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Capítulo 40. 🖤

Alease

Miraba a cada rato en dirección donde se encontraba Declan. No quería ser entrometida ni mucho menos, pero me preocupaba que Declan se juntara con esos dos chicos que tenían una mala reputación en la universidad. Sé que dije que no me iba a meter en su vida, sin embargo, no le deseaba ningún mal porque no se lo merecía, aunque fuera un imbécil.

—¿Desde cuándo Declan se junta con esos dos? —miré a Archie, que sostenía el celular con ambas manos. Una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios. Levantó la mirada hacia mí y se pasó la lengua por los labios.

Me podía imaginar con quién se estaba mandando mensaje y de qué trataban estos.

Archie estaba tan ilusionado con Edward.

—¿Me escuchaste? —chasqueé los dedos frente a sus ojos.

—No seas así —me apartó y bloqueó la pantalla de su celular.

—Dime —le exigí.

—¿Para qué quieres saber? —se giró por completo hacia Declan. Se veía mal, realmente mal y me daba pena.

—Desde que dejaste de venir, él también dejó de hacerlo. Si asiste dos o tres horas a clases es mucho. Se va y ya no regresa. A veces llega ebrio o...

—¿O qué? —alcé una ceja —. Dime —le exigí —. Que me digas.

Le pellizqué el brazo. Chilló de dolor y se retorció intentando apartarme. Me dio un manotazo, sin embargo, no me aparté. No lo haría hasta que respondiera mi pregunta.

—¡Dime!

—Drogado, Alease. A veces llega drogado —dijo casi gritando.

Para cuando lo solté tenía el rostro rojo.

—¿Qué? —me encontraba estupefacta ante la confesión de mi mejor amigo.

—Eso, no puede ser —musité, adolorida.

—Sí puede ser, Al —se sobaba el brazo —. Ojos rojos, labios secos. ¿Qué más es?, ding, ding, se droga, Al.

—Pero, ¿cuándo pasó todo esto? —lo miré. Esperaba encontrar algún tipo de respuesta en su mirada. Pero en esta no había nada más que dudas cómo las que tenía yo en ese momento.

—Ni idea —se encogió de hombros —. Las malas amistades te pueden llevar a un camino muy oscuro, Al. Si Devan no hace algo con él, es probable que termine igual que su madre —me miró a los ojos. Me sentía terrible por esta situación —. Tienes que decirle esto a Devan, antes de que las cosas se pongan peor.

Asentí con la cabeza. Una vez más miré en dirección a donde estaba Declan, pero él ya no se encontraba ahí. Se había ido.

—Te dije. Solo viene por ratos y luego se va.

Solté una exhalación profunda, desde lo más recóndito de mi ser. Me dolía el pecho de tan solo pensar en lo que Declan estaba pasando. Me culpé de aquella situación, sin embargo, me dije que él ya era lo suficiente grande como para saber lo que hacía y lo que dejaba de hacer. Yo no puse las drogas en las manos de Declan, tampoco el alcohol. Así que no era mi culpa que se estuviera destruyendo.

Regresamos al edificio para terminar con las clases que teníamos pendientes. Aunque no me pude concentrar bien. No dejaba de pensar en Declan y, aunque sabía que no se lo merecía, no podía evitar preocuparme por él.

—No me has dicho como van las cosas con Edward —le comenté a Archie.

—Y cómo te voy a decir si no has estado —dijo molesto —. Bueno ya, te perdono porque fue algo grave, pero estos días los vas a pagar con algo.

—¿Con qué? —pregunté.

—Comida, ropa, yo qué sé —se encogió de hombros.

Estaba consciente de que estuve ausente algunos días porque tenía que ayudar a Devan con el asunto de las niñas y todo eso. No lo podía dejar solo cuando prácticamente yo lo metí en eso. Pero no me arrepentía de ayudar a esas niñas y asegurarnos de que habían regresado a su casa, con sus padres y que ahora nadie las iba a usar o golpear.

Blake se recuperó rápidamente y su novio estuvo con ella en el hospital todo el tiempo que estuvo internada. No sabía que tenía novio porque ella no comentaba nada de su vida privada. Él era un gran chico, amable y muy dulce con ella, se notaba que la quería mucho y que se preocupaba por ella.

—Bueno, ya dime —le pedí. Le di un empujón con las caderas mientras caminábamos por el campus hacia la salida. Nuestras clases ya habían terminado.

—Ed es muy lindo y considerado. Además, besa muy bien —exhaló.

—¿Te gusta?

—Sí.

—¿Tú le gustas?

—Dice que tengo una lengua sabrosa y que le gustan mis ojos.

—Sí le gustas —afirmé.

—Sí le gusto. Al —me miró.

—¿Qué? —puso una mano en mi brazo.

—No quiero arruinar esto.

—No lo vas a arruinar —nos detuvimos.

—¿Eso crees? —asentí.

—Él te gusta, solo sé tú mismo. No finjas ser alguien que no eres solo para agradarle.

—Lo dice la que se folló al guapo de Devan Hawke la primera noche que lo conoció —le di un manotazo en el brazo.

—Deja de andar diciendo eso —miré a nuestro alrededor.

—Todos ya saben que están juntos —entornó los ojos.

—Sí, pero lo que no saben es que... tú ya sabes que —juntó los dedos índices y los frotó de arriba abajo. Lo que quería decir que teníamos sexo.

—Ajá —él esperaba que yo lo dijera, pero no lo iba a decir.

—Pues eso —mis mejillas se pusieron rojas. Tuve que echarme aire con la mano para bajar el calor que me invadía.

—Hablando del Rey —dijo Archie al mismo tiempo que señalaba con la barbilla por encima de mi hombro.

Giré sobre mis talones y mis labios se ensancharon en una genuina sonrisa cuando lo vi bajar de su lujoso auto. Esta vez no llevaba puesta su característica chaqueta negra, tan solo una camiseta blanca que permitía ver sus brazos tatuados y los músculos de estos. Abajo usaba unos pantalones negros y unas botas trenzadas del mismo color.

¿Por qué se veía tan caliente con un atuendo tan simple?

—Cada que Devan venga por ti voy a traer una bolsa para toda la baba que se te cae cuando lo ves —miré a Archie y entorno los ojos. Quería apretarle el cuello —. Mejor guardo silencio.

—Sí, mejor —le dije.

Esperamos hasta que Devan llegó con nosotros. Cuando por fin lo tuve frente a mí, lo que hizo fue besarme y atraerme con sus brazos a su duro pecho. Poco le importó que hubiera ojos curiosos mirando cómo nos dábamos muestras de amor. Besé sus labios en un suave movimiento, tomándome el tiempo de disfrutar de su boca.

—¿Pueden dejar de comer pan frente a los pobres, por favor? —tosió, interrumpiendo.

Devan sonrió sobre mis labios. Nos separamos, pero no me soltó. Me abrazó rodeando mi cintura.

—Me dijo Edward que van muy bien —comentó Devan. Dejó un beso en mi sien izquierda.

—Bueno, Ed tiene una lengua muy larga, pero sí, vamos bien.

—¿Y Arthur no sabe nada? —le pregunté.

—Por ahora no, no somos nada oficial y apenas nos estamos conociendo, así que toca esperar.

—Te ves muy feliz, Archibald —Archie puso los ojos en blanco. Odiaba que Devan le dijera así, pero ya no le decía nada porque siempre hacía lo que quería.

—Nada más porque eres el novio de mi mejor amiga, no te golpeo como debe ser —lo señaló con un dedo en alto.

—¿No será por el hecho de que le tienes miedo? —le pregunté

—¿Yo tenerle miedo a ese? —lo señaló —. Un poco, nada más —confesó con miedo.

Negué con la cabeza.

—¿Quieres que te llevemos, Archibald? —Devan lo estaba haciendo a propósito para hacerlo enojar.

Archie bufó, cerró los ojos, esperó unos segundos en los que tomaba aire y los abrió.

—Santa Virgen de la paciencia ven a mí —Devan sonrió satisfecho al saber que había logrado su cometido de hacer enojar a mi amigo ese día. Ese logro ya era una victoria —. No gracias, quede de verme con Ed y voy tarde. Chaito —se despidió diciendo adiós con la mano. Giró sobre sus talones y se alejó hacia la salida.

—Eres un grosero con mi amigo —golpeé su pecho con una mano.

Me tomó de la mano y caminamos hacia el auto. Me abrió la puerta y subí dejando la mochila en los asientos de atrás. Devan subió del otro lado y me puse el cinturón.

—Tengo algo que decirte —le dije cuando cerró la puerta.

—¿Qué pasa?

—Es Declan —las manos de Devan se crisparon y se convirtieron en puños.

—Hablemos en la casa.

Accedí a lo que me pidió. No era buena idea decirle a mi novio que su hermano estaba metido en el mundo de las drogas, si no es que ya lo sabía. Conocía su temperamento y no quería que pasara un accidente mientras manejaba.

No quise hablar con Devan acerca de Declan, porque sabía lo mal que se ponía cuando tocábamos el tema, pero tenía que estar al corriente de lo que su hermano estaba haciendo con su vida. O tal vez ya lo sabía y yo solo estaba siendo demasiado paranoica cómo siempre.

Cuando llegamos a la casa, Devan se adelantó y me abrió la puerta del auto. Cerró y me adelanté para abrir la puerta de la casa. Abrí y entré, esperé al lado de la puerta mientras Devan subía los escalones y cuando estuvo dentro fue él quien cerró la puerta. Dejé la mochila a un lado de la puerta y lo llevé a la cocina.

—Ahora sí, dime —se apoyó del fregadero donde me lavaba las manos.

—Declan va en muy malos pasos —Me enjuagué las manos —. Se junta con dos chicos que tienen mala reputación en la universidad —lo miré y tenía los brazos cruzados a la altura de su pecho.

—¿Mala reputación? —alzó una ceja —. ¿A qué te refieres con eso?

—Sí —cerré la llave y tomé un trapo para secarme las manos —. Ya sabes, beben y se drogan —musité esto último. Extendí el trapo sobre la encimera.

—¿Qué? —abrió los ojos de par en par.

—Pues eso. Dice Archie que va dos o tres veces a la universidad, se va, pero ya no regresa. Hoy estuvo dos horas y se fue. Ya no regresó —lo miré y se encontraba entre sorprendido y molesto.

—Mierda —se pasó ambas manos por el rostro, frustrado —. Es mi culpa.

—No —tomé sus manos entre las mías, mirándolo a los ojos —. Declan ya es mayor para saber lo que hace, ¿no crees? No eres su padre para estar detrás de él siempre y asegurarte de que no haga nada malo —lo quise tranquilizar.

—Lo sé, pero yo tengo la responsabilidad de ver por él y asegurarme que esté bien —exhaló.

—¿Qué vas a hacer? —le pregunté.

—Intentar hablar con él. En este momento está en un estado de negación, pero haré lo posible para que me escuche, aunque lo dudo mucho.

—Declan es testarudo...

—Y necio también —añadió.

Pasó sus manos por mis brazos y me regaló una dulce sonrisa.

—¿Puedes ir después de comer?, esta tarde te extrañé mucho. Te quiero a mi lado.

Rodeó mi espalda con sus grandes brazos y apoyé la mejilla en su pecho. Solté una gran exhalación, sacando todo lo que ya no me cabía en el pecho.

Lo quería demasiado y ya no veía mi vida sin él. Se había convertido en mí todo y este cariño que sentía por él crecía más y más con el paso de los días.

—Siempre haré lo que tú me digas —dejó un beso en mi frente —. Preparé la comida. ¿Tienes hambre? —me separé y asentí. Dejó otro beso en mi frente —. Vamos a comer entonces.

Cómo no amarlo si tenía este tipo de detalles conmigo. Me llevaba a la universidad e iba por mí para que no me regresara sola. Con lo que pasó con Enzo tenía miedo de que alguno de sus socios cobrara venganza, por lo que pasó con el viejo rabo verde ese.

Preparaba la comida o la cena. Siempre que quería algo nunca me lo negaba y estaba al pendiente de mis necesidades sin importar lo que fuera. Lo amaba y de eso no había duda, quería pasar el resto de mis días a su lado y ser su esposa para siempre.

Después de terminar de comer lavamos los platos. Me preparé una taza con café para ponerme a terminar algunos trabajos que tenía pendientes y subimos a la habitación donde tenía mi escritorio y encendí la computadora, solo que esta empezó a fallar. Se trababa mucho y no me dejaba escribir. Casi me puse a llorar, así que Devan se dio cuenta de mi frustración y se acercó para ver en qué podía ayudar.

—¿Qué pasa? —apoyó sus manos en mis hombros.

—Ya no sirve —gimoteé y me cubrí el rostro con las manos —. Voy a tener que comprar una y no tengo dinero —sollocé.

—Toma —quité las manos de mi rostro y lo miré. Entre sus dedos sostenía una tarjeta Amex nueva. La movió y la puso frente a mí. Fruncí el ceño —. Es para ti.

—Es tu tarjeta —me limpié debajo de los ojos con el pulgar.

—Y ahora es tuya.

—No puedo aceptarla —sonrió, orgulloso.

Lyubov, todo lo mío es tuyo ahora. Tómala, es tuya. No tiene límite y puedes gastar todo lo que quieras —dijo despreocupado —. Puedes comprarte una, dos o tres laptops si lo necesitas —dudé en tomar la tarjeta. Levanté la mirada hacia él y la bajé hacia la tarjeta.

Los dedos me picaban con ganas de tomarla y comprar esa laptop que tanto necesitaba, pero algo me impedía hacerlo. No sabía si era mi dignidad o la vergüenza de que ahora Devan me comprara hasta una laptop.

Lyubov —insistió —. No me hagas rogarte —movió la tarjeta frente a mis ojos —. Un día te vas a convertir en mi esposa y tendrás tu propia tarjeta, por ahora acepta esta.

No dudé más y la tomé con los dedos. Era tan bonita y reluciente. Jamás había tenido una Amex en mis manos. Ni siquiera había estado tan cerca de una cómo en ese momento.

—El código es cuatro, cinco, cuatro, seis —levanté la mirada hacia él y le sonreí.

—Gracias —se agachó y dejó un beso sobre mis labios.

—No es nada, ya te dije que todo lo mío es tuyo —dejó un toquecito en la punta de mi nariz.

Regresó a la cama para revisar su celular y yo pude comprar esa laptop que tanto necesitaba. El semestre estaba a punto de terminar y tenía tantos pendientes que entregar que no podía darme el lujo de perder más días de clases o no tener una computadora donde trabajar. Ahora, gracias a Devan podría continuar con esos trabajos que tenía que entregar.

Había faltado muchos días a la universidad y ya no podía perder un día. Estaba en la mira de los profesores y si continuaba faltando podía perder el año y no quería eso. No podía fallarle a mis padres. No podía fallarme a mí misma.

En ese momento recibí una llamada de Danielle. Mi niña hermosa nos estaba llamando y yo estaba tan feliz por escuchar su dulce voz una vez más. Así que no tardé en responder su llamada.

¿Hola? —llamé a Devan para que escuchara también. Me puse de pie y me senté en la cama a su lado. Puse el altavoz para que ambos pudiéramos escuchar.

—¡Danielle, hola! ¿Cómo estás? —escuché su dulce risa y eso fue cómo recibir un poco de paz para mi vida. Al menos sabía que ella estaba bien con sus padres.

Yo estoy bien —musitó —. He estado yendo a terapia y poco a poco voy superando lo que me pasó —se tejió un largo silencio entre los tres —. La psicóloga dice que no va a ser fácil. Le tengo miedo a los hombres.

Sentí un nudo en medio de la garganta.

—Es entendible —musité. Ni siquiera sabía qué decirle para que no se sintiera mal o atacada. Con Danielle las cosas siempre iban a ser más complicadas por todos los traumas que le quedaron después de lo que le sucedió tantos años —. Has pasado, por tanto, todos estos años.

—Sabes que lo que sea estamos aquí para ti —habló Devan —. No importa lo que sea, te vamos a apoyar siempre —Danielle soltó una exhalación.

Devan —su voz se suavizó —. Muchas gracias a los dos por todo el amor que me siguen dando después de regresarme con mis papás —sonreí, aunque ella no podía verme.

—Mereces ser feliz, Danielle. Mereces todo lo bueno que está pasando en tu vida y que nadie te diga lo contrario —le dije seria. Danielle entendió lo que quise decir y se rio con nosotros.

Los dos son ángeles que llegaron a mi vida para sacarme de ese infierno —musitó —. No sé qué sería de mí si Devan no hubiera ido esa noche y hubiera hecho lo que hizo.

—No recordemos ese momento, es parte del pasado y ahí debe quedarse —habló Devan —. Solo quiero que seas feliz y que un día puedas superar todo el dolor que viviste.

Lo estoy intentando.

—¿No te gustaría venir a vernos? —le pregunté. Esperamos su respuesta, impacientes —. Con tus papás, obvio.

Sí, me encantaría ir a visitarlos —respondió, feliz.

—Háblalo con tus papás y si necesitas que hable con ellos me dices. ¿De acuerdo? —le preguntó Devan.

De acuerdo. Yo les aviso lo que sea que me digan —comentó feliz.

—Te queremos mucho, Danielle, nunca lo olvides.

Yo también los quiero mucho a los dos.

Nos despedimos de Danielle y tuve la necesidad de abrazar a Devan. Quería sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo.

—Espero que un día Danielle sea completamente feliz y que los fantasmas de su pasado no se interpongan en su felicidad —musité.

—Ella va a ser feliz, te lo aseguro.

Y estaba segura de que Devan iba a contribuir para que eso fuera posible. Él también le tiene mucho aprecio a Danielle y quería que olvidara su doloroso pasado. 

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