Capítulo 4
Salgo del trabajo y aprovecho para ir a investigar el orfanato. Me sobresalto cuando me encuentro con Navian en el camino. Intento esquivarlo, pero me alcanza, así que me detengo. Está listo para criticarme.
—Pensabas ir sin mí.
—¿Cómo lo supiste? —Lo miro de refilón y sigo avanzando—. ¿Me espías, acosador?
—No, lo supuse, cuando no fuiste a clases.
—Estaba trabajando. —Alzo la cabeza.
—Cambiaste tu turno, ¿verdad?
Bufo.
—Bien, pero no quería tu compañía.
—Me necesitas, porque si no puedes hablar con un hombre, yo lo haré por ti, no te preocupes.
Ruedo los ojos.
—Lo que sea.
Demuestro molestia, sin embargo, su contestación me gustó, es como tener un guardaespaldas para sentirme segura. Incluso aunque él mismo me genere desconfianza, es agradable tener la otra sensación en mi sistema. Espero que crezca y dejarme de sentir perseguida al menos por una sola persona.
Una vez en el orfanato, las palabras de Navian se hacen ciertas, pues las preguntas las hace él a los empleados masculinos, porque yo me quedo callada. La descripción de mi captor sí resuena entre las personas más ancianas, pero no tienen un nombre, exceptuando por Ridey Mackerdan. Al parecer, eran amigos y ambos desaparecieron el mismo día.
Mierda, no puedo creer que tenga que conversar con ese tipo de persona. No obstante, los empleados concuerdan en que el actor porno no habla con nadie sobre su vida privada y la policía no lo puede obligar a mencionar su infancia.
—Vamos a la biblioteca de la universidad —propone Navian—. Hay muchas revistas raras sobre Ridey, quizás encontremos formas de contactarlo.
Enarco una ceja.
—Tú solo quieres leer revistas porno —sugiero.
La conversación se corta cuando un hombre se choca conmigo e intenta arrebatarme la cartera. Me quieren robar, así que me altero y tomo mi cuchillo, pero Navian es más rápido, entonces le pone el pie al ladrón, recuperando lo que es mío, provocando que el delincuente se largue sin su premio. Yo reacciono con euforia alzando mi arma, así que forcejeo con mi acompañante, hasta que reacciono y lloro.
—Oh, lo siento. —Me cubro la cara, hiperventilando—. Oh, cielos, cielos... —Las lágrimas brotan.
—Tranquila, ya pasó. —Me abraza—. No te preocupes, solo fue un carterista. Son esos que roban y se van corriendo, no regresará.
—Te he hecho daño.
—¿Qué? —Se toca, tiene un raspón en la cara, luego se ríe—. No me di cuenta. Calma, está todo bien, no hay problema.
Vuelvo a llorar, acercándome más a él, sintiendo seguridad y a la vez culpa, por lo tanto, continúo disculpándome hasta no poder más.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro