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Capítulo 6

Visitamos con Navian la sección de revistas de la biblioteca de la universidad. No puedo creer que haya una sección así aquí. ¿Qué la directiva no revisa estas cosas? Parece que se las arreglaron bien para que las revistas para adultos se entremezclen entre las demás.

¿Navian leerá porno? No puedo estar celosa de unas chicas en una imagen en paños menores, o peor, sin ropa. Espío cómo revisa a mis rivales, las mujeres con cuerpos de fantasía, luego decido dejar de especular y acercarme a él.

—Mira, aquí está. —Señala la imagen de un chico de cabello castaño—. Ridey Mackerdan.

—Es guapo, pero no para tanto.

—¿No? Observa esos pectorales, yo eso no lo tengo ni de casualidad.

—Tiene que verse así para sus películas cochinas. —Tiene un leotardo con dibujos de piel de tigre y está alzando el brazo con varias chicas mientras atrás se ve el mar—. Al menos en esta imagen no se le notan sus partes. ¿Es una biografía o algo? Así vemos información relevante.

—Debimos buscar en internet.

—Ni hablar, seguro, lo primero que sale es su miembro.

—¿Qué estamos buscando realmente de él?

—Mi captor era su amigo, ¿no? Cuando me secuestró, mencionó amistades y a su novia, pero eran todos manipulados por él, no sabían lo que hacía. —Señalo la revista—. ¿Por qué Ridey está en la lista de tu hermano?

—¿Dices que hace lo mismo?

—Da qué pensar, ¿no?

—Esto se vuelve peligroso, Magaly —advierte—. Mejor deja que Dalton lo investigue.

Frunzo el ceño.

—¿Y por qué no lo ha arrestado todavía?

—No tendrá las pruebas necesarias para hacerlo, pero de todas maneras lo estamos acusando sin fundamentos, que actúe en películas sucias no lo convierte en un villano.

Bufo.

—Tienes razón. —Apoyo mi espalda en la estantería—. Otro callejón sin salida.

Guarda la revista a mi lado y se encuentra muy cerca.

—Podemos buscar la información de su agente, quizás hay un mail. Lo revisaré por ti, así no te cruzas con ninguna imagen rara en internet.

Sonrío y siento mis mejillas arder.

—Gracias.

—Cuando quieras.

Se forma un silencio mientras nos miramos.

—¿Te vas a ir al extranjero? —cambio de tema—. ¿Todavía sigues con esa idea?

—Sí, tengo una recomendación muy buena y una beca.

—Sé ve importante.

—¿Sucede algo? —cuestiona mi gesto de decepción.

—Estos días que pasamos juntos fueron... lindos.

—Sí.

Debería decirle, de todas formas, se irá y, gracias a ello, no tengo que temer por el futuro.

—¿Sabes? Me duele que te marches, pero es lo mejor. Me agradó pasarlo contigo, y me di cuenta de que también me gustas. Creo que de esta manera es más fácil confesarlo.

Se muerde el labio.

—¿Puedo besarte? —pregunta.

—No sé, eso sería demasiado, por todo lo ocurrido y yo...

—No te preocupes, lo entiendo. —Acaricia mi mejilla—. Está bien, fui muy apresurado y tú necesitas tu espacio, es una situación delicada.

Frunzo el ceño.

—No soy vulnerable.

—Es totalmente válido serlo —recalca.

Me enfado más, agarro sus mejillas y lo beso. Nuestros labios se unen, entonces él reacciona, volviéndome a empujar contra el estante. Sus manos se juntan con las mías y las sube mientras nuestras bocas se siguen moviendo. De un momento a otro sus besos pasan a mi cuello. Hace mucho que no sentía el roce de otro cuerpo sin que me diera miedo o que pensara que ocurriría algo malo. Estar con la persona correcta, la que te da seguridad, es la clave. Me gira y siento sus besos en mi nuca, hago un gemido, pero en cuanto cierro los ojos, mi mente me regresa al lugar equivocado.

—No, espera...

—Lo siento. —Se aparta—. Me sobrepasé.

Me giro a observar su cara por completo roja. Pongo un mechón de mis cabellos cortos y negros, detrás de mi oreja y bajo la vista, tímida.

—No te preocupes, te dije que no soy vulnerable.

Sonríe.

—Cuando quieras, puedes serlo conmigo, estaré para escucharte.

Mi corazón palpita, pero mi miedo vuelve a hablarme.

«Debería irme, para que tu mentecita siga intentando entender: qué haces aquí, si fue tu culpa o cosas como esas. La mente puede ser muy traicionera».

Su voz me mortificará por siempre.


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