(𝐸𝑥𝑡𝑟𝑎) Seo Changbin "el monstruo"
-Subo uno... dos... tres escalones.-
Aquella canción anunciaba que alguien empezaba a subir las escaleras.
Changbin había llegado a casa y buscaba por todos los rincones el objeto de su deseo, al no encontrarlo decidió buscarlo.
Nuevamente su muñequita se había escondido y debía encontrarla.
Changbin necesita jugar con su muñequita.
-Subo cuatro... cinco... seis escalones.-
Su voz era oscura y siniestra, cualquier persona sentiría sumo pavor al escucharlo.
Esa era la voz que aterraba en demasía a Seungmin.
-Muñequita, sal de donde quiera que estés.-
En un armario lejano se encontraba escondido Seungmin. Sollozando bajito y abrazando con fuerza a su fiel peluchito.
Su cuerpo temblando levemente y acallando con su mano zurda cualquier sonido que pudiera salir de su boca.
Estába aterrado.... sumamente aterrado.
Minutos antes se encontraba dibujando en la alfombra de la sala. Pero al escuchar el ruido de llaves abriendo la puerta; corrió escaleras arriba con todas sus fuerzas. Sabía muy bien cuál sería su destino si el monstruo llegaba a verlo.
《Que no me encuentre. Dios te lo ruego, ¡no permitas que el monstruo me encuentre!》
El pelimorado estaba hecho bolita, su espalda apegada por completo a la pared del armario, haciendo plegarias que jamás serían contestadas.
Dios se había olvidado de Kim Seungmin.
Seungmin vivía en el terror constante, no había día en que no estuviera con los nervios de punta y el corazón latiendo a mil por hora.
Un lindo niño como él debería de estar jugando con sus amigos y disfrutar de sus peluches; y no siendo utilizado como un mero objeto de placer.
El destino había sido cruel con Kim Seungmin.
-Nun, reza conmigo. Si ambos rezamos con fuerza, Dios nos escuchará.-
Ingenuo y lindo Seungmin, ¿Crees que Dios va a escucharte?
Seungmin tenía mucho miedo pero luego, pensó que el monstruo había desistido de buscarlo hasta que nuevamente escuchó su voz.
-Subo siete... ocho... nueve... diez escalones... Y ya estoy en el pasillo.-
El monstruo se estaba acercando cada vez. Seungmin tragó fuertemente saliva y se aferró con fuerza a su peluche.
La puerta fué abierta y el pequeño contuvo su respiración.
-¿Donde te escondes, muñequita?-
Changbin buscaba por toda la habitación a su lindo Seungmin.
El menor temblaba de pies a cabeza, rogaba internamente no ser hallado.
Changbin suspiró desanimado.
-Oh, creo que mi muñequita no está aquí, la buscaré en otro lado.-
La puerta fue cerrada y Seungmin logró respirar de nuevo.
La puerta del armario fué abierta de a poco, dejando ver el hermosa rostro del menor. Detalló toda la habitación, verificando que el mayor no estuviera escondido.
Al verificar que el mayor no estaba ahí, salió de su escondite, suspirando completamente aliviado.
-Gracias a Dios. ¿Lo vez, Nun? Si ambos rezabamos Dios...-
Antes de poder terminar la oración una mano cubrío su boca. Podía sentir la presencia de Changbin detrás de él. Su corazón retumbando con fuerza y su cuerpo empezando a temblar.
-Fuiste una muñequita bastante traviesa y desobediente. Mereces un castigo.-
Un debido castigo para una muñequita desobediente.
Seungmin comenzó a negar aterrado, la sola idea de tener que jugar lo destrozaba.
Sin decir nada, Changbin tomó el cuerpo del menor entre sus brazos, cargandolo como si fuera una princesa. Lo acostó en la cama y sin más se posicionó arriba de él, comenzando a besar su cuello.
No hace falta explicar lo que está por ocurrir.
La tristeza inundó a Seungmin. No podía oponerse, cada vez más sus ansias de luchar contra el monstruo se desvanecían.
Así era su vida y debía aceptarlo de una vez por todas. Solamente era un mero objeto de placer.
¿Escapar? no podía. Una muñeca no puede escapar de la casita de muñecas, no importa cuanto lo desee, su lugar es permanecer inmóvil y bella.
La muñequita debe permanecer en la casita de muñecas para siempre.
¿Que alguien le ayudara? Mucho menos. Cuándo intento pedir ayuda, el abuso fué peor.
La muñequita está atrapada, no tiene salvación. Poco a poco seguirá rompiéndose hasta que ya no quede nada de ella.
Seo Changbin, un chico bastante interesante y atractivo a sinple vista. Cualquier persona sentiría suma atracción hacia él. Quién imaginaría que detrás de esa apariencia se escondía a un enfermo mental.
Nadie creería que un chico tan atractivo y con numerosas cualidades como Changbin tuviera una mente tan retorcida y pervertida.
¿Por qué había decidido secuestrar a Seungmin?
¿Por qué lo había convertido en su muñequita?
¿Por qué específicamente en la fecha de Halloween?
Para responder esa duda tenemos que ir hacía el pasado y conocer el origen del monstruo que es hoy en día Seo Changbin.
-Tengo una muñeca vestida de azul. Zapatitos blancos y delantal de tul.-
Cantaba un joven Changbin, quien estaba momificando un nuevo cadáver, está vez introduciendolo en una linda muñeca de trapo.
Con sumo cuidado ungía el cuerpo del que alguna vez fué conocido en vida como Darren Chen, el cuál sería su próxima muñeca.
-Aún muerto, sigues siendo hermoso.-
Sus ojos despedían un brillo extraño y su sonrisa mostraba maldad y locura en su estado más puro.
Venía haciendo esas prácticas desde niño, siguiendo el ejemplo de su madre Seo Yeji, mujer que acarreaba cientos de trastornos mentales desde niña.
Desde pequeño Changbin siempre había tenido un apego inusual hacía las muñecas. Adoraba hablarles, vestirlas, tocarlas y bañarlas. Inclusive, les hablaba y les contaba cuentos.
Para Changbin, aquellas muñecas eran sus amigas. Sus más íntimas amigas.
Ese macabro gusto al parecer venía de familia. Los Seo tenían gustos sumamente especiales.
En su antiguo hogar abundaban libros de ocultismo, estatuillas religiosas, animales para sacrificio, materiales para realizar el rito de embalsamiento, entre otras cosas. Pero lo más aterrador eran dos cosas: una enorme vitrina de cristal en donde se apreciaba una variada colección de muñecas y la otra era el oscuro sótano donde estaba toda una enorme pila de cadáveres en estado de putrefacción.
Un hogar muy acogedor ¿no lo creen?
Sus retorcidos gustos habían sido alimentados por su progenitora.
Seo Yeji era una mujer de belleza etérea. Atraía la atención por su elegante porte y carisma, una mujer apreciada por su círculo de amistades. Pero lo que tenía de belleza lo tenía de locura.
Había sido criada en un hogar sumamente católico y tóxico. No podía ver animes ni series o escuchar músicas seculares, por qué eran del diablo. Debía rezar todas las noches e ir todos los domingos a misa. Nada de citas o salidas con chicos, ya que era una grande tentación para poder perder su inocencia.
Estaba prohibido usar mini faldas, tacones, maquillaje, aretes y ropa extravagante. Según su mamá, esa forma de vestir pertenecía exclusivamente a las prostitutas y mujeres de la mala vida.
Seo Yeji tuvo una infancia muy extraña y llena de restricciones.
Nunca tuvo una figura paterna, su padre había fallecido en un accidente de tráfico cuándo su madre estaba embarazada.
Cuando era niña, solía escuchar voces y ver sombras. Algunos decían que la niña tenía el poder ver el más allá, otros, que simplemente tenía alguna enfermedad mental.
Incluso aún de grande, solía jugar y hablar con sus muñecas. Yeji decía que ellas podían entenderla.
Cuando tenía veinte años, conoció al que ella creía, era el amor de su vida. Su enamorado era el tipo de chico que sus padres desaprobarían: tatuado, rebelde a más no poder, vulgar y atrevido; el vivo estereotipo de un chico malo.
Ambos se conocieron en la universidad, la conexión fué instantánea.
La pasión entre ambos jóvenes floreció rápidamente. Pero sabiendo que sus padres desaprobarían su relación, decidió mantenerlo en secreto. Al fin de cuentas, nadie se daría cuenta y podría vivir su romance felizmente.
Pero no podría ocultar lo que pronto comenzaría a crecer en su interior.
Con el paso de las semanas, la coreana empezó a sentirse extraña. Comenzó a sentirse débil y cansada, sufría de muchos mareos y había presentado un notable atraso en su ciclo menstrual.
Su madre, preocupada por el estado de salud de su hija la llevó al médico. Grande fué su sorpresa, cuando a los dos días recibió una llamada del médico, diciéndole el motivo del malestar en su hija: la fémina estaba esperando un hijo.
Demás está decir que aquella noticia terminó en una muy fuerte discusión que llevó a la coreana a expulsar a su propia hija de la casa. Ya que no aceptaría a una "ramera" en su casa.
El que se le expulsará de su hogar lastimó su corazón. Pero más le lastimaría la traición de su amado.
-Hyung sik, hay algo que debes saber.-
-¿Que tienes que decirme, linda?-
La fémina soltó un hondo suspiro.
-Estoy embarazada...-
El coreano no podía creerlo y se demostró en su semblante.
-Estás bromeando, ¿verdad?-
-No.-
El más alto llevó sus manos a su cabello, jalandolo un poco. No podía creer lo que estába escuchando.
-No es mío.-
La coreana tragó saliva.
-¿Qué dijiste?-
-Ese bebé no es mío. De seguro es de alguien más.-
El corazón de Yeji se quebró al oír esa acusación.
-¡No! ¡Este bebé es tuyo! Tú fuiste con perdí mi virginidad y con el único con el que me he acostado!-
Lágrimas empezando a salir de sus ojos, mientras veía como el amor de su vida empezaba a reír.
-Bonita, ¿en serio crees que voy a hacerme cargo de ese niño?-
-Es tu hijo Park Hyung sik, debes hacerlo.-
-No lo haré. Sólo me acosté contigo por que eras la chica más linda de la universidad. Fingí demasiado bien mi amor hacía ti, ¿no lo crees?-
Yeji vivía una pesadilla, una pesadilla de la cuál no podía despertar. Estába sin palabras, Hyung sik, el chico que le había bajado la luna y estrellas estaba ahora mostrando su verdadera cara.
-Fué lindo mientras duró, Yeji. Pero no me haré cargo de ese niño. Abortalo o quedatelo, ya no es mi problema.-
Sin decir nada más, aquel chico se dió la vuelta y en silencio comenzó a caminar. Yeji lo observaba con ojos incrédulos, su cuerpo temblaba y su pecho dolía.
Tonta, tonta e ingenua Yeji. No debiste confiar en Hyung sik.
Y debido a aquella ruptura, mas los traumas vividos en su estricta niñez; Yeji perdió la poca cordura que tenía.
Sin ningún lugar al cuál acudir, con el poco dinero que había ahorrado logró alquilar una pequeña habitación.
Con el paso del tiempo se había dado cuenta que Dios jamás la apoyó, a pesar de haberle servido fielmente toda su vida. Dios no estuvo con ella en su noviazo, no estuvo con ella cuando le rompieron el corazón, tampoco estuvo con ella cuando sus padres la expulsaron de su hogar cuando supieron que estaba en estado. Debido a todas esas experiencias llegó a una conclusión: Dios en realidad no existe.
Si Dios no la ayudaría, entonces buscaría refugio y consuelo en otro lado.
Mientras aún estaba encinta, empezó a incursionar en las artes oscuras. Fué entonces que decidió hacer un pacto, en donde encomendaría su vida y la vida de su hijo nonato al señor de las tinieblas.
Éste la había escuchado, asegurandole que le ofrecería sus servicios. Pero a cambio de su protección y la de su hijo, ella debía ofrecerle sacrificios y enseñar a su hijo a andar por el mismo camino. Cosa que Yeji aceptó sin dilaciones.
Yeji, Yeji, ¿tan necesitada estás de protección?
Seo Changbin nació en el mes de octubre, a las tres de la mañana, específicamente en el día de Halloween; en el mismo instante en que un eclipse solar estába ocurriendo.
Podría decirse que era una señal de confirmación.
Seo Changbin nació siendo el protegido del diablo.
Para algunas culturas, un eclipse significa que el infierno deja salir a todos sus demonios para hacer de las suyas en la tierra; además que era y continúa siendo, señal de mal augurio y presagio del fin del mundo.
Para los satanistas de antaño y de la actualidad, un eclipse, ya sea lunar o solar; es sumamente importante. Pues según sus creencias, es el momento en donde los espíritus tienen fuerza, mucho más si es en halloween.
El que su hijo naciera en esa fecha, le recordaba a Yeji el trato que había hecho con su ahora dueño y señor.
Sabía que su hijo no solo le pertenecía a ella, también le pertenecía al señor de las tinieblas.
Cumpliendo su palabra, Yeji crío a su hijo en el satanismo, siguiendo al pie de letra cada regla a saber. Con suma devoción le explicaba cada cosa que debía de hacer. Desde hechizos hasta sacrificios humanos.
A los diez años, Changbin ya sabía como embalsar un cuerpo, sacrificar animales e inclusive humanos. A los once ya era todo un profesional en la hechicería y magia negra.
Los sacrificios los hacía de la siguiente manera: escogía una víctima, la atraía hasta su hogar diciéndole que le leería las cartas, le daba una bebida alterada y ya con la víctima inconsciente, procedía a amarrarla, lacerarle algunas partes de su cuerpo y cosas tan macabras que no se pueden explicar o tan siquiera imaginar.
Pero lo más repulsivo era que a las víctimas que poseían suma belleza las convertía en muñecas.
Se preguntarán, ¿por que específicamente en muñecas?
Según cuentan algunas personas, las muñecas son los mejores recipiente para atraer a los espíritus, además que en la mayoría de hechizos y ritos las muñecas son los objetos más preciados para quienes practican este tipo de artes.
Era algo gratificante para madre e hijo poder utilizar a simples muñequitas de trapo en sus instrumentos más preciados.
Cuando tenía veinte, su madre fué llevada a un hospital psiquiátrico. Había corrido desnuda en medio de una misa, vociferando continuamente que el señor de las tinieblas merecía recibir gloria y honor, quebraba todas las estatuillas religiosas que pudiera encontrar, además de intentar seducir al párroco quien dirigía los rezos.
Cuenta la gente que aquella mujer parecía estar poseída.
¿Y en realidad no lo está?
La policía y los médicos llegaron. Rápidamente la atraparon. Hicieron que se arrodillara ante el relicario del sagrado corazón de Jesús para que pudiera pedir perdón. Esta se negó.
Antes de ser sedada, vaticinó lo siguiente:
Oíd mis palabras, habitantes de Yongin. Oídlas atentamente. En la víspera de Halloween un sacrificio se hará. Cuándo vuestros niños salgan a celebrar, el príncipe de la tinieblas vendrá y se llevará a uno de ellos. Está señal os daré, cuándo veaís que la luna se tiña de sangre y las tinieblas rodeen las calles recordareís estas palabras...
Y al decir esas palabras, la loca de Seo Yeji cayó sumida ante los fármacos.
Se dice que cuando se llevaron a esa infeliz un viento frío se coló en la iglesia, haciendo que uno de los costosos candelabros que colgaban en el techo cayera con fuerza.
Pobres habitantes de Yongin, si hubiesen creído las palabras de Yeji... una familia no estaría sufriendo.
{...}
Los años pasaron y Changbin ya tenía treinta años de edad.
Jamás dejó de hacer sus fechorías, al contrario, las aumentaba cada día.
Pero el quería más, muchísimo más.
Quería hacer algo mejor, algo tan macabro y perturbador que hiciera que toda Corea y el mundo hablara de él.
Cansado de tener muñecas putrefactas y malolientes que no le daban el placer y satisfacción que deseaba, decidió buscar una nueva muñeca. Además de que no estaba en sus planes pagar por prostitutas baratas.
Una muñeca de carne y hueso. Cuya sangre aún, corriera en sus venas, que fuera inocente y virgen, que su piel fuera más blanca que la nieve y con la cuál poder saciar sus más retorcidas fantasías.
¿Y que mejor víctima que un niño de escuela o preescolar?
Con esa idea en su cabeza, empezó a recorrer todas las escuelas de su ciudad. Cuando en Yongin no encontró a la muñeca perfecta, decidió ampliar su búsqueda, buscaría en cada rincón de Corea hasta encontrar a la indicada.
Después de mucho buscar, encontró lo que buscaba en Seúl.
Recordaba ese día como si fuera ayer. Por qué ahí había visto a su hermosa muñequita por primera vez.
Los niños iban y venían en bulliciosos vaivenes. Algunos esperaban el autobús escolar y otros esperaban a sus progenitores.
En un lugar clave se encontraba Changbin, quien observaba atentamente a cada niño que salía.
Habían de todas las formas y tamaños: altos, bajitos, medianos, delgados y rellenitos. Tenía un gran catálogo para escoger.
Con cigarro en mano y ávidos ojos, detallada a cada pequeño.
(Por qué su preferencia sexual eran los de su mismo sexo.)
Los minutos pasaban y Seo se estába desesperando, ningún niño había sido de su agrado. Estába a punto de mandar todo al demonio, cuando en eso lo encontró.
El niño más hermoso que jamás hubiese visto salía del plantel. Estaba aferrado a la mano de su maestra y por cómo observaba todo de seguro buscaba a alguno de sus progenitores.
Ese niño era el significado de perfección en su estado más puro.
Piel aporcelanada y tersa como la de un recién nacido, de un hermoso color pálido. Mejillas regordetas adornadas por un bello sonrojo, el cuál le daba la tierna apariencia de un cachorrito bebé. Cabellos negros, un tanto largos, nariz perfilada y cuánto Changbin deseaba.
Aquél chiquillo había sido tallado por los mismos dioses.
No había dudas, aquél niño con apariencia de cachorrito sería su próxima muñequita.
Seungmin, Seungmin, disfruta tus últimos momentos de libertad.
Después de aquel día, Changbin siguió acosando a aquél nene.
Con el paso de los días conocía más de él.
Ya sabía que su nombre era Kim Seungmin, que era hijo único y provenía de una familia bastante adinerada.
Investigó sus horarios de salida y entrada, esperando poder conseguir una oportunidad para atraparlo, cosa que no logró hacer; debido al progenitor que este tenía.
Ahí se le presentó una pregunta constante: ¿cuándo sería el momento adecuado para poder capturarlo?
Después de días pensando llegó a la conclusión de hacer el secuestro en Halloween. Se preguntarán, ¿por qué en Halloween? Bueno, la primera razón es por que el treinta y uno de octubre era su cumpleaños, ¿que mejor regalo que una bella muñequita de porcelana? La segunda razón era esta: podría hacer un rito para que su muñequita le perteneciera tanto en cuerpo como en alma. Al ser la víspera de la noche de brujas los espíritus tendrían mayor fuerza y el sacrificio sería más que exitoso. La tercera y última razón es por que los niños saldrían a pedir dulces y muchas veces los padres los dejaban ir solos, pues Seúl, al igual que Corea en general; siempre fué considerado un lugar bastante seguro.
Con el plan ya formado, Changbin sólo debía esperar hasta el día de Halloween para ejecutarlo.
Oh Changbin, ¿tan grande es tu maldad?
Víspera de Halloween.
Los niños iban y venían en bulliciosos vaivenes, vestidos con hermosos disfraces y sonrisas inocentes adornando sus regordetes rostros. Algunos comían dulces, otros jugaban a las atrapadas con sus amigos y algunos otros le hacían bromas a las casas que no les dieron dulces.
Parecía que iba a ser la velada perfecta para muchos niños, pero lamentablemente... no sería así. Muchos menos para el pequeño Seungmin.
Entre las sombras se escondía Seo, quién seguía muy de cerca a su muñequita.
El menor se veía absolutamente bien en ese disfraz de muñeco diabólico ¿acaso sabía que él sería una muy pronto?
Por largo rato estuvo esperando el momento en que sus amiguitos lo dejaran solo. Hasta que después de algunos horas, el pequeño Kim se despidió de cada uno de sus amigos.
Dejaría que lo hiciera, pues no volvería a verlos jamás.
Oh pequeño e indefenso Minnie, el monstruo ha visto valor en ti.
La oscuridad reinaba en Seúl, la luna no brillaba debido a un eclipse, la conocida "luna de sangre", además que un tumulto de espesas nubes cubrían cualquier luz que la luna pudiese llegar a irradiar. Podía sentirse una terrible pesadez en el ambiente y aire, sombras de distintos tamaños se veían y voces del ulular del viento. Como si las bestias del infierno quisieran presenciar el cruento sacrificio que está por ocurrir.
Seguro esas mismas sombras eran las que aterraban al pequeño Seungmin cuando caminaba por la calle.
Acelerando su paso, el cazador atrapó a su presa.
Seungmin intentó batallar, pero fué inútil, Changbin era mucho más fuerte que él. Sin perder tiempo, Seo colocó un pañuelo lleno de narcóticos en su nariz. En cuestión de segundos, el cuerpo del menor dejó de reaccionar y terminó sucumbiendo al sopor.
Su manita fué abierta y la bolsa llena de dulces se desparramó por toda la acera.
Al tener mas libertades con su diminuto cuerpo, Changbin acomodó al menor entre sus brazos, cargandolo como si fuera una princesa. Una sonrisa adornaba sus labios, al fin tenía a su muñequita en sus manos.
Y como si fuera un fantasma, Seo desapareció entre las sombras, con el pequeño Minnie entre sus brazos.
La profecía de Yeji se haría realidad.
Las horas pasaron y Changbin ya estaba en Yongin. Había conducido exactamente una hora desde Seúl hasta su casa y ahora casa de su muñequita.
Ya adentro, acostó a su muñequita en la cama y sabiendo que este podría escaparse, decidió amarrar sus pequeñas manos a los postes de la cama.
Aquel nene era tan hermoso, se veía tan pequeño y adorable que Changbin sentía como una erección empezaba a crecer entre sus pantalones.
Changbin ya quería jugar con ella, pero quería hacerlo cuando este se hubiese despertado.
Lindo e indefenso Seungmin, mejor te sería jamás despertar.
Entre las sombras, Changbin vió como el menor despertaba de su estado inconsciente.
Y sin más, empezó a acercarse a este.
¿Hace falta detallarles lo que ocurrió?
Su piel era muy suave y tersa, sus gritos y gemidos eran música para sus oídos. Su rostro lleno de lágrimas era toda una belleza.
Poco le importaba si las sábanas estuviesen manchadas con sangre y semen, el solo quería reclamar para siempre a ese hermoso ser que estaba debajo suyo.
Kim Seungmin le pertenecía por completo.
El hecho de que hubiera sangre en las sabanas le alegraba, por qué eso avalaba la virginidad del menor.
Después de haber abusado varias veces a Seungmin, Changbin hizo algo más. No bastandole el haberle robado la inocencia a un niño invocó al príncipe de los infiernos, rogándole que aceptara ese sacrificio como olor fragante.
No hace falta asesinar a nadie para hacer un sacrificio.
Y por si fuera poco, le rogó al demonio que en ese mismo momento el alma y cuerpo de quién fuera Kim Seungmin le perteneciera por completo.
El demonio le escuchó y le dió lo que deseaba. Desde ese momento, Kim Seungmin ya tenía un dueño y ese era Seo Changbin.
De ahora en adelante controlaría su mente, cuerpo y voluntad a su antojo.
Seungmin sería un títere en las manos de Changbin.
Y esta es su historia.
La historia de la persona que destruyó la vida de un ser inocente.
La historia de cómo Seo Changbin llegó a convertirse en un monstruo.
La historia de un maldito secuestrador enloquecido por las artes oscuras y que por su horrible acción, una familia llora.
¿Saben que es lo más horrible? Que Changbin no siente remordimiento en lo absoluto.
Adora abusar de Seungmin, adora ver su rostro lleno de lágrimas y dolor. Adora poder poseerlo cuantas veces quiera. Adora poder tenerlo como muñequita.
Era su tesoro más valioso y jamás dejaría que se fuera.
Bella y hermosa muñequita de porcelana. Jugaré contigo hasta que tu cuerpo sea hecho trizas, serás mía hasta que la muerte llegue a mi. Y aún en el infierno, seguirás siendo mía.
{...}
No importa cuánto lo intente, cuanto corra o grite, el monstruo siempre logrará atraparme.
Changbin no es un humano, él es un monstruo, un monstruo del que jamás lograré esconderme.
Seo Changbin, es el monstruo que jamás me dejará ser feliz.
Soy su muñequita y aunque lo odie, no puedo escapar de la casita de muñecas.
Mi destino es siempre ser su bella muñequita de porcelana.
Una muñequita como yo no merece ser feliz.
El tiempo pasará y tendré marcas y cicatrices nuevas. Como toda muñequita, jugará conmigo hasta que no quede nada de mí.
No importa cuánto le suplique por misericordia o piedad, abusará de mí, me guste o no.
Lo único que puedo hacer, es ser la muñequita perfecta.
Mi vida es un infierno, un infierno del cuál no puedo salir.
¿Algún día seré feliz?
¿Podré ser libre de este martirio?
No lo sé, creo que jamás podré ser libre.
Lo único que me queda es aceptar mi destino.
Y si hay un dios en los cielos... ojalá me salve de este infierno.
Esta es mi historia.
Esta es su historia.
Yo, Kim Seungmin, soy y para siempre seré la muñequita de Seo Changbin.
Fin...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro