Capítulo 1: La primera cena
TW: No hay, no existe (de hecho es el mismo TW del prólogo, pero no creo que nada se resalte demasiado)
Este es de los capítulos que más me costó escribir por el reto que me autoimpuse para narrarlo, aún así quizás haya quedado algo corto, espero que no sea problema ^^
Lo que estás leyendo es la quinta reedición de este capítulo, cuando la autora escribió esto no tenía una descripción a mano de la cabaña de Tighnari
Reeditado en una conferencia. A veces me cuestiono ¿Porqué escribo esto si nadie lo va a leer?
Mika
—Se supone que en cierto punto de tu vida debes crecer, Mika—le había dicho Varka hace poco menos de dos semanas—Empezar a trabajar, dejar las conductas infantiles, encontrar una pareja...
En el recuerdo original, a Mika no le había importado en absoluto esa simple frase, pero ahora que este mismo volvió en forma de sueño tenía un extraño sentimiento, casi como si algo estuviese a punto de perseguirlo, Eula le había dicho el nombre de ese sentimiento,que si mal no recordaba, se llamaba miedo.
¿Pero porqué tendría miedo de Varka, el hombre más benevolente de Teyvat?
Sintió como todo empezaba a moverse y su entorno se volvía negro. Una fuerza extraña lo empujó hacia una especie de pozo sin fondo y por breves segundos que se sintieron interminables, el cuerpo de Mika flotó en la nada más absoluta antes de caer de espaldas a un suelo de múltiples colores, todo lo que sus ojos percibían se veía borroso y cambiaba a cada segundo, casi como si su propio sueño estuviese mal hecho, como si alguien lo hubiese trastocado. Trató de correr, pero su cuerpo parecía atado por cuerdas invisibles a ese suelo extraño. Probó entonces intentar mover sus manos cuando un pequeño peso cayó sobre su mano derecha. Mika contuvo la respiración cuando una sombra tan negra como la noche se materializó enfrente de él. La sombra abrió la boca como si estuviera a punto de proferir un alarido o un grito muy potente, pero fue entonces cuando todo el entorno pareció calmarse de pronto y una voz resonó por todo el difuminado ambiente.
—Despierta
¿De quien era esa voz? Si su deducción era correcta, no había forma de que alguien más estuviese ahí ¿O si?
—Mika, despierta
Esa voz la había escuchado antes. Pensó en el árbol de Levantaviento, en una tarde agitada que recordaba y a la vez parecía haber sido un sueño y en fresas rojas, una comida que odiaba por lo incómoda que se sentía su textura en la boca y lo horrible de su sabor. Pero también le recordaban a una chica muy distraída, amiga de Amber, alguien a quien había conocido en el Festival Windblume, aunque solo sabía su nombre. Nombre, nombre, si tan sólo pudiese recordar su nombre...
Mika sintió un tirón hacia adelante y abrió los ojos, completamente desorientado. Tenía una compresa fría en la frente, era un poco incómoda, pero podía soportar su presencia, también tenía puesta una manta áspera que se quitó rápidamente por lo incómoda que se sentía en su piel. Y faltaba su característico abrigo azul. Pero lo más resaltante (muy aparte de que parecía quemarse vivo) era el húmedo aire del ambiente, muy diferente al fresco de la ciudad de Mondstadt.
¿Dónde estaba?
Los ojos de Collei (ya recordó su nombre milagrosamente) estaban mirándolo fijamente de una manera bastante peculiar, puesto que los tenía muy abiertos, sus cejas estaban ligeramente levantadas hacia arriba y sus músculos estaban tensos mientras que él mismo estaba acostado en un amplio sofá cuya funda era de una tonalidad verdosa ligeramente desgastada quizás por los años que llevaba ahí o por algún otro extraño fenómeno.
Collei soltó un suspiro y se llevó la mano a la frente, limpiando un falso sudor de esta pero tensándose más al hacerlo. Observó fijamente a Mika hasta que este desvió la mirada en lo que no podrían ser más de dos segundos y sin mediar palabra la chica se fue a ocuparse de un filete a medio cocinar.
—¿Porqué estás aquí? —preguntó Collei después de veinte minutos de silencio—¿Qué pasó exactamente?
Los recuerdos de gritos, golpes y mareos constantes se arremolinaron en la mente de Mika, quien intentó recordar el orden exacto de cada acontecimiento para relatarlo a Collei. Al final solo consiguió volver a caer en un sueño profundo ante la desaprobatoria mirada de su acompañante.
Afuera llovía y barro junto a humedad se hacían más que presentes en el ambiente. La casa estaba tenuemente iluminada por focos de luz amarilla y algunas cuantas velas colocadas estratégicamente en lugares de poca o nula luz. Aunque todo esto haga parecer que las condiciones de vida de Tighnari y Collei eran paupérrimas la realidad era que ellos vivían muy cómodamente así y no necesitaban del lujo u ostentación para sentirse bien.
Según un reloj de repisa ya eran las ocho de la noche, es decir que hacia doce horas atrás, cuando Collei se preparaba un desayuno básico, Mika había tocado insistentemente con una fiebre altísima y cinco personas persiguiéndolo. Lo normal.
Cuando Mika despertó de nuevo el reloj marcaba las nueve menos cuarto y la comida estaba cuidadosamente servida en la mesa acompañada de una infusión que hacia oler bien toda la estancia. Con todo y lo poco ornamentado del lugar parecía estar en esos libros de fantasía que le había escrito su madre cuando era más pequeño.
Excepto que en los libros, los protagonistas estaban destinados a enamorarse, casarse y tener hijos en el bosque de su juventud o alejarse del mismo porque un "poderoso incendio" les había arrebatado su hogar de una forma cruel y él no se veía casándose con la chica de aspecto de vegetal.
Y los protagonistas de esas historias eran personas normales que miraban a los ojos a todos y podían soportar la textura de la comida. Pero si había algo en lo que se parecía Mika a un protagonista de fantasía era que ambos habían perdido a sus madres.
—La comida está lista—llamó Collei por tercera vez con mueca impaciente.
Su voz logró sacarlo de sus pensamientos rápidamente y aunque la contraria no estaba con el mejor humor del mundo obtuvieron dos minutos de relativo silencio sin contar los susurros del viento y el movimiento de las hojas, hasta que Mika preguntó:
—¿Qué comida es?—y enseguida se disculpó—Lo siento, sé que te esforzaste haciendo esto y no quiero parecer muy exigente o algo así.
—Son döner kebabs¹—le contestó señalando a la comida—Entiendo que no los conozcas, no es un platillo que se pueda ver en Mondstadt seguido
Mika recordaba vagamente la descripción de los döner kebabs hecha por el Maestro Varka y estaba casi seguro de que estos no tenían la extraña figura trazada en la parte superior del pan con forma de flor. Sin embargo no hizo ningún comentario y empezó a comerlos con algo de dificultad, como ocurría con todos los platillos nuevos que había tenido la desgracia de probar.
Intentó no hacer ningún gesto mientras los probaba pero le resultó casi imposible. El sabor era intenso y cada componente superponía su textura bocado tras bocado y sin embargo Mika podía decir que aquel platillo era de las mejores cosas que había probado jamás y así, de poco a poco y muy cautelosamente solo quedaba un döner kebab en el plato.
—¿Te gustó la comida?—preguntó gentilmente Collei—Es mi platillo especial, se llama Anhel-
Pero Mika nunca supo como se llamaba el platillo, pues la respiración de Collei se empezó a entrecortar y soltó un ruido seco y profundo seguido de varias toses continuas e igualmente secas.
Collei se estaba atragantando.
Mika corrió para abrazarla por detrás y ejecutar compresiones de adentro hacia arriba con una mano cerrada en un puño y la otra recubriéndola, apoyó el puño entre el ombligo y el pecho de Collei, maniobra difícil de ejecutar a causa de la silla y la posición de Collei entre sentada y recostada. Tras un par de compresiones rápidas se logró expulsar un trozo de pan. Todo fue demasiado rápido e incluso algo confuso, Collei empezó a lagrimear por la impresión y Mika se miraba los brazos con algo de terror, pero el ambiente seguía exactamente igual: Las velas, la luz tenue, las döner kebabs a medio acabar y la manta en el suelo. Nada había cambiado.
—Gracias
—No es nada
Podía inferir fácilmente lo incómoda que se sentía la chica porque él se sentía igual cuando sus compañeros de expedición intentaban sacarle plática. No entendía la complejidad de sus interacciones, las bromas sobre la falta de "Visión" de Glory o los piropos desmedidos para señoritas de gran atributo.
—¿En qué trabajas? —preguntó Collei.
—Soy topógrafo de avanzada—le contestó—¿No te lo dijeron en el Festival Windblume²?
—Solo de pasada—recordó ella—Ahora que lo recuerdo... También me lo dijiste hace dos semanas, perdón, soy muy distraída
Mika estaba ciertamente confundido, pues nunca había tenido interacción con ella más que un breve intercambio de favores y palabras en el Festival Windblume, por ello se apresuró a corregirla.
—Nosotros no hablamos hace dos semanas—le dijo—Yo estaba en la expedición con Varka, es imposible lo que me dices.
Ahora los dos estaban confundidos.
—No, no es así—Collei refutó negando frenéticamente con la cabeza—Yo recuerdo perfectamente haber conversado contigo en la oficina de Eula.
—Jamás he entrado a la oficina de la Capitana Eula—Mika cada vez estaba más confundido—¿D-de donde has inventado eso?
Sintió una gota de cera caer en su dedo y empezó a limpiarse frenéticamente ante la incómoda sensación de estar siendo observado por alguien.
La habitación empezaba a oscurecerse conforme las velas empezaban a consumirse. El reloj de repisa marcaba ya las nueve de la noche y allá afuera la lluvia había incrementado considerablemente. Era imposible salir de ahí y volver a la expedición, tendría que esperar hasta el amanecer para retirarse de aquella cabaña a hurtadillas y en el más completo silencio. La puerta no tenía un sistema de seguridad muy complicado, las ventanas se abrían de manera fácil, tampoco habían demasiados muebles con los cuales tropezar en la oscuridad y...
Collei agitó una manzana roja en su rostro interrumpiendo todo pensamiento de escape.
La manzana roja le traía un recuerdo extraño en donde su mano se encontraba tirada sobre los pastos verdes de la frontera de Mondstadt. Podía deducir que el día era soleado y cálido, uno de sus climas favoritos, pero por alguna razón el recuerdo era tan gris como un lamentable día de lluvia. Escuchó a su propia voz suplicar algo, pero no sabía que era exactamente y también sintió la textura lisa de una manzana roja en su mano.
¿Qué fue eso?
—¡Hey!—le recriminó Collei suavemente—¡Teyvat llamando a Mika!
—Teyvat no tiene una boca o cuerdas vocales para hablar—Mika empezaba a pensar que Collei era igual de extraña que sus camaradas de expedición— ¿Cómo me podría llamar?
—Era una frase
—Perdón—se disculpó—No soy bueno entendiendo a las personas a veces.
—Eres terrible—le respondió Collei cubriéndose la boca al instante—No quise decir eso, perdón
—Si te pones a pensar por un par de segundos—empezó—Ambos nos disculpamos demasiado.
Los dos empezaron a reír, primero nerviosamente y luego de una manera un poco más desenfrenada. Aunque recién empezaban a conocerse, entre ellos ya se había instaurado un vínculo de familiaridad.
Pasaron dos horas más hablando de cualquier banalidad que se les ocurriese, desde su trabajo hasta las personas excéntricas con quienes tuvieron oportunidad de conversar. Al final, parecía que la chica vegetal no era tan rara después de todo, casi podría considerarse una persona normal. Casi
La vela de la mesa terminó de consumirse marcando el final de su conversación. Mika se disponía a preguntar donde se quedaría a dormir, pero Collei pareció notar algo extraño en su brazo y lo obligó a sentarse otra vez para poder examinarlo mejor.
—Lo suponía—le dijo—¿Cómo te hiciste esto?
Mika intentó recordarlo, pero sólo logró evocar a la manzana roja de antes y su mano tirada en el pasto.
A lo mejor fueron heridas causadas por hilichurls o ladrones de tesoros y solo no recordaba ciertas cosas por algún golpe asestado por un Mitachurl. Lo normal siendo un topógrafo era avanzar primero y luego guiar al resto por los caminos encontrados, así que por lo general se hacía heridas o golpes de todo tipo y de toda forma. Estaba más que acostumbrado.
—No lo sé—respondió Mika por fin—Supongo que durante alguna misión de exploración
—¿En serio tardaste cinco minutos en contestarme eso?
—No fueron cinco minutos—Mika miró el reloj de repisa—Fueron dos.
—Era una exageración.
—Lo siento
—Si que nos disculpamos por todo—Collei soltó una ligera risa—Esto... Ahora tengo que curarte.
Collei empezó aplicando un ungüento a todos los raspones y cortes, eran bastante superficiales, pero algunos tenían un aspecto horrible, dos tenían pequeños pedazos de vidrio incrustados y uno parecía haber sido hecho con una aguja de costura.
Los hematomas tampoco parecían nada serio, excepto algunos que tenían un color morado intenso y el resto eran casi insignificantes pero fueron desinfectadas de todos modos por precaución. Tras una
rápida revisión de la temperatura de Mika y un cambio de compresa, Collei se retiró a su propia cabaña, dejando solo al chico.
Mika aprovechó para ordenar un poco la "sala", apagar las velas y buscarse una manta más cómoda para dormir.
Pasó una hora y el sueño aún no lo vencía pese a estar en esos climas lluviosos que tanto sopor le provocaban antes. Sus pensamientos se dirigieron a la manzana roja que su compañera había agitado frente a su rostro horas antes y los extraños recuerdos que esta le provocaba, se levantó de la cama improvisada que había montado hace unas horas y empezó a tantear en la oscuridad en busca de la manzana.
En cuanto la encontró, decidió lanzarla una y otra vez, para dar el efecto de estar tomándola varias veces. Mika había tenido la ocasión de conocer a personas cuyos recuerdos habían sido borrados por traumas y generalmente entrar en contacto con ciertos objetos les ayudaba a recuperar partes de su memoria. Claro que no todos los recuerdos estaban ahí, pero era el método más efectivo que conocía.
Lanzó la manzana una vez y no sucedió nada, excepto que la lluvia se hizo un poco más débil. Lanzó la manzana otra vez y de nuevo, no pasó nada. La operación fue repetida durante una hora sin resultados aparentes hasta que, después de mucho esfuerzo y concentración, Mika logró escuchar una voz que le gritaba mientras decía:
—...¡Inútil! Eso es lo que eres—era la voz de su padre y se intensificaba cada vez más—Eres demasiado imbécil y estúpido para darte cuenta de lo que sufrimos el resto de mortales ¡Y ni se te ocurra taparte los oídos, esto tienes que afrontarlo como hombre! ¡¿Me entiendes?!
Trató de evaluar donde estaba, pero todo el ambiente era negro en su totalidad y solo se escuchaba la voz de su padre, podía calcular que era más de medianoche, también podía inferir que estaba en su casa, pues de otro modo ¿Cómo se habría encontrado con su padre? ¿Porqué le estaba gritando? ¿Qué pasó para que olvidase eso?
Demasiadas preguntas y pocas respuestas.
Sentía el dolor punzante en los oídos y pudo visualizar sus brazos rojos por una breve fracción de segundo, pero la habitación seguía oscura. Mika pensó que a lo mejor se había quedado dormido y aquello solo era un mal sueño pero mas no un recuerdo, hasta que una luz amarilla, presumiblemente la de una lámpara de aceite, iluminó la habitación.
Se encontraba en la cocina y estaba apoyado contra las patas de una silla de madera, su padre estaba de espaldas a la ventana, obstaculizando cualquier fuente de luz. Alguien dio ligeros toques en la ventana y su padre abrió para preguntar quien era. Mika aprovechó ese pequeño descuido para analizar mejor su entorno, pero tampoco encontró alguna pista que explicase porque parecía haber olvidado aquello.
—Señor Schmidt—la apurada voz de una niña se podía escuchar con claridad—Solo por casualidad ¿Donde compró esas manzanas?
Su padre soltó una carcajada despreocupada que hizo doler aún más los oídos de Mika.
—¿Se refiere usted a las rojas, Flora?—le contestó—¿Las que están encima de la mesa?
Mika levantó la cabeza con dificultad y constató que lo dicho por su padre era cierto. En el centro de la mesa, ordenadas con poco cuidado, estaban cinco manzanas rojas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro