Capítulo 1. 🖤
¡Hola! Voy a estar subiendo la nueva edición de esta historia, narración diferente, más drama y personajes nuevos, espero les guste :)
Alease
Me miraba en el espejo, una y otra vez buscando algo, lo que fuera que me dijera que estaba haciendo mal, que estaba mal conmigo.
Sé que no era perfecta y que estaba lejos de serlo. Mi cabello era ondulado y castaño, mis ojos de un azul que casi era gris, era delgada, de piel pálida y no es que tuviera el cuerpo perfecto, pero me defendía en eso.
Entonces...¿Qué estaba mal conmigo? Era una pregunta que no dejaba de hacerme a cada rato.
—¿Qué demonios pasa contigo? —me limpié con furia debajo de los ojos, quitando el rastro de lágrimas con máscara de pestañas que había arruinado mi lindo maquillaje. Tanto que había tardado en maquillarme y ahora por mis estupideces estaba en mi habitación llorando, cuando bien podía estar en una fiesta bailando con algún chico, bebiendo un poco. Pasar mis últimos días en esta lugar y pasarlo bien.
Me preguntaba una y mil veces porque esto me pasaba a mí, porque nadie podía entender que ya no era una niña que no sabía lo que hacía, tenía veinte años y sabía perfectamente lo que hacía, sabía dónde iba y lo que quería hacer con mi vida y mis padres no lo entendían, mucho menos el idiota que resultó ser mi novio, quien en la primera oportunidad se deshizo de mí como si fuera un trapo viejo y usado. Cómo si fuera una mujer que podía ser botada a la primera cómo un deshecho.
—Dijiste que jamás me ibas a dejar —más lágrimas me recorrieron las mejillas, lágrimas negras y amargas —. Dijiste que siempre me ibas a apoyar —solté una risa burlona —, y en la primera oportunidad me mandas a la mierda. Estúpido —espeté con furia apretando mis manos, haciéndome daño.
Me miré en el espejo una última vez, cogí el móvil y empecé a borrar cada una de las fotos que tenía con quien se dijo era el amor de mi vida, pero ahora me estaba dando cuenta que no era así, que sus palabras siempre eran mentira y que las promesas que dijo siempre fueron falsas. Maldecía el día en el que me había "enamorado" de él. Maldecía el momento en que le entregué mi cuerpo y mi corazón.
Borré cada una de las imágenes, cada mensaje de voz, cada mensaje de texto, cada vídeo que me recordaba la existencia del imbécil que, tan solo minutos atrás me había roto el corazón.
Miré el sobre encima de la cama y sonreí, sabiendo que a partir de ahora mi vida iba a cambiar, me iría lejos, lejos de esta vida monótona y aburrida que me estaba consumiendo poco a poco. Me iría lejos e iba a conocer a personas, lugares, iba a tener mis propias experiencias e iba a levantarme, justo como lo estaba haciendo ahora, eso haría y nadie me iba a detener en el proceso. Quería irme de este lugar, quería empezar de nuevo en otro lugar, conocer a más personas, quería hacer tantas cosas y nadie me iba a decir que no, esta vez no.
Esta era una nueva oportunidad para cambiar tanto por dentro cómo por fuera, no sería la misma tonta de antes, haría las cosas que quería hacer sin que alguien estuviera observando, cuestionando y deteniéndome. Ya no. Se había acabo la Alease tonta de la que todos se burlaban.
****
La puerta de la cajuela se encontraba abierta y dos maletas yacían en el interior del coche. Una mochila aterrizó al lado de estas provocando un sonido seco. El ruido de la puerta siendo cerrada alertó al más pequeño de la familia, un maltés blanco como lo era la misma nieve.
—¿Estás segura que estarás bien allá sola? —inquirió mi padre. Rodeó el coche y abrió la puerta para que mi madre pudiera entrar. Esperó que se pusiera el cinturón y cerró la puerta.
—Ya te dije que sí —dije poniéndome el cinturón y mirando a mamá a través del retrovisor.
—Chicago está muy lejos, hija —papá se acomodó en el asiento, ajustó el espejo retrovisor. Suspiró. Se pasó una mano por el cabello e hizo encajar sus lentes en el puente de su nariz. Él no estaba muy convencido de esto, pero yo sí, estaba más que segura de lo que quería hacer.
—Pero es una oportunidad que se presenta cada mil años y sabes que es una muy buena oportunidad —le hice ver que esta era la única oportunidad que tenía para estudiar lejos de casa y por eso mismo él no me quería dejar ir.
Mi progenitor no dijo nada, tan solo encendió el auto y arrancó para salir del patio de la casa. Miró a ambos lados antes de bajar la acera y condujo directo al aeropuerto.
Timothy Black era un hombre paciente, que amaba a su hija más que a nada en este mundo. Para él, era su vida entera. Nunca habíamos estado alejados por tanto tiempo, menos con esa gran distancia que ahora nos iba a separar. Me iba a ir a Chicago, quien sabe por cuánto tiempo y quien sabe qué tipo de gente vivía en esa ciudad. Su Minneapolis era mucho mejor, más seguro. Este lugar para él era mucho mejor que cualquier ciudad lejos y por eso no me quería tener lejos de ellos.
No comprendía cómo su primogénita quería estar lejos de ellos, de sus padres, las personas que más la amaban en este mundo. No comprendía como había crecido tan rápido, en qué momento había dejado de ser aquella niña indefensa que lo necesitaba para todo y ahora era una mujercita de veinte años que se iba a vivir sola. Papá seguía pensando que era la misma niña de ocho años que no podía valerse por sí misma. Quizá cuando me miraba no veía a la Alease de veinte años, seguía mirando a la pequeña bebé que llegó a sus vidas.
—Cariño, por favor —mamá puso una mano encima de la suya, mientras lo miraba a los ojos. El mismo color de ojos que le había heredado a mi madre —. Ya habíamos hablado de esto —dijo con calma. Habló serena para intentar calmar a mi padre quien parecía quería regresar a casa y encerrarme en la habitación para que no pusiera un pie afuera.
—Sí, pero...—apretó los labios y sacudió la cabeza.
Sabía que era inútil hacerme entender que solo a su lado iba a estar segura, pero ya había tomado una decisión y por más que le dolía separarse de mí, me tenía que dejar volar. Yo tenía que tomar mis decisiones y caerme las veces que fuera necesario para aprender a vivir.
—Está bien, está bien. Pero nos vas a mantener informados de lo que hagas, no queremos que te metas en problemas, que te juntes con personas malas y mucho menos que vayas a consumir drogas —señaló papá a lo que solo pude asentir con la cabeza.
—¡Papá! —chillé —. No digas eso, por favor.
—Es una advertencia, Alease Black —levantó un dedo, amenazante —. Nada de drogas.
Asentí con la cabeza y escuché cada una de las advertencias de papá. No fumar, no beber, no juntarse con chicos tatuados, ni con piercings, nada de distracciones, y con eso se refería a chicos, más que nada. Nada de distracciones que pusieran en riesgo mi beca...Una beca que me había costado muchas horas de sueño y días sin comer bien, para que dé un día para el otro lo tirara todo por la borda.
Arribamos al aeropuerto una hora después. Papá llevó las maletas hasta la sala de espera, cargué mi mochila sobre los hombros y el pasaporte en la mano, junto con el móvil. Era la primera vez que viajaba sola y tan lejos, sentía una leve molestia en la boca del estómago, pero hice caso omiso a aquella sensación de nerviosismo. No me podía echar para atrás, ahora menos que nunca podía hacerlo. Estaba a solo un paso de empezar a cumplir con mis sueños cómo para dar un paso atrás.
—Te cuidas mucho —me dijo papá con los ojos llorosos. Mamá era un mar de lágrimas a su lado —. Cuando llegues nos avisas, sabes que cualquier cosa aquí estamos y el día que quieras regresar puedes hacerlo sin ningún problema.
—Estoy bien —apreté los labios. Aunque no lo estaba del todo, estaba aterrada porque no sabía lo que me esperaba en aquella ciudad —. No se preocupen por mí —quise sonar serena y tranquila para ellos.
Los miré a ambos y los tres nos fundimos en un largo abrazo, junto con Milo, nuestro pequeño maltés. Un hermoso y fiel compañero que recogimos de la calle cuando tan solo era un cachorro que habían dejado en la calle cómo si fuera basura, pero al que nosotros le dimos amor, mucho amor.
—Pórtate bien —dijo mamá, triste.
—Lo haré —cogió mis manos entre las suyas para darles un apretón.
—No te preocupes por el dinero, ya veremos cómo le haremos para que...—interrumpí a mi padre antes que dijera nada más.
—No se preocupen, en cuanto pueda conseguir un empleo les voy a ayudar con el alquiler del piso —papá negó con la cabeza.
—Nada de eso —nos separamos. La mirada de papá era cálida —. Tú dedícate a estudiar y nada más, ya veremos tu madre y yo como le hacemos para que no tengas que trabajar.
—No será ningún problema para mí ayudarles cuando ustedes ya han hecho mucho por mí desde que nací —los miré a ambos. Papá retenía las lágrimas en las esquinas de sus ojos, pero mamá lloraba a más no poder, sin inmutarse.
—Eres necia —comentó mi padre.
—Se parece a ti —respondió mamá limpiándose bajo los ojos.
—Cuidas de mis papás —me dirigí a Milo —. Y no hagas muchas travesuras —reí, le di un beso en la cabeza y me despedí de mis padres agitando la mano.
La despedida había sido más dolorosa de lo que me había imaginado. Ver a mis padres con las cejas hundidas y los ojos llenos de lágrimas fue lo más desgarrador que había tenido que ver. Pero me armé de valor y subí a ese avión para cumplir mis sueños, ser la mejor fotógrafa de toda la generación.
Una hora y media después estaba pisando el suelo de Chicago. Mis maletas estaban siendo subidas a un taxi y aquella sensación de nervios estaba abandonando mi cuerpo. Al ver lo que había frente a mí solo podía pensar en que estaba cada vez más cerca de lo que tanto anhelaba.
Miraba la ciudad embelesada, los edificios altos, las personas caminar por las calles, la estructura moderna. Todo era tan diferente al lugar donde había crecido, las personas, las calles, hasta los árboles eran diferentes. Me dije que este sería un gran inicio y que disfrutaría de cada momento en aquella ciudad. Llegué al conjunto de departamentos donde estaba el que rentaba y estaba cerca de la universidad. Era el único lugar más cerca de esta y donde cobraban más barato, la renta de un departamento en otro lugar más lujoso me saldría un ojo de la cara.
Arrastré ambas maletas hasta el lobby del edificio y me detuve a la mitad cuando un par de chicas iban saliendo. Me acerqué al mostrador, donde había una chica de cabello castaño y una sonrisa tan apagada como las mañanas con lluvia que odiaba. Sí, no me gustaban los días lluviosos ya que me ponían triste. Me acerqué, apoyé ambos brazos en el mostrador, en un vago intento por querer llamar la atención de la chica que estaba más atenta al móvil que sostenía con ambas manos.
Me aclaré la garganta a la espera, y solo así pude llamar su atención. La castaña levantó la cabeza y una de sus cejas se elevó al verme frente a ella.
—Mi nombre es... —ni siquiera me dejó terminar porque antes de eso la castaña ya había puesto un juego de llaves frente a mí encima del mostrador. Enarqué una ceja mirando las llaves.
—Tu habitación está en el primer piso. El ascensor no sirve —indicó con su dedo índice.
—Gra-gracias —musité cogiendo las llaves entre mis manos.
La miré extrañada. ¿No había más reglas que seguir o es que esta chica simplemente odiaba su trabajo?, porque eso es lo que parecía. Su rostro era tipo "estoy aquí por necesidad no porque quiera estar"
Me di la vuelta y con mucho trabajo pude subir las maletas al primer piso donde gracias a todos los santos estaba la bendita habitación. Busqué el número en cada una de las puertas que ya hasta me había aprendido, pues cada día pasé mirando el correo que decía había sido aceptada en aquella universidad. No podía creer que por fin iba a poder salir de ese lugar que tantas veces odié, aborrecí y el que muchas veces quise dejar atrás.
Tropecé un par de veces antes de llegar a la habitación. Tomé una gran bocanada de aire pues sentía la garganta seca, algunas gotas de sudor me surcaban la frente. Me pasé la mano quitando el exceso de sudor y abrí la puerta, empujando con un pie asomando la cabeza. Al entrar lo primero que vi fue una pequeña cocina con una mesa redonda y alrededor de esta cuatro sillas, un refrigerador, encimera y cajones conformaban la cocina de color blanco. Dejé las maletas a un lado de la puerta y cerré esta con cuidado. Escuché la dulce voz de Katy Perry resonar en las cuatro paredes de la habitación, seguido de un grito que definí como el agónico quejido de un perro que había sido atropellado. Hice una mueca y me cubrí las orejas para intentar no escuchar aquellos gritos llenos de dolor.
Al escuchar pasos por el pasillo me fijé detenidamente en la persona que se detuvo a medio pasillo.
—Sino me dices quién eres te juro que llamaré a la policía y usaré esto para deshacerme de ti —volteé hacia la voz masculina. Era un chico delgado, cabello castaño, un poco más alto que yo. Una toalla blanca rodeaba su cintura y en la mano sostenía un destapa caño. Levanté una ceja ante el ridículo comentario que el castaño había hecho. ¿Era en serio?
—¿Y cómo me vas a matar? —puse ambas manos en la cintura —. ¿Lo pondrás en mi boca hasta que deje de respirar? —el castaño frunció una ceja —. Deja eso. Soy Alease Black tu compañera de piso —me acerqué a él para coger su mano y estrecharla. El castaño apenas sonrió ante mi gesto.
—Vaya —suspiró él quitándose un mechón mojado de la frente —. Creí que jamás ibas a llegar —desapareció por el pasillo y siguió cantando. De nuevo soltó un grito como perrito siendo atropellado. Hice una mueca y de nuevo me cubrí las orejas con las manos. Cualquiera hubiera pensado que aquí se estaba cometiendo un crimen por aquellos gritos llenos de dolor.
Regresé por mis maletas que estaban al lado de la puerta y las llevé hasta la que suponía era mi habitación, una de las puertas estaba abierta y alcancé a ver algunos libros encima de la cama al igual que maletas abiertas y ropa por todo el piso. Empujé la puerta de al lado y me di cuenta que no era tan horrible cómo lo pensaba. Había una cama pegada a la pared, un pequeño escritorio al lado, en la otra pared un librero y detrás de la puerta estaba el armario.
Entré a la pieza dejando la puerta abierta y empecé a sacar algunas cosas para ponerlas en su lugar y de una vez adaptarme a este lugar. Lo tenía que hacer para no sentirme tan perdida en esta ciudad.
Minutos después el castaño apareció en la puerta de mi habitación, con unos pantalones y poniéndose una camiseta de color blanco.
—Mi nombre es Archibald Wright, pero me puedes decir Archie, yo no sé qué estaban pensando mis padres al ponerme ese nombre —rodó los ojos y bufó —. Mucho gusto, Alease Black —se acercó y me entregó la mano que no dudé en coger y apretar.
—Mucho gusto, Archie —él sonrió satisfecho.
Soltó mi mano y se sentó en la cama. Sus ojos se enfocaron en la cámara que tenía a un lado, era mi más preciado tesoro y la cuidaba cómo si fuera un hijo, era muy importante para mí.
—Y dime, ¿Qué te trajo aquí? —cogió unas fotos que estaban regadas por la cama y las empezó a mirar una por una.
—¿Qué? —enarqué una ceja. No entendía su pregunta.
—¿Qué te trajo aquí?, ¿un corazón roto?, ¿un novio celoso?, ¿una vida aburrida? —pasaba una a una las fotografías para dejarlas a un lado.
—Creo que la segunda y la última —pensé un poco —. Sí eso, una vida aburrida y monótona y un corazón roto, también —me encogí de hombros. Todavía podía sentir el sabor amargo en la garganta, los ojos me escocieron y quise echarme a llorar en aquella pequeña cama, pero me había prometido no hacerlo, no llorar más por un imbécil que no supo apreciarme, que no supo cuidar de mí.
Con un dedo cogí uno de los mechones castaños de mi cabello y lo enredé. Solté un suspiro y miré a mi compañero a través de mis pestañas.
—Bueno, no creo que aquí te aburras mucho, mañana mismo hay una fiesta así que...
—No, no —lo corté de tajo antes de que dijera otra palabra más —. Yo no vine a eso, al menos no el primer día de clases.
Archie me miró sin creerme absolutamente ni una de las palabras que mi boca mentirosa había soltado.
—Es una tradición aquí, o al menos eso es lo que me dijeron —Archibald encogió un hombro.
—¿Cuándo llegaste? —le pregunté curiosa.
—Llevo aquí un año, querida. Así que ya conozco el lugar —se puso de pie —. Y cómo es tu primer día aquí te invito a comer porque la cafetería más cercana ya no tarda en cerrar, además de que la comida ahí es un asco, así que te voy a llevar a otro lugar.
Me cogió de las manos y aunque le dije que no un par de veces, Archie no iba a aceptar un no como respuesta. Era muy insistente, de eso me di cuenta de inmediato.
****
El día siguiente fue un poco más relajado de lo que me imaginaba. Todas las clases fueron más que nada la presentación de los profesores y los alumnos. Cómo se iban a calificar los trabajos y el método de enseñanza. Algo que ya sabía de antemano pero no por eso me aburría, era un nuevo inicio y todo lo iba a tomar tan bien cómo pudiera hacerlo.
—Estoy muerto —gruñó Archie a mi lado echando la cabeza hacia atrás. Soltando un sonoro quejido que me hizo mirarlo.
—Mi día estuvo relajado —apretaba las libretas a mi pecho, mientras salíamos del edificio para regresar al conjunto de departamentos donde vivimos.
Un mar de gente pasaba a nuestro lado, chicos y chicas que murmuraban, se reían y se contaban secretos. Esto era más agradable que en casa, no sé por qué todo aquí era mucho mejor que allá, o así lo veía yo.
—Oye —escuché a mi espalda. Al girar la cabeza me encontré con un chico de cabello negro, ojos café oscuro, delgado y mucho más alto que yo. A él lo había visto en algunas clases, pero no sabía su nombre.
—¿Sí? —el chico se puso frente a nosotros.
—Te vi en mi clase —se acomodó la correa de la mochila en el hombro —. Están invitados a mi fiesta, creo que ya saben dónde es —nos señaló a ambos con una agradable sonrisa en los labios.
—No...—iba a responder, pero Archie me interrumpió de tajo.
—Sí, ambos sabemos dónde es —fruncí el ceño mirándolo, extrañada —. Ahí vamos a estar —sonrió Archie al chico frente a nosotros, quien no borraba esa gran sonrisa de sus labios y parecía que se hacía más y más grande.
—Bien, ahí nos vemos —esta vez solo se dirigió a mí, mirándome por completo. Me sentí pequeña en mi lugar.
Se dio la vuelta y empezó a caminar. Lo vimos acercarse a un lujoso coche que no pasaba desapercibido para ninguno de los ahí presentes. Apoyado en la puerta del copiloto estaba un sujeto: cabello negro, ojos grises, tan pálidos que podían confundirse con un azul muy claro. En sus labios sostenía un cigarrillo que ya iba por la mitad. Chaqueta negra, pantalones de mezclilla. Esta escena me recordó la canción de Camila Cabello, quedaba perfecta para él.
El típico chico malo: pensé. Y es que así se veía y Dios, era hermoso, tan hermoso que dolía verlo.
Sus dedos sostuvieron el cigarrillo y botó el humo por la boca. Por alguna extraña razón mis ojos siguieron cada uno de los movimientos de su boca. Su lengua se deslizó de un extremo de sus labios al otro. Una de las comisuras se elevó y una sonrisa siniestra se dibujó en sus labios.
En ese momento sentí una extraña sensación. Fue cómo un mal presentimiento. Cómo un instinto que me dijo que verlo era peligroso. Que todo lo que rodeaba a este chico era malo y aun así me pareció el hombre más sexy, atractivo y peligroso que alguna vez haya visto o que vería otra vez.
Devan
No sé por qué tenía que venir por el tonto de mi hermano, ya tenía veinte años cómo para irse solo a la casa, pero no, estaba yo aquí, afuera de la universidad esperando que se le diera la puta gana de salir. Sabía que le gustaba joderme y tenerme esperando las horas solo para molestar, porque esa era especialidad de mi pequeño hermano Declan.
Salí del coche para fumar un cigarrillo y no apestar el auto a humo. Me apoyé en uno de los costados y esperé a Declan que esta vez no tardó en salir. Se detuvo detrás de una chica castaña y un chico delgado, ellos se voltearon a verlo e intercambiaron algunas palabras. Cuando ella se giró por completo hacia donde yo estaba la pude apreciar mejor y joder, casi me caigo de culo al verla. Era hermosa, tenía unos abismales ojos azules y su cabello era negro, más castaño que negro. Su piel era pálida, lechosa, delgada y con un hermoso rostro angelical. Era tan parecida a ella, solo que esta chica se veía angelical, no cómo...ella.
No podía dejar de ver a esa chica de impresionantes ojos azules, tan azules como el cielo en verano. La timidez en sus ojos, la lascivia en sus labios, cómo mordisqueaba uno de estos sin siquiera darse cuenta. Su cabello caía en una cascada por sus hombros. Su piel lechosa. Joder. Me encontré embelesado por ella por algunos segundos.
No desvié la mirada hasta que ella lo hizo primero solo para irse con el chico que la acompañaba. Declan se acercó a mí y le di un golpe en el brazo para llamar su atención.
—Dime que ella irá a la fiesta —Declan arrastró la mirada hacia la hermosa chica mientras que yo no dejaba de observarla cómo un puto acosador.
Me hice a un lado para que Declan pudiera abrir la puerta y entrar.
—No es para ti, Devan —dijo con obviedad —. Y no sé si vaya a la fiesta.
—No soy mucho mayor que ella.
Declan rodó los ojos y bufó. Entró al coche y cerró la puerta. Rodeé el auto para entrar y cerré la puerta, aún con el cigarrillo entre mis dedos. Miré en dirección hacia donde se había ido ella con su acompañante hasta que los perdí de vista y al fin pude arrancar para salir de ahí.
—No es la edad —Declan puso la mochila en los asientos de atrás —. Sabes que no es eso, pero...—apretó los labios y lo miré de reojo —. Ella se parece mucho a...
—Sí —lo interrumpí —. Se parece a Ava —mis manos tatuadas se asieron al volante y mis nudillos se pusieron blancos por la presión ejercida.
Claro que me había dado cuenta de eso, no era estúpido para no darme cuenta. Pero Ava estaba muerta.
—Ella no es cómo tú, no es cómo yo y es mejor no arruinar la vida de otra persona inocente, Devan —escupió mi nombre cómo si este fuera veneno el cual quemaba su boca.
—No me tienes que repetir esto cada que se da la oportunidad, Declan —mascullé llevándome el cigarrillo a los labios para darle una calada —. Lo sé, lo sé perfectamente —giré el volante para dar vuelta en la calle.
—Solo te recuerdo algo que es obvio para ti, no hagas algo de lo que te puedas arrepentir después —zanjó y ya no dijo nada hasta que llegamos a la casa que estaba custodiada por hombres fieles a mi padre que llevaban consigo armas largas para atacar de ser necesario.
Dejé el auto al lado de la camioneta y entré a la casa. Al dar el primer paso me encontré con los tres seres más hermosos que había visto hasta ahora: mis tres dóberman que había sacado de un horrible lugar y que ahora eran mis fieles compañeros.
Los tres movieron la pequeña cola que aún tenían y se acercaron a mí para lamer mis manos y el rostro cuando me arrodille a su altura.
—Creo que quieres más a esos perros que a mí —se quejó Declan con voz burlona.
—Ellos nunca traicionan —acaricié sus cabeza y pasé mis manos por sus orejas.
Aslan, Draco y Davos eran los tres perros más fieles que un hombre podía tener. Los amaba, claro que los amaba ya que los saque de un horrible lugar donde ni siquiera hubieran tenido la oportunidad de crecer cómo era debido. Aquí tenían todo el amor que se les negó cuando eran cachorros.
—Como digas —musitó Declan y desapareció por el pasillo para ir a su habitación.
—Qué bueno que has llegado —Sofía, salió de la cocina secándose las manos con el delantal y se veía preocupada.
—¿Qué pasa, Sofi? —al acercarse le di un beso en la frente y se separó de mí.
—Es Bea —al escucharla decir ese nombre se me revolvieron las entrañas. Todo estaba tan bien y ahora esto.
—¿Qué pasa con ella? —no sé ni porque preguntaba eso, ya sabía que pasaba con ella.
—Ha bebido toda la mañana y ahora está en la piscina. Si algo le pasa...—me giré para ir hacia la piscina y detuve a Sofí.
—Si algo le pasa es porque ella se lo ha ganado —espeté y me deshice de la chaqueta, me subí las mangas de la camiseta hasta los codos mientras caminábamos hacia la piscina —. ¿Qué demonios crees que haces? —al salir Bea estaba en traje de baño, en una mano sostenía una copa de vino mientras caminaba por la orilla de la piscina.
—Eres tú —espetó ella mirándome mal.
—Quítate de ahí o te vas a lastimar —hice un movimiento con la mano para que se acercara, pero se hizo a un lado con tal de no tocarme —. Estás ebria y te puedes lastimar —espeté con la mandíbula apretada.
—¿Ahora te importo? —se llevó la copa de vino a los labios y le dio un largo sorbo para terminarse lo poco que quedaba dentro.
—Tú no me importas —le dije —. Pero Declan sí.
Y era cierto, Bea no era nadie para mí, solo la mujer que se metió en la relación de mis padres y enredó al viejo para tener una buena posición entre la sociedad. Era la borracha que le hacía pasar vergüenzas a su hijo y se acostaba con sus compañeros de la universidad. Bea no era nadie para mí, pero su hijo era mi hermano y lo amaba más que a nadie en este mundo.
—¡Mamá! —me aparté en el momento que Declan apareció con una toalla en la mano y se acercó a su madre para cubrir su cuerpo —. ¿Qué haces? —apartó unos mechones del rostro de su madre y los hizo a un lado —. ¿Desde qué horas estás bebiendo? —inquirió Declan pero no hubo respuesta alguna por parte de Bea.
—Llévala a su habitación —le indiqué a Declan —. Sofí, prepara un café cargado para que se le baje el alcohol.
Bea me miró de reojo antes de entrar a la casa llevada por Declan.
Sofi se fue detrás de ellos para preparar el café a Bea que estaba tan borracha que apenas se podía sostener por ella misma. Menos mal que aquí estaba su hijo para cuidar de ella, era un desastre y no la soportaba, pero no la echaba a la calle por mi hermano nada más, sino desde cuando me hubiera deshecho de ella.
Al entrar fui directamente a mi recamara y dejé la puerta entreabierta. Ahora que Declan me había recordado a Ava los momentos que pasamos juntos habían regresado a mí y cómo odiaba eso. Fui al closet y me arrodillé para sacar algunas fotos que había guardado ahí hace años y que de vez en cuando me ponía a ver. Fui a la cama y empecé a revisar cada una de ellas. Era Ava, la misma chica que vi hace rato era tan parecida a Ava que dolía tanto.
—¿Por qué tuviste que morir?
Sé que Ava no era tan inocente, era un alma libre y rebelde a quien le gustaba romper las reglas, vivir la vida intensamente y no le importaba lo que los demás dijeran, pero no merecía morir de esa manera. Jamás me iba a perdonar por poner en peligro su vida. Ella murió por mi culpa, porque si yo me hubiera alejado todo hubiera estado bien, pero no lo hice y ahora debía vivir con la culpa.
Dejé las fotografías en la cama y fui hacia la ventana. Desde aquí tenía la mejor vista de toda la ciudad y de la casa. Metí mis manos en los bolsillos de mi pantalón y solté un suspiro. No iba a poner la vida de nadie más en peligro solo por mis estúpidos sentimientos. Ya no.
🌺🌺🌺🌺
¡Hola!
¿Qué tal la sorpresa?
¿Se la esperaban? Sé que no. Así que les digo que voy a subir esta nueva versión aquí a wattpad y espero le den el apoyo que tuvo al principio. La narración será diferente, pero me gusta más así porque podemos sentir lo que sienten los protagonistas, habrá personajes nuevos y escenas que no subí aquí. Así que aquí les dejo el primer capítulo.
Twitter:
elena_santos92
Instagram:
elena_santos.92
librosdeelena
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro