9. Nuevo en la escuela
Imposible. No es cierto. No puede ser verdad.
Dejé escapar un pequeño jadeo puesto que tenía en persona a Shane Matt, sí, el mismo que estaba oyendo hasta hace unos segundos en mi celular y no sé cómo se las arregló para salir de la pantalla y aparecer así; el mismo que había conocido vía Internet hace dos meses y no tenía pensado conocerlo físicamente sino hasta que se hiciera famoso (quién sabe si suceda); y el mismo que se supone debería estar en Ottawa, Canadá y no en Georgia, Estados Unidos.
Shane. Aquí. En la escuela. Es más guapo en persona. Y sí, lo que aún tiene entre su dedo índice y pulgar es mi lápiz.
—¿Te encuentras bien...? —pronunció cada palabra con cierta cautela, del mismo modo que dejaba lentamente el lápiz sobre mi pupitre.
Es tu turno de hablar, ¡di algo y por favor, no enloquezcas!
—E-eh, sí, ¿por qué lo dices? —logré reaccionar al fin arrebatándole mi lápiz para devolverlo a su lugar y, a diferencia de la lentitud de Shane, tropezándome con mis propias palabras.
—Pareciera que ves a un fantasma en lugar de mí —respondió; por el entrecejo fruncido aún continuaba un tanto extrañado (aunque igual de encantador). Bien hecho, Jill.
—¿Qué? No, no —sacudí la cabeza frenéticamente en un intento por tranquilizarme—, solo creí haberte visto en algún lado, pero olvídalo.
—Bueno...
—Oye, no quise herirte a propósito, andaba distraída y pues--
—¿Por esto? —Se señaló en donde dejó marcado el lápiz, y de sus delgados y rosados labios brotó una pequeña risa que me hizo sentir avergonzada por mi innecesaria preocupación—. Descuida, ni que fueras a matarme con tan inocente lápiz.
Solo finge reírte con la ocurrencia, ordenó mi subconsciente de inmediato.
—Ajá... —Mi risa fue más nerviosa/macabra que una normal. Ay, tierra, trágame ahora mismo.
Luego de ensanchar sus delgados labios en una amplia sonrisa por unos segundos, Shane abrió la boca para decir algo más, pero en cuanto oímos al profesor Friedman saludando a la clase, la cerró e inmediatamente volvió a su asiento para prestar atención.
Suspiré de alivio, agradecida de que haya venido el profesor; creo que no iba a seguir resistiendo un tiempo más comportándome lo más normal posible ante Shane, cuando por dentro estaba enloqueciéndome y sin asimilar del todo lo que acababa de pasar —aunque casi lo salí aflorar, diablos—. Observé el lápiz que aún seguía teniendo en mi mano, y recordé lo que me había dicho Shane hace un momento: «Descuida, ni que fueras a matarme con tan inocente lápiz». Sí, menos mal que no le había sacado punta, o me estaría lamentando por no matarlo pero sí haberle hecho daño accidentalmente, como mis uñas —que por cierto ahora están cortas— al brazo de Ophelia ayer.
Procedí a guardar tanto mi celular como los audífonos desenchufados y enrollados en el bolsillo delantero de mi short mientras seguía oyendo al profesor dirigirse a Shane e invitarlo al frente a presentarse ante todos. «Sí, ¿por qué no lo haces?», inquirí internamente con una sonrisa maliciosa por fuera. En un principio Shane rechazó, e incluso preguntó si podía hacerlo desde su pupitre, pero finalmente lo escuché soltar un pesado suspiro y musitar un «Bien» antes de encaminarse hacia donde le indicó el profesor.
Un extraño silencio inundaba el salón, y por ahí se oyó un leve tosido. A pesar del tibio recibimiento, Shane pudo decir su nombre, edad y en dónde vivía antes, aunque estando nervioso en sí y moviendo sus manos mientras hablaba. Algo que no me había dado cuenta, ahora que estaba parado, era su gran estatura. Por primera vez podía decir que alguien era tan alto como un pino de Georgia, no importa si este no era georgiano.
Además de otro detalle: había una fina diferencia entre cantar frente a una cámara sin sentirse incómodo al respecto, ya que miles de personas lo pueden ver indirectamente a través de la pantalla de sus computadoras; y hablar en vivo y en directo frente a un grupo de no menos de veinte personas quienes no se mostraban tan interesados en él.
—¿Alguna cosa que te guste hacer? ¿De repente te entusiasman las matemáticas...? —Excepto el profesor (y yo, por supuesto), quien se mostraba atento y trataba de "minimizar" el momento vergonzoso con aquella pregunta que siempre le hacía a cada alumno nuevo.
—No lo creo, prefiero más cantar y tocar la guitarra —fue su respuesta directa, y lo dijo con tanta seguridad que no me era de sorprender. Básicamente, un dato que yo ya sabía desde hace menos de dos meses.
—Interesante —es lo que siempre decía el profesor Friedman (aunque en realidad no tan emocionado) al no encontrar a alguien con las mismas aficiones de cerebritos, como si no le bastara con ser miembro y director del club de matemáticas. Dejó de apoyarse del primer pupitre de la fila izquierda y se dirigió al escritorio central—. Le voy a asignar con alguien para que al término de esta clase lo guíe por la escuela.
Intenté mostrarme como la menos interesada en hacerlo, tal vez así el profesor me escogiese para que sea su guía. Al alzar la vista, por un momento creí que esa táctica había funcionado puesto que el dedo índice del profesor aparentemente iba en mi dirección, y no pude evitar auto señalarme.
—Usted no, señorita Brooks, se lo decía al señor Martin. Aunque, ¿desea hacerlo en vez de él?
Estaba por aceptar, cuando mi estómago se encogió ante la idea de ser la guía de Shane en su primer día, y estropearla al no poder señalar con claridad tal o cual lugar, o decir tonterías como cantarle el coro de Call Me Maybe, y en vez de intercambia rnúmeros quedaría yo en total ridículo ante él, además de verme como una chica fácil. O incluso revelarle que soy "jbrocks123", eso sería demasiado precipitado. Así que negué con la cabeza acompañado de un escueto «no gracias, profesor», a lo que Caleb Martin, el chico que se sentaba detrás de mí y a quien antes se dirigía el profesor,aceptó sin lugar a dudas el recado.
Pero unos segundos después me arrepentí de haber rechazado tras oír que el profesor Friedman les haría dos pases para ambos por si llegan tarde a sus siguientes clases. Mas no dije nada.
La primera hora había terminado ya, y con eso el primer examen del curso de Álgebra que se realiza cada inicio de clases, cuyo resultado determina el nivel en que se encuentra cada estudiante. Sintiéndome consciente de no haber repasado matemáticas en las vacaciones, y producto de ello complicarme con ejercicios algebraicos aparentemente sencillos, recogí mis cosas del pupitre dispuesta a dejar la prueba con cuatro o cinco ejercicios resueltos de ocho sobre el escritorio del profesor (algo es algo). Al mismo tiempo, también se acercó Shane a dejar el suyo, y en un intento de girar sobre mi talón para retirarme nuestras miradas lograron cruzarse. Sé que había durado un instante y sé que había sido casual, pero yo lo sentí más como una pequeña eternidad... hasta que oí que Cal llamaba su nombre, y entonces fui yo quien reaccionó primero por lo que a pasos torpes salí del salón apresurada, directo hacia el baño de chicas más próximo.
Al procurar que no había nadie, corrí a encerrarme en el cubículo del fondo. Allí dentro, pude notar que seguía nerviosa, y no precisamente por la tensión de la práctica de álgebra; mi cuerpo estaba temblando ligeramente y con la sensación de bochorno, y no precisamente por el calor que hacía en estos momentos. Me puse a inhalar y exhalar repetidas veces para relajarme, pero fueron por nada, ya que mis juicios poco a poco iban nublándose... y de un momento a otro, me encontraba chillando en pleno baño, y no precisamente porque vi a un horripilante arácnido en el retrete. Chillaba porque ya no lo soportaba más. Chillaba porque era mejor hacerlo aquí que en su presencia. Chillaba y saltaba porque OH-POR-DIOS, ¡¡SHANE MATTHEWS ESTÁ EN MI ESCUELA Y ME HABLÓ!!
Me detuve abruptamente, esperando que mi gritito de niña histérica no se haya oído en todos los salones... Cielos, nunca antes había reaccionado de esa forma tras la llegada de un chico nuevo, si bien el hecho está en que yo ya conocía a ese chico por medio de Internet, pero no en persona, y por más situaciones imaginarias que creaba en mi cabeza era algo que veía lejos suceder —de cumplirse, un cero punto infinitas veces nueve por ciento de probabilidades—.
Ahora bien, esto no era ninguna fantasía, esto era real, y Shane debe de estar rondando por los pasillos junto con Cal como su guía...
Un momento, ¿y si él también oyó mi grito? ¿No creerá que alguien, por ahí, esté fangirleando por él, o sí? ...Oh no, acabo de tener un ataque de fangirl, y no sé si sea algo bueno o malo.
Tiré de la palanca del inodoro varias veces antes de salir del cubículo, ignorando a la araña que cada vez se alejaba de mí en su telaraña invisible hacia el techo, y fui de frente hacia el lavabo a refrescarme el rostro.
—¿Te sucede algo, Jillian? —A no ser que mi propio reflejo me esté hablando, me sobresalté ante la pregunta de Ophelia, pues creí que era la única en este baño. Vestía el mismo overol jean desgastado de ayer, pero en vez de la camisa a cuadros que la hacía ver como un espantapájaros, llevaba hoy un polo blanco, y con eso lucía como una artista, claro, si tuviera manchas de pintura.
—¿Hace cuánto que estás aquí? —Le respondí con otra pregunta, llevando la mano derecha húmeda sobre mi pecho del susto.
—Lo suficiente como para oír tus gritos. —Habló mientras empezaba a lavar sus alargadas manos en el grifo y humedecer de la mitad hasta las puntas onduladas de su cabello suelto—. ¿Y bien?
—Yo... Había una gigante araña encima de la tapa del váter —dije lo primero que se me ocurrió—. Sí, eso.
—¿En serio, como para que grites como una miedosa?
Asentí ante mi absurda explicación, a pesar que en verdad vi una araña, pero aquella no me causó tanto horror como el hecho de gritar como una púber de once años por su cantante favorito.
—Veamos... —Se secó las manos en su overol y dio unos pasos, pero antes de poder detenerla ella ya había entrado al cubículo—. Qué raro, aquí no hay ninguna araña.
—¿Ah, sí? De seguro se habrá ido a otro lado —alegué, finalizando con una pequeña risa nerviosa.
—...Bueno, si así lo dices.
La puerta del baño se abrió, y una chica que no conozco se dirigió hacia el cubículo más próximo. Era señal para que Ophelia se retirara, y yo sacar un trozo de papel toalla del dispensador para secarme el rostro y las manos, pero por el rabillo del ojo la vi girarse de vuelta a mí.
—¿En verdad que te encuentras bien?, porque te veo un poco alterada.
—¿Qué? No estoy alterada, estoy bien, perfectamente bien, ¿sí?
Con eso di por terminada la conversación y salí del baño, no sin antes volver a entrar para recoger mi cuaderno y mi cartuchera que por poco dejé en la zona de los lavabos. Al pasar por la puerta, Ophelia habló: —Y después a una le dicen rara...
No sé a qué vino mi alterada respuesta, pero no tenía sentido contarle sobre Shane si apenas nos conocemos dos días. Y por cierto, ¿por qué rayos se preocupó por mí, cuando ayer ella se mostró arisca conmigo?
Llegué a mi casillero, y luego de intercambiar mi cuaderno de Álgebra por otro cuaderno más un libro de Física, saqué mi celular para mandarle un mensaje de texto a Wendy.
Jill: Wends, ¿dónde estás?
Wendy: Justo entrando al salón de biología :(
W: Por cierto, ¿oíste ese grito? Qué fue con eso
«Ni idea», le escribí. Ahora mismo no podía contarle sobre mi incidente de hace un momento.
W: La profesora acaba de entrar; ¿seguimos hablando en la cafetería luego?
J: Ya, nos encontramos ahí
Tras enviar el último mensaje el timbre de la escuela sonó, y maldije en voz baja porque ahora tengo que ponerme a correr para evitar que me cierren la puerta en la cara.
Nota de autora: ¡Hey, qué tal! Al fin he podido terminar de escribir este capítulo, así que se los traigo recién salido del horno. Pero malas noticias: creo que por el momento no habrá nuevo capítulo, ya que estaré alejada de las redes sociales (o mi computadora más que nada) porque debo enfocarme más en mis estudios :/
Antes de despedirme, les dejo a Ophelia Owen en multimedia (diablos, había olvidado presentar al reparto, así que poco a poco iré subiendo a cada uno en los capítulos anteriores). Y un dato curioso, ¿sabían que este capítulo pasó por varios títulos? Cuando tenía ideas o bocetos de la historia, se me ocurrió "Actúa cool" como un título para un capítulo cualquiera, más adelante cuando me puse a escribir en serio lo titulé "El arte de actuar normal", para luego cambiar a "Actuar normal", "Ayuda, hay un canadiense en el salón", "Externamente normal, internamente nerviosa" hasta finalmente decidirme por este.
Bueno, espero que hayan disfrutado de la lectura y ¡espero volver a verlos pronto! *guiño, guiño*
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro