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☾︎ 19 ☾︎

Veía como pasaban las enfermeras de un lugar a otro, el silencio del lugar era interrumpido por el golpeteo del pie de Lin contra el piso, noté fácilmente que se encontraba muy nerviosa, estaba sentada en un banco con el señor Choi a su lado izquierdo y conmigo del derecho.

Bajé mi vista a sus manos, las tenía entrelazadas mientras ejercía fuerza con los dedos, quería tomarla de la mano para tranquilizarla y estaría a punto de hacerlo de no ser por la voz del doctor encargado.

—Oh Lin Ah, que gusto verte —sonrió ampliamente, él era joven, quizá unos 28 años, muy atractivo en realidad y esa sonrisa que le regaló y su tono de voz me decían solo una cosa, quería coquetear con ella, a fin de cuentas yo también era un hombre sabía los trucos que usábamos para atraer a las chicas. —¿Cómo estás?

—Buenos días doctor Lee, estoy muy emocionada por la noticia —ella también estaba sonriendo pero sabía que no era por el doctor presente sino porque volvería a ver, mi corazón se sintió cálido.

—Entonces no esperemos más, pasemos a mi consultorio para revisarte una última vez y explicarles los detalles.

Caminamos detrás de él hasta llegar a su lugar de trabajo, abrió la puerta y dejó pasar a Lin, detrás de ella el señor Choi y cuando yo iba a cruzar me impidió el paso.

—Lo siento amigo, solo un acompañante por paciente —dijo con tono de burla, algo me decía que no lo iba a soportar así que opté por no provocar problemas y aceptar su petición.

Vi como entró en la sala y cerró la puerta, chasquee la lengua y me dirigí nuevamente a la sala de espera, era solitario ahí, no había absolutamente nadie así que aproveché para tomar algo de la máquina expendedora, y se preguntarán, ¿cómo quiero sacar algo de ahí si lo único que hay en mi bolsillo es polvo? Verán, cuando uno es pobre se las tiene que ingeniar para sobrevivir.

Caminé hasta ahí, miré a todos lados para asegurarme de que nadie me veía y al estar completamente seguro saqué mi teléfono, en el tenía una aplicación que aumentaba las ondas electromagnéticas que generaba la batería, cortesía de mi buen amigo Kim Namjoon de cuando éramos jóvenes.

Inicié la aplicación y acerqué el móvil al panel de la máquina, teclee el código de un paquete de galletas y como si nada salieron, haberme hecho amigo de un científico fue una de las mejores cosas que me pudo haber pasado.
Volví a sentarme en el mismo lugar mientras ingería mi comida gratis y veía algunas publicaciones en mis redes sociales.

30 minutos más tarde, visualicé al señor Choi parecía nervioso mientras se acercaba a mí, me levanté y caminé hacia él.

—Señor Choi, ¿Qué pasa? —pregunté preocupado al ver su expresión.

—La señorita Lin está furiosa, ayúdame a sacarla de ahí de lo contrario va a destruir el consultorio y le tendrán que poner un tranquilizante.

—Pero...¿Qué fue lo que pasó? Estaba muy alegre antes de entrar.

Algo había pasado, no sabía que era pero si Lin quería romper todo lo que había en ese lugar seguramente no sería nada bueno.
Entré rápidamente, el doctor estaba en un rincón cubriéndose la cabeza muy asustado con una enfermera a su lado mientras Lin gritaba y lloraba al mismo tiempo que tomaba la decoración de la sala y las arrojaba a la pared.

—¡¿Por qué carajos me ilusionaste antes de asegurarte que firmaran?! ¡¿Sabes lo difícil que es vivir de esta manera?! ¡Debiste esperar a que firmaran primero y luego venir conmigo a decírmelo!

—Lin Ah, tranquilízate —la tomé de las manos, su rostro estaba rojo de la furia, sus mejillas empapadas, me partió el corazón verla así. —Por favor, tienes que tranquilizarte.

—K8... —su voz comenzó a perder firmeza y tembló, sin decir más me abrazó y continuó llorando, correspondí su abrazo, acaricié su cabello y le di un suave beso en la cabeza, sentí solo como se apretó más a mí. —Llévame a casa.

Dentro del consultorio me encontraba aún más nerviosa y ansiosa de lo que estaba en la sala de espera, el doctor directamente me indicó que debía sentarme sobre la camilla, se acercó a mí, me dio un ligero escalofrío al sentir sus fríos dedos contra mis párpados sin previo aviso.

—Bien, veamos que tenemos aquí —dijo con un tono susurrante pero aún audible, no sabía lo que hacía, solo podía sentir como abría mis párpados para dejar expuestos mis globos oculares. —¿Haz tenido irritaciones, sensación se ardor o que lagrimeas de la nada? —preguntó.

Claro que había lagrimeado muchas veces, pero no de la nada, siempre hubo una razón y esa era mis lloriqueos de debilidad que tenía.

—Nada fuera de lo normal —fui neutral.

—Bien, entonces te daré algunas indicaciones —se alejó de mí, escuché el sonido de una silla siendo removida así que supuse que había tomado asiento en su escritorio. —Haremos la operación hoy mismo para no perder más tiempo, algunos enfermeros ya están preparando el quirófano y otra enfermera está con los familiares del donador para que firmen la autorización.

—¿Qué? ¿No la han firmado? —un dolor en el estómago me atacó, tenía un mal presentimiento.

—En eso está la enfermera, pero no te preocupes, la familia ya autorizó la donación de todos los demás órganos solo falta la que necesitamos para ti.

La puerta fue abierta y una voz preocupante habló.

—Doctor Lee, ¿podría venir un momento?

—Claro enfermera Jo.

Ambos salieron del consultorio, tenía miedo, nervios, mis manos sudaban, sentí una sensación de no poder respirar e incluso me sentía mareada.
El médico tardó una eternidad en volver o por lo menos así lo creí.

—Tengo una mala noticia —su tono no me daba nada de tranquilidad. —Acabo de hablar con los familiares del donante y resultó ser que no quieren donar las córneas.

—¿Qué? —dije en un hilo de voz.

—Firmaron todas las autorizaciones menos esta, dijeron que jamás le entregarían las córneas de su hijo a alguien como usted —añadió la enfermera —No sé como pero de alguna forma se enteraron que usted sería quien recibiría la operación y se negaron rotundamente a firmar la autorización —esa mujer hablaba sin una pizca de empatía, como si tratara de lanzarme mil dagas imaginarias.

—Debe ser una broma —el señor Choi se quejó, yo no lograba formular palabra, las lágrimas me amenazaban con salir.

—Lo siento mucho, pero tendremos que esperar a que haya un nuevo donador.

—¿Lo siente? ¿De verdad lo siente? —por fin pude hablar, la ira me consumió, la tristeza se apoderó de mi corazón nuevamente, otra vez había caído en aquel agujero oscuro del que cada vez me era más difícil salir. —¡Entonces debió haber hecho su trabajo bien y hacer que esas personas firmaran antes que nada! -bajé de la camilla con brusquedad y patee el pequeño banco que había para ayudar a alcanzarla.

—No podemos obligar a nadie.

—Señor Choi, vaya por K8 —sabía lo fuerte que podía llegar a ser mi temperamento y el único que podría calmarme era K8, así que lo necesitaba lo más pronto posible junto a mí de lo contrario habría consecuencias graves.

—Señorita Oh, no se ponga histérica. —La enfermera habló con el mismo tono agresivo y sin importancia. —Le aseguro que pronto habrá otro donante y es difícil, lo sé, pero ahora lo que menos necesitamos es a alguien como usted... —escuché que susurró algo entre dientes. —Ciega y encima loca.

—¡Tú cállate que estoy hablando con el dueño del circo no con sus animales!

Como pude me acerqué al escritorio, encontré un jarrón con flores, las pude sentir, lo tomé y lo arrojé a donde se me diera la gana, en mi interior sabía que esa no era la manera correcta de reaccionar, pero toda mi cordura estaba nublada.

—¿Por qué carajos me ilusionaste antes de asegurarte que firmaran?! ¡¿Sabes lo difícil que es vivir de esta manera?! ¡Debiste esperar a que firmaran primero y luego venir conmigo a decírmelo! —seguía arrojando cosas sin importarme que eran.

—Lin Ah, tranquilízate —el contacto de las manos de K8 al sujetar las mías me erizó la piel, sentí una necesidad enorme de abrazarlo, de sentirme protegida entre sus brazos de metal, de sentir que a alguien realmente le importaba, tanto como para atreverse a ponerse delante de mí mientras destruyo un consultorio médico. —Por favor, tienes que tranquilizarte —en ese momento me habló con tanta dulzura que no lo resistí más, me derrumbé nuevamente ante él, lo abracé como si no hubiera un mañana, como si mi vida dependiera de ello.

—K8... —me aferré a su camisa, mis manos dolían de lo fuerte que lo sujetaba, mis lágrimas salían una tras otra empapando por completo su pecho, todo mi ser era abarcado por emociones negativas y seguir en ese lugar solo me hacía mal, quería salir cuanto antes. -Llévame a casa.

Sigan leyendo que se va a poner buena la cosa 👀

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