Prólogo: La tarde en la oficina
TW: TEA (con estereotipos quizás, pero intentaré de que no), abuso de "ese" tipo implícito y referenciado, referencias a todo el abuso que sufrió Collei en el pasado, ansiedad y capacitismo (demasiado capacitismo). Espero no haber olvidado nada.
Escribo esta historia para practicar mis habilidades como escritora, si alguien pudiese ser mi beta reader y ayudarme a corregir mi estilo se lo agradecería mucho.
Escrito después de que la autora viese la película "El sonido de la libertad". Creo que influyó bastante en la historia.
Lo único " turbio" es el prólogo (este capítulo) la historia (como la llevo planeada) es muy bonita y dulce, pero si eres sensible a ciertos temas mencionados ya antes, te aconsejó saltarte esta parte, no afectará tu lectura ^^
Collei
Collei abrió la puerta de madera con suma cautela, pero demasiado emocionada como para siquiera molestarse en ocultarlo. El sol brillaba en lo alto de Mondstadt y la chica jamás se había sentido tan conectada con el clima de una ciudad, sin embargo, extrañaba demasiado Sumeru con sus bosques cálidos y húmedos.
—¿Quién está ahí? —preguntó una voz temblorosa que sacó a la chica de sus preciosos pensamientos acerca de su ciudad natal.
Había vuelto a quedarse ensimismada en los lugares incorrectos, otra vez. Se sonrojó furiosamente al pensar en lo ridícula que debía verse ahí parada en la puerta, con las yemas de los dedos en el pomo y la mirada perdida. Su emoción se transformó en vergüenza y Collei deseó ser tragada por la tierra ahí mismo, pero no todos los deseos podían hacerse realidad, así que cerró la puerta tras de sí, pensando en el chistoso aspecto que su sonrojo debería darle.
—Pareces una fresa
—¿Qué me dijiste? —Collei abrió sus ojos totalmente indignada—¡Yo no parezco una-!
Se detuvo al darse cuenta como el chico parecía estremecerse con cada palabra que decía. Collei conocía ese horrible sentimiento, cuando alguien hablaba muy alto o todos parecían celebrar al ritmo de fuertes melodías pero que a Collei le recordaban más al laboratorio frío y oscuro que habitó en su infancia que al supuesto "sonido de la primavera".
—Lo siento—se disculpó apenada—Juro que no volverá a pasar.
—Eso dicen todos y no lo cumplen—el chico se apresuró a corregirse—No todos, la señorita Eula me trata con paciencia.
—¿Conoces a Eula?
—Es mi jefa—el chico hizo comillas con los dedos—En realidad es la líder de la Compañia de Reconocimiento, a donde yo pertenezco
—¿Porqué las comillas?—preguntó Collei.
—Eula dice que, para no abrumar a la gente con información innecesaria—volvió a hacer comillas—cada vez que necesite especificar algo, pero no pueda hacerlo por la larga explicación que debería de dar, sería preferible hacer comillas.
Fue entonces cuando Collei reparó en el aspecto del chico: Cabello rubio y ligeramente rizado con ojos azules creando un extraño y perfecto contraste. También notó la pesada manta que rodeaba sus hombros, su expresión cansada y el hematoma de su mejilla, pero decidió no hacer ningún comentario, pues parecía que toda interacción con aquel chico podría ser terriblemente incómoda.
Collei decidió tomar asiento en una silla que se veía cómoda, que resultó ser la de Eula, cogió un libro azul y se quedó dormida sobre el escritorio adyacente a la silla.
Cuando despertó, la ventana mostraba un magnífico crepúsculo, que sacaba pequeños destellos dorados a varias partes de la estancia. El chico ya no estaba en el mullido sillón improvisado de antes, sino que ahora se encontraba absorto en un mapa del Levantaviento (o al menos eso infería Collei por el gran árbol al centro del mapa) trazando detalles aquí y allá mientras hacía rápidas anotaciones de ¿Tipos de suelo?
Collei abrió su libro e intentó concentrarse en la lectura, pero escuchó unos fuertes gritos provenientes del exterior y amortiguados por la puerta que le impidieron concentrarse.
—¡Es un niño, Jean! ¡Al diablo la reputación de los Caballeros de Favonius! —era la voz de Eula—¡¿Eso es todo lo que te importa?!
—¡Pues si!—le gritó la voz de Jean—¡Por si lo olvidaste, gracias a esta organización NUESTRO HOGAR NO HA SIDO HECHO PEDAZOS, QUE SI DE VENTI DEPENDIESE-!
—¡¿QUÉ RELEVANCIA TIENE EL BARDO EN TODO ESTO?!—La voz de Eula se elevaba a cada sílaba, lo cual hacia estremecerse a los dos chicos en la habitación—¡LO QUÉ IMPORTA ES QUE HAREMOS CON TODO ESTO!
Collei no sabía en que momento se encogió temblando en el armario más cercano, ni tampoco cuando el chico extraño se sumó a ella tapándose los oídos con una fuerza inusual. En algún momento, ambos chicos se fueron acercando poco a poco hasta que sus pies formaron una "V" y ellos quedaron casi pegados. Las lágrimas amenazaban con salir de los ojos de Collei, pero encontraba cierto consuelo en el toque mínimo que mantenía con su acompañante, sintiéndolo igual de reconfortante que un abrazo.
—¡Les recuerdo que hay adolescentes del otro lado de esta habitación! —Era la voz de Amber, pero sonaba entrecortada, como si hubiese estado llorando—¡Asi que voy a comportarme como una persona civilizada y los voy a ir a ver! ¡Y mucho cuidado con lo que digan en mi ausencia!
Collei escuchó la puerta abrirse y no fue hasta que Amber entró, abrió el armario y separó rápidamente las manos de la cabeza del chico con las cuales se había estado golpeando levemente los oídos,en un estado de ansiedad e hizo otras cosas que Collei ignoraba por completo que reparó en su propia ansiedad y lo vertiginoso de la situación. Amber tenía los ojos rojos y los rastros de una bofetada en la mejilla, pero fuera de eso, su heroína tenía el mismo aspecto radiante de siempre con su imponente moño rojo y sus ojos destellantes, aunque ahora a causa de las lágrimas y no de su característica alegría.
—¡Amber aquí! —dijo mientras les sonreía a ambos, su tono era calmado y sosegado, pero a la vez transmitía una chispeante sensación de felicidad—¿Quieren irse? Porque yo si
Incluso el guiño de Amber se veía algo fuera de lugar en aquel ambiente tan pesado. Collei sintió sus propias lágrimas salir sin control alguno y se recriminó a si misma por lo inútil que había sido conteniéndolas. Entretanto, Amber había dejado de lado al chico (que por cierto, ya estaba calmado) y se había enfocado en Collei, quien en su desesperación no notó que tenía las uñas fuertemente clavadas en sus rodillas <<Esto va a dejar marca>> pensó con algo de sarcasmo.
Amber secó sus lágrimas con cariño mientras que separaba sus manos de sus rodillas, en las que se habían formado marcas de un tono rojo vivo e incluso algunas de estas habían empezado a sangrar un poco.
—Collei, mírame y respira conmigo—le dijo Amber—Por favor
Juntas empezaron a respirar rítmicamente, aunque a Collei le costó un poco seguirle el ritmo y cuando lo logró, Amber le dedicó una de sus más especiales sonrisas, motivo más que suficiente para sentirse orgullosa de si misma y sonreír también junto a ella. Pero las circunstancias le robaron ese pequeño momento de felicidad, otra vez.
—¡Amber! ¡Corre! —gritó Eula antes de que se escuchase un fuerte sonido en la puerta.
Amber tomó de la mano a los dos chicos y se acercó a la ventana con marco de madera que a simple vista no tenía ninguna forma de abrirse, pero bastó con que Amber crease pequeños trazos en espiral con sus pies para que la ventana se desprendiese de su marco y fuese a caer directamente al suelo de las tranquilas calles de Mondstadt.
—¿Ambos tienen planeadores? —preguntó Amber mientras se colocaba sus gafas de vuelo.
—Si—contestaron ambos chicos todavía asustados.
—Muy bien—los felicitó Amber—¡Entonces esperen mi señal que hoy viviremos una gran aventura!
Collei notaba la preocupación en los ojos de Amber y se asustó un poco. Había visto muchas facetas en la chica: La felicidad, el valor, la concentración... Pero jamás había visto aquellas dos que hoy conocio: La tristeza y la preocupación.
—"Ver a tus héroes ser humanos es la parte más dolorosa de crecer"—le había dicho Tighnari una vez, y como siempre, no le faltaba razón.
—¡Amber! —gritó una Jean muy despeinada y con la espada rota, pero ilesa—¡Baja de ahí y entregame "eso"!
Las lágrimas amenazaban con salir de los ojos de Amber cuando dijo:
—Jamás creí verte caer tan... Bajo, Jean—hizo una señal y el chico se dejó caer por la ventana—Nunca... Repito, nunca pensé que tratarías a una persona como un objeto y sobre todo, jamás creí que intentarías-
Pero Collei no pudo escuchar que es aquello que Amber no creía posible en Jean, pues sintió como un objeto la empujaba hacia atrás y no tuvo más remedio que sacar su planeador y evitar su dolorosa caida al suelo. En cuanto sintió tierra firme bajo sus pies se permitió analizar la situación en la que se encontraba.
Aparentemente había pasado ya una hora desde la última vez en que fijó su mirada al cielo de Mondstadt, pues ahora estaba oscuro y una suave brisa le rozaba el rostros, los árboles que veía se agitaban suavemente y la ciudad estaba tan calmada que casi se sentía como en casa, escuchaba las risas de las personas, las confesiones de los amantes y los trotes animados de la Viajera acompañados del sonido que hacía Paimon al volar. Pero antes de que pudiese seguir analizando el ambiente, sintió que alguien le cogía la mano y unos segundos después la visión de la ciudad había desaparecido, ahora sólo se veía un gran árbol que Collei reconoció.
Estaba en Levantaviento.
Sintió que alguien le tocaba el hombro e instintivamente sacó su arco, hubiese tirado una flecha imbuida en dendro de no ser porque logró verle el rostro a su "atacante".
—Lo siento—se disculpó el chico—Amber me apuró y no te pude avisar.
—Supongo que está bien—le respondió Collei tímidamente—Por cierto ¿Cuál es tu nombre?
—Mika, integrante de la Compañia de Reconocimiento de los Caballeros de Favonius y topógrafo de avanzada.
—Collei, guardabosques en prácticas ¡A tu servicio!
Ese era su lema de presentación, pero dado que Mika—ya podía dejar de llamarlo " el chico" en sus pensamientos— había usado el suyo, consideró correcto usar eso también. Para cualquier persona la escena hubiese sido de lo más incómoda, pero ellos se sentían un poco más a gusto el uno con la otra, quizá podían llegar a ser amigos... Quizá.
—Mis niños, crecen tan rápido—Amber se secó falsas lágrimas del rostro, que estaba sucio e hinchado—Entonces ¿Ya se conocen?
—Si, eso creo—contestó Collei.
—Bien, eso es bueno—la mirada de Amber se desvió hacia el cielo nocturno—Porque van a tener mucho tiempo para conocerse más.
—¿A qué te refieres? —iba a preguntar Collei, pero no tuvo el valor de cuestionar a su heroína y maestra.
Durante las semanas siguientes, Collei se arrepentiría de no haber cuestionado más aquella misteriosa frase. Mika encontró un sitio para descansar entre el árbol de Venessa y a Collei se le olvidó por completo armarse de valor para preguntar. De todos modos no es que importe, ya que fue la última vez que vió a Mika en las siguientes dos semanas, volvió a Sumeru, desempacó sus cosas e hizo algo rico de comer para ella, el día le iba perfecto.
Hasta que escuchó unos insistentes golpes en la puerta de su cabaña.
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