Tres meses antes
–¡Oh mami, que maravillosa ciudad!—La niña pequeña detrás de mi asiento en el avión con destino Florida expresaba la misma emoción que sentía con sus palabras. Para ambas era nuestra primera vez en este país, sin embargo teníamos algo distinto: ella se quedaría yo no. Justo a la hora del hermoso amanecer sobrevolavamos el cielo americano con su amplia gama de colores colores cálidos junto al maravilloso azul.
Giro mi vista hacia mi ventana, no se distinguían las personas en la tierra pero el paisaje era increíble, el color del mar junto a los frondosos bosques y más lejos, se veía una gran ciudad, estaba extasiada de llegar, pues en este viaje decidiría mi vida.
Horas después aterrizamos, no me puedo mentir diciendo que todo el aeropuerto fue color de rosas, los que han viajado me entenderán. Era mucho el papeleo, las revisiones. Lo entiendo; Estados Unidos es un país donde la droga y las armas ilegales se mueve mucho más que en mi pequeño país.
Pido a la muchacha que me atendiende un taxi, el tiempo para mí es oro. No demoró ni cinco minutos en llegar, creo que ya estaba aquí. Fui directo hasta el consulado de mi país.
Me bajo del taxi, no sin antes pagarle al señor que ha hecho mi camino, ameno. Veo como se aleja de mí mientras tomo respiraciones profundas. Lista, me animo para comenzar a dar mis primeros pasos hacia mi futuro.
Muchos dirán ¿Por qué tanto melodrama? Ellos no saben lo difícil que es, ser aceptado, más en un país extranjero siendo emigrante.
Entro al consulado, giro mi cabeza mirando hacia todos lados, el lugar es enorme y tratar de buscar a la secretaria es como una aguja en un pajar. Después de minutos que me parecieron horas de intensa búsqueda la veo, en un pequeño buró a la derecha de las grandes paredes color piel.
–Buenos días señorita...—Bajo la vista hacia su blusa, su nombre... ¿A quién se le ocurrió ese nombre? La miro y prosigo en inglés.—Señorita Kiomyian—Con suerte no lo volveré a decir. ¿Qué manera de enredarse mi lengua?—Soy Delis Díaz, estaba citada para el día de hoy.
–Espere...—Toma unos papeles y comienza a revisarlos—Delis... me dijo.
–Si —Mi corazón empieza a bombear sangre más rápido de lo normal. La adrenalida se apodera de mi cuerpo, estoy aterrada.
–Necesito que firme aquí.—¿Cómo?
–Claro con gusto. Me podría decir si fue aceptada mi petición.—Siento que me espera un infarto al miocardio.
–Ahh, disculpe se me olvido decirle. ¡Felicidades!—Exclamó—Ha sido aceptada su visa de trabajo, su conducta es honorable y sus notas, excelentes. Es una de las pocas aceptadas, debería estar orgullosa.—Lo logré.
–¡Si!—Doy un pequeño brinquito y le firmo a Kio... bueno, como se llame. Me ha dado la mejor noticia.
–Estos son los papeles a entregar en su país. La próxima vez que toque territorio americano, usted es legalmente una trabajadora de este país.
Minutos después estaba bailando en medio de la calle esperando el taxi que me mandó a pedir la secretaria de apellido inrecordable. No puedo parar de bailar, lo he logrado. Aquí comienza mi aventura.
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