Capítulo 32. 🖤
Alease
Devan me dejó frente a la puerta del edificio, bajé del auto y subí corriendo las escaleras. Iba tarde a la universidad y todo porque nos quedamos dormidos. Nadie podía culparme por ello, tenía a mi lado a un gran hombre y en esos momentos solo quería quedarme con él toda la vida.
Crucé el pasillo a toda prisa y me detuve de golpe casi derrapando por el suelo, me sostuve de la manija de la puerta para no estrellarme contra la pared y tomé una larga exhalación. La garganta me ardía y tenía esa extraña sensación de cómo cuando has corrido mucho. Metí la llave a la cerradura e intenté no hacer ruido al entrar, pero Archie tenía el sueño más ligero que una pluma, así que cuando cerré la puerta este ya estaba parando la oreja desde su habitación.
Antes de poder dar un paso hacia mi habitación ya lo tenía de pie frente a mí, con el cabello enmarañado y los ojos cómo entrecerrados, adormilados. Se frotaba el rostro con los dedos.
—¿Qué día es hoy? —bostezó.
—Lo siento —me disculpé y encogí los hombros. Su expresión se puso seria.
—Nada de eso, me debes un desayuno —entornó los ojos y me miró de arriba abajo, cómo si me estuviera examinando. Buscando algo —. ¿Qué haces aquí?, creí que estarías con el papucho de Devan.
—Devan está abajo, solo vine a darme una ducha —expliqué. Dejé mi bolso sobre el respaldo del sofá, pero este resbaló y cayó.
—¡Santa madre de Jesús! —giró sobre sus talones y corrió cómo alma que lleva el diablo. Se apresuró y entró al baño. Hasta ese momento comprendió que se nos hacía tarde para ir a la universidad y esta vez ambos teníamos clases a primera hora.
—¡Archie! —me apresuré hacia el baño —. ¡Archibald! —aporreaba la puerta con los puños —. ¡Me iba a bañar, imbécil! —escupí.
—¡Ibas a bañarte, querida! —rio desde dentro.
—Tonto —giré recargando la espalda contra la puerta y me crucé de brazos.
—No te apuras, amiga, eres lenta —tras decir esto presté atención, pero no escuchaba el agua de la ducha, así que supuse que todavía no se estaba bañando.
—A todo esto, ¿por qué te estás duchando tan temprano? —indagué.
—Allá abajo está Devan y no quiero que me vea en fachas —respondió. A los pocos segundos el agua empezó a caer.
Menos mal.
—¿Ahora te preocupa que mi novio te vea en fachas? —el agua se detuvo, Archie salió y asomó la cabeza. Estaba desnudo y con el cabello mojado.
—¿Ya es formal? —me aparté de la puerta —. Bien hecho, tú no te vas por las ramas.
Quise empujar la puerta, pero a pesar de que es delgado tenía más fuerza que yo, además de que también era más rápido y cerró la puerta en mi cara.
—¡Auch! —me sobé la nariz —. Me rompiste la nariz —me quejé sobando la nariz.
—¡Devan te rompe el culo y ahí no dices nada! —abrí los ojos.
—¡Cerdo! —se carcajeó.
—¡No tardo! —informó. Rodé los ojos. Me di por vencida y entré a mi habitación para guardar algunos libros y cuadernos que necesitaba para ese día. Saqué la ropa que me iba a poner al igual que la ropa interior y los zapatos. En pocos minutos Archie apareció en mi puerta con una toalla enrollada en las caderas. Se pasó la mano entre los cabellos mojados.
—Vaya, hasta que decidiste salir —espeté. Cogí mi toalla y pasé a su lado. Poco le importó que estuviera molesta con él.
—Dile a Devan que te baje esos enojos, eh, me preocupas —dijo cuando estaba a nada de entrar al baño. Giré la cabeza en su dirección y bufé.
—¡Cállate! —se rio de mí.
Me di una ducha rápida, pero efectiva. Lave aquellas partes que necesitan ser lavadas (sin jabón, por supuesto) y salí del baño para ponerme la ropa y maquillarme un poco. Que no se viera tanto mi bronceado de morgue. A veces odiaba ser tan pálida. Siempre tenía marcas por golpes que me daba o porque Devan me mordía.
Me puse un lindo vestido negro con una chaqueta de cuero del mismo color y unas Vans blancas. Solo esperaba que no se fueran a ensuciar pronto. Por eso no me gustaba usar ropa o zapatos blancos, estos terminan siendo de todos los colores menos blancos.
—¿Nos vamos? —Archie asomó la cabeza por la puerta y dibujó una gran sonrisa en sus labios. Cómo si no me hubiera hecho enojar minutos atrás. Me puse de pie y cogí la mochila, el móvil y dinero que después guardé en la mochila.
—Tonto —rodeó mis hombros con un brazo, pero lo aparté.
Bajamos las escaleras y salimos del edificio. La escena que teníamos frente a nosotros era cómo para tomar una fotografía. Devan apoyado del auto, con los brazos cruzados a la altura de su pecho. Vestía de negro con la chaqueta apretándose en sus pectorales, la tela estaba a nada de ceder y rasgarse encima de esos músculos finos y detallados.
Emití un sonoro suspiro que me infló el pecho y Archie suspiró detrás de mí. Lo miré ceñuda.
—Lo que te estás comiendo, amiga —le di un empujón con las caderas. Avanzamos hacia el auto y me planté frente a él. Me ayudó con la mochila y se la echó al hombro.
—¿Nos vamos? —preguntó y asentí.
—Dev Devan —lo saludó Archie. Devan frunció el ceño, me miró y solo me encogí de hombros. Archie extendió la mano hacia Devan y este le correspondió con un fuerte, muy fuerte apretón de manos.
—Archibald —le dijo a propósito. Sabía que a mi amigo no le gusta que le diga Archibald. Archie dibujó un gesto de desaprobación, soltando la mano de Devan.
—Archie, nada más. Por favor —su voz salió dulce —. Oye —hundió el dedo índice en el pecho de Devan —. Tengo algo qué decirte.
—Archie —hablé, pero me ignoró cómo si fuera un cero a la izquierda. Ni siquiera me prestó atención.
—Mi amiga está muy, muy ilusionada con esto, lo que sea que ustedes dos tienen y no me gustaría que le rompas el corazón, porque poco me va a importar quien seas, te aseguro que no me voy a quedar de brazos cruzados —se cruzó de brazos, Devan alzó una ceja y bajó los brazos sonriendo.
—Bien —dijo Devan. Seco, frío, distante.
—¿Bien? —me miró con la boca abierta —. ¿Solo bien? —insistió.
Devan se encogió de hombros, despreocupado.
—¿Qué quieres que te diga?
—No sé, algo, lo que sea —se rio nervioso.
—Te aseguro que ly...Alease está segura a mi lado —su voz era fuerte y demandante. Te provocaba escalofríos escucharlo hablar. ¿O era solo a mí que me provocaba un cosquilleo cada vez que hablaba?
—¿Qué tan segura puede estar al lado de...—lo miró de arriba abajo —...alguien como tú?
—¡Archie! —puse una mano en su brazo. Miré a Devan que ni siquiera se inmutó por las palabras de mi amigo. Fue cómo si una mosca hubiera pasado a su lado y este solo la ahuyentó con la mano.
—Déjalo, lyubov, me han dicho cosas peores —se dirigió a Archie —. No le va a pasar nada a Alease, yo daría mi vida por ella sin pensarlo ni un segundo, Archibald.
—Archie —insistió rodando los ojos.
—Como digas, Archibald —Devan podía ser más insistente que Archie.
—Te preocupas mucho, Archie. Voy a estar bien —palmeé su hombro y abrí la puerta para entrar al auto.
—Pues más le vale —Devan se acercó del otro lado y abrió la puerta mirando a Archie.
—¿Nos vamos o qué? —preguntó despreocupado —. Tú también puedes ir, Archibald —Subí al auto, después lo hizo Devan quien dejó la mochila en los asientos de atrás y a lo último Archie.
—Entonces esto es formal —se asomó entre los asientos. Intercaló la mirada entre Devan y yo.
—¿A qué te refieres? —le pregunté girando la cabeza.
—Que no solo es sexo.
—¡Archie!, esa maldita boca tuya —Devan se rio.
—¡Mira! —dijo sorprendido, abriendo los ojos —. Sabe reírse —se llevó una mano a la boca, cubriéndola. Estaba muy sorprendido.
—¿Pues qué pensabas? —indagué.
—No sé, como es el chico malo y todo eso, pensaba que no sonreía. Tipo un gótico cada día —sonrió.
—Pues lo hace —miré a Devan y este me devolvió la mirada también. Compartimos un momento juntos, olvidando que a unos centímetros se encontraba el molesto de mi amigo y que también estaba prestando atención a todo lo que hacíamos o cómo nos mirábamos.
—Yo quiero una relación así de bonita —cuando lo miré estaba apoyado con los brazos de los dos asientos delanteros mirándonos a Devan y a mí —. ¿No tendrás un amigo homosexual que quiera tener algo bonito con alguien? —le preguntó a Devan —. Y cuando digo alguien me refiero a mí, por supuesto —Devan exhaló bajito y negó con la cabeza —. ¿Sí?, ¿no? —formó un puchero con los labios.
—Deja de buscar pareja —le dije. Encendió el auto y salimos del lote de edificios.
—Quizá hay alguien por ahí —dijo Devan, giró el volante hacia la izquierda.
—¿Sí?, ¿de verdad?, ¿no mientes? —abanicó las pestañas en un sutil movimiento que no me pasó desapercibido. Se moldeó una sonrisita en sus labios.
—No, no miento —musitó sereno. Muy tranquilo.
—¿Quién? —se deslizó más cerca. Casi me quitaba de mi asiento y me echaba a los asientos de atrás para poder hablar tranquilamente con Devan.
—Un conocido —respondió a su pregunta. Noté cómo sus dedos se asieron al volante con vehemencia.
—¿Cuál es su nombre?, ¿dónde vive?, ¿a qué hora sale por el pan? —preguntaba con nerviosismo. Casi se le traba la lengua entre cada pregunta.
—Acude a un bar en el centro. Si Alease dice que sí, podemos ir este viernes —levantó la mirada hacia el espejo retrovisor desde donde observó a Archie. Yo giré la cabeza para verlo. Estaba pensando la propuesta de Devan.
—Di que sí —me amenazó con un dedo en alto.
—¿Ir a beber algo? —indagué.
—Es un bar exclusivo —explicó Devan, mirándome de reojo.
—¿Qué significa eso? —alcé una ceja.
—Lo van a descubrir el viernes, si es que tu amiga dice que sí —se dirigió a Archie.
—Mi amiga dice que sí —respondió por mí cuando ni siquiera había abierto la boca.
—Yo...
—Tú te callas. Todavía que te vamos a sacar te enojas —resopló.
—¿Que yo me...? —la indignación vibraba en mi voz —. ¡No he dicho que sí! Además, no soy un perro para que me saquen a pasear —refuté. A Archie poco le importó. Nada más le faltó ponerme la mano en la boca para que no hablara.
—Tu silencio fue una afirmación —Devan sonrió y después negó. Iba concentrado en manejar, pero también estaba pendiente en lo que Archie y yo decíamos.
—Afirmación tus cojones —mascullé.
—Al, no seas sucia —se escuchó sorprendido —. No tienes respeto, ni vergüenza.
Se dejó caer en el asiento de atrás.
—¿Te das cuenta de lo que tengo que soportar cada día? —le pregunté a Devan.
—Te estoy escuchando —dijo Archie.
—Te he dicho que vengas a vivir conmigo y no quieres —fueron sus palabras.
—Los estoy escuchando.
No tardamos en llegar a la universidad. El montón de alumnos entraban y salían de las instalaciones. La universidad de Chicago es un gran complejo con varios edificios, pero el principal es el más alto de todos. Siempre quise estudiar aquí, era uno de mis más grandes sueños y ahora lo estaba cumpliendo. Estaba cumpliendo mi sueño, uno de tantos y para mí ya era un gran avance en mi vida.
Esperamos que Archie bajara del auto para despedirnos cómo era debido, pero mi amigo no captaba las indirectas a la primera, así que me aclaré la garganta.
—No me tienen que decir que me vaya porque he pillado la indirecta —antes de bajar cogió mi mochila y casi me la arroja en la cara. La agarré y la puse sobre mis piernas —. Y gracias por traerme, Dev, mi amiga te lo va a pagar con muchos besos y otras cositas —movió los dedos.
—De nada, Archibald —se mofó.
—¡No me digas Archibald! —gruñó, muy molesto.
Bajó del auto y se alejó a una distancia prudente donde me esperó.
—¿Qué harás hoy? —le pregunté. Me quité el cinturón.
—Intentaré hablar con la hermana de Hunter Dagger —atrapé mi labio inferior con mis dientes y lo chupé —. No hagas eso —levanté la mirada hacia sus ojos. Solté mi labio y este rebotó.
—Mucha suerte con eso —musité. Se deslizó cerca, su mano ascendió a mi nuca y me atrajo a su cuerpo. Emití un jadeo cuando me sacó un poco de aire por la fuerza con la que ma atrajo a su duro pecho.
—Piensa en lo que te dije. Mi casa es tu casa y mi cama es tu cama —decía mirándome a los labios.
—Solo dame un día —apoyé mis manos sobre sus pectorales.
—Uno nada más. No te doy más tiempo, solo un día —señaló. Sentí un nudo en medio de la garganta.
—Se me hace difícil dejar a Archie —musité. El dolor lacerando mi voz.
—Lo sé, pero me gusta más la idea de ti durmiendo en mi cama —emitió con voz ronca y suave. Tuve la necesidad de apretar las piernas y pensar en otra cosa que no fuera él en medio de mis piernas haciéndome el amor con demasiada fuerza.
—Y a mí me gusta más la idea de dormir a tu lado —confesé.
—Tú quieres y yo quiero, lyubov, no creo que deberías pensarlo por mucho tiempo —el agarre en mi nuca se presionó con más vigor y posesión. Sus dedos cálidos palpaban la piel de mi cabeza y eso me hacía sentir demasiado dopada.
Dejó un beso sobre mis labios, mientras saboreaba los suyos, ese sabor mentolado y a café. Una rara, pero exquisita combinación viniendo de él que era igual de exquisito.
—Si quieres serían solo unos días, para que no te alejes mucho de tu molesto amigo.
—Archie no es molesto —lo pensé mejor tras unos segundos —. Bueno, sí es molesto —asintió dándome la razón.
—Me avisas mañana, entonces.
—Será un largo día sin verte —formé un puchero con los labios.
—No me he ido y ya me extrañas —dijo burlón.
—Cállate, no te creas tanto, Dev —cogí mi mochila y le di un beso fugaz. Abrí la puerta y bajé del auto.
—No me digas Dev.
—Dev-Devan —le dijo Archie asomándose a mi lado en la ventana. Ni siquiera me di cuenta en qué momento apareció. Parecía un fantasma, no hacía ruido y aparecía de repente.
—Archibald —lo retó.
—Ya nos vamos —agarré el brazo de Archie y lo aparté del auto. Me despedí de Devan con un beso y este me dijo adiós con la mano —. Te gusta hacerlo enojar —le dije a Archie. Me enganché de su brazo.
—Se ve lindo cuando se enoja. Es cómo un cachorrito —junté mis cejas.
—¿Acabas de llamar a mi novio cachorrito? —asintió feliz —. Por eso te quiere golpear.
—¡Alease!, para eso estás tú, para defenderme —negué con la cabeza.
Ni uno de los dos tenía remedio. Les gustaba molestarse entre sí y lo disfrutaban que era lo peor del caso.
Devan
Al dejar a Alease y Archie en la universidad conduje a uno de los restaurantes más prestigiosos en Chicago. Tenía una cita con Blake Dagger, la hermana menor de Hunter Dagger. Si podía confiar en alguien para que nos ayudara con este caso, esa era ella. Tenía una buena reputación en Boston, era la jefa de la policía allá y su record de mujeres rescatadas por ella superaba a cualquiera.
Ella vino desde Boston para hablar, para que le platicara todo lo que estaba sucediendo en la ciudad. Dagger dijo que no me iba a juzgar, que no me señalaría por quien era yo y lo que hacía debajo del agua. No era algo que me preocupara en ese momento, me daba un poco igual si me juzgaba o no, solo que no se metiera con lo que hacía y las cosas iban a salir bien.
Estacioné el auto frente al restaurante. Apagué el motor y bajé, asegurándome que estuviera bien cerrado. Avancé hacia la puerta de entrada y fui recibido por un hostess. Le dije que tenía una reservación y me acompañó hasta mi mesa donde una bonita mujer esperaba sentada en la silla.
—Gracias —le dije al hombre que hizo un asentimiento de cabeza y procedió a retirarse. Aparté la silla de su lugar, tomé asiento y la acomodé de nuevo —. Blake Dagger.
—Devan Hawke —estiró la mano y la cogí, dejando un sutil apretón. Nos soltamos y regresé la mía a su lugar, encima de la mesa —. Me dijo mi hermano que necesitas de mi ayuda —asentí —. Dime, ¿en qué te puedo ayudar?
—Hay un sujeto que trafica con niñas —asintió. No se veía muy sorprendida por mis palabras. Estaba acostumbrada a este tipo de casos —. Nunca estuve de acuerdo con lo que hace, pero poco puedo hacer cuando es un hombre muy poderoso en esta ciudad.
—Entiendo —habló.
—Las retiene y tortura hasta que las vende a otros pedófilos cómo él. Hace subastas con ellas y las exhibe cómo si fueran un trozo de carne. Queremos hacerle pagar por lo que hace.
—¿Y por qué tú? —alzó una ceja —. Es un negocio muy bien pagado —fruncí el ceño mientras acomodaba la servilleta de tela en sus piernas.
—Son niñas y nadie merece pasar por la mierda que esos enfermos les hacen —espeté —. No me importa si es bien pagado o no, no quiero a ese tipo de personas en esta ciudad —puntualicé golpeando la punta del dedo sobre la madera —. Quiero que ese cerdo pague lo que ha hecho —zanjé.
—Me recuerdas mucho a mi hermano —se moldeó una sonrisa en sus labios. Tenía cierto parecido a Dagger, solo que el cabello de ella era oscuro, sus ojos cafés y la piel más trigueña —. ¿Qué necesitas de mí? —una sonrisa se formó en mis labios. Esas eran las únicas palabras que necesitaba escuchar.
—Estamos trazando un plan para que me lleve a donde tiene a las niñas. Sé que si me lleva a ese lugar podremos dar con los otros sitios donde tienen a más niñas. Son cientos con las que trafican día con día —ya no se veía feliz, más bien parecía triste y decepcionada.
—Por desgracia se trafica con niñas, niños y mujeres cada día y nadie hace nada —su voz baja y rota.
—Tal vez esto que hacemos no cambie nada, pero estamos ayudando a muchas niñas. ¿No es eso un gran paso? —asintió.
—La verdad es que sí. Lo poco o mucho que se haga vale mucho la pena —se irguió —. Déjame ayudarte a salvar a estas niñas, ¿sí? —asentí —. Dime tu plan...
Antes de platicarle todo lo que teníamos planeado pedimos de desayunar, moría de hambre ya que antes de ir a dejar a Alease a la universidad solo tomé café y nada más. No entendía cómo es que ella podía soportar toda la mañana con tan solo una taza de café en el estómago.
No omití detalles en lo que respecta al plan que tenía cómo Edward y Arthur, ella tenía que saber todos los detalles de cómo se iba a llevar a cabo el plan y lo que haríamos para detener a Enzo. Al principio no estaba de acuerdo con lo que planeábamos hacer, pero al final terminó por ajustar algunos detalles al plan y lo terminó mejorando, si es que eso era posible.
—Entonces me avisas el día, la hora y el lugar. Tenemos que seguir el plan al pie de la letra si queremos que todo salga bien y las cosas no se compliquen —asentí —. Entrégale esto a tus hombres y diles que no se salgan del plan —me miraba fijamente a los ojos —. ¿Entendido?
—Entendido —sonrió. Era una mujer con los pantalones bien puestos, determinada y aguerrida. No sabía nada de ella, pero estaba seguro que tuvo que pasar por muchos obstáculos para llegar hasta donde había llegado. Cómo siempre pasaba con las mujeres que querían sobresalir en su trabajo o tener un puesto más alto que el de un hombre —. ¿Tienes donde quedarte? —indagué.
—Tengo una reservación en un hermoso hotel y cuando llegue voy a dormir toda la noche —sonreí —. Se nota que no duermo bien, ¿verdad? —no quería decirle que se notaban sus ojeras bajo los ojos —. Puedes ser sincero. Necesito pastillas para dormir.
—Tu trabajo debe ser muy difícil —chistó y encogió un hombro.
—No es agradable ver cómo les arruinan la vida a personas inocentes —su mirada y el tono de su voz lo decía todo. Lo que yo hacía no se comparaba en nada a lo que ella hacía. Ser hermano, hijo, padre o esposo de esta mujer debía ser todo un orgullo.
—Me puedo imaginar —musité —. Entonces te dejo para que descanses —me sonrió.
—Gracias —me puse de pie apartando la silla hacia atrás —. Nos vemos pronto, Devan Hawke.
—Nos vemos pronto, Blake Dagger.
****
Lo que me dijo Blake me dejó pensando en muchas cosas. Este mundo estaba jodido y lo peor es que las personas lo estaban más. Aun no entendía cómo es que alguien disfrutaba haciendo sufrir a una niña o niño. Cuando ellos son seres inocentes que no le hacen daño a nadie.
Ya nada me sorprendía, ni siquiera el hecho de que hacía muy poco se descubrió que existía una secta que se dedicaba a violar y torturar niños. No conforme con eso los mataban para luego comerlos o prostituirlos cómo lo hicieron con Danielle y no se me haría raro que todo estuviera relacionado.
Al menos sabía que Danielle estaba bien, que a pesar de todo ya se encontraba con sus padres y que nadie le haría daño de nuevo. Estaba asistiendo a terapia y con el paso del tiempo haría su vida normal (en lo que cabía), para una niña de su edad. Me iba a asegurar que nadie le pusiera un dedo encima de nuevo y que fuera feliz al lado de sus padres. No merecía menos, sino más de lo que se le negó todo el tiempo que pasó al lado de ese cerdo.
Al llegar a la casa esperé un momento antes de bajar del auto. Apagué el motor y bajé. Fue en ese momento que la puerta principal se abrió y mis tres canes salieron disparados hacia mí. Me hicieron caer al suelo, lamieron mi rostro y movían las colas rápidamente.
Era muy común que a los dóberman se les corte la cola y las orejas, yo no lo hice con ellos. No merecían esa crueldad de mi parte.
—Ya estoy aquí —dejé que me lamieran el rostro y me quedé en el suelo a su lado.
—Te extrañan mucho —levanté la mirada hacia arriba, Sofí me miraba con una bonita sonrisa adornando sus labios.
—Y yo a ellos —me impulsé hacia arriba y los tres me siguieron escaleras arriba. Pasé al lado de Sofí y me detuve para dejar un beso en su mejilla.
—¿Cómo estás? —preguntó. Dejé que pasara primero y entré detrás de ella dejando la puerta abierta. Aslan, Draco y Davos nos siguieron dentro.
—Estoy bien, ¿y tú? —le pregunté. Me quité la chaqueta colgándola en el perchero —. ¿Has sabido algo de Declan? —negó.
—No lo he visto, tal vez vino cuando no estaba y se fue —fruncí el ceño —. Cuando subí a su habitación estaba desordenada y faltaba ropa —me froté el rostro con las manos.
—No voy a decir lo que pienso —bufé.
—Devan, alguien te espera en la cocina —mis ojos viajaron a esa dirección en cuanto recitó esas palabras.
—¿Quién? —dudó en decirlo, al final terminó cediendo.
—Blair —iba a decir una palabrota, sin embargo, puso su mano en mi hombro y ejerció la presión necesaria para que cerrara la boca —. Ha estado ahí conmigo, hablando, cuando antes no hacía eso.
Me extrañó que lo dijera porque es cierto, Blair jamás hubiera entrado a la cocina a platicar con Sofí.
—Quiere hablar contigo.
—¿Te dijo de qué quiere hablar? —negó.
—No lo dijo y tampoco le pregunté.
—De acuerdo —me sonrió y dejó que entrara a la cocina antes para ver qué es lo que quería Blair.
—¡Devan! —me detuve en seco al verla con el delantal puesto y picando cebolla.
—¿Blair? —di pasos torpes hacia ella —. ¿Qué haces? —quedamos frente a frente. Me saludó con un beso en la mejilla.
—Sofí me está enseñando a picar verdura —tenía los ojos llorosos —. Esto pica mucho —se rio —. Pero no es eso a lo que he venido —me cogió de la mano llevándome con ella a la isla. Me senté en uno de los taburetes y se sentó del otro lado frente a mí.
—¿Entonces qué haces aquí? —agarró un vaso con agua que yacía a su lado izquierdo y bebió un poco.
—Solo quiero pedirte una disculpa por todas las estupideces que he venido haciendo desde que regresé —dejó el vaso sobre la isla —. No he sido yo últimamente y me siento mal por eso.
—No tienes que pedirme una disculpa, Blair —negó —. No es necesario.
—Sí es necesario porque es lo correcto y cuando decidas perdonarme me voy a sentir mejor.
—¿Por qué? ¿Por qué ahora? —pregunté.
—Estoy yendo a terapia —confesó con algo de pena —. La verdad no he estado bien desde hace meses y lo pensé mucho, pero me decidí y mírame ahora —extendió los brazos.
—Me alegra mucho por ti, Blair —dije sincero —. Qué bueno que has tomado esa decisión —sonrió. Cogió un mechón de su cabello rubio y lo dejó detrás de su oreja.
—Gracias. No sabía que lo necesitaba hasta que empecé a ir con la psicóloga —musitó.
—Lo que sea que hubiera quedado entre nosotros ya se acabó —le dije.
—Lo sé.
—Y ahora cada uno puede seguir con su vida —asintió. Se puso de pie y se acercó para abrazarme. Correspondí a su abrazo y lo acepté gustoso —. No tengo nada que perdonarte, Blair, yo también me comporté cómo un imbécil.
—Nada que no mereciera —comentó —. Gracias, Devan —negué.
—Gracias a ti, Blair.
—¿Ahora somos amigos? —asentí.
—Somos amigos, Blair.
Se sentía bien quedar cómo amigos cuando estuvimos a nada de casarnos. Ella estaba haciendo su vida y yo la mía. Yo estaba feliz con Alease y de todo corazón deseaba que ella encontrara a alguien que la hiciera feliz cómo ella se lo merecía.
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