Capítulo 28. 🖤
Alease
Venir a Seattle fue increíble, me sentía libre y plena. Sentía que podía con todo lo que pasaba en mi vida y que las penas eran menos estando lejos de casa, sin la constante culpa de perder a mi amigo por enamorarme de su hermano mayor. Y sí, no debía sentirme culpable por enamorarme de Devan porque no estábamos haciendo nada malo, sin embargo, no dejaba de pensar en Declan y en lo mal que lo estaba pasando por mi culpa. Aunque Devan tenía razón en gran parte, Declan ya no era un niño a quien se le debían pasar sus berrinches, era un adulto que sabía lo que hacía y cómo manejar su vida. El tiempo que lo traté le cogí cariño y llegué a pensar que podríamos llegar a ser grandes amigos, pero él no me veía cómo una amiga cuando yo sí lo veía de esa manera, mientras él quería tener una relación romántica conmigo yo solo podía pensar en su hermano. Quería estar con él, anhelaba pasar tiempo a su lado. ¿Era la culpable por el distanciamiento de los hermanos Hawke?
Abrí los ojos con pereza y lo primero que vi fue a Devan a mi lado. Rodeaba mi cuerpo con uno de sus brazos mientras que el otro lo tenía debajo ya que se encontraba boca abajo. Cogí su mano y observé los tatuajes que cubrían su dorso y dedos, tenía muchos y era difícil encontrar donde empezaba uno y donde terminaba el otro. Casi toda su piel estaba cubierta por tinta negra, solo había pequeños espacios en blanco, muy pequeños espacios en blanco.
—Buenos días —le escuché decir con voz adormilada. Le miré a los ojos y bostezó —. ¿Cómo amaneciste?
—Bien —me acerqué un poco más —. ¿Y tú? —me apretó mucho más a su cuerpo, cómo si no quisiera que existiera ni un milímetro de separación entre nosotros.
—De maravilla, cada que despierto a tu lado es cómo amanecer en el cielo —bromeó. Dejó un casto beso en mi hombro desnudo.
—Y yo me siento en el infierno cada vez que me tocas —abrió los ojos y me miró cómo solo él podía hacerlo. Tenía un poco de perversión y lujuria en aquellos ojos de color azul eléctrico.
—Entonces podemos arder juntos, lyubov —musitó dejando un beso más en mi hombro —. Podemos salir después de medio día, ¿te parece? —le miré y asentí.
—S-sí, me parece buena idea —musité —. ¿En serio quieres ir conmigo y visitar a mis padres? —exhaló y asintió con la cabeza.
—Es importante para ti ver a tus padres entonces es importante para mí —le sonreí.
Cuando quería era el ser más noble y dulce de todo el mundo, eso me gustaba de él, lo lindo que era conmigo, porque con los demás no lo era y eso era más que evidente.
Mi móvil empezó a timbrar quien sabe en qué parte de aquella habitación. La noche anterior bailamos tanto y bebimos que no supe ni cómo llegamos al hotel. Solo arrojé la ropa en el suelo y ahora no sabía dónde estaba mi bolso.
—¿Y mi móvil? —me bajé de la cama rápidamente y tropecé con la ropa, casi caigo al suelo de no ser porque Devan alcanzó a cogerme del brazo. Giré la cabeza para verlo y tenía los ojos abiertos de par en par.
—Cuidado —me soltó de a poco cuando se aseguró que estaba bien. Bajó de la cama. Entre los dos buscamos el móvil, pero fue él quien lo encontró debajo del vestido que había usado la noche anterior.
—Gracias —le sonreí y respondí a la llamada mirando la pantalla, descubriendo que era mi madre quien llamaba. Respondí de inmediato.
—Hola mami —Devan se quedó en la cama revisando su móvil.
—Al, ¿estás bien? —su voz se escuchaba entrecortada y rota, melancólica, cómo si hubiera estado llorando. La conocía en demasía cómo para saber cuándo había llorado.
—¿Ma...?
—Hija, tengo algo que decirte, tómatelo con calma —pidió. Una especie de vacío se formó en medio de mi pecho, se me empezó a dificultar respirar —. Papá se cayó...—caí de sentón en el colchón y Devan se acercó de inmediato.
—¿Qué? —balbuceé y mi mano empezó a temblar.
—El golpe le provocó una fractura y ahora está en el hospital —la mano se Devan se pasó en mi hombro.
—No, no puede ser. ¿Cómo está él?
—En lo que cabe está bien, cariño. No te preocupes.
—¿Cómo me pides eso? —mi voz tembló y mis ojos se nublaron por las lágrimas que no tardaron en brotar de mis ojos y mojar mis mejillas —. Es papá.
—Porque es papá te pido que no te preocupes, mi amor. Está bien, no perdió la consciencia y ahora mismo lo están operando —Devan se sentó a mi lado y cogió mi mano con suavidad.
—Voy para allá —le informé.
—Cariño...—la interrumpí.
—Voy para allá, no voy a estar tranquila hasta verlo y saber que se encuentra bien.
—Sabes que no es necesario, pero está bien. Me sentiría más tranquila si estás a mi lado —apenas se dibujó una sonrisa en mis labios —. Con cuidado, me avisas cuando llegues para pasarte la dirección del hospital.
—De acuerdo, te veo más tarde —colgué de inmediato.
—¿Qué pasa? —preguntó Devan.
—Es mi padre, dice mamá que se cayó y sufrió de una fractura —le expliqué lo más tranquila que pude hacerlo porque en realidad me estaba costando mucho trabajo respirar y hablar —. Tengo que ir a casa, Devan —puso su otra mano encima de la mía.
—De acuerdo, vamos a ver a tu padre —me sonrió cuando lo miré atenta —. Me imagino que quieres estar con él —asentí.
—Sí, quiero estar con ellos.
—Entonces vamos. Podemos desayunar en el aeropuerto.
Era tan atento conmigo y tan dulce, no podía explicar lo que sentía cada vez que se portaba de esta manera, cómo me procuraba y protegía cómo si fuera lo más importante en su vida.
—Vamos —musité.
No tardamos en salir del hotel solo nos dimos una ducha y pedimos un taxi que nos llevó al aeropuerto para viajar a Minneapolis y ver a mi padre. No estuve en paz en lo que esperamos a que saliera el avión, no tenía hambre y no dejaba de pensar en ellos, en lo mal que lo estaban pasando ahí solos, si yo hubiera estado a su lado tal vez las cosas hubieran sido diferentes.
Devan estuvo muy atento a mí, que no quise comer y me encontraba cómo ida, pero no tenía cabeza para pensar en nada más que no fueran mis padres. Esperaba que lo de papá no fuera tan grave y que pudiera salir de esta sin problemas.
—¿Estás bien? —preguntó. Le miré y le sonreí.
—Sí —mentí. Miré a través de la ventanilla y exhalé.
—Todo va a estar bien, lyubov, no te preocupes por tu papá —apretó mi mano con sutileza.
—No dejo de pensar en eso.
—Si hubiera pasado algo malo tu madre ya te hubiera llamado, ¿no crees? —en eso tenía un punto a su favor y tenía que darle la razón.
—Es cierto —lo miré de nuevo —. Pero no dejo de pensar en él —Devan alzó mi mano a la altura de sus labios y dejó un tierno beso en el dorso —. No sé qué haría sin ti —apoyé la cabeza en su hombro y suspiré bajito.
—Ya casi llegamos, lyubov, no desesperes —aseguró. No podía hacer nada más que creer en sus palabras. Devan no me había fallado nunca y estaba segura que no lo haría en ese momento. Él sabía mantener estas cosas bajo control y se movía rápidamente para buscar una solución a todo. No dudaba ni un poquito que cualquier contratiempo que surgiera él lo iba a resolver.
—¿Qué más te dijo tu mamá? —preguntó Devan cuando saqué mi móvil y le marqué a mi madre. Ya habíamos aterrizado e íbamos saliendo del aeropuerto.
—Nada más eso le llamo, pero no responde —dije un poco desesperada.
—Quizá se le acabó la pila a su móvil. O está respondiendo preguntas, ya sabes co o son esas cosas —asentí no muy convencida. Esperamos afuera del aeropuerto el auto que Devan pidió para que nos llevara al hospital. Al final mi madre me mandó un mensaje con la dirección del hospital en el que se encontraba.
—Es aquí señor, gracias —dijo Devan cuando llegamos frente al hospital. Le pagó al hombre y este bajó para abrirnos el maletero y sacar las maletas para entregárselas a Devan.
—Le voy a llamar a mamá —le dije. Marqué a su número y esta vez no tardó en responder.
—Alease —suspiró, aliviada.
—Mamá, ¿por qué no me respondías?
—No tenía pila el móvil y no me había dado cuenta, lo siento hija —se disculpó.
—No importa, ya estoy aquí, dime donde estás —le hice una seña a Devan y este me siguió hacia la puerta del hospital.
—En traumatología, estoy en la sala de espera.
—Ok, vamos para allá —colgué la llamada.
—¿Qué te dijo?
—Está en traumatología —Devan asintió y me siguió dentro con las maletas en las manos. Buscamos la sala y nos guiamos por las flechas en el suelo y las indicaciones arriba en los letreros que había en cada esquina. Dimos vuelta en uno de los pasillos y seguimos la flecha de color naranja que nos indicaba a donde ir. Al final había una sala con sillas y muchas personas murmurando entre ellas.
—Alease —mi madre se puso de pie al verme llegar y acercó. No dudé ni un segundo en abrazarla con cariño. La había extrañado tanto y ahora me encontraba frente a ella —. Ya estás aquí, hija —me separé de ella y me pude dar cuenta del dolor que había en sus facciones. Tenía los ojos rojos e hinchados por tanto llorar.
—¿Qué pasó? —fue lo primero que le pregunté, lo que salió de mi boca. Cogí sus manos temblorosas entre las mías.
—Vamos a sentarnos —dijo, pero cuando se dio cuenta de la presencia de Devan miró sobre mi hombro y frunció el ceño suavemente —. Al...
—Él es Devan —informé soltando las manos de mi madre y quedar al lado de Devan que dejó las maletas en el suelo —. Mi novio —los ojos de mi madre se abrieron de par en par. Miró a Devan y después a mí. No me creía porque nunca le dije que tenía novio y es que bueno, no lo éramos oficialmente.
Por primera vez desde que estábamos juntos decía frente a alguien que éramos novios y se sintió tan bien hacerlo. No me sentí presionada ni mucho menos. Si mi madre estaba sorprendida Devan lo estaba mucho más.
—Es un gusto señora —extendió su mano hacia mi madre y esta no dudó en cogerla.
—El gusto es mío —respondió ella con una sonrisa apagada sondeando sus labios.
Tomamos asiento y me senté al lado de mi madre mientras Devan acomodada las maletas a un lado para que no estorbaran. Él se sentó a mi lado cogiendo mi mano, demostrando que estaba conmigo en esto y que no me iba a dejar sola, lo que le agradecía en demasía.
—Ahora sí dime que pasó —le pedí. Mamá se tomó el tiempo para explicarme lo que había sucedió con papá. Cogió una botella con agua que tenía en el suelo y bebió un trago para refrescarse la garganta.
—Tuvo un accidente en el trabajo, subió a unas escaleras, resbaló y se cayó. Tuvo una fractura —explicó serena. Tragué grueso. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no lloré cómo quería hacerlo.
—¿Qué tan grave es?
—Es una fractura expuesta —los ojos de mi madre se llenaron de lágrimas —. Ya lo operaron, no hace mucho que salió del quirófano, por ser fractura expuesta y por la edad que tiene lo atendieron más rápido —dijo. En su voz se podía sentir el dolor y la melancolía de lo sucedido, que le pesaba lo que pasó con papá.
—Menos mal —exhalé un poquito más tranquila. No lo estaba del todo porque yo quería ver a mi padre y asegurarme que efectivamente estaba bien y que no había pasado a mayores.
—¿Ya podemos verlo? —pregunté, pero mi madre negó lo que provocó que me sintiera más triste de lo que de por sí ya me sentía.
—Todavía no, hija, me dijeron que están a la espera de una cama para poder subirlo —explicó. Palmeé su mano y se encontraba fría, temblaba sutilmente. No se veía nada bien y me preocupaba que se enfermara ella también.
—Has estado aquí todo el día y mira que horas son —tenía los ojos inyectados en sangre e hinchados —. Ve a la casa a descansar —le pedí, pero ella se negó —. Mamá, por favor. Estás cansada, además necesitas comer y descansar —Me miró a los ojos, pero no quería ceder al igual que yo no quería ceder.
—Quiero ver a tu papá —musitó.
—Y lo vas a ver, pero quiero que vayas a descansar. Por favor, hazme caso —le supliqué —. No quiero que te enfermes —le pedí serena
—No vas a dejar que me quede, ¿verdad? —negué con la cabeza al mismo tiempo que le sonreía.
—Ve a casa —palmeé su mano. Dibujó una sonrisa triste en los labios y levantó la mirada hacia mí.
—No quiero que te quedes sola —musitó.
—Ella no se va quedar sola —intervino Devan. Las dos volteamos a verlo —. Yo me voy a quedar con ella —le aseguró a mi madre y esta se quedó un poco más tranquila, lo podía ver en su mirada cuando lo miró a él.
—¿Ves? —me dirigí a mi madre —. No me quedo sola. Ve a descansar.
—Está bien —se puso de pie y me entregó unos papeles que tenía en una carpeta —. Son los documentos de tu padre. Me llamas si pasa algo —me puse de pie y cogí la carpeta.
—Descansa, yo te llamo si pasa algo.
—¿Quieres que me lleve algo? —miré a Devan que se encontraba detrás de mí.
—¿Te puedes llevar las maletas por favor? —pregunté.
—Sí claro, no hay problema —Devan cogió las maletas y nos acompañó a la entrada del hospital. Pidió un taxi y tuvimos que esperar unos minutos en los que llegaba. Cuando el taxi se detuvo frente a nosotros Devan le hizo una seña al hombre para que abriera el maletero —. Me llamas si necesitas algo o tienes alguna duda —dijo antes de subir al taxi. Devan y el señor del taxi cerraron la puerta del maletero.
—No te preocupes, ma, todo va a estar bien —le aseguré. Devan llegó a mi lado, le abrió la puerta a mi madre y esperó que subiera al auto para cerrar de nuevo. Nos quedamos ahí hasta que perdimos el taxi de vista y regresamos dentro del hospital.
—¿Apuesto qué nunca te habías imaginado que ibas a dormir conmigo en la sala de espera de un hospital? —le dije cuando llegamos a la sala de espera donde había menos personas que cuando llegamos.
—No es tan malo como parece —comentó.
—¿No es tan malo dormir en una silla? —cogió mi mano y me miró a la cara.
—Contigo a mi lado puedo dormir en una piedra y eso no quitará el hecho de que estarás conmigo —mi pecho se infló. Este hombre podía ser el más romántico de todo el planeta tierra y el más caliente también. Eso era perfecto.
—Tú sí que eres romántico —me sonrió. Le sonreí también. En ese momento me di cuenta de que solo a mí me sonreía y eso me hizo sentir especial porque me hacía pensar que yo podía ser la mujer de su vida, la que lograra que se enamorara de nuevo y que pensara en la posibilidad de formar un familia.
—No te acostumbres —musitó. Nos quedamos unos minutos sin decir nada, pero yo sí quería decirle algo, quería darle las gracias por todo lo que estaba haciendo por mí.
—Gracias —le dije de repente. Giró la cabeza y dejó el móvil para prestarme atención.
—¿Por qué? —indagó.
—Por estar aquí conmigo, por no dejarme sola en estos momentos —le agradecí con una sonrisa y una suave caricia de mi parte en su mejilla. Dejó un beso en mi mejilla y apoyé la cabeza en su hombro.
—Yo siempre voy a estar contigo, lyubov, nunca te voy a dejar sola —aseguró.
Devan
El reloj marcaba las dos de la mañana y apenas había podido dormir, no era nada cómodo dormir en esas duras y horribles sillas, pero tampoco podía pedir más cuando nos encontrábamos en un hospital público y no en uno privado, de ser así, al menos Alease se hubiera quedado en la habitación con su padre, pero no, estábamos los dos en la sala de espera durmiendo en las sillas y no en un cómodo sofá. Tampoco me quejaba, no podía hacerlo porque yo quise venir a este lugar y estar con ella en este momento difícil por el que su familia estaba pasando.
Acerqué el vaso desechable a mis labios mientras apartaba la mano con el reloj adornando mi muñeca. Me encontraba apoyado en una de las paredes de aquel lugar, no había dormido nada ya que la silla no me lo permitía, hacía frío y el ruido me provocaba dolor de cabeza.
Observaba a Alease dormir en las sillas que acomodé para ella. Recibí un par de miradas ante tal gesto, pero poco me importaba que lo hicieran, mi chica necesitaba dormir y yo haría cualquier cosa para que estuviera cómoda en ese lugar. Que ella estuviera bien era mi prioridad. Siempre lo sería.
Tuve que pedir una manta a uno de los enfermeros que iban pasando por ahí, no se pudo negar, mucho menos por la mala cara que le hice cuando casi se niega a dármela. De todos modos, yo hubiera buscado la manera de mantenerla calentita y que no pasara frío esa noche.
El olor a desinfectante, el llanto y los murmullos me ponían mal, me recordaban el día que mis padres fallecieron, cuando recibí la noticia de que ambos habían sido atacados y los llevaron al hospital. Uno de los hombres de mi padre se encargó de ir por mí al instituto y me sacó de ahí diciéndome que algo había sucedido, pero no dijo qué, no me quiso decir hasta que llegamos al hospital y ahí me contó todo. En ese momento sentí que el mundo se me venía abajo y que me iba a morir, no podía respirar, me sentía fatal. No sé qué hubiera sido de mí sin aquel hombre que estuvo a mi lado todo ese tiempo, me ayudó con todo desde que mis padres fallecieron, cuando dejé de estudiar para hacerme cargo de los negocios de mi padre y él me apoyó en todo y sin él no sé qué sería de mí en este momento. Tal vez uno de los socios de mi padre se hubiera quedado a cargo de todo y yo sería uno más de sus empleados, pero no, yo estaba aquí siendo el jefe, cómo a mi padre le hubiese gustado.
No me arrepentía de nada, siempre supe que sería yo quien continuara con el legado de mi padre, pero no me imaginé que sería tan pronto, a tan corta edad cuando apenas estaba empezando a vivir, cuando era tan solo un niño que no sabía nada de la vida. Aprendí muchas cosas en todos esos años y pocas veces me arrepentí de las decisiones que tuve que tomar, pero ahora, al ver a Alease tan indefensa me cuestionaba y no encontraba las respuestas a esas preguntas que me hacía cada día.
Me acerqué a ella y me senté a su lado, acaricié su cabello con cuidado para no despertarla y pasé mis dedos por su suave mejilla. Era una caricia suave y delicada, algo que no me caracterizaba porque siempre fui alguien rudo y nada sutil, pero con ella quería serlo porque se lo merecía, porque lo necesitaba. Podía ser tan fuerte cómo un roble que soportaba todo y que parecía invencible, pero eso no quitaba el hecho de que también podía ser débil y aun así no dejaba de ser quien era. No me importaba mostrar mis sentimientos hacia ella y decirle lo que sentía, todo el amor que tenía para darle y que me tenía completamente loco.
Alease abrió los ojos perezosamente, los apretó unos segundos y los abrió de nuevo. En ese momento me di cuenta de que ese era mi lugar y que no quería estar en otros brazos, en otro sitio que no fuera estar a su lado y que no quería probar otros labios que no fueran los suyos. Sus brazos eran mi refugio, mi lugar seguro.
—Hola —bostezó, llevándose una mano a la boca.
—Hola —le sonreí —. ¿Cómo estás? —no podía evitar mirarla embelesado, absorto en su belleza salvaje, en sus labios color carmín y en sus felinos ojos azules.
—Bien, pero me duele la espalda —se incorporó despacio hasta quedar sentada, apoyó la cabeza en mi hombro —. Estoy bien, no me puedo quejar —bostezó de nuevo.
—Me alegra saberlo —dejé el vaso desechable en el suelo. Mis brazos rodearon los suyos y dejé un beso en su mejilla —. ¿Cómo estás tú? ¿Pudiste dormir?
—No, pero estoy bien —respondí.
—¿No han dicho nada de mi padre? —indagó.
—No, todavía no —respondí.
—Lo malo de ser pobre —musitó.
—Yo podría...—se adelantó a lo que iba a decir y no me permitió terminar de hablar.
—No, mi padre no lo va a aceptar —me miraba a la cara.
—Ni siquiera sabes qué voy a decir —fruncí el ceño.
—Sí sé lo que me vas a decir, que lo puedes llevar a un hospital privado y pagar todo, en ese caso lo puedo hacer yo —se cruzó de brazos.
—Pero sabes que no puedes pagarlo, es mucho dinero —se mordió el labio —. Lo haré con gusto si me lo pides —mi mano derecha ascendió por su brazo —. Me lo puedes pagar de otra manera —musité con un tono de voz seductor.
—Tonto —entornó los ojos —. No puedo aprovecharme así de ti.
—No te estarías aprovechando de mí, lo hago con gusto —me acomodé para apreciarla mejor.
—No es que no quiera. Es obvio que un hospital privado es mejor que uno público, pero mi padre es muy orgulloso y no te va a dejar pagar, no se va a sentir bien con eso —asentí —. Si fuera diferente dejaría que lo hagas y te lo pagaría cómo tú quieras —alcé una ceja ante su descarada proposición.
—¿Cómo yo quisiera? —indagué. El corazón me empezó a latir errático.
—Lo que tú quieras —musitó. Se mojó los labios y juro que sentí que mi polla reaccionó por si sola.
Maldita sea.
—Eres perversa, Belosnezhka —mi mano descendió a la suya y cogí sus dedos con cuidado.
—Me gusta serlo contigo, Zver' —me decía así y sentía que todo mi cuerpo vibraba. Me tenía tan mal que una sola palabra suya me desarmaba por completo.
No supe qué decir, solo me quedé frente a ella admirando su belleza salvaje. Sus labios tentadores y esos abismales ojos azules, tan hipnotizantes y encantadores.
—Me vuelves loco —confesé.
—Ya me lo imaginaba.
—Ah, ¿sí? —asintió.
—Es obvio que me quieres —dijo en un tono altivo para ser ella.
—¿Estás muy segura de ello? —alcé una ceja.
—Tan segura que te puedo jurar que con un solo toque tiemblas.
Y no estaba equivocada, lo que decía era más que verdadero, una sola de sus caricias y me tenía de rodillas ante ella, podía hacer lo que sea por ella, podía darle el mundo si me lo pedía.
—Solo te voy a pedir una cosa, Belosnezhka.
—¿Qué me vas a pedir?
—No me rompas el corazón —cogí su mano y la llevé justo donde late mi corazón —. Es lo único que te pido, mi amor —abrió los ojos de par en par, sorprendida por mis palabras.
—Nunca lo haré, Devan, no te voy a romper el corazón —ascendí su mano a mis labios para dejar un casto beso en su dorso.
Mantenía mis ojos en ella, la admiraba cómo la pieza de arte más valiosa que poseía. Aun a esas alturas no podía creer que una chica cómo Alease estuviera conmigo, era demasiado sensible, tan llena de vida y tan ella, mientras que yo era todo lo contrario, no teníamos muchas cosas en común, además del hecho de que existía una gran atracción entre nosotros, además de deseo y un gran amor, porque estaba seguro de que ella sentía más de lo que decía sentir. Esperaba no equivocarme y no quedar cómo un idiota, pero quería que Alease me amara, así como yo la amaba a ella.
—Familiares de Timothy Black —escuchamos de repente. Ambos miramos en la misma dirección y en medio del pasillo se encontraba un hombre con un uniforme azul que sostenía unos papeles. Nos pusimos de pie y caminamos hacia él.
—Soy su hija —informó Alease a mi lado. El hombre la miró
—¿Dónde está la mujer que vino con él? —indagó buscando en la sala de espera.
—Ella es mi madre, pero tuvo que irse, en su lugar me he quedado yo.
—Está bien. El señor Black se encuentra estable, estuvo en observación para que pasara el efecto de la anestesia y ahora mismo lo están subiendo a piso —explicó sereno. Alease me miró y sonrió más tranquila.
—¿Puedo verlo? —le preguntó al doctor. Pero el gesto de él me dijo que eso no se iba a poder, al menos no en ese momento.
—Por ahora no es posible ya que no es hora de visita, pero por la mañana podrá pasar a verlo.
—Pero él está bien, ¿verdad? Salió bien de la operación.
—Sí, él está bien, fue una fractura, pero no fue tan grave como otras y la operación salió bien —Alease llevó una mano a su pecho y exhaló más calmada.
—¿Cuándo va a salir de aquí?
—Si todo sale bien y sigue estable, quizá en dos días. Deben entender que por su edad puede presentarse una compilación, pero esperemos que no sea el caso y el señor Black salga en dos días —se dirigió a ambos y fue ella quien respondió.
—Ok.
—Eso sería todo, si necesita saber algo puede preguntar a la señorita —el hombre señaló a una mujer que estaba detrás de un recibidor al lado del pasillo —. Ella le va a decir a qué hora puede pasar a verlo y que objetos le puede traer —informó.
—Gracias —el hombre nos regaló una sonrisa y nos quedamos ahí viendo cómo se alejaba por el pasillo y entraba por una puerta doble.
—¿Todo bien? —le pregunté. Su mano continuaba a la altura de su pecho.
—Sí, es solo que me gustaría llamarle a mamá para avisarle que todo está bien.
—Yo considero que le llames más tarde, debe estar descansando —subí mis manos a sus hombros —. Si ella quiere venir que lo haga, pero ya habrá descansado un rato —levantó la mirada hacia mí y me sonrió.
—De acuerdo, lo haré mañana entonces —apoyó su cabeza en mi hombro.
—Ahora duerme.
—Prefiero quedarme toda la noche en vela —movió el cuello de un lado al otro —. Tengo el cuello contracturado, me duele.
—¿Estás renegando de la cama que te hice? —la miré dolido.
—¡No!, nunca podría hacer eso.
—Pero lo hiciste —quise dramatizar un poco.
—No volveré a quejarme de tu linda cama —se colocó frente a mí y se puso de puntitas para dejar un beso en mis labios cogiendo el cuello de mi chaqueta.
—No estoy muy convencido —dije aun molesto.
—Eres un manipulador —entornó los ojos.
—Y a ti te gusta eso.
—No me puedo quejar, tienes tus encantos —se aferró a mi ropa y apoyó la mejilla en mi pecho.
🖤🖤
¡Hola! Perdón por irme tanto tiempo, pero entre bloqueos y bajones se fue casi un año. UN AÑO. No lo puedo creer. No suelo prometer cosas, pero les aseguro que esta vez y esperando que nada más pase, terminar este libro, me faltan al menos veinte capítulos. Me gustaría terminarlo para darle un cierre a este libro y empezar nuevos proyectos.
Espero les haya gustado y muchas gracias a quien se quedó aquí y a las personitas nuevas, espero les esté gustando.
Los tkm ❤
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro