Duda
Aidan paró de comerse su hasta ahora cuidada uña, cuando sintió el líquido viscoso de sabor metálico en su boca. Lo que le faltaba. Suspiró y apenas una pizca de preocupación que tenía salió de él.
-¿Ocurre algo?- el conductor del taxi que había tomado al salir de la empresa parecía preocupado por su ataque de ansiedad.
Él asintió suavemente
-Estoy bien gracias, solo un poco estresado- aquel hombre debía ser un beta, equilibrado y respetuoso.
Se recostó en el asiento y cerró los ojos esperando llegar a su casa lo antes posible. Había apagado el celular así que cualquiera que lo llamara de seguro se preocuparía, después de todo él era una persona acostumbrada a responder incluso en la madrugada. Ahora no le importaba, los hechos recientes aún estaban en su mente y la reacción de su cuerpo a la cercanía íntima que había tenido con el presidente todavía hacía palpitar su nuca. Y más preocupante, su ano, este palpitaba de forma incómoda.
Lo que más le indignaba era su respuesta física. Había estado con Hans desde hacía tiempo y podía jurara que por un momento se había sentido más pleno que en todos los momentos con su novio. Iba a volver a morderse la uña, pero recapacitó al sentir el dolor constante.
-Que desperdicio- dijo admirando de dedo mordido.
Cerró la puerta de su casa y lo primero que hizo fue buscar el frasco de pastillas. Estaba vacío, su madre no había llegado por lo que no había llenado. La llama de la duda ahora picaba en él.
Dominic le había preguntado si tomaba pastillas. Lo que él no sabía qué tipo de pastillas eran. Se la habían recetado y las tomaba desde niño, pero a la hora de la verdad, ni el nombre era de su conocimiento.
Golpeó el suelo repetidamente con la punta del tacón. No una, ni dos, las cosas parecían extrañas. Necesitaba tener respuestas. No sacaría conclusiones apresuradas, eso solo llevaba a malentendidos y eso era lo que menos quería. Preguntaría directamente y después investigaría por sus medios. Tal vez todo estaba en su cabeza, tal vez no.
La puerta de la casa se abrió y la madre entró cargada de bolsas y su típico rostro de obstinación.
-Oh Aidan. Es raro verte tan temprano, no tenías trabajo hoy-
Aidan no se inmutó con sus palabras, estaba molesto, si había algo que no le gustaba era que la tomaran por estúpido.
-Madre- entrecerró los ojos -¿Qué son esas pastillas que tomo?- la esperaba sentado en el sofá con los pies cruzados y el ceño fruncido.
-¿A qué viene eso? Acabo de llegar y estoy cansada-
-Respóndeme- el joven utilizo un tono tan serio que su madre lo miró anonadada.
-¿Qué es ese tono? no le hables así a tu madre-
-Entonces habla- intentó otro método más directo -¿Son supresores?-
Vio a la mujer poner rostro de asombro
-¿De donde has sacado esa blasfemia? ¿Por qué te daría supresores? eres un beta, no lo necesitas-
-¿En serio soy una beta, mamá, o es lo que querías que fuera?-
-Eres un beta, salió en tus exámenes, si quieres te los busco-
Su madre tenía razón. En los exámenes estaba escrito una enorme B de beta, pero con todo y eso había algo que no cuadraba y con su madre no lo iba a averiguar.
Cerró los ojos y recapacitó. Tendría que hacerlo por sus medios. Ir al hospital de la zona no era alternativa, su madre había trabajado allí durante años y en cuanto tocara el suelo del lobby la estarían llamando, por lo que una prueba de sangre no llegaría a sus manos.
-Está bien disculpa- fingió arrepentimiento -Es que en estos días me he sentido mal, deben ser locuras hormonales-
-Mi hijo- su madre parecía volver a respirar -Fatídico el día de ese accidente donde te golpeaste el vientre bajo- No te preocupes, Hans estará a tu lado. Eres un beta hermoso y decente, no encontrará nada mejor que tú-
Pero él quería encontrar algo mejor que él. No le habían dado la oportunidad de buscar y encontrar al amor de su vida. Lo habían comprometido con el desde muy joven y le habían llenado la cabeza de que eran la pareja perfecta. Años después uno se da cuenta que los cuentos de hadas son pura fantasía.
-¿Tienes más pastillas? Las que tenía se me acabaron y no pude tomarme la de ayer-
-Por supuesto- buscó en su bolso, ahí había de todo, y sacó un frasco nuevo por supuesto, sin etiqueta.
Aidan lo agarró y fingiendo una sonrisa caminó hacia su cuarto.
-Ya que estas aquí, qué quieres comer de almuerzo-
-Nada- gritó desde la escalera, no tengo hambre su voz se fue apagando inspeccionando las pastillas.
En su habitación giraba la pequeña pieza blanca entre sus dedos. Es verdad que sería más fácil si solo se quedara como estaba, tomar la pastilla podía dejarlo todo igual. No tomarla podía cambiar todo.
Miró el celular arriba de la cama y vaciló. Solo había una persona que podía ayudarlo en eso muy a su pesar. Ya era hora que sus malestares constantes, la sensibilidad a las feromonas de los alfas y las insinuaciones de su presidente tuvieran respuesta, sino, no sería capaz de dormir.
Agarró el celular y marcó el número que encontró en la tarjeta de presentación en su monedero. Espero que la voz masculina más atractiva que hubiera oído respondiera.
-Diga- respondió después de dos timbres.
-Presidente Dominic- pudo escuchar su respiración acelerarse del otro lado.
-De todas las personas no pensé que serías tú el que me llamara, no después que huiste esta mañana-
A Aidan le palpitó el pecho recordando los sucesos. Qué demonios le ocurría a su cuerpo que se calentaba de la nada con solo escucharlo.
-Presidente- él se quedó callado al escuchar su tono -Usted dice que yo soy su omega, que soy su pareja destinada. Si ese es el caso, necesito su ayuda-
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