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Capítulo 39. 🖤

Devan

Llegamos al lugar donde Enzo tenía cautivas a esas chicas. Era un lugar grande, de muchos metros de construcción, oculto detrás de la fachada de una fábrica. Bajamos de las camionetas siguiendo a Blake quien sabía más de esto que todos nosotros. Ella era experta rescatando niños y niñas de las garras de este tipo de personas.

Cubrimos nuestros rostros con pasamontañas para que al momento no nos reconocieran. Blake fue la primera en disparar a los hombres que custodiaban la puerta, mientras dos de nuestros hombres se hacían cargo de los otros sujetos que vigilaban los alrededores.

—¡Rodeen el lugar y no dejen que nadie salga! —ordenó Blake —. Sigan todas mis órdenes y no cometan una estupidez —zanjó.

Al menos unos diez hombres se alejaron y rodearon el lugar para que Enzo o alguno de sus hombres no pudieran escapar. Si se atrevían a poner un pie fuera de este lugar, lo único que quedaría de ellos sería un cuerpo lleno de balas.

Nos acercamos a la puerta y esta fue derribada por uno de los hombres del padre de Blair. Subimos la escalera. Blake siempre al frente, dirigiendo la operación para que la siguiéramos solo a ella. Terminamos de subir y giramos hacia la izquierda. Al ver un pasillo se les hizo una señal a los hombres que venían atrás para que se quedaran en su lugar. Blake avanzó y antes de dar la vuelta hacia la derecha se pegó a la pared.

Nos hizo una seña diciendo que había un hombre al final del pasillo, pero antes de que llegara a ella sacó una navaja dentro de sus botas y su pantalón. Guardó el arma y se acercó al hombre, derribándolo al suelo y enterrando la navaja en su cuello. La sangre salpicó el suelo. Me acerqué a ella y le ayudé a retirar el cuerpo hacia un lado.

—Eres rápida —le dije. Dejamos el cuerpo a un lado, donde nadie lo pudiera ver tan fácilmente. Aunque la mancha de sangre nos delataba.

—Siempre tienes que ser rápido —nos escondimos de nuevo cuando la puerta metálica se abrió. Le hice una seña a uno de los hombres que portaba una metralleta y no dudó en usarla en contra de quien sea que estuviera detrás de esa puerta.

Una ráfaga de balas y casquillos fueron disparados. Los vidrios de las ventanas retumbaban, el olor a pólvora se hizo presente en pocos segundos. El hombre avanzó y esa fue la señal para que los demás lo siguiéramos dejando nuestro lugar seguro y caminando detrás de él.

Nos dimos paso entre una pila de cuerpos que obstruían la puerta.

—Tienen que ir detrás de la cortina —informó Edward, quien estaba viendo todo en las pantallas de sus computadoras.

Blake y yo pasamos a un lado de los cuerpos y entramos a aquella habitación. Blake señaló la cortina con la barbilla. Un horrible escalofrío invadió mi cuerpo. Sentía tanto asco y miedo de que las cosas no fueran a salir cómo las planeamos.

—Detrás hay una puerta que lleva a un pasillo —dijo, Edward.

Hicimos la cortina a un lado, tal y como lo dijo Edward, había una puerta de madera, desgastada y mal pintada. Cogí el picaporte y empujé la puerta dejando que Blake pasara primero.

El pasillo se encontraba semi oscuro y solitario. Solo dos bombillas que apenas iluminaban a nuestro paso. Una de ellas tintineaba a punto de fundirse. Nos pegamos a la pared, alertas a lo que sea que pudiera pasar.

—Esto es muy raro —habló Blake.

—¿Por qué? —le pregunté.

—Parece que aquí no hay nadie.

—Se me hace raro también —Dijo Edward del otro lado. Negué con la cabeza.

Giramos hacia la izquierda, donde nos encontramos con otro pasillo, sin embargo, este era más corto que el anterior, al final de este solo una puerta y arriba de esta colgaba una bombilla. Nos acercamos con cuidado. El sujeto que iba adelante de nosotros giró el picaporte de la puerta y fue en ese momento que se produjo un estallido que nos hizo volar por el cielo arrogándonos contra el duro suelo de concreto. Mi cuerpo se impactó contra la pared y un horrible dolor le siguió al golpe, me dolía la espalda y ardía cómo mil infiernos. Una nube de polvo se levantó en pocos segundos impidiendo que pudiera ver lo que había frente a mí. Tosí y busqué a nuestros hombres, a Blake y el sujeto que abrió la puerta. Intenté ponerme de pie, me dolía todo el cuerpo, pero aun así me levanté del suelo. Frente a mí yacían dos cuerpos con el rostro desfigurado. Trozos de carne y huesos en el sueño. El polvo se empezó a disipar poco a poco.

¿Devan? —escuché en el auricular que nos entregó Edward —. ¿Devan, qué pasó? —preguntó.

—Nos pusieron una trampa —le dije —. Blake —corrí hacia ella. La explosión le afectó la pierna y estaba sangrando mucho —. Mierda, mierda —no sabía qué hacer. Su pierna sangraba mucho, la sangre mojaba su ropa.

La alejé de la puerta, arrastrándola por el suelo, dejando un camino de sangre a su paso. Ayudé a los otros hombres a ponerse de pie, me asomé en la escalera. Un fuerte impacto me derribó de nuevo, el dolor se hizo presente en mi hombro izquierdo. La sangre mojaba mi camiseta por dentro. La chaqueta tenía un agujero.

—Maldita sea, mierda —mascullé a la vez que algunas balas pasaron a mi lado.

—¿Estás bien? —preguntó Blake, sentada en el suelo.

—No es nada —exhalé con fuerza.

Preparé mi arma y disparé de igual manera como ellos lo estaban haciendo. Nuestros hombres respondieron a los disparos ayudando a contraatacar. No pasaron muchos minutos para que aquella guerra que teníamos contra los hombres de Enzo culminara. Los disparos cesaron y al terminar había una pila de cuerpos en el suelo. Entorné los ojos al ver a uno de los hombres de confianza de Enzo. Con su huella podía abrir la puerta.

¿Devan? —era la voz de Alease.

—Lyubov —exhalé, tranquilo. Su voz dulce me daba paz.

¿Estás bien? Dime que estás bien —su voz se escuchaba rota, desesperada.

—Sí —me quejé —. Un poco —reí nervioso.

Todo va a estar bien, ¿sí? Yo te estoy esperando —su voz se rompió —. Tú vas a salir de ahí y vas a venir conmigo a la casa, te vas a dar un buen baño, porque ni creas que te vas a dormir a mi lado oliendo a sudor —ambos reímos —. ¿De acuerdo?

—Sí —me puse de pie. Me paseaba entre la pila de cuerpos, levantando las armas y entregándoselas a nuestros hombres.

Aquí te espero, Devan —musitó. Dejé de escucharla.

—Iré por ti, lyubov —me agaché frente a Blake. Le ayudé con la herida de la pierna, sin embargo, saliendo de aquí tenía que ir al hospital para que la revisaran si no podía ser peor —. No te muevas de aquí, vamos a salir de este lugar y te vamos a llevar al hospital —asintió.

—Toma —se estiró y agarró un hacha que traía uno de nuestros hombres —. Hazlo y saca a esas niñas de aquí —agarré el hacha con una mano. Me levanté y no dudé en tomar la mano de aquel hombre y cortarla de tajo de su muñeca. El hueso tronó y se rompió con dos golpes. Arrojé el hacha al suelo y observé la mano de aquel hombre. Avancé y crucé la puerta que había quedado destrozada, al igual que las paredes dé al lado.

—Esa es la puerta —dijo Arthur. Frente a mí había una puerta metálica. Tenía un panel donde puse la mano de aquel hombre y esta no tardó en abrirse hacia un lado.

Los pocos hombres que quedaban con vida me siguieron. Me asomé dentro de aquella habitación, había unas camas acomodadas, una al lado de la otra. Encima una almohada y una vieja cobija.

Di un paso dentro y había más camas, todas pegadas a la pared. Giré a ver en una de las esquinas y ahí se encontraban escondidas al menos veinte chicas. Todas ellas, asustadas, se abrazaban entre sí y lloraban con miedo.

—No nos hagan daño —musitó una de ellas.

—No les haremos nada —les dije, con las manos en alto. Me quité el pasamontaña para que vieran mi rostro. Para que supieran que no debían temer.

—Por favor —suplicó una de ellas. Parecía ser la mayor de ellas porque protegía a las más pequeñas.

—Las vamos a sacar de aquí, les daremos de comer y van a regresar a su casa —intenté usar mi tono más amable para que confiaran en mí, para que no tuvieran miedo.

Se miraron entre ellas, algunas desconfiando y otras con los ojos llenos de lágrimas. Una de las niñas dio un paso al frente, otra de ellas le agarró la mano y la detuvo. La miró y le sonrió para que no tuviera miedo.

—No perdemos nada con ir con ellos —las observó a todas —. No tenemos nada que perder, nos han quitado todo —habló con la voz rota.

Me observaron con los ojos llenos de lágrimas, las mejillas sucias y la ropa rota.

—¿Vamos a regresar a nuestra casa? —preguntó.

—Sí, van a regresar a su casa con sus padres —le aseguré.

Me acerqué a una de las camas y agarré una cobija, aquella niña solo traía una blusa vieja que le llegaba debajo de las rodillas.

Sin soltar la mano de la otra niña se acercó y le puse la cobija sobre la espalda. Sacamos a todas de ese horrible lugar, cubriéndolas del frío y asegurándonos de que estuvieran bien y no se lastimaran con los restos de escombros en el suelo.

Antes de bajar la escalera me detuve al escuchar pasos. Blake venía detrás de mí, apoyada en un pedazo de madera que encontró en el suelo, su herida no paraba de sangrar. Les hice una seña para que se quedaran en su lugar, haciéndose a un lado.

De uno de los tantos pasillos que había en ese lugar salió Enzo, uno de nuestros hombres venía detrás de él apuntándole con una pistola en la cabeza.

—Mira a quién tenemos aquí —llevó las manos frente a él. Me miró de arriba abajo. Me coloqué frente a las niñas para que no las tocara —. Maldito traidor —escupió el viejo.

—Iba a escapar —informó el hombre —. Había un túnel porque el que escaparon otros más —le asentí con la cabeza.

—Nunca me ha gustado este negocio, esta vez fui yo, pero pudo ser cualquiera. Te lo advertí —señalé con un dedo en alto —. Te lo dije una y mil veces.

—Maldito ruso de mierda, todos son iguales —masculló. Noté que tenía el rostro golpeado y sangre seca en una de las comisuras.

—No te confundas, viejo estúpido —espeté. Apreté la mandíbula. Enzo dibujó una sonrisa burlona en los labios.

—Crees que has terminado con todo esto, pero este negocio no termina con mi muerte, Devan. Detrás de mí vendrán más, mucho más crueles y enfermos que yo —dijo con orgullo. Solo faltaba que se golpeara el pecho para demostrar el animal que era.

—Cállate —mascullé.

—No podrás salvarlas a todas, Devan —recalcó mi nombre con odio acérrimo —. Ah, ¿pensabas que soy el único detrás de esto? —se burló soltando una carcajada —. Pues no, Devan. Aunque me mates, este negocio seguirá a flote porque las personas con las que trabajo con poderosas y tienen muchos contactos. Esta es una red mundial, Devan.

—Cierra la maldita boca.

—Me gustaría ver tu cara cuando te des cuenta que esto no va a servir de nada —se rascó una ceja —. Sería algo para recordar.

—¡Te dije que te calles! —le grité, saqué la pistola y le apunté a la cabeza.

—¡Devan! —gritó Blake detrás de mí —. No lo hagas, lo necesitamos vivo —Enzo se burló de las palabras de Blake y la observó por encima de mi hombro.

—Tienes una policía trabajando para ti.

—Ella no trabaja para mí, yo estoy trabajando para ella, que no es lo mismo —se sorprendió por lo que dije. Eso cambiaba todo.

—Devan —habló Blake una vez más —. Si lo matas no tenemos nada. Si quieres que esas niñas obtengan justicia, debes dejarlo vivir.

—Es un maldito cerdo —espeté.

—Pero ese cerdo tiene contactos. Él nos los va a dar.

—Lo mejor es que me mates, porque si no lo haces, en unos meses voy a estar afuera de nuevo. Tengo muchos contactos, Devan, es cierto y los jueces me apoyan.

—Devan —Blake era la voz de la razón, pero en ese momento me encontraba tan enojado por las estúpidas palabras de Enzo —. No le creas.

—Créeme, por favor —se rio —. Esto no va a servir de nada —extendió los brazos —. Tu buena labor se va a ir por el caño cuando esté en las calles, secuestrando niñas para el disfrute de otros hombres. ¿Quieres saber cuánto pagan por ellas? ¿Quieres saber todo lo que les hacen? —detrás de mí escuché gimoteos de aquellas niñas a las que tanto lastimó.

—Cierra la boca antes de que yo te la cierre.

—¡Mátame de una vez maldito ruso de mierda o te juro por mi vida que cuando salga me las voy a cobrar con la puta que duerme en tu cama!

Sin pensarlo dos veces le disparé en la cabeza, una, dos, tres, cuatro veces hasta que la pistola quedó vacía. Su expresión quedó imprimida en su rostro mientras caía al suelo de espaldas.

—¡Te dije que te callaras! —solté el arma y caí al suelo de rodillas. Me llevé las manos al rostro para ocultar las lágrimas que brotaban de mis ojos —. Lo siento, lo siento tanto —Blake puso una mano en mi hombro.

—No debes disculparte —dejó un apretón en mi hombro —. Te provocó con la única persona que sabe amas más que a nadie.

—Esa no es ninguna justificación —exhalé. El pecho me dolía, no sé si por la explosión o por lo que sentía.

—Lo que importa es que las niñas están bien y van a poder regresar con sus familias —quité las manos de mi rostro.

Tienen que salir de ahí —informó Edward. El olor a quemado me golpeó la nariz —. Alguien inició un incendio.

—Edward, necesito que llames una ambulancia. Blake está herida.

Va en camino, Devan.

Condujimos a las niñas fuera de la propiedad. Frente a la construcción había varias camionetas que las llevarían al refugio. Todas ellas subieron a las camionetas. Solo que Blake se iba en la ambulancia que no tardó en llegar. Llegué a pensar que eso fue gracias a Edward.

—Lo siento —me disculpé una vez más con Blake. Ya se encontraba en la camilla a punto de subir a la ambulancia.

—Ya basta de disculpas, Devan —dijo sincera.

—Voy a dejar a las niñas en el refugio y voy a ir a verte —negó con la cabeza.

—No es necesario. Lo importante ahora es que lleves a las niñas al refugio y te atiendas esa herida. Asegúrate de que estén bien. Además, alguien viene en camino —sonrió al decir estas últimas palabras.

—¿Estás segura? No quiero dejarte sola, tu hermano me puede matar.

—Estoy segura, encárgate de ellas y que estén cómodas. Hunter no te hará nada —me sentía más aliviado de que ella me dijera estas palabras.

—De acuerdo, yo te aviso lo que sea que pase —solté su mano y dejé que la subieran a la ambulancia.

Esperé que se alejara y subí a una de más camionetas para llevar a las niñas al refugio. Observé a través de la venta cómo el fuego devoraba todo a su paso. Iba de un lado al otro, de arriba abajo. Empezó por una sutil brisa caliente y se expandió cómo una gran ráfaga roja, cómo un monstruo que consumía todo a su paso.

Alease

Me estrujaba los dedos, impaciente, ansiosa y nerviosa por todo lo que estaba pasando. Esperaba a Devan que no tardaría en llegar al refugio. Iban a traer a todas esas niñas que fueron raptadas de sus casas para ser el disfrute de viejos asquerosos con mentalidades retorcidas. Ahora iban a estar seguras, no pasarían frío o hambre. Podrían regresar con sus familias que tanto las esperaban.

Caminaba de un lado al otro, mirando hacia la puerta cada cinco segundos, esperando que Devan entrara y verlo bien, saber que estaba bien y que la explosión no lo lastimó.

—Calma, ellos ya no tardan —Blair apareció con dos vasos de quién sabe qué bebida en las manos.

—No puedo con esta angustia —me detuve frente a Blair y agarré el vaso que me entregó —. ¿Por qué no llegan? —sentía una opresión en medio del pecho.

—Van a estar bien —comentó, tranquila.

—Es que yo...—apreté los labios. Acerqué el vaso a la altura de mi nariz y olisqueé lo que me había servido —. ¿Es alcohol? —alcé una ceja.

—Para disipar los nervios —le sonreí. Le di un sorbito al vaso.

—Devan me dijo que era peligroso y yo casi lo obligué para que hiciera esto. Si algo le pasa será por mi culpa.

—No digas eso, si Devan hizo esto es porque sabe que es lo correcto, ¿por qué crees que nunca aceptó hacer negocios con el viejo ese? Devan nunca se quiso involucrar en nada de eso, su padre tampoco y Devan respetó esas decisiones después de su muerte.

—Aun así, me siento culpable —le di otro sorbito al vaso.

—No le va a pasar nada, Devan sabe cómo hacer las cosas —asentí, no muy segura de sus palabras. Yo también quería creer en Devan. Él dijo que iba a regresar a mi lado y sé que iba a cumplir su promesa.

—Tú eres muy linda, en todos los aspectos —le dije.

—Gracias, tú también eres muy linda —comentó, sincera —. Sé que no me crees del todo, pero te aseguro que no me voy a meter entre tú y Devan.

—Podrías hacerlo —musité.

—Sí, pero no quiero. No quiero tener de enemigo a Devan Hawke, es seguro que si yo hago algo para separarlos él me mata.

—No, Devan no...

—No es literal, Alease, si yo hago algo Devan me mata. Él te quiere mucho, es feliz a tu lado, no me queda de otra que seguir adelante —le di un gran sorbo al vaso e hice una mueca con los labios.

—No eres tan mala como yo pensaba.

—Todos piensan que las exnovias somos unas perras, pero no es así, no soy tan cruel. Podemos ser amigas, si tú quieres —la miré.

—¿Eso quieres tú?

—¿Y por qué no? —inquirió sorprendida —. Me agradas, tu gusto por la ropa no es tan del asco, pero podemos arreglarlo —me reí.

—Eso sería bueno —encogí un hombro.

Transcurrieron algunos minutos hasta que escuchamos el ronroneo de un auto que se acercaba. Me apresuré hacia la puerta, sin embargo, esta fue abierta por fuera. Uno de los hombres de Devan venía herido y con la ropa chamuscada por la explosión que hubo en ese lugar.

—Ven, vamos a curarte —Blair se acercó a él y lo condujo por uno de los pasillos donde ya se encontraban algunos doctores, esperando a los heridos.

Más hombres se unieron a ellos para ayudar a las niñas que iban bajando de las camionetas. Algunas temerosas, otras más llorando porque no sabían qué iba a pasar ahora. Busqué a Blake, sin embargo, no venía con ellos. Les indiqué a las niñas por donde ir y fue Edward quien bajó para ayudar también.

A lo lejos vi a Devan caminando hacia mí. Sonreí al verlo y mi corazón latió con fuerza. Cuando lo tuve frente a mí lo abracé con fuerza. Lo olí y lo apreté a mi cuerpo como si todo el tiempo que estuvimos lejos me faltara el aire. Me aparté y apoyé mis manos en sus brazos para comprobar que era él, que esto no era un espejismo. Mi mano se mojó con la sangre que brotaba de su hombro.

—Dios mío —agarré su mano y lo llevé conmigo hacia la sala. Me senté frente a él y le ayudé a quitarse la chaqueta y el chaleco.

—Están revisando a las niñas —informó Blair. La herida de Devan no paraba de sangrar —. Voy por un doctor —corrió hacia uno de los pasillos.

—Gracias, Blair.

—Esto es mi culpa —dejé el chaleco a un lado y le ayudé con la camiseta que para estas alturas estaba cubierta de sangre.

—No es tu culpa, lyubov, yo hice esto por...

—Porque yo te lo pedí, solo por eso y mira lo que ha pasado.

—No me obligaste a hacerlo, así que no te culpes por nada —levantó la mirada hacia mi rostro.

—No seas así de lindo conmigo, no lo merezco. Soy una inmadura que te hace escenas de celos y te pone en peligro, nada más eso soy —se me llenaron los ojos de lágrimas.

—No eres nada de eso, lyubov.

—Dime algo, lo que sea. No me importa si te enojas conmigo.

—Eso no va a pasar.

—A veces siento que no te merezco, que eres mucho para mí.

—Eso es tonto, por no decir otra palabra.

—Pero...—puso un dedo sobre mis labios para callarme, para que ya no dijera tonterías.

—Nada de lo que digas me va a alejar de ti. Puedes ser inmadura y celosa y aun así yo te voy a querer y voy a estar contigo.

—Eres tan lindo —pasó sus pulgares por debajo de mis ojos y limpió mis lágrimas.

—Y tú eres la cosita más linda que yo he conocido y que voy a conocer —dejó un beso sobre mis labios. Nos apartamos cuando el doctor llegó acompañado de Blair.

—Vamos a revisar eso —me aparté para que revisara a Devan.

—¿Cómo están las niñas? —le pregunté a Blair.

—Bien, ya se están acomodando en las habitaciones. Las están revisando para ver que no estén heridas. Se les va a dar de cenar y ropa limpia. También se van a poder bañar, solo que las revisen las doctoras.

—Gracias, Blair —puse una mano en su brazo.

—No es nada, me gusta saber que puedo ayudar en algo —me regaló una sonrisa sincera —. Vamos para que comas algo, no has querido comer porque no sabías como estaba Devan.

Miré a Devan y al doctor, este seguía en lo suyo curando el brazo de Devan mientras le hacía algunas preguntas. Seguí a Blair por un pasillo, cruzamos una puerta y entramos a una lujosa cocina. Preparamos algo rápido para comer en ese rato. La cena de las niñas ya estaba lista para cuando se dieran una ducha.

Cuando regresamos a la sala, el doctor ya había terminado de curar a Devan. Solo le ponía una gasa y la aseguraba para que no se le cayera. El doctor se alejó por el mismo pasillo por donde entró.

—¿Cómo estás, fortachón? —le preguntó Blair en tono divertido.

—Bien, duele un poco.

—Qué bueno que estás bien —me miró —. Yo voy a ver a las niñas —asentí y Blair se alejó también.

—¿Todo bien? —me preguntó.

—Todo bien, hemos hablado y me dijo que ella es feliz si tú lo eres.

—Solo somos amigos —aclaró y no tenía que hacerlo porque ahora todo estaba más que claro.

—Eso también me dijo —bajé la cabeza, apenada por mis tontos celos —. Lamento portarme como unta tonta, pero tengo miedo

—¿Miedo de qué? —me obligó a verlo a la cara poniendo dos dedos bajo mi barbilla.

—Tengo miedo de que encuentres a alguien mucho mejor en todos los aspectos y me dejes —Deban se rio un poco.

—Eso nunca va a pasar, lyubov. Tú me tienes en tus manos —agarró mis manos y dejó un beso en cada dorso —. ¿Podemos irnos a la casa? Necesito un buen baño, huelo a sangre—hice una mueca.

—Antes de irnos necesito ir a ver a las niñas —le ayudé a Devan a ponerse una camiseta.

Las niñas ya estaban en sus habitaciones y algunas de ellas ya se habían dado una ducha para empezar a cenar. Tenían ropa limpia y una cama decente donde dormir. Les recordé que pronto estarían en sus casas, con sus padres y que nunca nadie les haría daño. No volverían a pasar por este infierno porque entre Devan y yo nos íbamos a asegurar que estuvieran sanas y salvas.

Le agradecí a Arthur y Edward toda su ayuda. También a Blair porque sin ella esto no hubiera sido posible. Nos prestó un refugio donde meter a las niñas, trajo a los doctores y ropa limpia. Quería ver a Blake, pero Devan dijo que estaba en el hospital y que le pidió que primero se asegurara que las niñas estuvieran bien. Que alguien ya iba al hospital para estar con ella.

Esta vez me tocó a mí conducir a nuestra casa, ya que Devan no podía hacerlo. No tardamos en llegar. Le ayudé a bajar del auto y juntos entramos a la casa.

—Hemos llegado —bufó y se dejó caer en el colchón.

—Esas chicas están mejor gracias a ti. Van a poder regresar a sus casas, con sus familias —dijo.

—Yo no hice nada, yo no arriesgue mi vida para sacarlas de ahí, tú sí. Hiciste mucho por ellas, arriesgaste tu vida, mi amor —me regaló una bonita sonrisa.

—Pero me convenciste para hacerlo —se incorporó apoyando los codos en el colchón. Se quiso quitar la chaqueta, pero se le dificultaba hacerlo, así que le ayudé —. Creo que voy a necesitar ayuda para bañarme.

—¿Estás insinuando qué quieres que entre contigo al baño?

—Creo que ya va siendo hora que nos bañemos juntos, ¿no? —una de las comisuras de sus labios se estiró en una sonrisa seductora.

—Me gusta la idea —me ayudó a quitarme la chaqueta y continuó con la blusa. Me quité los botines y los jeans.

—Encaje —me miró a los ojos.

—Te gusta —me mordí el labio.

—Me encanta —musitó con esa voz ronca.

Cogió mi mano y me llevó hacia el baño. Ahí se quitó los pantalones y los calzoncillos. Yo me deshice de mi ropa interior que dejé en el suelo.

Pasé mis manos por sus hombros y tuve mucho cuidado con la herida que aún estaba fresca. Alcancé a ver los hilos y las puntadas. Un nudo se formó en mi garganta.

—Otra cicatriz para la colección —dijo en tono burlón.

—No es gracioso, Devan.

—No, no lo es, lyubov, pero no es tu culpa tampoco.

—¿Y por qué me siento como si todo fuera mi culpa?

—Porque eres inocente, todavía —aclaró —. Tienes un corazón noble y espero que sea así siempre. No quiero que dejes de ser esto. Que pase lo que pase nadie te cambie porque me encantas así.

» Eres la luz en medio de toda mi oscuridad. Eres la redención que yo necesitaba y juro que eres todo mi mundo, lyubov, sin ti no soy nada, solo una sombra. Nunca me dejes.

—Nunca te voy a dejar, Devan Hawke. Te amo. 

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