Capítulo 25. 🖤
Devan
Miré el móvil una vez más y solté un suspiro frustrado, agotado, tal como me sentía. Dejé el aparato encima del escritorio. Alice me miró del otro lado del despacho, mientras tanto jugaba con los anillos que rodeaban mis dedos, algunos de ellos le pertenecían a mi padre y los usaba como un recordatorio de lo que era y lo que nunca iba a dejar de ser.
Aún tenía grabada aquella escena de él y mi madre muertos, cuando tuve que ir a la morgue a reconocer sus cuerpos. Ahí estaban ellos, acostados en esas camas metálicas, desnudos, con impactos de bala en todo el cuerpo, su piel fría y pálida, juntos, al final terminaron juntos.
—¿En qué tanto piensas? —preguntó Alice. Sin dejar de jugar con los anillos le respondí.
—En mis padres.
—¿Y qué piensas de ellos? —inquirió.
—Nunca entendí porque papá dejó a mi madre por Bea, no sé cómo dejó de amar a mi madre de un día para otro —alzó una ceja —. Creí que ellos se odiaban, o que mi madre lo odiaba.
—¿Y después?
—Murieron juntos porque estuvieron juntos todo este tiempo, es irónico, ¿no? —suspiré de nuevo.
—¿A qué conclusión llegaste entonces?
—Siempre la amó, pero se deslumbró por la juventud de Bea y su bella, ¿y de qué le ha servido eso? Mira donde está, como terminó —asintió apretando los labios —. Cada que veía a mi madre le echaba en cara que ella se quedó con papá, que ella tenía el dinero y los lujos mientras que mi madre recibía una "pobre pensión", lo cual no era cierto, pero ya sabemos cómo es ella.
—Bea estaba muy mal, espero que ahora se dé cuenta de las cosas que perdió y todo lo que hizo mal —se acomodó la falda, bajándola un poco.
—No quiero eso, Alice, no quiero pasar mi vida arrepintiéndome de lo que no hice por miedo. No quiero tener una relación a escondidas, no quiero morir sabiendo que amé a alguien pero que no pude estar con ella.
—¿Te refieres a Alease? —asentí.
—Me refiero a ella. Tengo miedo, mucho miedo, pero no por eso voy a dejar de amarla y querer estar con ella.
—¿Y por qué no has respondido ese mensaje? —señaló el móvil que yacía en el mismo lugar.
—Porque me rompió el corazón cuando dijo que no somos nada cuando está más que claro que somos todo, Alice, somos perfectos juntos y ella no lo puede ver —bufé.
—Ya te dije que es muy joven todavía, con sueños que cumplir, metas y un sin fin de cosas que quiere hacer. No la puedes culpar por eso.
—Nunca lo haré, pero quiero que vea que no es solo sexo o atracción, hay más —iba a decir algo, pero nos quedamos en silencio mirando hacia la puerta. Afuera se escuchaban risas y gritos.
—Declan —dijimos al mismo tiempo. Ambos nos pusimos de pie para salir del despacho y ver lo que estaba pasando. Al llegar al lobby Sofi intentaba ayudar a Declan para que no cayera al suelo de lo borracho que estaba.
—¿Qué demonios está pasando? —cayó de sentón en un escalón. Un hipido salió de su boca.
—Miren a quien tenemos aquí, el hermano traidor y su tapadera —nos señaló —. Porque tú sabías todo, Alice...
—Ella no te debe explicaciones a ti —bufé —. ¿Ya te viste? Estás hecho un asco. Llámale a Jim, dile que venga —Alice salió de la casa para buscar a Jim —. Nana, ¿puedes preparar un caldo o una sopa para el niño, por favor? —Sofi me sonrió.
—Claro que sí, Devan —dio la vuelta y caminó en dirección a la cocina.
—No necesito nada de ti —se quiso poner de pie, pero estaba tan ebrio que ni siquiera eso podía hacer, cayendo de nuevo en el escalón.
—Sino necesitas nada de mí entonces vete de mi casa y deja de gastar mi dinero —espeté. Estaba hasta los cojones, parecía un crío malcriado que necesitaba una buena tunda —. ¿Por qué no haces eso?
—Esta no es tu casa, mi padre nos la dejó a los dos y ese dinero era de él también. La mitad de lo que hay aquí me pertenece —hipó de nuevo —. No eres nadie para decirme lo que debo o no hacer, Devan —me arrodille para quedar a su altura —. Tú eras peor que yo.
—Y por eso no quiero que termines mal, como tu madre —soltó un golpe, pero lo esquivé.
—¡No hables de mi madre! No menciones su nombre con tu sucia boca —me reí.
—Hablando de ella, ¿ya fuiste a verla o estás tan ocupado destruyendo tu vida que no tienes tiempo para visitarla?
—No te importa —el olor a alcohol era tan fuerte que me podía imaginar llevaba días bebiendo sin descanso.
—¿Sabes cómo está? ¿Has preguntado por ella? No, porque no te importa, solo eres un niño malcriado que tiene todo el mundo a sus pies, egoísta y estúpido. No se va a acabar el mundo por una mujer, entiéndelo.
—¡Me quitaste a la mujer que amo! La follabas mientras me escuchabas decir cuánto me gustaba —se puso de pie e hice lo mismo, pero mientras él se tambaleaba de un lado al otro yo me mantenía estable en mi lugar.
—Supéralo, Declan —puse el dedo índice en su frente lo que le hizo enojar más —. No eres el maldito centro del mundo y este no se va a terminar porque tu hermano te quitó a la mujer que según tú amas, porque si fuera así nunca le hubieras dicho zorra y todo lo que dijiste ese día —mis palabras no hicieron mella en él.
—¡Cierra la puta boca! —se lanzó contra mí, pero me eché a un lado y cayó al suelo boca abajo, dándose de lleno en la boca abriéndose el labio.
—Eso te pasa por beber tanto, si sigues así voy a tener que internarte en la misma clínica que tu madre —tenía las manos frente a mí, en ese momento Alice y Jim entraron mirando la escena —. Llévalo a su habitación y que se dé un baño. Te vas a quedar hasta que coma y se duerma, no lo quiero ver en la calle y si lo tienes que someter lo haces —le dije a Jim.
—Sí jefe —le ayudó a ponerse de pie, tenía la boca llena de sangre y ni siquiera se atrevió a mirarme a la cara. Jim lo condujo escaleras arriba hasta que lo perdimos de vista.
—Llegó esto —Alice me entregó un sobre, miré el reverso y solo decía Devan Hawke con letra cursiva.
—¿Qué será? —pregunté al mismo tiempo que abría el sobre. Saqué lo que venía dentro, era una invitación.
—¿Qué es? —Alice se acercó a mí para mirar juntos.
—Señor Devan Hawke —alcé una ceja y miré a Alice —. ¿Señor? ¿Dónde me vieron las canas o las arrugas? —se rio y negó con la cabeza.
—Sigue —me dio un manotazo en el brazo.
—Señor Devan Hawke, es un honor para nosotros invitarle a la cena de gala que se llevará acabo el día bla, bla, bla a la hora tal en la sede de las empresas Dagger. Nos complace su presencia como un posible socio del señor Hunter Dagger. Sin más esperamos que nos honre con tan grata presencia.
Guardé la invitación dentro del sobre.
—¿Vas a ir?
—¿Crees que sea buena idea? —le pregunté también.
—Hunter Dagger se ha reformado, lleva dos años siendo un hombre limpio, ya no pertenece a la mafia.
—¿Ya no es el diablo de Seattle? —alcé una ceja.
—Lo sigue siendo, pero por otros motivos —me rasqué una ceja.
—Tiene buenos negocios.
—Así es.
—Un gran imperio de varios millones de euros.
—Billones —corrigió Alice.
—Sería una gran oportunidad para que los negocios limpios crezcan un poco más.
—Efectivamente —le sonreí y ella hizo lo mismo.
—Confirma mi presencia.
—¿Vas a ir solo? —negué con la cabeza.
—Sabes que no y por más que esa chiquilla me haga rabiar la amo —Alice tenía dibujada esa tonta sonrisa en los labios. Saqué el móvil para abrir la aplicación —. No me mires así —se puso seria.
—Sí, jefe.
—Por cierto —me detuve y la miré —. ¿Hiciste lo que te pedí?
—Puedes ir a ver a Bea el día que quieras —asentí y regresé mi mirada al móvil.
—Listo.
La transacción se ha realizado.
Me notificó el móvil.
—¿Todo bien? —preguntó curiosa.
—Todo bien, Alice.
Alease
Miraba la pantalla, el último mensaje que le envíe a Devan y que no respondió, me dejó en visto y entendía que lo hubiera hecho, pero no lo aceptaba. Sé que lo que dije no estuvo bien y me arrepentía de ello, pero ya no podía hacer nada, Devan ni siquiera me respondía los mensajes y mucho menos las llamadas. Ni pensar en hablarle a Declan para saber de su hermano porque, así como habían terminado las cosas entre nosotros entendía el odio que sentía hacia mí. En la universidad le veía pocas veces y cuando nos llegábamos a encontrar me daba la vuelta, me ignoraba por completo como si fuera una desconocida en su vida. En eso me convertí para él, en una extraña.
Sentí un nudo en la garganta y pasé saliva.
—¿En qué piensas? —preguntó Archie, mirándome fijamente.
Guardé el móvil en la mochila.
—En nada...bueno sí —me adelanté a Archie —, en Devan —murmuré —. Él no ha respondido el mensaje que le mandé y yo...uhm, siento feo.
—Bueno, tú le dijiste que no eran nada —dijo despreocupado.
—No dije eso —frunció el ceño —. Le dije que...
—Lo que haya sido —dijo Archie —. El pobre chico está enganchado contigo y tú le rompes las ilusiones, Al, yo haría lo mismo que él —señaló con un dedo.
—¿Ignorarme? —alcé una ceja.
—Y con justa razón, eres una desconsiderada, perra.
—¡Oye! —le di un manotazo —. No soy una perra.
—Eres una perra sin consideración —se burló ante mi mirada incrédula.
Me crucé de brazos y esperé una disculpa por parte de Archie, pero esta no llegó así que desistí.
—¿Quién es una perra? —alguien preguntó. Ambos volteamos y Aiden estaba detrás de nosotros. Casi me atraganto con mi saliva al verlo de nuevo. Desde aquella noche no habíamos tenido contacto y lo estuve evitando, para que más que la verdad.
—Alease —Archie no dudó en responder y quise matarlo con la mirada —. Solo ilusiona a los hombres y después los desecha como si fueran bolsas de semen.
—Yo no soy eso —espeté.
—Como digas, ¿y tú que cuentas, Aiden? ¿Cómo va tu vida? —se sentó a nuestro lado.
Menos mal que estaba del lado de Archie y no del mío porque para ser sincera me ponía nerviosa tenerlo tan cerca. Solo al recordar que estuve con él y Devan al mismo tiempo y que hicimos lo que hicimos juntos me provocaba querer meter la cabeza en la tierra y no sacarla jamás en la vida.
—Estoy bien, ya saben, los trabajos, tareas todo eso —le restó importancia a lo que dijo —. Es agotador, pero lo disfruto —sentí su mirada en mí, pero no me atreví a mirarlo —. ¿Y ustedes que han hecho?
—Lo mismo —respondió Archie —. Esto, aquello y lo otro —movió la mano —. Lo mismo de siempre.
—¿Siguen haciendo lo de la otra noche? —mi corazón empezó a martillear dentro de mi pecho cuando preguntó aquello.
—No, no —Archie rodeó mis hombros con su brazo —. Esta niña ya tiene dueño y no le permite que nadie más la toque, ¿verdad Al? —asentí, apenada. Sentía las mejillas rojas —. Devan es un poquito celoso y le puede cortar la mano a quien le ponga un dedo encima.
—¿Es cierto, Alease? ¿Son novios oficialmente? —asentí.
Mentirosa, mentirosa.
Devan ni siquiera me habla.
—Sí, somos novios —admití por primera vez desde que esto empezó. Dije que Devan y yo éramos novios cuando él estaba molesto conmigo y no me hablaba. Cada día iba cayendo un peldaño más al infierno.
—Vaya, no pensé que fuera en serio lo suyo —lo miré de lleno.
—¿A qué te refieres con eso? —pregunté entre molesta y sorprendida.
—Es decir, tú eres una chica buena, no te metes en problemas y esas cosas, y él...—se calló y se rascó la nuca —. No quiero decirlo.
—Ahora lo dices —le exigí —. ¿Devan qué?
—Es un problema. Todos sabemos lo que hace, quien es en esta ciudad. No es una buena persona y no deberías acercarte a él.
—No es tan malo —refutó Archie —. A mi amiga la trata como una reina.
—Pero no es así con todo el mundo. ¿Saben lo que hace cuando no está de fiesta o haciendo tríos? —eso último fue como una patada en el estómago —. Mata personas, las tortura, vende drogas, compra armas.
—Basta —le pidió Archie —. Ya, ya...—pero Aiden continuó despotricando en su contra.
—No es una buena persona para ti, Alease. No deberías acercarte a él, un día toda la mierda que lo rodea te va a salpicar a ti también —nos miró a ambos.
—Te vas —quiso hablar, pero no lo dejé —. Te vas y en tu vida vuelves a hablar de él —negó con la cabeza y cogió su mochila. Se puso de pie y nos dio la espalda —. ¿Qué le pasa?
—Es un imbécil —Archie me abrazó —. No le hagas caso amiga —apoyé la cabeza en su hombro —. Está celoso nada más.
—¿Eso crees? —asintió.
—¿Qué más puede ser? Le gustas y le revienta que te guste más Devan que él, que sean novios y lo folles a él —dijo con diversión.
No le hice caso porque podría equivocarse y Aiden no me gustaba de esa manera, lo pasamos y todo, pero el único hombre por el que sentía algo era Devan y eso no iba a cambiar por ahora.
****
Llegamos al departamento y Archie me ayudó a preparar algo de comer, aquella tarde cocinamos juntos ya que salimos de la universidad a la misma hora y teníamos tiempo para algo rico y laborioso. Pasta y un ribeye fue lo que comimos, después de eso lavamos los platos sucios y limpiamos la mesa para estudiar un poco ya que se aproximaban las vacaciones y teníamos mucho que hacer estas semanas.
Escuché golpes en la puerta y me puse de pie dejando los libros a un lado. Me amarré el cabello como pude y abrí sin preguntar. Me sorprendió ver a Devan detrás con una hermosa sonrisa dibujada en los labios.
Aquel día llevaba puesta una chamarra negra de mezclilla, pantalones igual de mezclilla azul, una camiseta blanca y unas botas negras que le hacían ver tan bien. Los tatuajes de sus manos y brazos se alcanzaban a ver, la tinta resaltaba mucho más y sus ya conocidos anillos de plata que adornaban sus dedos.
—Hola —se mantuvo en su lugar.
—Hola —con los dedos hice a un lado un mechón de mi cabello —. Pasa —me aparté para que pasara. Cerré la puerta y lo vi observando el pequeño departamento que habitaba junto a Archie. Escuché que mi móvil sonó, pero no le presté atención —. Devan, yo...—con un solo paso estaba frente a mí, deslizó una mano por mi cintura y me atrajo a su cuerpo.
—No digas nada —apretó sus labios contra los míos con furia —. Te quiero, Alease, te quiero tanto —sonreí, pero de nuevo me besó apasionadamente, de una manera feroz y desesperada como si hubiera estado privado de mis besos, en un calvario que lo estaba matando.
Su cuerpo estaba apretado al mío, este reaccionaba a sus besos y su mano en mi espalda baja. Giró para llevarme contra el sofá y ejercer más presión entre nosotros. Mordía mis labios y los chupaba con su lengua, mis manos se mantenían aferradas a su duro torso para no caer con todo lo que estaba sintiendo. Cogí el cuello de su camisa y le escuché sonreír sobre mis labios.
—Extrañé esto. Besarte, sentirte cerca de mí —murmuró. Abrí los ojos y me estaba observando con esos grandes ojos azules que tanto amaba mirar.
—Te extrañe tanto —le dije siendo completamente sincera.
—Y yo a ti, lyubov —me abrazó tan fuerte que sentí como me reconfortaba el alma.
—Perdón por interrumpir —Archie se aclaró la garganta. Nos separamos y me aparté unos centímetros, pero Devan no quería que lo hiciera, en su lugar cogió mi mano entre sus dedos.
—Archibald —me reí porque siempre buscaba la manera de molestarlo y mi amigo siempre se enojaba.
—Devan Hawke —dijo serio —. ¿Qué haces aquí, machote? —se acercó y le dio un golpe en el brazo, pero le dolió más el golpe a él que al propio Devan. Se sobó los nudillos y escondió la mano.
—Vine a ver a Alease, ¿tiene algo de malo? —alzó una de sus cejas negras.
—No, para nada —fue hacia la cocina y abrió la nevera para sacar algunos snacks porque también estaba estudiando —. Pero ya que estás aquí debo decirte algo...—temí que le dijera lo de Aiden pero si conocía a Archie como juraba hacerlo no iba a decir nada de ese tema.
—¿Qué? —preguntó con esa potente voz que hasta a mi amigo le hizo mojarse.
—No hagan sus cochinadas en el sofá —señaló. Entorné los ojos, pero poco le importó que lo mirara de esa manera —. Por favor.
—Cierra el pico —le dije —. ¿Quieres que te recuerde lo que vi la otra noche?
—¡Al! —chilló —. Dijimos que no íbamos a hablar de eso.
—Entonces enciérrate en tu madriguera —Devan se rio y Archie hizo un berrinche antes de salir de la cocina y perderse en su habitación.
—¿Madriguera? —alzó una ceja.
—Parece una madriguera —tiré de su mano para llevarlo hacia el sofá y sentarnos uno al lado del otro —. ¿Qué haces aquí? —cogí sus manos entre las mías. Me gustaba sentir la tibieza de su piel, acariciar sus anillos con mis dedos.
—Vine a invitarte a una cena en Seattle —abrí los ojos, sorprendida.
—¿Seattle? Pero eso está a más de cuatro horas de aquí, en avión —le aclaré —. ¿De qué cena hablamos?
—Con un posible socio que estaba buscando desde hace tiempo —se acomodó en el sofá —. ¿Qué dices?
—¿Lo puedo pensar? —Mi móvil vibró de nuevo, pero como la otra vez no le presté atención.
—No, no puedes —entorné los ojos.
—Tal vez de regreso podemos pasar a ver a mis padres.
No sé porque pensé que no le iba a gustar mi idea, pero no dijo que no, al contrario.
—Me parece buena idea —sugirió —. Así puedo conocer a mis suegros.
—Estaba bromeando.
—Pero yo no. En serio quiero conocer a tus padres —ahora fue él quien sostuvo mis manos entre las suyas y las acercó a sus labios dejando pequeños besos en mi dorso.
—¿Voy a ir como tu novia o cómo...? —esperé que él terminara de responder a mi pregunta.
—Ambas cosas —señaló el móvil —. Te he contratado por adelantado —miré el móvil que me seguía notificando y arrastré la mirada de nuevo a él.
—No tenías que hacerlo.
—Sí tenía que hacerlo. Necesitas el dinero y no quieres que te ayude dándotelo así que esta es mi manera de que lo aceptes —fruncí los labios.
—No es justo —le dije. Se acercó unos centímetros más, hasta que ya no quedó un espacio entre nosotros.
—La vida no es justa, lyubov —le sonreí como la tonta enamorada que era.
Subí las manos por su torso hasta llegar a su cuello y lo rodeé con mis brazos.
—¿Qué dices? ¿Vas conmigo a Seattle?
—No tengo otra opción —murmuré.
—Conmigo no —dijo con un poquito de diversión en la voz.
—Entonces sí voy —con los dedos aparté su cabello, haciéndolo a un lado.
—Sabia decisión.
Culminó con un dulce beso sobre mis labios, uno que había estado necesitando estos días que no nos vimos y que no supe nada de él. Tenerlo aquí me hacía sentir un poco mejor porque demostraba que no estaba molesto y que era maduro al no tomarse las cosas a mal.
Tal vez en mi vida había tomado malas decisiones, pero nunca me iba a arrepentir de aceptar a Devan Hawke en ella.
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