Acompaño a Navian a su casa. Su hermano no está y debería sentirme aliviada, pero no me gusta estar a solas con un chico. Intento centrarme en lo importante y busco en la oficina del oficial algún archivo del caso. Quizás esto sea una pérdida de tiempo y la información nada más pueda hallarse en la estación de policía, sin embargo, cuando visualizo una caja fuerte, la esperanza regresa.

—Dime que sabes la combinación —le ruego a Navian.

—Sí, la sé —declara, tranquilo, luego se ríe—. Una vez lo espié, no soy tan chico bueno.

—Eso no me genera paz.

Sus mejillas se ruborizan.

—Lo siento. —Se avergüenza.

Debería dejar de mirarlo como mi enemigo, pero me es imposible, en todos los hombres veo la cara de mi secuestrador.

Giro mi vista a la caja fuerte y me tenso cuando Navian pasa por mi lado, entonces gira la perilla para abrirla. Él hace un movimiento para agarrar los papeles, pero con velocidad soy yo quien lo hace, entonces leo.

—¿Babilonia? —Enarco una ceja.

—¿Una ciudad antigua?

—No sé. —Muevo las páginas del portafolio—. Parece que hay muchas palabras, pero ninguna con especificación.

—Mi hermano es muy meticuloso, ¿hay algo que te resuene?

—Bueno, algunos nombres. Kenya Reséndiz, oí que asesinó a su esposo. También menciona a un orfanato y algunas personas más, parece que hay muchos anónimos. Espera, esta foto sí tiene nombre: Ridey Mackerdan.

—¿Qué ese no es una estrella porno? —Se ríe, sin embargo, cuando lo observo de mala manera, su sonrisa se borra—. Perdón.

Bufo, luego vuelvo a mirar el papel.

—Lo que sea, no puedo ir a hablar con ese tipo de hombre, prefiero visitar el orfanato.

Sonríe.

—Entonces vamos.

Enarco una ceja.

—¿Vamos?

—Ya me ofrecí a acompañarte una vez, así que lo haré todas las necesarias.

No me agrada la idea, pero no parece que vaya a desistir, por lo tanto, mejor me resigno.