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Capítulo 30. 🖤

Alease

Antes de regresar a la ciudad quería ir a dar una vuelta por el lugar en el que crecí. Al estar aquí me di cuenta de todo lo que dejé atrás y aunque, no me arrepentía si sentía un poco de nostalgia al recordar todos los momentos que pasé al lado de mis padres y los pocos amigos que hice y que por lo visto se habían olvidado de mí. ¿Quién los necesitaba? Yo no, tenía al mejor amigo que una chica cómo yo podía necesitar.

—...y en ese parque venía con mis amigas cada día después del colegio —señalé a mi izquierda el parque en el que me solía reunir con mis amigas para comer un helado en tiempo de calor o un café cuando hacía frío —. Comprábamos alguna fritura o helados y nos quedábamos ahí hasta que el sol se metía —recordé con melancolía.

—Que...divertido. Eras una salvaje —dijo muy serio. Entorné los ojos y lo miré mal.

—¡Oye!, era una chiquilla, además aquí no hay mucho que hacer —me quejé.

—¿No ibas a fiestas a beber con tus amigas? —preguntó curioso y negué —. ¿Entonces que hacías para no morir de aburrimiento?

—Ir a la cafetería —encogí un hombro. Desde donde nos encontrábamos alcanzamos a ver la cafetería y el parque.

—Ahora entiendo porque te fuiste de aquí y la primera noche te acostaste con un desconocido.

—¡Devan! —chillé—. Eso se escucha muy...—me interrumpió.

—¿Se escucha muy cierto?, porque lo es.

—No, se escucha más cómo si yo fuera por ahí a las fiestas y me acostara con el primer sujeto que vea —protesté.

—Espero que no sea así, lyubov —me miró de reojo. No hice más que sonreírle.

—Aquella fue la primera y última vez que lo hice. No lo haré jamás —prometí.

Esperamos que un auto pasara para cruzar la calle e ir hacia la cafetería y pedir uno de esos ricos pasteles con doble chocolate que tanto me gustaban de este lugar. Antes de bajar la acera me detuve y di un paso atrás. Zac se encontraba fuera de la cafetería platicando con una chica.

—Maldita sea —musité, apretando la mano de Devan. Me conocía tan bien que sabía que algo no iba bien conmigo y me odié por ser tan sincera y abierta con él. Me podía leer en el primer segundo.

—¿Pasa algo? —me miró hacia abajo. Intenté decirle que no, pero era tan perceptible que iba a adivinar que algo no estaba bien conmigo.

—Ya no quiero pastel —mentí.

—Me insististe tanto y ahora dices que no quieres pastel —alzó una ceja.

—Me duele el estómago —volví a mentir. Me mordí la lengua. Un cosquilleo acompañado de culpa me recorrió la espina dorsal.

Di otro paso atrás procurando no llamar la atención del idiota de Zac.

—¿Segura que estás bien? —insistió. Soltó mi mano y puso las suyas sobre mis mejillas, mirándome a los ojos.

—Sí...no, bueno sí. Estoy bien —bajé la mirada y ese gesto bastó para que Devan supiera que le estaba mintiendo. Levanté la mirada justo en el momento que Devan fruncía los labios y hacía ese gesto de que no me creía, pero ya no iba a insistir.

—De acuerdo —bajó las manos de mis mejillas.

Giré sobre mis talones con la intención de regresar y no hacer esto más grande, pero tenía tan mala suerte y ese día no estaba de mi lado que Zac sí se dio cuenta de que me encontraba del otro lado de la calle. Cuando menos lo esperé lo tenía a unos pasos frente a mí. Todo mi cuerpo reaccionó nervioso, las manos me sudaron y mi corazón latía tan rápido que pensé me iba a dar un paso cardiaco.

Devan giró la cabeza cuando Zac ya estaba llegando a nuestro lado. Tenía dibujada esa estúpida sonrisa de suficiencia que me daban ganas de golpearlo.

—Vámonos —le pedí tirando de su brazo. Me miró por unos segundos y de nuevo miró a Zac —. Es mi estúpido ex novio, no vale la pena —tiré de su camisa con una mano.

—¡Alease! —gritó mi nombre llamando la atención de unas cuantas personas que pasaban por ahí.

—Mierda —mascullé con dientes apretados. Devan se colocó a mi lado, observó a Zac de pies a cabeza, cómo si no fuera nadie en esta vida. Y bueno, no es que fuera alguien tan importante —. Zac —escupí su nombre con rencor, cómo si con decir ese nefasto nombre fuera a vomitar en cualquier momento.

—Me dijeron que habías regresado —metió las manos dentro del bolsillo de su pantalón. Ni siquiera le prestó atención a Devan. Mientras yo me aferraba a su brazo un tanto nervioso —. Estás aquí por lo de tu padre, supongo —encogió un hombro.

—Sí, de hecho, ya nos vamos —no podía ser más cortante con él. Solo quería que se fuera y nos dejara en paz. Si se ponía a hablar seguramente iba a terminar en el suelo con el labio roto, si bien la iba, de lo contrario podía ir a dar al hospital con un brazo roto.

—Tú debes ser la nueva conquista de Alease —Zac observó a Devan —. Solo te viene a presumir para que todos sepamos que ya hay alguien que le pague sus cuentas —se burló.

—No empieces —le pedí —. Ya te dije...—espeté.

—¿Sabes cuántas veces le compré...? —lo detuve antes de que dijera más mierda de mí.

—Basta —di un paso hacia delante —. No sigas con eso o las cosas pueden terminar mal —sacó las manos de los bolsillos e intentó apartarme con su mano en mi hombro, pero antes de que el aire de su mano golpeara mi ropa Devan lo detuvo agarrando su muñeca con una mano. Se atravesó entre Zac y yo y me protegió con su cuerpo.

—Ni se te ocurra —dio un paso adelante. Me sorprendió lo sereno que se encontraba sabiendo que tenía un mal genio y que poco se podía controlar —. Y sí, ese soy yo —dijo con suficiencia. Los músculos se su espalda se movieron cuando tensó los hombros —. Pero no solo le pago las cuentas también la hago gemir en la cama, cosa que evidentemente tú no pudiste hacer —soltó su mano con algo de violencia.

La sonrisa de suficiencia de Zac se borró por completo, dejando ver la porquería que era. Siempre lo supe y lo comprobé cuando me echó de su vida cuando ya no me necesitaba. Ahora lo terminaba por comprobar.

—Te advierto una cosa amigo, cuando obtenga de ti todo lo que quiere te va a desechar cómo lo hizo conmigo —Puso una mano en el brazo de Devan, cosa que no le gustó porque lo apartó cómo si tuviera lepra.

—Para empezar, yo no soy tu amigo —quitó la mano de Zac de su brazo y la apretó en el proceso —. Y, en segundo lugar, a mí me han platicado una versión muy diferente a lo que tú dices —masculló con la mandíbula tensa.

—¿Qué le dijiste? —se dirigió a mí dedicándome esa mirada de odio y rencor que yo le devolví multiplicado por cien. Zac no era muy inteligente que digamos, creo que su mamá no tomó ácido fólico durante el embarazo por eso tuvo un hijo tan tonto.

—Solo dijo la verdad, lo que eres —Zac intentó acercarse, pero de nuevo Devan se interpuso en su camino.

—Aparta —masculló. En ese momento empecé a temblar de la cabeza a los pies cómo un chihuahua temeroso y molesto —. Lo mejor que puedes hacer es largarte por donde viniste y dejar de andar diciendo por ahí que Alease es la mala en este cuento, porque sabemos que las cosas no son así —lo empujó del hombro con el dedo índice —. Solo porque fuiste un hijo de puta que la trató cómo basura —le dio un empujón —. Un imbécil que la trató mal y aparte de todo eso la hizo sentir mal —un empujón con más fuerza que lo desestabilizó.

Zac dibujó esa sonrisa ladina en sus labios. Miró a su alrededor y soltó un golpe, pero antes de que este llegara al rostro de Devan se apartó siendo más rápido que él y le soltó un puñetazo en la nariz, fue tan fuerte que tiró al suelo de espaldas.

—Hijo de...—se pasó la mano sobre la boca. Devan se acercó y lo señaló con un dedo.

—Cuidado con lo que dices. Yo que tú me pensaba mejor antes de abrir la boca y decir estupideces —escupió —. La próxima vez no seré tan noble —se incorporó. Me quedé en mi lugar impactada y nerviosa. El corazón me latía en los oídos y mis manos hormigueaban.

—Devan —puse una mano en su hombro. Lo escuché exhalar con fuerza antes de girarse hacia mí.

—¿Nos vamos? —indagó. Asentí con la cabeza. Miré a Zac una última vez antes de girar sobre mis talones. Devan rodeó mis hombros con su brazo y caminamos de regreso a la casa de mis padres.

—Gracias —musité.

—¿Por qué? —le miré y alzó una ceja.

—Por golpear a ese imbécil. Se lo tenía bien merecido. Eres genial —apoyé la mejilla en su pecho.

—Yo siempre voy a estar contigo, lyubov, te cuidaré de todos y de todo —dejó un beso en mi cabeza y continuamos nuestro camino de regreso a casa.

—Ya no probaste el pastel.

—Habrá una próxima vez, no te preocupes —le sonreí.

****

La última noche que pasé en casa con mis padres y todo salió mejor de lo que me esperaba. Papá y Devan se llevaron bien, ambos detestaban el sistema político de nuestra nación y tenían puntos de vista casi iguales. Me sorprendió que a mi padre le agrade Devan cuando a la mayoría de mis novios no los quería ver cerca de la casa. Bueno, ya sabemos que Zac es un imbécil y se tenía bien merecido el odio de mi padre.

Sus labios se pegaron a la tibia piel de mi hombro, se quedaron pegados ahí unos segundos y después ascendieron de mi hombro a mi cuello, donde los dejó unos minutos más. Empezó a succionar y dejar pequeños besos húmedos.

—Quisiera despertar así todos los días —dije con la voz somnolienta. No hacía mucho que despertamos y teníamos que hacer las maletas para regresar a Chicago. Devan me sonrió.

—Me alegra saber que mis besos te gustan —murmuró acercando su boca a la mía.

—Me encantas de todo —le confesé.

—Eso me gusta más —se escuchó mucho más feliz al respecto. Sus brazos rodearon mi cintura y me apretaron con cuidado.

—Me gustaría quedarme así por siempre —le dije cerrando los ojos.

—Y yo, pero sabes que debemos volver —asentí de mala gana. Estos días fuera nos hicieron tan bien y sentía que si regresábamos todo iba a empeorar.

—Sí —esta vez abrí los ojos y giré la cabeza para verlo. No me soltó ni un segundo.

—Te prometo que cuando estés conmigo haré cada segundo valga la pena —pasó su dedo pulgar sobre mis labios. Los delineó de un extremo al otro.

—¿Te digo la verdad? —me incitó a continuar hablando —. Estoy un poco nerviosa.

—¿Por qué? —levantó una ceja.

—Porque ahora que regresemos vamos a vivir juntos y yo, bueno, no sé si esto vaya a funcionar —musité con pena. Bajé la mirada.

—Va a funcionar, yo sé que sí —puso dos dedos bajo mi barbilla obligándome a verlo a la cara.

—¿Cómo sabes eso? —estaba curiosa por saber cómo se encontraba tan seguro de lo que decía.

—Yo te amo y tú me amas, aunque no lo hayas dicho —le sonreí. Era cierto que aquel cariño se estaba convirtiendo en algo mucho más fuerte que estaba arrasando con todo a su paso. Aunque lo quería y mucho, no me sentía lista para decirle que sí, que lo amaba y que ese amor crecía poco a poco cada día que pasaba a su lado.

—¿Y eso qué tiene que ver con todo esto? —sus dedos continuaban bajo mi barbilla.

—Estoy más que seguro que el amor que nos tenemos basta para todo lo que se viene. Lo vamos a lograr, yo sé que sí.

—Espero mis padres digan lo mismo cuando sepan que me voy a vivir contigo y mi padre no te quiera matar.

—Pero ¿qué dices?, tus padres me aman, ya me los he ganado ahora me puedo llevar a su hija y no dirán nada.

Sonrió y me quedé mirándolo cómo una boba. Me gustaba cuando sonreía de esa manera sin ninguna preocupación encima. Esos días nos olvidamos de todo y el tiempo lo dedicamos a nosotros, a nuestra relación que se hacía más fuerte y estrecha con el paso de los días.

—Tú eres perfecto —deposité un beso corto sobre sus labios.

—Tú lo eres más.

Después de una intensa sesión de besos bajamos a desayunar junto a mis padres. Ellos estaban encantados con tenerme en su casa y yo era la más feliz por recibir todo ese amor de nuevo. Lo últimos días que estuvimos en su casa no nos encontramos a Zac y agradecía al universo que fuera así porque no dudaba que Devan lo iba a poner en su lugar si se ponía de impertinente cómo el otro día, que bien merecido se lo tenía.

Antes de regresar a Chicago nos dimos una ducha para viajar frescos. Además de que olía a que me acababa de despertar y no era agradable. Tenía el olfato muy desarrollado.

Me secaba el cabello con una toalla cuando el móvil de Devan empezó a timbrar y vibrar. Cogió el aparato y lo puso en altavoz para que yo también pudiera escuchar.

—Dime —habló Devan.

Hablé con Arthur, quiere verte para acordar un plan —habló un hombre que no conocía.

—No estoy en la ciudad —le explicó Devan —. Regreso hoy y podemos vernos mañana.

No, Devan, se tiene que hacer ya. Arthur tiene otra oferta de trabajo y si no quedamos con él esta noche entonces la va a aceptar. Estará lejos de la ciudad por meses, tiene que ser ahora —se pellizcó los lagrimales y bufó mirándome.

—De acuerdo, nos vemos esta noche en mi casa —le dijo.

Nos vemos esta noche —colgó arrojando el móvil al colchón. Se notaba molesto.

—¿Qué pasa? —pregunté desde mi lugar.

—Conozco dos personas que nos pueden ayudar con lo de las chicas, pero tenemos que verlos esta noche —explicó.

—¿Esta noche? —indagué.

—Sí, Arthur va a salir de la ciudad y sino lo convencemos no va a regresar en algunos meses y podríamos perder esta oportunidad —dijo serio.

—Hagámoslo —le dije.

Me deshice de la toalla dejando ver las bragas de color blanco que llevaba puestas al igual que el sostén. Me observó con la boca medio abierta y casi babeando. Se cruzó de brazos y observó todo el proceso desde que me ponía los jeans y me acomodé la blusa.

—Será peligroso, Enzo tiene a muchos hombres y salir de ahí no será tan fácil —me acerqué a él.

—Tú eres invencible así que no te va a pasar nada —puse las manos en sus hombros desnudo. Mis dedos bajaron por las bien definidas líneas impregnadas en su piel. Los trazos eran perfectos, iban de un lado al otro, de arriba abajo. Apreció cada uno de ellos y logré ver algunas palabras en ruso, o eso parecía. Bajé hasta su mano y la cogí.

—No soy invencible, lyubov, me han disparado muchas veces y otras más han enterrado navajas en mi piel —mi mano ascendió a pecho, a la altura de su corazón y pasé las puntas de mis dedos sobre una cicatriz —. Esta me la hice la primera vez que tuve que hacer negocios, después de la muerte de mi padre. Nada salió como yo lo esperaba y fuimos emboscados por una banda rival —explicaba mientras acariciaba aquella cicatriz.

Sostenía su mano y bajé un poco más hasta su estómago un poco más arriba del ombligo.

—Esta me la hice unos meses después —las yemas tocaron otra cicatriz horizontal más pequeña que la primera, pero no dejaba de ser una cicatriz, a fin de cuentas —. Tuve una pelea y el otro sujeto me apuñaló, no fue grave, pero estuve en cama algunos días.

—Lo siento —cogió mi mano.

—Este fue un disparo en una emboscada —bajó mi mano a su costado izquierdo a la altura de su ombligo —. No me di cuenta que me habían disparado hasta que todo pasó, me desmaye y cuando desperté estaba en mi casa, en mi cama.

—Yo... —apreté los labios, sentía un gran nudo en la garganta.

—No soy invencible, lyubov, pero por ti haré lo que sea para mantenerme con vida —cogió mis muñecas con ambas manos —. Te prometo que nunca te haré falta porque nunca te voy a dejar.

—No quiero que me dejes —derramé un par de lágrimas que fueron limpiadas por los pulgares de Devan.

—Nunca —besó mis nudillos —. Lo juro.

Lo abracé tan fuerte que sentía le hacía daño, pero ¿qué daño podían hacer mis delgados brazos con el cuerpo que tenía, grade y fornido? No eran nada a comparación de semejante monumento de musculatura y poder.

****

—Los vamos a extrañar mucho —dijo mamá con tono melancólico. Ojos cristalinos y voz triste.

—Y nosotros a ustedes —le dije.

—¿También al bicho molesto? —preguntó mi padre dirigiéndose a Devan.

—Ya no es tan molesto —sonrío sincero lo que hizo reír a mi padre. Milo se paseaba entre los pies y las patas de la mesa. Buscaba que alguno de nosotros se apiadara de él y le diéramos algo de comer, cómo si no hubiera comido en todo el día.

—Preparé galletas para que se lleven y mermelada de fresas —Devan sonrío al escucharle decir eso. Se enamoró de las galletas de mamá y la mermelada caseras que preparaba ella misma.

—¿Cuándo van a venir a vernos? —preguntó papá, mirándonos.

—Timothy, todavía no se van y ya quieres que regresen —dijo mamá.

—Me hace tanto bien tener a mi hija aquí, estos meses serán muy difíciles —suspiró.

—Yo sé que tú vas a poder con las terapias, todo va a salir bien y vas a poder caminar mejor que antes —comenté. Papá tenía miedo de que las cosas no salieron tan bien y que por alguna razón no volviera a caminar cómo antes.

—Mis rodillas ya rechinan más que la carcacha que está en la cochera —Devan se rio llevándose una mano a la boca y negando con la cabeza.

—Papá, no digas eso —contuve la risa porque sí había sido divertido lo que dijo.

—Todo va a estar bien, Timothy. Las terapias harán lo suyo —le dijo mamá muy segura de sus palabras. Ella siempre intentaba que papá se sintiera bien y que no tuviera pensamientos negativos.

—Espero que así sea porque después de esto quiero ir con ustedes al lago y pasar unas bonitas vacaciones en familia.

—Eso me gusta —papá le sonrío a Devan.

—También va a ir el bicho molesto —le dije a Devan. Aprovechó que Mil pasó a su lado para tocarle la cabeza.

—Creo que ya nos empezamos a llevar un poco mejor —Milo salió debajo de la mesa, miró un poco a Devan y después fue hacia donde estaba su comida junto con su agua. Se había dado por vencido al ver que nadie le iba a dar nada de comer, así que mejor fue a comer de sus croquetas.

—Creo que le agradas —comentó mamá —. No te ha ladrado así que supongo que le caes bien.

—Espero que sí, lo va a ver más seguido —los cuatro mirábamos hacia donde estaba Milo.

—Hija —habló mi padre y lo miré —. Cualquier cosa que necesites nos llamas, no importa lo que sea, aunque sea solo para hablar, ¿sí?

—Claro que sí, papá —le sonreí agradecida.


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