo entendí —ambos sonreímos.

—Quítate la blusa —me incorporé y me senté sobre el colchón para quitarme la blusa tal como lo pidió. Arrojé la blusa al suelo. De nuevo me acosté y me acomodé para hacer esto.

Metió la cabeza entre mis piernas, besando el interior de mis muslos. Su lengua húmeda se deslizaba de arriba abajo, de un lado al otro, abarcando todo lo que podía lamer. Cuando llegó a mi intimidad sopló un poco provocando que se me erizara la piel y me estremeciera de los pies a la cabeza. Jadeé, mordiéndome el labio.

Deslizó la lengua por toda mi intimidad llevándose el rastro de mi excitación con ella. Se detuvo en mi clítoris y tiró de este con los dientes. Se quedó ahí unos minutos donde chupaba y succionaba sin pudor.

—Dios —gemí sin poder contenerme. Quería mucho más de él. Necesitaba más de él y de esta pasión que me estaba quemando por dentro.

Lo vi bajar de la cama y caminar hacia el closet.

—¿Qué haces? —me incorporé en mis codos para ver que hacía.

—Creo que ya es hora de que usemos esto —giró sobre sus talones revelando el plug que había comprado meses atrás y que aún no habíamos podido usar.

Antes de llegar a la cama se deshizo de su camiseta y la arrojó al sofá.

Abrí los ojos, sorprendida. Nunca me imaginé que este momento iba a llegar. Sí lo había pensado, pero no pensé que fuera tan pronto.

—Yo...—tragué grueso.

—No te va a doler, lyubov, haré que te sientas bien —me di cuenta de que no solo sostenía el plug en la mano, también un tubo de plástico que se parecía mucho a los tubos dentífricos, pero en lugar de eso era un lubricante.

Tragué saliva y me dejé caer en el colchón.

Devan se encargó de bajar la intensidad de la luz y subió a la cama. De nuevo se metió entre mis piernas y su cuerpo se ciñó al mío. Lamió la piel de mi vientre, se detuvo en mi ombligo y ascendió al monte de mis senos. Se detuvo unos segundos para observar mis pezones, pequeños y rozados.

Metió uno de mis senos a su boca y lo chupó como si se tratara de una rica paleta de dulce. Los lamió y succionó. Cerré los ojos disfrutando de este momento. Dejando que el calor de mi cuerpo me invadiera por completo.

Cogí las sábanas con mis dedos en el momento que sentí dos de sus dedos invadir mi sexo. Eché la cabeza hacia atrás y arqueé la espalda. Se movía dentro de mí con agilidad, entraba y salía, los movía en círculos y los sacaba para penetrarme con salvajismo. Con la lengua presionaba mi clítoris y lo lamía sin pudor alguno.

De repente se detuvo, sacó los dedos de mi interior y se colocó de rodillas sobre el colchón.

—Ponte en cuatro.

No rechisté, solo obedecí a sus palabras y me coloqué cómo lo pidió. Giré y me puse en cuatro con el culo apuntando hacia él.

—No te tenses —apoyó su mano en mi espalda baja.

Cerré los ojos y solté una larga y profunda exhalación para sacar toda la tensión que tenía acumulada. Solo obedecí todas y cada una de sus palabras.

Asentí con la cabeza en el momento que sentí algo frío deslizarse en medio de mis nalgas. Apreté los labios y solté el aire que había estado reteniendo.

La punta del plug rozó el punto más sensible de mi cuerpo. Cogí las sábanas con mis manos, enredando la tela en mis dedos. La apreté con fuerza. Devan deslizó el plug dentro de mí con cuidado a la vez que sus dedos acariciaban mi intimidad.

—Devan —gemí. Un siseo de su parte me tranquilizó.

—Tranquila, lyubov. No tengas miedo.

Sacó el plug y lo metió una vez más, lo hacía tan lento que apenas lo sentía entrar. Le puso más lubricante en la punta y lo metió de nuevo. Lo sacó una vez más y lo metió más profundo.

Ya no pensaba en el dolor que llegué a sentir al principio o lo tensa que me encontraba. Solo me dejaba llevar por el deseo que me quemaba la piel y los huesos.

Me penetraba por atrás con el plug y por adelante con sus ágiles dedos.

—¿Te duele? —no pude decir una palabra. Solo gemí ante su pregunta.

Mis gemidos fueron la respuesta a su pregunta.

Devan se detuvo sacando los dedos de mi intimidad. Se quitó los pantalones junto a los calzoncillos y me penetró con su miembro. Jadeé y me retorcí en el momento que me embistió con fuerza. Mis paredes lo recibieron y se apretaron a su grosor. Cogió mis caderas con ambas manos y entró más profundo. Lo tenía todo dentro de mí.

—Te voy a follar duro, lyubov, cómo el animal que soy —ni siquiera podía expresar lo que sentía. Las palabras se quedaban atascadas en mi garganta.

Quería ver que tan salvaje podía ser. Quería que no se contuviera.

Una de sus manos se estrelló en mi nalga derecha. Eso iba a dejar una marca y no me importó. No sería la primera vez que me dejaba marcas en la piel. Gemí ante el golpe y Devan no dudó en nalguearme una vez más, pero esta vez fue de lado izquierdo. Otra nalgada de lado derecho. Así un par de veces más hasta que sentía la piel caliente y me ardía.

Sentí su mano deslizarse por mi espalda hasta llegar a mi cuello, lo apretó con sus dedos y me atrajo a su cuerpo, poniéndome de rodillas en el colchón. Su mano serpenteó en mi nuca y mi cuello, dejando los dedos cerca de mi barbilla. Apretó solo un poco sin cortarme la respiración.

—Te dije que no iba a tener piedad de ti —amenazó. Murmuró en mi oreja y lamió mi lóbulo derecho. Tiró de mi piel con sus dientes.

—No la tengas. No te contengas, zver'.

Mis jadeos fueron un pase directo para él, para todo lo que había estado fantaseando y quería hacer conmigo.

Sus manos descansaron unos minutos en mis caderas mientras me penetraba. Después subieron a mis senos y los apretó sin pudor alguno. Estrujó mis pezones, amoldando sus manos a mis senos.

—No te imaginas cuantas veces soñé con tenerte en esta cama, así, tan sumisa —estaba completamente perdido y yo con él.

Me soltó y me giró hacia él. Se puso de rodillas hundiendo las rodillas en el colchón. Me atrajo a su cuerpo y me sentó en sus muslos con mis piernas rodeando su cintura. No tuvo problemas para entrar en mí y deslizarse lento y pausado.

Lo tenía tan cerca que podía sentir su agitada respiración rozar mis labios. Mi corazón latía rápido, tan rápido cómo latía el suyo. Sus manos se asieron a mis caderas y me apretaba con fuerza.

Todo en él gritaba peligro y eso me llamó la atención. Sus ojos grises y que fuera un chico malo detonó en mí aquella atracción que se encontraba escondida dentro de mi ser. No supe en qué momento me enamoré de él, si fue en el primer segundo que lo vi o fue la noche que nos acostamos.

No me pude resistir al peligro, no pude alejarme y decir no. Ahora, estos eran los resultados ante aquello que se había dado entre nosotros estos meses. Este lugar, este momento era el indicado. Todo era perfecto y no quería que terminara nunca.

Aquella noche, cuando sus manos acariciaban mi piel y su mirada escrutó dentro de mi ser lo supe. No era solo atracción, no era solo pasión. Había más en aquellas palabras que siempre repetía, en aquellos besos. Había mucho más en aquellas caricias y las miradas lascivas.

—Me encantas —musitó para mí —. Me encanta todo de ti, lyubov.

Se movía lento, pausado, pero con la suficiente pasión para hacerme arder.

Su fría nariz rozaba mi piel y con cada caricia mi cuerpo reaccionaba alocado.

Depositó un beso en mi hombro, seguido de uno más y otro más. Sus manos se ciñeron a mi espalda y recorrieron cada centímetro de ella. Descendieron lentamente a mi trasero y lo apretó sin cuidado, haciéndome soltar más de una maldición que murió en la punta de mi lengua en el momento que lo miré a los ojos.

Me levantó un poco del trasero. Sus labios rodearon mis pezones, los mordió sin compasión y tiró de mi piel con los dientes.

Mis brazos se cerraron alrededor de su cuello y mis dedos se enredaron en sus cabellos negros. Me atrajo a su cuerpo, apretando mis senos a su duro y agitado pecho.

—Te amo —murmuró cerca de mis labios.

Su voz salió tan natural, rasposa, lenta y letal. No podía procesar sus palabras y tampoco sabía qué decir.

—No tenía pensado que las cosas se dieran así, pero no lo pude evitar —musitó sin soltarme. Todo lo contrario, me tenía bien agarrada para que no me apartara de su lado —. Pero sabes que me gusta mandar todo a la mierda —le sonreí. Una de las comisuras de sus labios se estiró hacia arriba —. Pero cuando se trata de ti, soy un completo desastre —su mano derecha soltó mi trasero y ascendió a mi mejilla, quitando a su paso un mechón de mi cabello que hizo a un lado.

—Devan Hawke está perdidamente enamorado —no me estaba burlando de él o algo así. Solo estaba reafirmando las mismas palabras que él me dijo —. Eso no lo puedo creer —agarró mi cuello por detrás y me acercó a su boca.

—Créelo lyubov, porque de ahora en adelante cuidaré de ti como lo más preciado que tengo en la vida.

Sus labios succionaban mi piel, al mismo tiempo que con sus dedos cogía el plug, lo metía y lo sacaba provocando un estremecimiento en mi cuerpo. Me sentía en el borde de un acantilado. Como si me fuera a arrojar al vacío y mi cuerpo estuviera vibrando de miedo.

—¿Te gusta? —preguntó, con voz ronca y baja.

No sé si él se encontraba igual de perdido que yo, pero su voz se escuchaba dopada.

—Sí —me separé para responder y continué con lo mío. Besé su cuello y ascendí a su lóbulo, lo besé y chupé.

—¿Dime que te gusta?

—Que estés dentro de mí —musité en su oreja.

—Joder —solté una risita tonta.

Se corrió dentro de mí, todo su semen en mi interior. Tibio y viscoso. Me apretó con sus grandes brazos, mordió mi hombro y maldijo algo en ruso que no logré entender. En el momento que mi orgasmo explotó dentro de mí enterré las uñas en sus hombros y hundí el rostro en su cuello. Apreté mis piernas alrededor de su cintura para sentir más placer.

Fue tan placentero que nos tomamos unos minutos para reponernos. Mis piernas eran gelatina y mi cuerpo sufría los estragos de aquel orgasmo que nos sacudió a los dos por completo.

Me bajé de sus piernas y me ayudó con el plug que aún tenía dentro. Entré primero al baño, dejé el plug dentro de una cajita y me lavé las manos. Cuando regresé fue el turno de Devan para entrar y desechar lo que ya no le servía en la vejiga.

Me acosté a su lado abrazándolo. No sé por qué sentía que en cualquier momento iban a romper nuestra burbuja de amor y todo se iba a ir al demonio. No quería que esto terminara. No quería enfrentarme a la cruel realidad.

—¿Estás bien? —preguntó, cogiendo mi barbilla para que lo viera a los ojos.

—Sí —mentí.

—No mientas —pidió, mirándome a los ojos,

—No miento, Devan —aseguré, sin embargo, no me creyó.

—Creo que me pase un poco —su mirada se dirigió a mi hombro,

—Para nada —le dije con una sonrisa en los labios. Sentí mi rostro ponerse rojo —. Me gustó —apreté los labios tras mi declaración.

—¿Te gustó? —se encontraba sorprendido. No lo podía creer.

—Me gustó —repetí con voz tímida —. Me gustó que me nalguearas, me excitaba.

—¿De verdad? —seguía sin creerme.

—Sí, nunca lo había hecho así, pero me gustó. Quizá después, no sé —encogí un hombro —. Tal vez podamos comprar algunas cosas y ya sabes...—me mordí el labio al mismo tiempo que trazaba las cicatrices de su pecho. Las mismas que dejé marcadas en su piel con mis uñas.

—¿Te gustaría hacerlo? —alzó una ceja.

—He visto que hay parejas que usan un collar, ya sea para ella o para él, látigos y estimulantes.

Eso no se lo esperaba porque parpadeó y abrió los ojos de par en par.

—¿Dónde has visto eso? —indagó. No sabía si decirle o no, pero tampoco perdía nada con hacerlo. Éramos pareja y le tenía confianza.

—Archie a veces ve porno y me enseña los vídeos. Dice que a los hombres les gusta —lo miré, esperando que dijera algo. Lo que fuera, pero que no se quedara en silencio —. ¿A ti te gusta? —me atreví a preguntar.

—¿Si te digo que sí qué pensarías de mí? —me quedé pensando unos segundos.

—Que eres más caliente que el sol —una diminuta sonrisa se dibujó en sus labios a la vez que negaba con la cabeza.

—Bueno, que te gusta experimentar y descubrir nuevas sensaciones —me dio la razón.

—Yo solo quiero descubrir nuevas sensaciones, pero a tu lado. Quiero hacer posiciones que nos gusten a ambos, quiero comprar juguetes que usemos los dos, Lyubov. Todas esas cosas no me importan si tú no estás conmigo.

Amo cuando su lado romántico sale a flote. Cuando dejaba ver a ese hombre enamorado y sensible que se escondía detrás de aquella máscara de frialdad y palabras crueles. Amo cuando me dice que soy todo para él, porque él es todo para mí. Amo sus miradas, sus caricias en mi piel. Amo que con cada roce de sus manos he descubierto otro tipo de sensaciones.

Amo su lado salvaje y su lado tierno. Amo cuando me acaricia con cuidado como si fuera de porcelana. Pero también amo cuando me toma sin piedad porque sabe que no soy débil, ni frágil.

Amo que me diga cosas bonitas, pero también sus palabras cargadas de sexo y perversión.

Y todo eso lo hacen perfecto. No pude caer en mejores brazos que en los de él. Al lado de mi ruso frío, cruel y muchas veces sádico.

Tal vez no es el mejor hombre del mundo y estaba lejos de serlo, pero lo amo así cómo es y no quiero cambiar nada de él.

—Hay algo que he querido decirte desde que empezamos esto.

—¿Sí? —levanté la mirada hacia su rostro.

—No soy una buena persona, lyubov. Tengo demonios dentro de mí, que de alguna manera son parte de mí ser. He hecho cosas malas, pero solo a personas malas, y tampoco te voy a decir que lo voy a dejar de hacer porque eso sería una mentira —cogió un mechón de mi cabello y lo enredó en su dedo —. Vas a escuchar muchas cosas de mí, algunas serán mentiras, pero otras más serán verdad. En este momento estamos en otro nivel tú y yo y no quiero que vayas con los ojos cerrados. Mi vida no es perfecta, no tengo amigos, pero sí muchos enemigos que siempre me van a querer ver derrotado y harán lo que sea para sacarme del camino.

No sabía por qué me estaba diciendo esto en este momento cuando sabía perfectamente la clase de hombre que era.

—Hay veces que tendré que salir a matar, a hacer negocios. Sé que te vas a preocupar, sé que va a llegar el momento en el que me vas a decir que ya no quieres esta vida y yo no sé si podré soportar que te quieras ir —quise decirle algo, pero Devan se adelantó y puso un dedo sobre mis labios —. No sé cuánto tiempo vamos a estar juntos, pero te juro que haré todo lo posible para que no te vayas de mi lado. Te daré amor, te haré feliz y juro por mi vida que eso es lo que más quiero en este momento, pero si algún día te quieres ir de mi lado no te voy a detener porque lo más importante para mí, es tu felicidad.

—¿Por qué me dices todo esto?

—Porque mi vida no es como la de tus compañeros de la universidad, soy un mafioso, Alease, alguien a quien quieren ver muerto. Eres mi debilidad y muchos querrán llegar a ti para hacerme daño, pero no voy a permitir que nadie te haga daño, ¿sí?

Asentí, temerosa de decir alguna palabra.

—Quizá tu vida sea mejor estando lejos de mí y si tú me lo pides yo me alejaré, aunque muera en el proceso.

—No —me arrojé a sus brazos —. Yo no quiero irme, Devan, quiero quedarme contigo, siempre —mi voz se rompió —. Quiero quedarme a tu lado —lo abracé con fuerza.

—No llores. Por favor, no llores por mí —me separó de él. Limpió mis lágrimas con sus pulgares.

—Entonces no digas que algún día me voy a querer ir de tu lado —sollocé —. Porque eso no es cierto. Nunca, me escuchas, Devan Hawke, nunca me voy a ir —lo amenacé.

—Lo siento —se rascó la nuca.

—No digas nada de esas cosas. Ahora sé que quiero estar contigo, por siempre y también sé que habrá muchos obstáculos, pero juntos vamos a salir de todos y cada uno de ellos y en diez años, cuando nuestros hijos ya estén grandes vamos a recordar todos estos momentos y nos vamos a reír, con una copa de vino en la mano, frente a la chimenea viendo como nuestros hijos pelean.

—¿Hijos? ¿Has dicho hijos? —parpadeó atónito.

—¿Dije algo malo?

—No, no, es solo que nunca había pensado en tener hijos.

—Pues yo quiero dos —le sonreí —. Uno estaría bien también.

—Serán los que tú quieras, lyubov —me abrazó de nuevo y dejó un beso en mi frente.

—¿Tú quieres tener hijos? —le pregunté.

—No lo había pensado, pero contigo los que sean, Lyubov.

En ese momento me di cuenta de que me encontraba en el lugar correcto, con la persona correcta y no podía ser más feliz de lo que ya era. No necesitaba nada más. 

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