Estoy en otra sesión con mi psicólogo. Mi paranoia ha aumentado con el encuentro de Ridey Mackerdan. Quizás investigar ha empeorado las cosas, pues no puedo dejar de pensar.

—¿Qué voy a hacer? Podría ser cualquiera.

—Calma —dice Nigel—. Nadie quiere lastimarte, solo hubo una persona y ya no está en este mundo.

—Existe gente mala.

—Por supuesto, pero las posibilidades de que te cruces dos veces con ese tipo de gente son casi nulas, no van a secuestrarte otra vez.

—¿Quién dice? —Alzo la vista, manteniéndome sentada en el sillón y entrecierro los ojos, antes de acusarlo—. ¿Cómo puedo confiar en usted? ¿Su información es verdadera? ¿Concuerda con datos reales? Puedo dudar de usted, ¿no?

—No hay un complot contra ti, Magaly.

Mis ojos se humedecen.

—¿Y qué hay de Ridey Mackerdan? ¿Me dices que no es un asesino?

—Es probable que lo malinterpretaras, he leído sobre él y siempre anda comentando disparates. Si realmente ha hecho algo malo, deja que las autoridades se encarguen, tú necesitas estar en paz. No es tu lucha, tu prioridad es estar bien. No puedes preocuparte por otros si tú no te preocupas por ti primero.

Me refriego los ojos.

—Tiene razón, lo siento.

—Está bien. —Me ofrece un pañuelo—. Cambiemos a un tema más tranquilo, cuéntame de Navian.

Me sonrojo.

—Nos besamos.

—Vaya, eso es un avance. —Hace una pausa—. ¿Sigue con la idea de viajar?

Asiento.

—Se irá en unos días.

—¿Y te molesta? —pregunta.

Sonrío.

—Es triste, pero estaré bien.

—Deberías aprender de esta experiencia, ¿no crees?

—¿Pasar página? No es lo mismo un secuestro que la partida de un chico.

—No, pero es un ejemplo pequeño de cómo lo aceptaste y te das ánimos. Pruébalo, dite a ti misma: Fue aterrador, pero estaré bien.

Mis labios tiemblan.

—Fue aterrador, pero estaré bien.

—Claro que sí.