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Capítulo 36. 🖤

Devan

Observaba el celular esperando una llamada que tal vez nunca iba a llegar. Mi hermano no quería saber nada de mí, me odiaba por lo que sentía por Alease y que no planeé que pasara. Porque nadie planea algo así, solo se dio y estaba aprovechando la oportunidad que el destino me había regalado. Por nada del mundo dejaría a Alease, era mía en cuerpo y alma y las cosas seguirían así hasta que dejara de existir, solo así ella sería libre de mi dominio, antes no.

Entendía un poco a Declan, pero se me hacía un poco inmaduro de su parte que no entendiera que las cosas solo se dieron, que ninguno de los dos planeó lo que estaba sucediendo entre nosotros y que no lo hicimos con la intención de lastimarlo, aunque él creyera lo contrario. Estaba cegado por el odio y el rencor que lo consumía en ese momento. Quería entender eso y estaba seguro que yo me hubiera puesto peor si las cosas se hubieran dado al revés, pero joder, no entendía el punto al que quería llegar. Se estaba destruyendo por una tontería que solo le hacía daño a él. Yo no hubiera llegado a ese punto de hacerme daño para que él se sintiera mal.

En ese momento de mi vida me encontraba feliz con Alease y él andaba vagando por ahí, metiéndose en problemas y arruinándose la vida por un capricho. ¿Quién estaba sufriendo en ese momento, él o yo?

Exhalé en el momento que Alease llegó por detrás y rodeó mi cuello con sus largos y delgados brazos.

—¿Pasa algo? —preguntó dejando un beso en mi mejilla.

Pude decirle la verdad, que Declan no llamaba y que me preocupaba lo que estaba pasando con él. No le estaba yendo muy bien que digamos, pero tenía que hacerse responsable de sus actos.

—Sofí me llamó, pero ya no alcancé a responder —la miré y se veía feliz —. ¿Me vas a decir por qué fuiste al departamento? —indagué.

—Fui por algunas cosas —entorné los ojos —. Prometo que no es nada malo.

—Más te vale que así sea —le dije. Ella solo me sonrió.

—Voy a preparar una rica cena y vamos a pasar un rato agradable —se apartó unos centímetros.

—Todo el tiempo que paso a tu lado son agradables —confesé.

—Pero este lo será más —aseguró.

—No sé qué tramas y tampoco sé si quiero saberlo —musité.

—¿Por qué lo dices?

—Desde que despertaste andas muy cariñosa —me miró, ofendida.

—¿No puedo ser cariñosa con mi novio? —la miré entre confundido y sorprendido.

—Tu novio —repetí.

—El novio más guapo y sexi que puede existir en toda la tierra —dejó un beso en mi mejilla.

Me puse de pie con ella en mi espalda y la llevé hacia el sofá. La dejé ahí y ceñí mi cuerpo al suyo.

—¿Qué tramas? —mordí su labio y bajé por su cuello hacia el monte de sus senos. No llevaba puesto el sujetador, así que noté en el momento que sus pezones se pusieron duros.

—Nada, no tramo nada —aseguró. Gimió en el momento que mi lengua mojó la tela de la blusa que llevaba puesta.

—Dime —le exigí. Bajé hacia su ombligo con pequeños besos y pasé mi lengua sobre su piel lechosa.

—Prometo que te va a gustar —puse ambas manos en sus mejillas y la obligué para que me viera a la cara. Tenía las mejillas teñidas en carmín, los labios un poco rojos por mi beso salvaje y la mirada más linda que hubiera visto en toda mi vida.

—¿Estás segura de eso? —asintió con la cabeza.

—Si tienes algo que hacer tomate tu tiempo, voy a preparar una rica cena.

—Haré lo que tú digas —dejé un corto beso sobre sus labios antes de erguirme. La ayudé a ella y después subí las escaleras. Tenía que contactar con Sofí y saber si Declan se apareció por la casa, aunque fuera a comer y llevarse un poco de ropa.

Alease

Mientras Devan estaba haciendo quien sabe qué cosas me di a la tarea de preparar una rica cena que estaba segura, le iba a gustar, ya que lo había visto un poco decaído por todo lo que estaba sucediendo en nuestras vidas. Lo conocía tan bien que sabía, estaba pasando por algo, pero no me quería decir. Era por Declan, todo esto y lo que sentía era por él y me molestaba que todo esto se hubiera salido de control de esta manera cuando las cosas pudieron ser diferentes si tan solo Declan hubiera actuado de otra manera.

Tal vez una cena no iba a arreglar todo lo que estaba mal allá afuera, pero al menos lo haría sentir un poco mejor. Era mi aporte para que se olvidara de los problemas que había afuera de esa puerta.

Cuando Devan me preguntó por qué fui al departamento, le dije la verdad, sin embargo, omití el hecho de que pasé al supermercado por todos los ingredientes para la cena que iba a preparar para él. Al igual que una botella de vino.

Terminé de preparar todo y antes de arreglar la mesa del comedor me di un baño y me puse un sexi vestido de dolor rojo que había comprado para el trabajo, pero que ahora ya no iba a necesitar. La tela se ajustaba a mi delgado cuerpo y hacía resaltar algunas curvas que siempre mantenía ocultas debajo de mi ropa. El escote era sencillo y mis pequeños limoncitos se veían bien, a pesar de ser pequeños. Me recogí el cabello de un lado con un broche dejando lo demás suelto. Por último, me puse un poco de perfume y unos pendientes que hicieran juego con los tacones y el vestido.

—Devan —me asomé en la puerta y Devan se estaba subiendo las mangas de la camisa hasta los codos. Sus tatuajes saltaron a la vista. La tinta de color negro brillaba y lucía imponente así.

Se afeitó y lucía jodidamente sexi con esa ropa. Una camisa blanca y unos pantalones de vestir negros. No necesitaba nada más para verse sexi y caliente.

—¿Sí? —su pregunta me sacó del limbo en el que había entrado al detallarlo de los pies a la cabeza.

—La cena está lista —le avisé.

Se acercó y me cogió de la mano para hacerme girar sobre mis talones.

—Te ves hermosa —musitó. Me observó de arriba abajo. Me jaló hacia él, poniendo una mano en mi cintura.

—Y tú te ves sexi —apoyé mis manos en su pecho. Devan sonrió. Dejé un beso sobre sus labios. Mordió mi labio inferior con toda la intención de que este beso llegara a más, pero no era el momento de terminar en la cama. Todavía no —. Espera, tigre. Tenemos toda la noche para hacer esto.

—Pero yo te necesito ahora, lyubov —suplicó.

—Con calma —bufó —. Te aseguro que valdrá la pena la espera —soltó una exhalación, como si se estuviera conteniendo de hacer algo.

—No puedo decirte que no —le sonreí, agradecida de que supiera esperar.

—Vamos —cogí su mano y caminé con él detrás de mí. Bajamos las escaleras y abajo la sala se encontraba a oscuras, solo las velas iluminaban un poco hasta el comedor donde había más velas con toda la intención de que el momento fuera romántico. La mesa estaba puesta, en medio había un gran plato con pasta, otro con ensalada, dos copas y una lujosa botella de vino.

—¿Hiciste esto para mí? —indagó. Lo miré y tenía la mirada cargada de ilusión.

—Solo para ti —aseguré. Apoyé la mejilla en su hombro y dejó un beso en mi cabeza.

Me aparté cuando se movió para jalar la silla para que tomara asiento. Cuando me senté en la silla, Devan empujó esta hacia el frente. Tomó su lugar frente a mí. Observó la pasta y la ensalada.

—Todo se ve tan rico —se mojó los labios con la lengua.

—Solo espero que no te vayas a intoxicar —me reí nerviosa. Levantó las cejas, sorprendido —. No sé si esos camarones estén bien cocidos —sentí un nudo en el estómago. Devan se acercó para oler la pasta.

—Huelen bien, además, si me llego a intoxicar, tú me vas a cuidar —aseguró, mirándome a la cara.

—Si me intoxico también no creo que pueda hacerlo.

Devan cogió el plato que tenía frente a mí y primero me sirvió un poco de ensalada. La puse un poco de arúgula, fresas, algunas nueces y una vinagreta. Se veía apetecible y esperaba que sí le gustara. Dejó el plato frente a mí y se sirvió ensalada también.

—¿Cómo preparaste esto tan rico?

—Con las manos —me quise hacer la graciosa y sí funcionó porque Devan se rio. Su risa era la más linda de todo el mundo.

—Me refiero a donde conseguiste la receta —corrigió.

—¡Ah!, Archie me la pasó por WhatsApp —picó un poco de ensalada y se la llevó a la boca. Observé cada uno de sus gestos para asegurarme de que le estaba gustando.

—Todo está muy rico —comentó una vez más.

—¿No lo dices para quedar bien conmigo? —alcé una ceja.

—No, ¿por qué tendría que quedar bien contigo? —me miró —. Si te digo que todo está muy rico es porque es cierto —subió una mano a la mesa y la puso encima de la mía.

Soltó mi mano para coger la botella con vino y observar la etiqueta.

—Este es un muy buen vino. No tenía idea que supieras algo de vinos.

—Y no sé nada —reí, nerviosa —. Me encontré a un señor y me dijo que este es un muy buen vino. Qué valía la pena cada dólar —encogí un hombro. Comí un poco de ensalada.

Devan destapó la botella y sirvió vino en las dos copas. Me entregó la mía y dejó la botella a un lado.

—¿Confiaste en un desconocido para comprar una botella de vino?

—Se veía un buen hombre, además, cuando cogí la primera botella me dijo que eso era una porquería, se agachó y me entregó esa botella —ambos miramos la botella encima de la mesa —. Casi me da un infarto cuando vi el precio, pero dijo que me iba a gustar y que es uno de los mejores.

—Me hubieras preguntado —comió más ensalada.

—¿Cómo te iba a preguntar que quería una botella de vino para una cena romántica contigo y así emborracharte? —abrió los ojos de par en par —. Eso hubiera sido muy tóxico de mi parte —negó con la cabeza.

—Salud por la tóxica de mi novia —cogió la copa.

—Y por el amable anciano que me aconsejó comprar esta botella de vino —cogí mi copa y las chocamos despacio.

Ambos bebimos de las copas y debo admitir que sabía muy bien.

—¿A qué se debe esta cena? —dejó la copa a un lado y continuó comiendo de la ensalada que estaba a punto de terminarse.

—¿No puedo tener un lindo gesto contigo porque piensas que quiero algo? —le pregunte, ofendida.

—Solo quiero saber —me miró y encogió un hombro.

—Es mejor que no lo sepas —entornó los ojos.

—Estaba seguro de que había algo más —desvíe la mirada.

—No es nada malo, te va a gustar —sentí las mejillas calientes.

—¿Cómo sabes que me va a gustar? —me miró de reojo.

—Porque te conozco y eres tan candente que pareces una antorcha, con poco te enciendes —comenté.

—¿Debería sentirme ofendido porque mi novia asegura que soy más caliente que el sol? —apoyó los ojos codos en la mesa y formó puños con las manos apoyando su barbilla sobre estos.

—Y tu cara parece tallada por los mismos dioses —alzó una ceja.

—¿Esa frase no es de una película?

—Me atrapaste —lo señalé con el tenedor en la mano —. Es de Shrek.

—¿Usas de una película infantil en una cena con el caliente de tu novio? —quería escucharse ofendido, pero no lo estaba para nada.

—¡Yo no dije que eras caliente! —protesté.

—No lo dijiste con esas palabras, sin embargo, lo insinuaste.

—Sabes que tengo razón.

—Sí, pero eso no quiere decir que no me sienta ofendido por decir que soy caliente. Como si solo estuviera pensando en hacerte el amor.

—¡Pero a mí me gustas así!

—Ah, ¿sí? —preguntó, con curiosidad.

—¿Eres ciego o qué?

—Creo que ahora veo mejor las cosas.

Le sonreí. Cogió la copa para brindar de nuevo e hice lo mismo con la mía.

Platicamos mucho cómo no lo habíamos hecho desde hace semanas. Creo que por un momento se le olvidaron todos los problemas que teníamos y ambos disfrutamos de la rica cena que le preparé justamente para esto, para que pasáramos un momento juntos y para platicar.

****

—¿Y esto para qué se supone que es? —le dio una mordida a la fresa cubierta con chocolate. Entorné los ojos y lo miré.

La cena había terminado y ahora disfrutábamos del postre. Nos encontrábamos en la sala, sentados en la alfombra. Nos quitamos los zapatos para estar más cómodos.

—Para comer —dije con obviedad.

—Creí que era para jugar un rato —encogió un hombro —. Podría pasar la fresa por tu piel y después lamer esta, como si fueras una paleta de dulce —me estremecí con sus palabras.

Y luego dice que no está pensando en sexo.

—¿No puedes pensar en otra cosa que no sea sexo? —indagué.

—No —admitió —. Además, he visto algo de color rojo —con los ojos señaló mis senos —. Y me imagino que puede ser.

Me acomodé el vestido para que no se me viera nada más.

—Muy tarde, lyubov, ahora solo tengo ganas de arrancarte la ropa —procedió a beber de su copa.

—¿Y qué te lo impide? —le pregunté.

—Que te ves muy sexi con ese vestido y quiero verlo puesto en ti muchas veces más.

—Me puedo comprar otro —negó con la cabeza.

—Este, en especial, me gusta —dejó la copa encima de la mesa. Cogió una fresa y la acercó a mis labios, estos se abrieron para morder la fruta y chuparla.

Mis labios se mojaron con el jugo de la fruta y una gota resbaló por una de mis comisuras. Devan no tardó en limpiar el jugo con su lengua. Sentí una punzada en mi sexo.

—Te espero arriba —informé.

—¿Te vas? —lo miré.

—Te conviene —dejé un beso sobre sus labios y me puse de pie. Subí las escaleras y entré a la habitación. Ya dentro me quité el vestido y solo quedé en ropa interior. Aquel conjunto rojo nos gustó a ambos y ahora lo estaba usando por primera vez. Busqué las medias que iban a juego con el conjunto y me las puse.

Devan no tardó en subir y aparecer bajo el umbral de la puerta. Metió las manos dentro de los bolsillos de su pantalón y me observó de arriba abajo.

—Wow —me miró con los ojos bien abiertos. Sentí un poco de pena cuando me recorrió con la mirada —. Te ves jodidamente sexi —se mojó los labios.

—Esto es para ti —le dije. Me pasé un mechón de cabello detrás de la oreja.

—Y me encanta —dio un paso y otro más —. Creo que deberíamos hacer esto más seguido —sugirió.

—¿Hacer qué? —dio un paso más. Lo hacía lento y pausado, como si estuviera cazando a su presa.

—Que te vistas así para mí —cuando estuvo frente a mí no dudó en atraerme a su cuerpo poniendo una mano en mi espalda baja —. Yo también tengo algo para ti —susurró sobre mis labios.

—Ah, ¿sí? —asintió con la cabeza —. ¿Qué es? —apoyé mis manos en su pecho.

—Ve a la cama —ordenó. No tardé en obedecer y subí a la cama.

Devan regresó a la puerta y bajó la intensidad de la luz. Se quitó la camisa dentro del pantalón mientras caminaba hacia el closet. Quitó uno a uno los botones de la camisa. Cuando estuvo frente al closet jaló una de las puertas.

Giró sobre sus talones sosteniendo algo con una mano.

—Tal vez esto te duela o tal vez no —levantó la mirada hacia mí. Se detuvo frente a mí y cogió mi mano derecha.

—¿Eso son unas esposas? —inquirí.

—Exacto —dijo.

Una cadena colgaba de las esposas y esta la ajustó a la pared en una argolla cerca de la cabecera de la cama.

—¿Habías hecho esto alguna vez? —preguntó y le dije que no negando con la cabeza. Hizo lo mismo con la mano izquierda.

—Nadie ma había esposado a la cama.

—No me refería a eso —se posó frente a mí, a los pies de la cama.

Alcé una ceja y quise preguntarle a qué se refería con eso, sin embargo, me di cuenta de que se estaba quitando la camisa. Quedó desnudo de la parte de arriba. Cada uno de sus tatuajes lucían poderosos y su piel brillaba bajo la tenue luz que poco iluminaba la habitación.

—¿A qué te refieres? —le pregunté.

—Ya lo verás.

Trepó la cama, quedando de rodillas. Cogió uno de mis pies y con delicadeza empezó por acariciar mi piel. Su toque era suave y tibio. Sus dedos masajeaban mi piel y apretaban delicadamente cada poco segundo. Cuando sus manos llegaron donde el liguero y las medias se unían, quitó los broches dejando expuesta mi pálida piel. La tela transparente fue dar al suelo. De nuevo sus manos recorrieron mis piernas y muslos, se detuvieron en mis rodillas y abrió mis piernas con fuerza.

—Ya sé a qué te referías —tragué grueso.

—Cierra los ojos —me pidió en un suave susurro.

Le hice caso y cerré los ojos. Sentí sus labios posarse en el interior de mis muslos. Su suave lengua recorrió mi piel, mordía un poco y sus dedos se hundían ejerciendo presión.

Cuando estaba cerca de mi sexo exhaló y esa suave caricia me hizo estremecer. Si esto provocaba una sola caricia, no me quería imaginar lo que podía provocar su lengua húmeda.

Jadeé en el momento que su lengua se paseó de arriba abajo. Su saliva mojó mis bragas. Sentí un cosquilleo en el momento que apartó la tela y la punta de su nariz se deslizó por mi sexo. Sentía un dolor palpitante que me hacía pedir más y más. Su lengua se movió entre mis pliegues, humedeciendo mucho más aquella zona de mi cuerpo que de por sí ya se encontraba húmeda.

Uno de sus dedos se deslizó en mi interior, mientras que con el pulgar ejercía presión en mi clítoris. A estas alturas se encontraba hinchado por el deseo que me consumía por dentro. Sacaba el dedo y lo metía de nuevo. Lo sacaba y lo metía una vez más con más fuerza. Usó otro de sus dedos. Se deslizaban ágiles dentro de mí. Gemí y apreté las piernas. Mi garganta seca, mi pecho subía y bajaba errático.

En un momento se deshizo de mis bragas dejándome desnuda de la parte de abajo. Se perdió en medio de mis piernas, lamiendo y succionando todo lo que podía con su lengua. Metía los dedos y empleaba su lengua al mismo tiempo. Se detuvo un momento y se apartó. Sentí cómo abandonó mi cuerpo y este se sintió frío.

Abrí los ojos y lo vi caminar hacia el closet. De nuevo sacó algo dentro y regresó frente a mí. Esta vez sostenía una pluma, que pasó sobre mi sexo. Era suave y tersa. Recorrió mi abdomen, mis piernas y se detuvo en el monte de mis senos. Mis pezones se transparentaban debajo de tela. Se pusieron duros en el momento que la pluma los rozó.

Se ciñó encima de mi cuerpo. Su pecho se apretó a mis pequeños senos. Cogió su mano y la bajó a su entrepierna.

—Mira cómo me pones —gimió sobre mis labios —. Estoy duro por ti, lyubov —me mojé los labios.

De nuevo me folló con los dedos. Gemí y me mordí el labio que fue atrapado por su boca que tenía mi sabor. Su lengua tomó la mía, se movía dentro, la mordía y succionaba. Tiraba de mi labio inferior con sus dientes. Lo hacía con delicadeza, sin embargo, sentí el sabor metálico de la sangre, que él no dudó en lamer.

—¿Te gusta? —se apartó unos centímetros. Tomando una distancia prudente para dejarme respirar tranquila. Asentí con la cabeza, dejándome llevar por el calor del momento que me incitaba a pecar.

Mis caderas se movían al compás de sus ágiles dedos. Nos devoramos con la boca. Mi pecho subía y bajaba. Mis piernas se apretaban y mi espalda se arqueó en el preciso momento que el orgasmo sacudió mi cuerpo. Devan se deslizó hacia abajo, intensificando el éxtasis con su lengua y sus dedos que todavía se movían dentro de mí.

—¡Oh Dios! —cogí las cadenas de las esposas y tiré de ellas. En ese momento deseé tener las manos libres para poder agarrar los cabellos de Devan. Jadeé con fuerza y mis caderas se movieron más rápido. Llegué a ese delicioso clímax, dejando caer la cabeza en la almohada, cerrando los ojos, dejando que los estragos de aquel orgasmo se desvanecieran de mi cuerpo.

Sentí cómo sacó los dedos dentro de mí y se movió, así que abrí los ojos y lo vi ponerse de rodillas para después quitarse el botón del pantalón.

—¿Me puedes quitar esto? —le pedí —. No me siento libre.

Se bajó de la cama y me quitó las esposas. Me sobé las muñecas con los dedos.

—¿Ahora qué vas a hacer? —todavía me temblaban las piernas. Aún sentía el cosquilleo en mi vientre bajo y los estragos de lo que había sucedido tan solo segundos atrás, que me recorrían el cuerpo.

—Me gustaría empotrarte contra la pared, pero me conformo con tenerte debajo de mí —sonrió.

¿Por qué era tan directo siempre? ¿Por qué decía ese tipo de cosas y en lugar de escucharse vulgar aquello me gustaba en demasía?

—Ven aquí —pidió y gateé hasta quedar frente a él.

Me puse de rodillas. Devan puso sus manos en mis hombros desnudos.

—Si llegas a sentirte incómoda, solo me dices —asentí —. Ahora, date la vuelta —tragué grueso porque no tenía ni idea de lo que iba a hacer después.

Tardé un poco en obedecer y le di la espalda. Deslizó sus manos por mi abdomen y ascendió a mis senos. Los apretó y pasó las yemas de sus dedos por mis pezones. Se acercó por detrás hasta que no quedó espacio entre nuestros cuerpo. Cogió mi barbilla para que volteara a verlo. Juntó sus labios contra los míos y degustó de estos con paciencia y calma, mientras que su otra mano abandonaba mis senos y bajaba por mi abdomen hasta mi sexo, todavía lo sentía palpitar y solo un roce me hacía estremecer. Lo hizo lento al deslizar sus dedos entre mis pliegues, apretaba lo suficiente y tocaba con suavidad. Jadeé de nuevo sin poder evitarlo. Estaba colapsando.

Soltó mi barbilla, sacó la mano de mi interior y la apoyó en mi espalda baja.

—No te haré daño —dijo cuando me tensé por completo.

Metió la rodilla en medio de mis piernas, abriéndolas un poco. Se deshizo de los pantalones y cogió su miembro. Tragué saliva en el momento que sentí la punta en mi culo. Apreté las sábanas con tanta fuerza que mis nudillos se marcaron de color blanco.

—No te pongas nerviosa. Lo haré despacio para que no te duela —asentí, un poco temerosa. Intenté relajarme y pensar que era él quien me estaba tomando por detrás, que no era ningún desconocido y que esta vez estábamos solos, así que había mucha más confianza —. Me dices si te duele.

—De acuerdo —mi voz tembló.

Entró un poco más, con suavidad. Lo sacó y lo metió de nuevo hasta la punta, se detuvo unos segundos y lo deslizó un poco más dentro. Lo sentía abrirme despacio y con calma. Salió de nuevo, despacio y lo metió de nuevo un poco más adentro. Fue tan paciente conmigo que ni siquiera me di cuenta en el momento que ya lo tenía dentro por completo. No me lastimó, se tomó su tiempo y lo hizo con cuidado de no desgarrarme, aunque le tomó mucho más tiempo que cuando lo hacíamos por normal.

Las embestidas llenaban la habitación. Los muslos de Devan chocaban contra mis nalgas. Me dio una fuerte nalgada que me excitó y a él también porque tomó un puñado de mi cabello con cuidado. Mi cuello quedó expuesto y mis senos rebotaban con cada embestida.

—¿Te gusta? —preguntó con la voz ronca y baja.

—S-sí —jadeé. Cerré los ojos.

El dolor era aceptable. En algún punto me gustó cómo tiraba de mis cabellos y se adentraba dentro de mí sin piedad alguna. Me gustó su rudeza y que no me trataba cómo a una delicada princesa a la que le podía hacer el amor. Él me estaba follando cómo jamás lo había hecho y eso me ponía más caliente.

Soltó mi cabello para coger mis caderas y así tener mejor control de sus movimientos. Sentí una punzada de placer que atravesó mi vientre. Aquello fue algo inexplicable, no tenía palabras para describir lo que me hacía sentir. Porque no encontraba las palabras para explicar lo que sentía. No había punto de comparación. Solo sabía que aquello me estaba embriagando, estaba consumiendo todo de mí. Jadeamos juntos. Gimió con fuerza y maldijo en el momento que sus dedos se hundieron con más fuerza en mis caderas y se corrió dentro de mí.

Me sentía en el limbo de la pasión y el deseo. No podía detallar cómo es que me sentía en realidad porque jamás sentí algo así. Solo sé que mi cuerpo vibró y se tensó. Apreté las piernas y dije su nombre en medio de un gemido que me quemó la garganta y me hizo sentir en el paraíso por unos segundos. 


🖤🖤

Ya faltan pocos capítulos para terminar este libro. 

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