Recuerdo aquella noche, la noche en la que mi padre murió. Había una ventisca, las gotas de lluvia golpeaban con brusquedad el cristal de la ventana, la luz de la habitación era tenue y quedaba perfectamente con la situación.
El señor Choi, el mejor amigo y secretario de mi papá, estaba junto a mi mientras nos despediamos con tristeza, la forma en cómo tomó mi mano y hablaba a duras penas marcó como un tatuaje en mi memoria jamás olvidaría lo que me dijo.

—Cuida bien de K8, será quien te acompañe todo el tiempo.

—Te lo prometo, padre.

Y esas fueron sus últimas palabras, incluso en su último momento, él solo pensaba en aquel robot que me había regalado días atrás en mi cumpleaños número 20, todo en él era perfección pura, no esperaba más, era una máquina diseñada para ser así.

Cuatro años después del fallecimiento de mi amado padre, rompí mi promesa, el robot, quien se había convertido en mi mejor y único amigo verdadero, quedó hecho trizas luego de un accidente automovilístico, sin embargo, no fue lo único que perdí; mi carrera, mi vida, mi pasión, todo me fue arrebatado cuando desperté en un hospital una semana después del accidente con la desgracia de que mi vista había desaparecido, la oscuridad abundó en mi, todo mi mundo cambió por completo y la única persona objeto que podía consolarme se había convertido en chatarra.