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Capitulo 7 Puedo confiar...

Rush se fue, recogí la cocina y todos los utensilios de limpieza, las bolsas poniéndola en la encimera y fui a darme un baño.

El baño es pequeño pero es más grande que el de mi casa, tiene una ducha de cristales, dos mesetas en forma de escalera, un espejo inmenso de color blanco y negro en sus bordes.
¡Joder! Aún no había puesto mis cosas en el baño, no tenía con que bañarme ¿Qué cabeza la mía? Tomé presatado el gel de mi compañera, después se lo diría.

Salgo del baño y me visto con mi pulóver súper ancho. En el transcurso del baño al cuarto me sequé porque el baño está entre los cuartos solo separado por una puerta para cada lado.

Salí directo hacia la cocina. ¿Qué encontraría en esas bolsas? Soy realmente buena cocinando pero aún más buena comiendo. Abro las bolsas encuentro jamón, pan, queso, vegetales, refresco de cola, cerveza leche, huevos ; bueno con esto abastecía la cocina de casi todo. Como la glotona que soy, comienzo a picar un poco de queso.

–Uy ratoncita, empezaste sin mí.—Casi me atraganto. Tiene que dejar de entrar en mi casa en silencio, no pude saborear el queso me lo tragué del susto.

–Oye, aún no empezaba solo estaba probando. Tengo hambre demorabas mucho.—Digo levantando el tono de mi voz poniendo las cosas en su lugar.–Rush ¿Sabes dónde está Jess? Quería que comiera con nosotros.

–Ella no pasa mucho tiempo en casa. No sé porqué alquila la casa. Siempre tiene problemas con la familia o buscando a alguien con quién pasar un rato.—Su cara muestra tantas cosas enojo, tristeza y admiración. Hay gato encerrado.

–Rush entonces solo comeremos sándwich de jamón y queso y, coca cola para mí, no me gusta mucho la cerveza. ¿Tú quieres cerveza?—pregunte.

–¿En serio? La cerveza es refrescante. Cerveza, por favor.—Dice mientras va directo a la sala.

–Puede ser. ¿A dónde vas? Ven a ayudarme para terminar más rápido.—Lo llamo cuando casi estaba sentado en el sofá.

–Uy ratoncita—Viene riéndose, el apodo no me disgusta pero no es mi animal favorito.

—Rush si no quieres que te odie deja de llamarme ratón, ese animal no me gusta para nada.—Giro cortando el jamón y queso con el cuchillo, en pequeñas lascas.

–Mejor te llamo conejita, aunque no creo que me muerdas pero sí que me dejes sin comer.—Llega a mi lado y le doy un golpe.

–¡Idiota!—Lo veo sobarse el brazo, ¿Qué artista? Ni siquiera le di fuerte.

Pasamos la tarde jodiendo y viendo televisión. No recuerdo ¿cómo? o ¿cuándo? Pero en algún momento me quede dormida despertándome un agradable olor a comida, ¿Comida no? Lasaña, soy adicta a todo lo que tenga queso.

–¿Rush? ¿Eres tú el que cocina? —Pregunto porque no lo veo a mi lado. Así que me paro asustada, no puede ser que estoy alucinando por el hambre, ¿Quién está en la cocina? Tomo lo primero que tengo cerca y es un pequeño cenicero, de algo servirá.

Camino silenciosamente por la pared de la sala que lleva hacia la cocina, desde donde estaba no podía ver a nadie. Sigo sin hacer ruido o eso creo hasta que choco con una lámpara de pie, ¡Joder! A los segundos no aparece nadie, esto está raro. Llego donde termina la pared tomando mi coraje salgo de mi escondite con mi arma a tacar al intruso.

–Delisss.....—No me lo creo.

–Lo siento, lo siento es que pregunte y nadie me contesto. —Ahí está Jess quitándose los audífonos, riéndose a carcajadas.

–Me hubieras dicho que eras peligrosa, antes de firmar el contrato.—¿Cómo?

–¿Qué?—Se vuelve a reír nuevamente.

–Chica que me hubieras dicho que tenías complejo de guardaespaldas. ¿Qué convertías un simple ceniceros en un arma? Para estar preparada.—Estoy súper apenada.

–Oh cuánto lo siento—Digo mientras pongo el cenicero sobre la meseta, me tiemblan tanto las manos que tengo miedo de que se me caiga.

–No, seas boba.—Viene donde estoy, me abraza.—Se lo que se siente que tengas miedo a salir, o a pensar que alguien te sigue.

No me centro mucho en sus palabras porque estoy súper nerviosa, gracias a dios me di cuenta que era ella, ¿Qué haría con una Jess cuando me acabo de mudar? Ella me saca de mis pensamientos levantándome la cabeza.

–Dejémoslo ahí esas cosas pasan, ahora dime ¿tienes hambres?—Me río.

–Siempre, ¿en serio? No te rías, eso nunca es mentira, siempre tengo hambre, si algún día me vez triste y me hablas de queso soy feliz.—Se lo digo muy seria.

–Eres tan simple me gusta. Bueno lo que cociné hoy te gustará, es mi regalo de bienvenida.—Dice.

–Jess, ¿qué es lo que huele tan rico?—Por dentro rezo porque sea lasaña.

–Cocino lazaña, te va a gustar. Lo hará. Lo malo es que me pedirás cocinar otras cosas y hasta ahí llega mi menú o sea, es lo único que se cocinar y que se pueda comer.—Tiene una cara seria.

–No te preocupes, sé cocinar así que me dejas la cocina a mí, pero cuando tengo hambre me como cualquier cosa.—La sinceridad es el primer paso para una convivencia satisfactoria.

–Me gusta que seas tan transparente.—Tiene cara triste ¿Qué le pasa a Jess? No es bueno.—Los platos están en la gaveta derecha al lado del horno.

–Lo sé, disculpa si te molesta pero hoy registre y limpie la casa.—Su cara cambia de semblante, ahora está alegre.

–Me di cuenta. Sí antes la casa era bonita ahora se siente como un hogar. Todo listo, siéntate en la isleta que te voy a presentar mi lasaña boloñesa.–Coloca dos platos sobre la mesa, uno delante de mí y otro frente al otro asiento donde ella se sentará. Saca dos cervezas.

–No te pondrías brava si pido refresco. No me gusta la cerveza.—Digo. Hace una oh con la boca y trae lo que le dije.

–Me gusta que no te guste así yo no tengo que fingir que también me gusta.—No aguanto más, a ella le pasa algo porque desvía la mirada al decir esas palabras ¿Dónde está mi segura compañera de cuarto?

–Mírame, Jess—Cuando sus ojos están fijos en mi—Siempre seré sincera contigo y pido lo mismo de ti. Quiero que seas tú, solamente tú cuando estemos juntas o fuera de esta casa. Que nadie nunca te arrebate tu forma de ser, te guste lo que te guste aunque sea helado con rositas de maíz ¿Qué sería muy extraño?—Digo y pienso en ello.Seria asqueroso.—Te quería así porque espero de ti tu confianza como yo te daré la mía ahorita. Estoy sola en este país y quisiera tener alguien en donde sostenerme y espero que seas tú, que me diste la idea y la fuerza de que este era el mejor lugar.

–Gracias.—Necesitaba un jalón de orejas.

–Solo eso—Digo riéndome.

–Vamos a comer.—Por fin dijo algo sabio. Miro mi lazaña, gracias a dios que existe el queso. Tomo mis cubiertos y pruebo pensando en lo que ella me dijo. Está más que comible.

–¡Joder!.—Me quedo saboreando la comida.

–¿Qué pasa no te gusta?—¿Qué si no me gusta? Creo que morí y he vuelto a renacer.

–Dios, deberías abrir un restaurante aunque lo único que sirvieras sea esto.—Lo digo en serio, como dice mi madre: Con la comida no se juega.

–Gracias, ya sé que no me moriré de hambre.—Fue lo último que dijimos antes de devorar la cena.

Comimos, fregué los platos quería dormir pero Jess quería ver una peli. No quise dejarla solita así que me senté, le explique que yo buscaría trabajo mañana que no estaría mucho tiempo en casa. El timbre sonó, de verdad, eran ya pasadas las diez, estoy malhumorada y con sueño. Esa mierda de pito sonando a esta hora. Miro a Jess, tenía como un poco de miedo y le pregunto con señas ¿Quién puede ser?

–No sé, voy a abrir.—Ella se levanta y camina hacia la puerta y yo como siempre, buscando algo con que defendernos.

–Hola, Deli no se ha acostado todavía, ¿verdad?—No me lo creo, es Rush

–Estaba en proceso de eso.—Oigo que le contesta Jess desde el sofá. Ni crea que me levantaré.

–¡En serio!, qué bueno que he llegado a tiempo, ¡Deli!...—Me grita Rush.

–Rush, te estoy escuchando y no iba a dormir sino a buscar trabajo por Internet mientras Jess ve su peli.—¿Por qué será tan escandaloso?

–Como hoy duermo contigo, manos a la obra.—dijo.

–¿Qué?—Mi expresión debe manifestar mi controversia.

–Sí, como oíste.—Y me afirma el muy hijo de su madre.

–Estás bien loco pero si me sirves para buscar trabajo me pensaré si duermes o no en el sofá.—Es así dar para recibir.

–Pero...—No lo dejo hablar.

–Rush en el sofá o no duermes aquí.—Soy una hija de...El asiente con la cabeza y comenzamos a buscar la información después de una hora en donde tengo varios empleos en mi agenda. Rush cambia el tema.

–Dime Deli no te cansas de pensar, es decir, no tienes deseos de hacer una locura.—No soy de hacerlas pero las he hecho, si recuerdo pegarle un chicle en el pelo a la chica del salón que me caía mal, o besar a un chico cualquiera en una discoteca por estar jugando a verdad o desafío.

–¿Sabes?, ahorita no.Debo concentrarme en mi nueva vida.

–Pongámonos a esto, entonces, aburrida.—Le saco la lengua y comienzo a explicarle.

–Tenemos quince empresas cerca de esta zona, algunas más chiquitas que otras pero puedo intentar, ¿verdad?—Espero que me de esperanza.

–Tienes currículo, eso es lo primero que debes tener.—pregunta.

–Si tengo. El miedo de que no me lo acepten está latente, quiero decir todos los trabajos en los que he tenido fueron en mi país.—Ciertamente he trabajado pero bueno como aún no he sacado el título en este país.

–Despreocúpate que vas a ir conmigo.

–¡Y tu trabajo!

–No te preocupes. Soy mi propio jefe.—Se me había olvidado eso.

–Gracias—Es una alegría tener a alguien con quién contar.

–Ya hemos terminado este asunto, ahora cuéntame: ¿cómo coño todavía eres virgen?

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