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Capítulo 11. 🖤

Alease

Dejamos el departamento de Aiden, ni siquiera me di cuenta de que horas eran. Pedimos un taxi de regreso a nuestro departamento, no me atrevía a mirar a Archie a los ojos. No podía sostenerle la mirada, me mantuve callada todo el camino que se me hizo eterno desde el edificio donde Aiden tenía su departamento hasta donde vivíamos nosotros. Me daba pena y vergüenza pensar en lo que hice la noche anterior, las cosas que dije y dejarme llevar por la pasión que sentía en ese momento.

Al llegar al edificio fue Archie quien pagó al taxista, subimos las escaleras porque el ascensor seguía sin funcionar y dudaba mucho que algún día alguien viniera a repararlo, ni siquiera a el encargado le importaba las condiciones del edificio, mucho menos a los inquilinos.

Me metí a bañar y al salir fui a mi habitación, me puse una blusa delgada y un pantalón de pijama, no tenía pensado salir a ningún lugar así que podía andar en fachas todo el día. Escuché golpecitos en la puerta de mi habitación y bajé la tela de mi blusa, no me daba pena no usar sostén porque confiaba en Archie y últimamente se me hacía un estorbo.

—Archie —musité dándome la vuelta hacia la puerta.

—Al —me sonrió dulce —. ¿Qué pasa contigo? —me hizo una seña preguntando si podía pasar a mi habitación y la asentí con la cabeza.

—Pasa —me senté en la orilla de la cama y él se vino a sentar a mi lado —. ¿Qué pasa de qué? —le pregunté inocente.

—Sabes a que me refiero, querida. No soy tonto, quizá tenga la cara, pero no lo soy.

—Es que yo...Siento pena por lo que pasó anoche —estrujaba mis dedos, unos con los otros. Bajé la cabeza para no verlo a los ojos —. No sé cómo es que me dejé llevar así. Te juro que no soy así.

—¿Y qué tiene de malo que seas así? —puso dos dedos bajo mi barbilla, obligándome a mirarlo a la cara —. No debes sentir pena por nada, Al, mucho menos por eso. Nadie debe juzgarte por tu sexualidad y quien lo haga, ahí no es.

—Pero, me da pena.

—¿Pena por qué? Estoy consciente de que nunca lo habías hecho y que yo te haya visto hacerlo con otro hombre al mismo tiempo que yo lo hacía con otra mujer no tiene nada de malo —recordé lo que me dijo Lily. Archie ha hecho este tipo de cosas y mucho más.

—¿No? —negó —. Es que eres mi mejor amigo, te juro que nunca había tenido una amistad así con nadie y no quiero que esto lo arruine todo.

—Alease, Alease, eso no va a pasar —sonrió —. Me vas a tener a tu lado mucho tiempo y esto no es nada. No te voy a dejar de hablar o ya no querer estar a tu lado solo por "eso" —formó unas comillas con sus manos.

—Eres tan comprensivo —asintió.

—Pero solo contigo, cari. Solo te voy a pedir un favor, si vas a hacer este tipo de cosas de nuevo fíjate con quien lo haces. No dije nada porque conozco a Aiden pero hay gente muy mala allá afuera y se pueden aprovechar de ti, ¿sí?

—Está bien, no pienso hacerlo de nuevo, o al menos no con otras personas —le sonreí. Rodeó mis hombros con su brazo y me atrajo a su cuerpo.

—¿Qué te parece si vemos películas y pedimos algo de comer? Hoy no quiero cocinar —fruncí el ceño.

—Pero si tú ni te acercas a la estufa.

—Por eso, hoy menos quiero acercarme a la estufa —ambos reímos.

—Me parece buena idea —solté un suspiro. Dejó un beso en mi frente.

—Podemos llamar a Declan, ya sabes que el pobre lo ha pasado fatal con lo de su madre.

—Sí, creo que le ayudará a distraerse un poco.

En definitiva, había encontrado al mejor amigo de todo el mundo. No me juzgaba por lo que era o mis creencias, era comprensivo y me daba buenos consejos que él no ponía en marcha, pero lo hacía con amor. Jamás tuve una amistad así y esperaba no perder la de Archie.

Devan

Miraba la pantalla de mi móvil esperando una respuesta al mensaje que le envíe el día anterior, pero ella ni siquiera lo había leído.

¿Qué demonios me pasa?

Solté un suspiro y guardé el aparato en mi chaqueta. No entendía que me estaba pasando con ella, pero era una necesidad muy grande querer verla o tan siquiera saber de ella. Tenía que dejar este estúpido enamoramiento de lado y concentrarme nada más en lo que estaba pasando ahora mismo.

Bea estaba en una clínica y no lo estaba pasando bien, la abstinencia era una jodida tortura para ella, se veía muy mal, no quería ni ver a Declan, pensando que fue él quien la internó en este lugar.

Maldita necia.

Era lo mejor para ella y no lo entendía. Quería seguir bebiendo como si el mundo se fuese a acabar al otro día. La odiaba por ser tan egoísta, por no querer entender y darse cuenta que tiene una enfermedad que no solo le estaba haciendo daño a ella sino también a su único hijo.

Me puse de pie y me acerqué al gran ventanal que daba hacia el jardín trasero. Ahí había algunos pacientes que estaban en compañía de sus familiares, algunas bancas, mesas con sus sillas y muchos árboles en los alrededores. Había muchas hojas en el suelo, muchas de ellas ya secas. A lo lejos miré a Bea y Declan, ella lloraba y suplicaba a su hijo para que le deje salir de este lugar, temía que mi hermano no fuera tan valiente y cediera a sus chantajes como siempre lo hacía.

Solo esperaba que esta vez se preocupara por ella y no por él, que lo mejor para su madre es estar aquí, siguiendo un tratamiento para poder superar su alcoholismo.

Regresé a mi lugar y esperé unos minutos más en los que Declan apareció por aquel pasillo. Me puse de pie y miré detrás de su hombro, dos hombres venían con Bea, casi arrastrándola por el suelo para llevarla a su habitación.

—¡Sácame de aquí! —empezó a gritar —. ¡Soy tu madre, Declan! —se retorcía en las manos de los enfermeros —. ¡Por favor, por favor! Hijo —sus lágrimas mojaban sus mejillas. Declan caminó hacia mí sin mirar a su madre que desapareció junto a los enfermeros detrás de una puerta.

—No tengo que preguntar cómo te fue —lo decía por cómo se la habían llevado a rastras —. No debes sentirte mal —le dije al ver que se pellizcaba los lagrimales con los dedos.

—Sé que es por su bien, pero no dejo de sentirme culpable, es mi madre, Devan —me miró a los ojos —. ¿Tú harías lo mismo por tu madre?

Sentí un nudo en la garganta. Siempre era difícil hablar de mi madre.

Caminamos hacia la puerta para salir de este lugar.

—Claro que sí, si ella hubiera tenido un problema así lo haría, aunque me odie —no sé si me creyó o no, pero fui sincero con él. No hubiera dudado en hacer lo mismo desde hace mucho.

—Mi madre me odia —subimos al auto y nos pusimos el cinturón. Arranqué para ir a casa.

—Lo va a entender, ahora se siente así porque no lo entiende, cree que le estás haciendo mal pero no es así. Esto es por su bien.

—Tú lo sabes, yo lo sé, pero ella no —bufé —. Ya sé que esto te da un poco igual.

—No es eso. Pero creo que te preocupas mucho por ella, Declan, la madre es ella. Ella es quien debería preocuparse por estar bien para ti, solo la tienes a ella y eso no le importa.

Tal vez Declan pensaba que era cruel con él, que era duro, pero me molestaba que su madre no fuera consciente de que al hacerse daño se lo hacía también a él. Fueron muchos años en los que mi hermano vio a su madre destruirse y no preocuparse por él, era Sofi y yo quienes nos hicimos cargo desde que nuestros padres murieron. Apenas tuve tiempo para llorarle a mi madre cuando ya me tuve que hacer cargo de él a mi corta edad. Nunca me pesó hacerlo, al contrario, pero Bea se deshizo de su hijo en un parpadeo y eso no era justo.

El móvil de Declan empezó a sonar, lo sacó y sin mirar la pantalla respondió.

—Alease, hola —no dije nada, pero sentí como mi corazón se abría a la mitad —. Yo estoy bien, ¿y tú?

A mí no me respondes un mensaje pero a él le llamas para saber cómo está.

—Voy a casa, ¿por qué? —me miró de reojo.

Intentaba no perder la paciencia y quitarle el móvil para hablar con ella y saber porque me estaba ignorando, pero no lo hice y solo me tragué mi coraje. Ya hablaría con ella de esto.

—Me parece bien —dijo un poco más contento —. Sí, yo llego ahí.

Colgó y guardó su teléfono de nuevo.

—¿Me puedes llevar al departamento de Alease y Archie?

—¿Para qué? —espeté. Apretando la mandíbula.

—Me invitaron a ver una película con ellos.

—¿Tú, su amigo y ella?

—Sí —miró a través de la ventanilla.

—Está bien.

No pregunté más y él tampoco dijo nada. Mejor. Estaba molesto por todo y no había ninguna razón para estarlo. Sabía y me repetía que Alease era libre de hacer lo que quisiera, de estar con quien ella quisiera estar, pero aun así no dejaba de sentir celos. No comprendía como es que a dos hermanos les gustaba la misma mujer. Tampoco era raro, Alease era una mujer atractiva, inteligente y seductora, ni siquiera se esforzaba en serlo, le salía natural. Me odiaba tanto por ocultarle a mi hermano que me gustaba la misma mujer que a él le gustaba, pero por ahora esto lo iba a mantener solo para mí y nadie más.

Pasé a dejar a Declan al edificio donde vivía Alease junto a su amigo. Al llegar a la casa salí al patio para jugar un poco con Zeus, Davos y Draco. Les lanzaba la pelota y la traían de regreso, jugaba a que me mordían, pero sin enterrar sus colmillos en mi piel. Acariciaba sus panzas, los cogía por las orejas con cuidado y entre ellos jugaban también. Me quedé mirándolos jugar sentado en los escalones de la casa que daban al patio.

—¿Qué sucede contigo? —escuché a Sofi detrás. Al mirar sobre mi hombro se acercó para sentarse a mi lado apoyándose de mi hombro.

—No pasa nada, Sofi —le sonreí, pero me conocía tan bien que no me creyó.

—A mí no me engañas, mi niño sé que te pasa algo y no es nada bueno.

Sabía leerme a la perfección.

—Hice algo malo —solté un sonoro suspiro.

—¿Pues que tan malo fue para que estés así? —miré de nuevo hacia el frente.

—El día que fue el accidente de Bea, Blair vino a verme y estuvimos juntos. No sería tan malo si la mujer que me gusta no me hubiera reclamado. Se dio cuenta y ahora ella no me habla —Sofi puso sus pequeñas manos sobre su rodilla y suspiró.

—Eso es malo —asentí —. No me habías dicho nada de que alguien te guste.

—No pensé que fuera tan importante —admití.

—¿Y lo es?

—Lo es y mucho. Fui un imbécil por no darme cuenta antes, pensé que solo sería un acostón de una noche y ya, pero ella me gusta y mucho. El problema es que no nada más me gusta a mí sino a otro sujeto —pasé saliva con dificultad por estar hablando de mi hermano.

—La tienes difícil.

—Lo sé. Él y yo no nos parecemos en nada, tiene más en común con él que conmigo. Estudian en la misma universidad, a ambos les gusta el arte, estudian lo mismo, ¿y yo? No tengo esa sensibilidad para el arte, no sé nada de fotografía ni nada de eso —bufé. Con los dedos arranqué un poco de pasto y lo arrojé a un lado —. Soy poca cosa.

—No eres poca cosa —cogió una de mis manos. Observé la suya sin una gota de tinta, limpia, un poco arrugada por el paso de los años, pero mantenía sus manos cuidadas, delicadas, con dedos delgados y pequeños. Las mías por el contrario eran grandes, con dedos gruesos y largos, tatuajes en el dorso y algunos en los nudillos. Éramos tan diferentes, pero ella era la única persona que me entendía, porque ni siquiera Declan lo hacía.

—Lo soy —musité.

—Tú no tienes la culpa de no estudiar, de tener que dejar de hacerlo. Tuviste que convertirte en el hombre de esta casa cuando tu padre murió, eras tú quien ocuparía su lugar y estabas consciente de eso.

—Sí, lo sabía y estaba al tanto pero no pensé que sería tan joven —mascullé —. Quería terminar de estudiar y ayudarle a mi padre de vez en cuando —puso su otra mano en mi hombro.

—Me duele tanto la vida que te obligaron a llevar, mi amor —le sonreí apoyando mi cabeza en su hombro.

—Me gusta esta vida, nana, pero me hubiera gustado más ser un buen hombre que se merezca el amor de esa mujer.

—Puedes ser un buen hombre sin dejar esta vida de lado, además de que no puedes dejarla. Sin ti esta ciudad sería un desastre y todos estarían en peligro, hasta esa mujer que tanto te gusta. ¿Quieres eso? —negué de inmediato.

—¿Qué tengo que hacer entonces? Me siento tan confundido, estoy perdido.

—Lo primero que tienes que hacer es sacar a Blair de tu vida, por completo. Nada de somos amigos o esas cosas, Blair no lo entiende y tú pecas de ser tan débil cuando se trata de ella —la miré mal —. Sabes que tengo razón —me señaló con un dedo.

—Creí que la amaba, pero cuando me enteré que se acostaba con otro fue como una daga en mi pecho. Me dolió...

Pero me dolería más si fuera Alease la que lo hiciera.

—¿Te sigue doliendo? —preguntó.

—Ahora me da igual, nana —dije la verdad —. No me importa lo que haga con su vida, solo quiero que me deje en paz.

—Estar entre sus piernas dice lo contrario —chistó —. Si en verdad te gusta alguien deja de lado a Blair, sé que le quieres hacer pagar su traición, pero eso no te va a llevar a nada bueno. No vas a conseguir nada, hijo, sé lo que te digo —le sonreí en agradecimiento y dejé un beso en su mejilla.

—Eres tan linda.

—Eres como el hijo que nunca tuve, Devan y te quiero mucho —palmeó mi hombro y dejó un beso en mi frente.

Siempre decía que no me hacía falta nada, que lo tenía todo y en gran parte era así pero sí me hacían falta muchas cosas y una de esas era mi madre. Se fue pronto, me dejó solo cuando más la necesitaba, los perdí a los dos al mismo tiempo. Aunque tuve a mi padre cerca y no se alejó de mí a pesar de tener otro hijo y una esposa, nunca me dejó solo pero siempre fui más cercano a mi madre, ella era mi confidente, mi amiga y la única persona que me entendía. Desde que se fue todo cambió dentro de mí, me rompí de tal manera que ya no había reparación para esa gran herida que seguía ahí, sangrando y abriéndose un poco más.

Subí a mi habitación y saqué un par de fotografías que todavía guardaba de Ava.

—Ava, eras tan inocente y pequeña —pasé mis dedos por el contorno del rostro de Ava. Su pequeño rostro, su cabello negro como la noche, su piel pálida y ese pequeño cuerpo. Tenía unos luceros grandes y de color azul, tenían esa brillo especial que tanto amaba. Amé a Ava tanto como se podía amar a esa edad, sufrí tanto cuando la mataron y dejaron sus restos frente a mi casa como si fuera nada más que basura.

De nuevo metí las fotografías en la caja donde las tenía guardadas y salí de mi habitación, pasé por la de Declan pero él no había llegado. Al terminar de bajar las escaleras mi hermano iba entrando.

—¿Te viniste solo? Me hubieras llamado para ir por ti —me quedé al lado de las escaleras.

—Me vine en taxi —terminó de cerrar la puerta —. No es necesario que vayas por mí. No soy un niño.

Para mí lo eres.

—Está bien, Declan, ya entendí. ¿Cómo te fue?

—Bien —sonrió —. Vimos películas y pedimos comida, eso fue todo.

—Qué bueno que tengas dos amigos que se preocupan por ti.

Sofi apareció a nuestro lado.

—¿Van a cenar? —preguntó.

—Yo no, gracias, ya cené —ahora ella me miró a mí.

—¿Y tú, Devan?

—Sí —respondí. Declan pasó a mi lado para subir a su habitación.

—Hasta mañana —nos dijo a los dos.

—Hasta mañana —respondimos al unísono.

Cuando vi que se alejó perdiéndose en el pasillo caminé hacia la puerta bajo la atenta mirada de Sofi.

—¿A dónde vas, Devan? —la miré de reojo abriendo la puerta.

—No tardo, no me esperes —la escuché soltar un suspiro.

Salí de la casa y conduje al departamento de Alease, no podía perder más tiempo, tenía que verla, aunque sea un minuto. No dejaba de pensar en ella, en su boquita y su piel tersa bajo las palmas de mis manos. Quería sentirla de nuevo, tan apretada a mí, pero creo que por ahora eso no iba a pasar, lo dejó muy claro en el momento que me reclamó que estuviera con Blair. Alease no era tonta, claro que no lo era y yo no pensé en eso.

Al llegar al edificio noté que algunas nubes grises cubrían el cielo, estaban cargadas de agua que no tardaría en caer en la ciudad. Entré al edificio y subí las escaleras. No estaba mal, pero creo que Alease se merecía mucho más que un lugar como este.

"Estoy frente a la puerta de tu departamento, no me voy a ir hasta hablar"

Le mandé el mensaje y me quedé de pie frente a su puerta, esperando que abriera, que no me fuera a rechazar. Esperé y esperé, tenía miedo de que ni siquiera hubiera visto el mensaje, temía quedarme esperando y no verla. Pero al final la puerta se abrió y detrás apareció ella, un poco confundida de que yo estaba aquí, rogando para que podamos hablar.

—¿Qué haces aquí, Devan?

¿Está molesta? Claro que está molesta.

—Necesitamos hablar —miré detrás de su hombro, ahí estaba su amigo el delgaducho.

—No sé de qué podemos hablar tú y yo —cerró un poco la puerta.

No me pasó desapercibida la ropa que llevaba puesta esa noche, un pantalón de pijama y una blusa de tirantes que dejaba al descubierto sus delgados hombros y más que nada me dejaba ver sus pequeños y rosados pezones.

Necesito mucha fuerza de voluntad.

—De muchas cosas —pasé saliva —. Por favor, Alease, no podemos seguir así.

—No quiero saber nada, no me importa —se cruzó de brazos.

—Me gustas, Alease, esa es la verdad. Me gustas mucho —su ceño se relajó.

—No me puedes decir esto, no aquí —miró el pasillo desierto.

—¿Podemos entrar? —asomó la cabeza dentro del departamento y soltó un suspiro.

—Entra —se hizo a un lado y me dejó pasar. En ese momento su amigo iba saliendo de la cocina y al verme sonrió.

—Archie, mucho gusto —estiró la mano y la acepté con gusto.

—Devan —le sonreí y nos soltamos.

—Voy a mi habitación, Al —se dirigió a su amiga —. Un gusto conocerte —ahora me dijo a mí. Pasó a mi lado y lo vi entrar al pequeño pasillo.

El lugar era pequeño pero acogedor, dos sofás, una mesita en medio, del otro lado un comedor, una cocina pequeña, pero todo bien acomodado. Me di la vuelta hacia ella y recogía una frazada del sofá para ponerla en el respaldo. Me invitó a sentarme y lo hice con gusto.

Era la primera vez que estaba en su espacio, el lugar al que ella llamaba hogar, tenía toda su esencia, hasta podía decir que olía a ella.

—¿De qué quieres hablar? —preguntó sentándose a mi lado.

—Sé que lo arruiné todo, pero te juro que las cosas no son como tú piensas.

—Yo solo pienso que ese día follaste con tu ex y después me dijiste mentiras —apoyó un brazo en el respaldo, me miraba por completo a mí.

—Sí, hice lo primero pero lo segundo no fueron mentiras. Tú me gustas, me atraes demasiado y me confundes —frunció el ceño —. Me confundes de una manera que me gusta. Me tienes aquí, rogando por un poco de tu atención, ¿dime si esto no es estar jodido? —se mojó los labios. Sentía que todo despertaba dentro de mí. Tuve que dejar a un lado esos pensamientos impuros que no me dejaban nada bueno.

—¿Debería sentirme halagada de que el mismísimo Devan Hawke suplique hablar conmigo? —enarcó una ceja.

—No le ruego a nadie, lyubov, pero por ti me arrodillo —sonrió negando con la cabeza.

—Mira, no tengo porque reclamarte nada, no me debes fidelidad y yo no te la debo a ti —sus dedos repiqueteaban en la tela del sofá —. Puedes hacer lo que tú quieras con quien quieras.

—¿Qué te hizo cambiar de opinión? ¿Acaso te acostaste con alguien? —me mofé un poco pero su seriedad me dijo que sí.

—No —desvió la mirada al decir esa única palabra.

Mientes, lyubov. No sabes mentir.

Mierda, mierda.

—No mientas —le pedí. Quería arrodillarme ante ella para que no me tratara como si fuera un imbécil —. Por favor no lo hagas. No me trates como si fuera estúpido.

En un intento por controlarme junté mis dedos unos con los otros y evité mirarla a toda costa. No estaba enojado, solo...Ni siquiera sé lo que estaba sintiendo en ese momento.

No dejaba de pensar en que alguien más estuvo entre sus piernas y pudo sentir el calor que su cuerpo desprende, alguien más la besó, probó sus labios y fue bendecido con escuchar sus gemidos bajos. Alguien más se corrió dentro o fuera de ella.

—Maldita sea —me puse de pie caminando de un lado al otro. Apreté los puños, estaba hiperventilando.

—Devan...

—Sé que no debo enojarme, sé que no me debes fidelidad —solté un largo y sonoro suspiro —. Lo sé, lo sé, pero es tan difícil no imaginar que alguien más puso sus manos en tu cuerpo —me di la vuelta, me arrodillé frente a ella —. Eres una valiosa pieza de arte, lyubov —puse mis manos en sus rodillas —. No todos deberían ser dignos de poner sus manos en ti.

—Devan, tú y yo no somos nada —aclaró.

—Pero yo quiero que seamos todo —mi voz temblaba —. Estoy loco por ti, te necesito. Te necesito tanto —la garganta me dolía —. Por favor, por favor.

—Devan, estuve con más personas, no fue solo una.

No puede ser.

—¿Y sabes qué? Me gustó, me gustó estar con otros hombres y me gustó que una mujer me diera sexo oral —me pasé la mano por la boca, frustrado.

—No sigas.

—Me gustó, Devan y no me quiero privar de eso, no quiero que me prohíbas disfrutar de mi sexualidad.

—¿Quieres disfrutar? ¿Eso quieres? —me incorporé un poco para quedar a su altura. Sus ojos se abrieron grandes en el momento que quedé frente a ella, cuando mi mano se deslizó por su pierna y muslo hasta llegar al interior de estos. En mis dedos sentí el calor de su sexo.

Asintió mordiéndose el labio.

—Yo también te puedo dar placer, cariño.

Apreté mis labios a los suyos, mi mano subió a sus pequeños senos que no dudé en amasar, pellizque sus pezones y gimió en mi boca.

—Déjame demostrarte que yo también te puedo hacer feliz.

—S-sí quiero.

Esa fue la palabra que necesitaba para llevarla a su habitación. Al entrar cerré la puerta.

—Acuéstate —le ordené —. Yo también te puedo dar sexo oral, lyubov.


🖤🖤

¡Hola! ¿Qué tal el capítulo? 

¿Se esperaban esta reacción de Devan?

¿Dudaban que Alease le dijera la verdad?

Ustedes no se imaginan todo lo que tengo pensado para esta historia, quiero que sea mucho más erótica de lo que fue al principio, voy a dejar algunas escenas del versión anterior pero todo lo demás será nuevo. Espero les guste tanto como a mí :)

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