Capítulo 22. 🖤
Alease
El tiempo se ralentizó para Danielle. La pequeña se puso nerviosa en cuanto la puerta empezó a ceder, la madera rechinó por las viejas bisagras, quiso dar un paso atrás, pero Devan la detuvo enredando sus dedos en su delgado brazo, levantó la barbilla para mirarlo con esos orbes tristes y preocupados.
Cuando la puerta fue abierta en su totalidad, dejando ver al hombre detrás, hizo lo que había estado anhelando todo este tiempo, soltó mi mano que tenía bien aferrada y se echó a los brazos del hombre que apenas y pudo reparar en lo que estaba pasando porque los brazos de Danielle se cerraron a su alrededor.
—Danielle —apenas pudo decir su nombre, se había quedado sin aliento, la garganta se le cerró y abrazó a la niña que se aferraba a sus ropas y se negaba a soltarlo. Lágrimas de felicidad empezaron a caer por sus mejillas mojando la camisa de su padre —. Danielle, Danielle —decía una y otra vez al mismo tiempo que intentaba procesar esto que estaba pasando.
—¡Mujer! —gritó —. ¡Mujer, ven acá! —se separó de su hija y puso sus manos sobre los hombros delgados de la pequeña —. Eres tú, hija, eres tú.
—¿Qué pasa? —una mujer de aproximadamente unos treinta años apareció en la puerta, en el momento que vio a su hija empezó a gritar y la abrazó —. ¡Danielle!, mi niña —apretó su cuerpo y la sostuvo entre sus brazos lo más que pudo.
—Buenas noches —dijo Devan al ver que el padre de Danielle no dejaba de mirarnos, con curiosidad.
—Buenas noches, ¿ustedes son...? —nos miró de una manera extraña y yo también lo haría si a mi casa llegaran dos extraños con mi hija que desapareció hace años.
—Ellos me rescataron papi —Danielle se separó de su madre para responder, pero se mantuvo a su lado —. Devan me ayudó, me llevó a su casa y junto con Alease me dieron de comer y me compraron ropa —la pequeña se pasó los dedos bajo los ojos para borrar el rastro evidente de lágrimas saladas que mojaban sus mejillas maltratadas por los años de pesar y sufrimiento.
—Ah, ¿sí? —miró a su hija unos segundos para mirarnos de nuevo, con esa extrañeza que no abandonaba sus facciones, al contrario, se hacían presentes con el paso de los segundos.
—Yo hice lo que creí correcto y he traído a Danielle a casa —habló Devan a mi lado.
—Muchas gracias —dijo la madre de Danielle con lágrimas en los ojos. Apenas podía hablar, su voz era temblorosa.
—Solos hicimos lo correcto —le dije a la mujer enganchándome al brazo de Devan que correspondió a mi gesto.
—Pasen por favor —los padres de Danielle se hicieron a un lado junto a su hija para dejarnos un espacio, invitándonos a pasar a su casa.
—Por aquí —señaló la mujer llevándonos a la cocina. Tomamos asiento uno al lado del otro, Danielle lo hizo al lado de su padre y su madre fue a la cocina.
—¿Cómo les puedo pagar por esto?
—No hay que pagar nada, me siento muy feliz que su hija ya esté aquí, en su casa con ustedes.
—No, no, es que había una recompensa por...—Devan interrumpió al hombre.
Él no quería dinero ni nada de eso, estaba feliz con el simple hecho de que Danielle haya regresado a casa con sus padres y verla feliz, con esa enorme sonrisa dibujada en los labios.
—Nada de eso, señor, no queremos dinero. Estamos contentos por verla así —señaló, dirigiéndose a Danielle.
—Voy a estar en deuda con ustedes de por vida —su voz se rompió al ver a su pequeña a su lado.
No me quería imaginar lo que era perder a un hijo de este modo, saber que tu hija está por ahí sufriendo, preguntándote si come bien, si duerme, o si está viva. No me quería ni imaginar el infierno que estas dos personas pasaron estos dos años.
La madre de Danielle le sirvió de primera a su hija, a quien se le iluminaron los ojos al ver el plato de comida casera frente a ella.
—Ahora les traigo a ustedes.
—Café está bien —respondí antes de que Devan lo hiciera porque conociéndolo le iba a decir que no. Lo poco que sabía de él no le gustaba comer en casas ajenas. Era medio rarito.
—Hemos pasado por mucho dolor todo este tiempo, nadie sabía nada de ella, la policía nunca pudo dar con quien se la llevó, no sabíamos nada y eso era un martirio para nosotros —musitó el hombre mirando a su niña comer la cena que sirvió su madre.
—Estaba en Chicago —respondió Devan. Serio, impasible.
—¿En Chicago? —el hombre alzó una ceja.
—Sí, de allá venimos —respondí. Su padre soltó un gran y sonoro suspiro.
—Vaya —sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Ustedes dos se van a ir al cielo —la mujer dejó en la mesa dos tazas con sus cucharas, azúcar y café —. Gracias por traer a mi niña a casa —se puso detrás de Danielle y acarició su cabello negro, ella comía y sonreía cada que levantaba la cabeza.
Preparamos café y platicamos un poco de lo que hizo Danielle los días que estuvo con nosotros. Devan quiso omitir algunos detalles de cómo sacó a Danielle de ese lugar y las deplorables condiciones en las que la encontró, sus padres no tenían por qué saber eso, mucho menos que mató al malnacido que la tenía como esclava. Nos habíamos puesto de acuerdo con ella y estuvo a favor de decirles una mentira piadosa a sus padres para que no sufrieran más de lo que ya habían sufrido.
—Nos tenemos que ir —dijo Devan. Danielle ya había terminado de cenar y ahora comía un poco de chocolate. Era una niña todavía, una niña a quien le robaron la niñez, se la arrebataron para convertirla en una mujer que solo servía para dar sexo a depravados como el imbécil que de seguro ya estaba sufriendo en el infierno, si es que este existía.
—¿Mañana pueden venir? —preguntó Danielle de pronto.
—¿Quieres que vengamos? —inquirí.
—Por favor —sonrió.
—Solo si tus padres están de acuerdo.
—Por mí no hay problema, puedo preparar una rica comida, como agradecimiento por traer a mi niña.
—Estoy de acuerdo —dijo su padre.
—¿Puedo hablar con usted? —Devan se dirigió al padre de Danielle. Sabía perfectamente de lo que quería hablar con él y lo mejor era que ella no estuviera presente.
—¿Qué te parece si me llevas a tu habitación y hablamos un poco?
—¡Sí! —Nos llevó a su habitación tomando mi mano.
—No quisimos tirar nada, sabíamos que algún día ibas a regresar.
Su madre encendió las luces del pasillo y nos condujo a una puerta de color blanco, en letras de color rosa estaba el nombre de Danielle, empujó la puerta y antes de entrar encendió las luces.
Las paredes eran rosas, un rosa muy pálido, había algunos peluches en la cama y un armario con las puertas tapizadas con posters.
—De verdad les agradezco tanto que hayan traído a mi niña a casa —el rostro de la mujer al igual que su voz era melancólico.
—Y nosotros somos felices que haya regresado, ella lo ama mucho —le dije a la mujer.
—¿Algún día los voy a volver a ver? —miré a Danielle quien estaba sentada en la orilla de la cama con los ojos llorosos. Se me apachurra el corazón al verla así.
—Tienes mi número y el de Devan también —me acuclille para quedar a su altura —. Cuando estés mejor puedes agregarnos en Instagram, podemos platicar y hacer videollamadas. Me puedes mandar mensajes cuando quieras —cogí sus manos.
—¿De verdad?
—Sí —le sonreí —. Te he cogido mucho cariño en estos días, eres una niña muy linda, inteligente, pero más que nada muy valiente. Sé que con la ayuda de tus padres vas a salir adelante, vas a resurgir como el ave fénix y podrás ser la gran doctora que tanto deseas ser —subí una mano para apartar un mechón que se pegó a su mejilla por las lágrimas que no podía retener.
—¿Algún día nos vamos a ver? —volvió a preguntar.
—Sí —un nudo se formó en mi garganta —. Claro que sí, el día que quieras yo vengo a verte y traerte más de esos dulces que tanto te gustaron.
—Muchas gracias, Alease, por todo, por darme de comer, por llevarme ropa, por ayudarme.
—No me tienes que agradecer nada, lo he hecho con mucho amor —empecé a llorar en el momento que los brazos de Danielle rodearon mi cuerpo y me abrazó con cariño.
Me había encariñado con ella y creo que ella conmigo. Su llanto me decía que tenía razón y que ella también estaba feliz porque nos conocimos, aunque fuera en estas circunstancias.
—Mañana vas a venir a comer, ¿verdad?
—Sí —nos separamos —. Mañana vamos a venir a comer.
—¿Nos vamos? —escuchamos detrás y me puse de pie. Bajo el umbral de la puerta estaban su padre y Deban, quien no dejaba de mirarnos y fue inevitable no sentir nostalgia.
—Sí —me limpié debajo de los ojos acercándome a él —. Nos vemos mañana, Danielle.
—Nos vemos mañana —nos dijo adiós con la mano y su madre no dudó en abrazarla.
Caminé junto a Devan mientras seguíamos al padre de Danielle escaleras abajo, el hombre nos acompañó hasta la puerta.
—Gracias, de nuevo.
—Por favor haga lo que le dije, Danielle ha pasado por muchas cosas, ella les va a decir y ustedes la tienen que ayudar.
—Le voy a decir a su mamá y vamos a encontrar ayuda para mi hija. Mañana no falten, me pude dar cuenta que mi niña les tiene mucho aprecio —nos sonrió.
—Aquí estaremos, Daniel.
—Gracias —se dieron la mano y Devan cogió las maletas.
—¿Tienen donde quedarse? —preguntó el padre de Danielle que ahora sabía su nombre es Daniel. Que lindo.
—Sí, tenemos una reservación en un hotel.
—Ok, nos vemos mañana.
—Nos vemos mañana —dijimos al mismo tiempo.
Mientras el hombre entraba a su casa dimos la vuelta para alejarnos.
—¿Así que una reservación? —alcé una ceja en su dirección.
Dios, que guapo eres.
No podía dejar de mirarlo, ese perfil, esa mandíbula marcada, esas facciones. Tal parece que a Devan lo tallaron a mano, delicadamente para que sea un pecado que no muchos pueden cometer.
—¿Creías que íbamos a dormir en la calle?, quizá a ti te guste, pero a mí no —dijo burlesco.
—Ya habló don "No me gusta dormir en un simple hotel" —yo también me burlé de él.
—No te vas a quejar del lugar a donde te voy a llevar.
—¿Y qué esperamos? —pregunté mirando a cada lado de la calle.
—El taxi.
No dije nada y cuando el taxi llegó ambos subimos, metimos las maletas en la parte trasera y Devan le indicó al chofer a donde debía ir. En menos de media hora estábamos cruzando la gran y enorme recepción del hotel donde íbamos a pasar la noche. Era un lugar grande y lujoso. Ahí todo brillaba, desde el suelo pulcro hasta los vidrios de las ventanas.
Nos acercamos a la recepción que atendía una mujer, le entregó las llaves a Devan y también una sonrisa. Algo que por supuesto no me gustó, pero no le iba a dar el gusto de verme celosa.
Yo no soy así.
Yo no soy así.
Quise ser disimulada pero mi ceño fruncido y que me hubiera cruzado de brazos lo decía todo y Devan se pudo dar cuenta de mi estado, claro no podía ocultar mi descontento. Seguí a Devan y entramos al ascensor. No dije nada solo quería descansar además de que no podía decir algo de lo que después me pudiera arrepentir.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron miré a mi alrededor y noté que en este piso solo había cuatro puertas a cada lado del pasillo. Devan se adelantó y se detuvo frente a una puerta de color negro marcada con el número trescientos, al llegar a su altura pasó la llave por la cerradura electrónica y empujó la puerta dejándome pasar primero. Entramos y dejó las maletas a un lado de la puerta.
—Oh-mierda —dije al dar el primer paso, cuando las luces se encendieron a nuestro paso. La habitación era exageradamente grande. Era mucho más grande que la casa de mis padres, un lujoso departamento, con sala y cocina, y porqué no una hermosa vista de la ciudad.
—Sabía que te iba a gustar —Devan se quitó la chaqueta y la dejó sobre el respaldo del sofá.
—Solo pasaremos una noche aquí, Devan —musité.
—¿Y eso qué? —volteé para mirarlo.
—Es cierto, tú estás acostumbrado a estos lujos —me encogí de hombros y suspiré.
—No es eso —se acercó —. Pero quiero que cada que estés conmigo estés cómoda, en el mejor lugar de todos —puso ambas manos en mis hombros —. Conmigo no te va a faltar nada.
—Es que yo no quiero nada más, solo una cosa —dije con pena, sin atreverme a mirarlo a los ojos.
—Dime que quieres y te lo voy a dar —puso dos dedos bajo mi barbilla para que lo mirara porque rehuía a sus luceros.
—¿Me puedes dar tu amor, Devan?, ¿puedes darme todo de ti?
—Si te doy todo de mí estaré poniendo mi vida en tus manos, ¿lo entiendes?
—Sí.
—Si te doy lo que tú quieres vas a poder hacer conmigo lo que quieras, porque yo haré lo que me pidas, seré como un cachorro que ha sido entrenado para obedecer las órdenes de su amo, ¿eso es lo que quieres, lyubov? —me mordí el labio.
—No quiero tu obediencia, quiero al verdadero Devan, el que eres cuando está conmigo, quiero a ese Devan, siempre, solo para mí.
—Soy solo tuyo, lyubov, ¿no te has dado cuenta de eso?
—¿Eres mío en cuerpo y alma?
—Más que nada en cuerpo.
—Devan —arrastré las palabras.
—También en alma soy tuyo —dijo serio.
Sonreí y me dejé abrazar por él.
Este momento era íntimo para ambos, Devan se estaba abriendo lentamente conmigo, estaba poniendo sus sentimientos en bandeja de plata en mis manos, me estaba entregando lo más valioso que tenía y esperaba no salir lastimado.
Me quitó la chaqueta y la dejó a un lado, puso sus manos en mis hombros y bajó por mis brazos provocando un estremecimiento en mi cuerpo. Sostuvo mis manos por algunos segundos y con las yemas subió de nuevo por mis brazos hasta detenerse en mi cuello, sus pulgares acariciaron mi barbilla y detrás de mis orejas. Aquel toque me hizo sentir nerviosa, de una manera extraña pero que me gustaba.
—Te voy a dar todo de mí, pero si me rompes el corazón nunca te lo voy a perdonar, ¿me escuchaste?, no voy a dejar que nadie más me destruya y tú, belosnezhka, no serás la excepción.
Sus pálidos luceros me escrutaban con detenimiento, sus manos se mantenían firmes en mi piel, su cuerpo estaba tan cerca del mío que podía escuchar su respiración irregular. Asentí con la cabeza diciendo un sí, sin dejar de mirarlo a los ojos.
—No lo haré. No voy a romper tu corazón, Devan.
—Más te vale no hacerlo, no quiero hacerte daño, belosnezhka, no a ti.
—Estoy segura de que no será así.
Me abrazó y apretando mi cuerpo, necesitaba tenerlo cerca, que no me soltara nunca.
—¿Cómo se dice "me encantas" en ruso? —pregunté.
—Ya lyublyu tebya —alcé una ceja.
—Pues eso —soltó una risa acompañada de un beso en mi frente
—Ya tozhe tebya lyublyu. *
(Yo también te amo)*
—Creo que eso fue un halago.
—Y lo fue —me separó solo para besarme lentamente —. ¿Quieres algo de cenar?
—No, estoy llena, las galletitas que nos dio la mamá de Danielle estaban muy ricas, casi me las como todas —me encogí de hombros, inocente —. Dime que esto no va a terminar aquí, que cuando regresemos todo será igual entre nosotros.
Puse las manos en su duro pecho.
—Será así, lyubov, nada va a cambiar entre nosotros. No importa lo que pase, lo juro.
Creí todo lo que me dijo porque se escuchaba tan sincero, él no mentía, nunca lo haría conmigo.
Entré al baño para cambiarme de ropa, me puse el pijama y me cepillé los dientes, trencé mi cabello y salí a la habitación para mirar por el gran ventanal. Crucé los brazos y observé las luces de la ciudad, era una enorme postal que me gustaría ver más seguido, así que saqué mi cámara y capturé la imagen que tenía frente a mí. Dejé la cámara a un lado, cruzándome de brazos.
—¿En qué piensas? —los brazos largos y fuertes de Devan me estrujaron por detrás. Llevaba las mangas arremangadas hasta los codos. Su pecho se pegó a mi espalda y su barbilla se apoyó en mi hombro. Solté un jadeo y dejé caer la cabeza en su pecho.
—Me gustarían más días así, olvidarme de los trabajos de la Universidad, los problemas con mis padres y etc.
—¿Tus padres tienen problemas?
—Sí, papá tiene un trabajo donde la paga no es muy buena, lo explotan y ya está grande para trabajar, es por eso que debo estudiar, para que él salga de trabajar.
—No sabía eso.
—No tenías por qué saberlo, siempre me guardo este tipo de cosas para mí, algunas se las comparto a Archie, porque es mi mejor amigo y si no platico con alguien me vuelvo loca.
—Oye —me dio la vuelta y puso sus manos en mi cintura —. De ahora en adelante puedes platicar conmigo, yo sabré escucharte y apoyarte en lo que tú necesites.
—¿Apoyo moral? —subí las manos por su pecho hasta llegar a su cuello.
—Del que sea —sonreí. Había solo sinceridad en sus luceros y amaba eso de él, su mirada no mentía y confiaba plenamente en mi chico malo —. Cuenta conmigo, belosnezhka, nunca te voy a fallar.
Lo abracé y con las manos cogí su camisa para estar mucho más cerca de él. Solté un suspiro y Devan acarició mi cabello con sus grandes manos. Había muchas cosas que compartíamos y estar solos era una de ellas, pasar tiempo de calidad también, nos gustaba la compañía del otro, nos atraía la inteligencia y el aura que cada uno emanaba.
🖤🖤
Mis redes sociales.
Twitter:
elena_santos92
Instagram:
elena_santos.92
librosdeelenasantos
Tik Tok:
elena_santos92
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro