Capítulo 41
☆☆DECIDICADO A NAYA1013 Y FÁTIMA☆☆
Los días transcurrían lentos y aburridos para Nayet. A pesar de encontrarse rodeada de sus amigos y familia, nada podía ocupar el vacío que le había dejado Kendal.
Estando a solas en mitad de la noche, sus ojos se cerraban volviendo a recodarlo, sus manos rozaban sus labios reviviendo esos apetecibles besos hasta que de pronto la pesadilla de Camilo volvía a interponerse. De nuevo su miedo regresaba cambiándola de nuevo. En segundos ese temor que ya creía abandonado volvía de nuevo a estar presente recorriendo cada fibra de su cuerpo.
Sus ojos brillaban del agua que intentaba sostener para no mostrarse débil y poder salir adelante dejando atrás lo vivido con Camilo. Tenía que ser fuerte, aun así se hallaba tan asustada como descaminada.
Pasados quince días, Nayet recibió el alta médica, a pesar de tener las heridas superficiales casi curadas, las interiores empezaban a cicatrizarse. En su mente permanecía esos días negros en compañía de Camilo. Antes de marcharse Harvey le entregó una nota. Nayet la guardó en su bolso preguntándole por Kendal. Estaba tan angustiada y desesperada por tener alguna noticia de él.
―Nayet lee esa nota―Logró pronunciar Harvey mientras se marchaba a toda prisa para atender un caso de urgencia.
Nayet continuó su camino en compañía de sus padres hasta su casa. Allí en su hogar, su madre y padre le dedicaban todas las atenciones posibles para que se encontrara a gusto. Deseaban que su hija pudiera olvidar esos meses que pasó al lado de Camilo y todo el daño que le causó.
Tumbada en su habitación resbalándose unas pequeñas gotas por sus mejillas conmemorando todo lo que sufrió en manos de Camilo. Y ahora cuando más necesitaba a Kendal, volvió a Estados Unidos. Qué injusta era la vida, cuando por fin había encontrado el amor, el amparo y consuelo en un hombre, en especial en Kendal, el destino arremete contra ellos volviéndolos a separar.
―Hija cómo te encuentras.―Le pregunta su padre sentándose a su lado mirándola con ternura.
―Qué decirte papá, ahora mismo deseo estar tranquila, y tratar de olvidar esta etapa que vivido en compañía de Camilo.
―Nayet, sabes que tienes que declarar. Camilo está detenido, sin embargo si no actuamos lo más pronto posible, podría salir en libertad.
―Jamás, por supuesto que voy a declarar y lo voy a denunciar, por su culpa perdí a mi bebé, me violó papá...me lastimó para el resto de mi vida...―Los ojos de Nayet volvieron a soltar en forma de lágrima toda la pena que llevaba por dentro almacenada, enterrando su cabeza en el hombre de padre se deshacía de ella sintiéndose tan débil.
Adolfo percibía dentro de su pecho una ira y tristeza de tener que presenciar todo el sufrimiento que está llevando su hija sola.
―Así me gusta mi pequeña que seas fuere y valiente, mañana iremos a la comisaría y pondrás la denuncia. Ese miserable va a pasar una larga temporada a la sombra.
―Pero papá, él estará encerrado, y yo...pasará tiempo y me recompondré pero quien me va borrar de mi cuerpo ese daño que me hizo.
―Hija mía, ojalá pudiera colgarlo de las pelotas a todos los delincuentes que le hacen eso a las mujeres, pero tan solo cumplo con mi trabajo. Y ahora voy a intentar que ese hijo de su madre no salga de entre cuatro paredes, que se pudra en la cárcel.
―Gracias papá, por favor no me dejes sola.
―No lo estás hija mía, nunca te voy a dejar sola y todo lo que te pase debes decírnoslo. Agradece que Kendal te defendiera, por cierto Nayet, ¿Qué hay entre tú y Kendal?
―Papá...yo....―Nayet se secó sus lágrimas e intentó tranquilizarse antes de contarle la verdad a su padre.
―Papá Kendal es mi ex marido.
―¿¿Qué dices??
―Qué me casé con él estando en Houston, tan solo para hacerle un favor, pero he acabado enamorándome de él.
―Por los clavos de cristo Nayet, no me digas que eso es verdad―Pronunció su madre que había llegado con una bandeja con comida.
―Marisa, siéntate y espera que voy a por el bote de alcohol antes que te desmayes.
―Mamá no dramatices, por favor. Sí, puede sonar a locura, en ese momento no pensé, tan solo me dejé llevar por mis sentimientos.
―Nayet hija, entiendo que lo harías por buena voluntad, pero acaso pensaste en las consecuencias.
―Papá con Kendal nada fue malo. Todo lo contrario, me trató bien, me hizo feliz.
―¿Y por qué te fuiste a vivir con Camilo?―Preguntaba Marisa con pañuelo en mano.
―Kendal me dejó ir, porque... (A ver qué pretexto le doy) Porque me tenía que volver a España y...discutimos porque yo quería que si viera y él no quiso. Y para vengarme pues me marche con Camilo.
―Ay Dios mío, perdónala porque no sabe lo que hace.
―Marisa por favor no exageres tanto, además yo he visto a ese hombre, y...Nayet hija, si de verdad lo amas, cuando acabe todo esto podrás irte con él. Ni yo ni tú madre te impediremos que no estés con el hombre que quieres. Aunque me entre ganas de partirle los dientes como padre tuyo que soy, debo admitir que ese hombre te quiere. Solo hay que ver la manera como te ha defendido. Y uno no es tonto.
―Papá, mamá gracias por comprenderlo y estoy tan agradecida de que me apoyéis.
―Ahora descansa mañana nos espera un día largo. ―Adolfo besó la frente de su hija y se marchó.
―Nayet hija, a veces no os entiendo a ti y tú hermana. Pero me alegro que tengáis hombres que os quieran y valoren.
―Mamá, si conocieras a Kendal, te caería muy bien.
―Con lo que ha hecho, ha demostrado que te quiere y ya tiene mi aprobación.
Madre e hija se dieron un fuerte abrazo llorando de la emoción. Nayet agradecía poder sentir de nuevo el arropo de su familia, y se sentía muy feliz después de hablar con sus padres y tener su aprobación. Ahora quedaba volver a encontrar a Kendal con la esperanza que no se haya olvidado de ella.
Al día siguiente en compañía de su padre, Nayet fue a la comisaría a poner la denuncia en contra de Camilo. Durante horas declaró los hechos, fue un momento muy difícil y angustioso tener que recordar lo que le hizo. Tras declarar, y poner la denuncia salió de aquel lugar despidiéndose de su padre. Tan solo quedaba esperar el juicio.
Tomándose un café en una terraza recibió la llamada de Gael. Algo confusa Nayet atendió la llamada.
― Nayet, cielo dónde estás.
―Tomándome un café en una terraza de la avenida.
―Perfecto voy para allá.
Al rato llegó Gael con su sonrisa de pícaro y ese brillo en su mirada esperanzado con poder hablar con Nayet y que las cosas vuelvan a ser como antes. Tras sentarse y pedirse otro café, ambos hablaron de todo lo referente a Camilo y cuando será el juicio. En realidad Gael no quería hablar precisamente de Camilo, si no de ellos y exponerle sus sentimientos. Acariciando su mano muy despacio, mirándola con ternura Gael empezó hablándole de sus sentimientos. Nayet iba a responderle, pero la presencia de su hermana hizo que se callase de golpe.
Como siempre Gina interpretando su papel, tomó asiento entre su hermana y Gael mirando a ésta con rencor.
Nayet se dispuso a irse, Gina amablemente le dijo que la llevaría a casa.
Dentro del coche, las dos hermanas no se dirigieron la palabra. La bomba estalló cuando Nayet se fue para su habitación para descansar. Tras ella pasó su hermana levantando la voz.
―Eres un embustera. Aún sientes algo por Gael.
―Mira Gina, estoy harta de tus paranoillas, por favor déjame en paz.¿Si?
―No. Escúchame Nayet, No vas a venir aquí de mosquita muerta, y me vas arrebatar a Gael. Si tuvieras un poco de vergüenza te volverías de nuevo a Houston donde no tenías que haber vuelto.
―Suéltame, por mí me voy ahora mismo. Y que lo sepas Gina, no quiero a Gael, no siento nada hacia él. Lo que sentía se terminó, me escuchas, no quiero a Gael. Él es el padre de tú hija y yo eso lo respeto, no soy tan zarrapastrosa como tú.
―Qué está ocurriendo aquí. A qué se deben estas voces.―Intervino Marisa poniendo paz entre las dos hermanas.
―Nada mamá, que acabo de ver a Nayet muy acaramelada con Gael, y encima tiene la insolencia de admitir que no siente nada hacia él. Mamá te das cuenta lo que quiere hacer.
―Gina, no te permito que hables así de tu hermana. Ella no siente nada hacia Gael, ama a otro hombre, por lo tanto guárdate tus berrinches y procura hablar con él para solucionar vuestros problemas.
Mientras arriba se intentaban tranquilar las cosas, abajo Gael había escuchado toda la conversación. Nayet había afirmado que no lo amaba. Sus ojos miraron hacia sus zapatos apretando su puño sintiendo como recorría una ira por sus venas. Nayet la mujer que ha querido, ahora ella no siente lo mismo por él.
Tras tener una breve discusión con Gina, Gael subió hacia la habitación de Nayet, necesitaba escuchar por boca de ella, si verdaderamente lo amaba o todo era una falsa que se había inventado.
―Gael, ¿Qué haces aquí?
―Acabo de escuchar lo que le has dicho a tú hermana. ¿Eso es verdad Nayet? Tú no me quieres, o solo te estas mintiendo a ti misma.
―No Gael, estoy muy segura de lo que siento hacia ti. Aquella nube de ilusión y fantasía que me formé creyendo que eras el hombre de mi vida, el cual me engañó con mi hermana, el que no se dignó a escucharme cuando yo quería solucionar las cosas, por ese hombre ya no siento nada hacia él. Todo eso desapareció Gael.
―No me lo puedo creer Nayet. No puedo admitir que de la noche a la mañana con Camilo hayas podido olvidarme.
―Pues créetelo porque si pude olvidarte, pero no con Camilo. Con Kendal, de él es de quien estoy enamorada.
― ¿Ken-dal?―Las palabras casi ni le salían a Gael de lo impactado que se había quedado ante la declaración de Nayet. Se giró itentando procesar la información, dándose golpecitos con su dedo índice en su barbilla empezó a encajar las cosas. Ahora por fin entendía la manera como se trataban en el hospital, la forma en la cual la defendió. Gael miró a Nayet con impotencia, tan solo le deseó buena suerte y se marchó con su corazón roto. Nunca hubiera esperado que Nayet lo pudiera olvidar en brazos de otro hombre.
Sintiéndose herido, dañado por la declaración de Nayet, llamó a Gina para hablar con ella. Despechado e indignado quedó en verse con Gina en su casa, aunque fuera el mayor error que pudiera cometer en su vida, le pediría en matrimonio a Gina, tan sólo para ver la reacción de Nayet y si de verdad dice la verdad o solo lo hace para lastimarlo.
Al llegar a casa, Gael se preparó un whisky, se lo bebió de un trago, se preparó otro cuando escuchó la voz de Gina.
Se aclaró la garganta intentando que el alcohol le diera las fuerzas sufientes para poder hablar y decirle en forma de falsedad, aparentando algo que no siente hacia ella.
―Qué quieres Gael. Para qué me has hecho llamar.
―Por favor siéntate, quiero hablar contigo.
―Tú dirás.
―Mira Gina, ante todo te pido perdón por todos los malos momentos que te hecho pasar. Lo he pensado mucho estos días, tenemos una hija en común, y creo...pienso...que ya es hora de...que....
―Dime Gael, dime mi amor...
―Que nos casemos Gina. ―Sus palabras sonaban con tan poca emoción, que casi se veía obligado a prononunciarlas.
―¡¡Oh sí!! Gael, me acabas de hacer la mujer más feliz del mundo. Yo también me quiero casar contigo, deseo compartir mi vida contigo.
Ahora mismo voy a llamar a mis padres para comunicárselo, que vamos de boda. Que ilusión, que feliz me acabas de hacer.
Mientras Gina llamaba a sus padres seducida por las palabras de Gael y encaprichada desde el primer día que lo vió, no podía creerse que iban a contraer matrimonio.
Pero Gael era todo lo contrario a Gina. Se encontraba decepcionado por lo que acaba de enterarse y despechado por tener que casarse con una mujer que no ama, pero al final es la madre de su hija. Es lo único que lo ata.
Por la noche, agarrada del brazo de Gael luciendo preciosa con un vestido malva por encima de sus rodillas y con su larga melena rubia muy sonriente, Gina dio la noticia de que Gael le había propuesto matrimonio.
Todos inmediatamente felicitaron a los novios. No obstante Nayet sabía que aquello era una locura y que su hermana no podía casarse con Gael. Fulminó con la mirada a Gael, después mostrándose fría cuando fue a darle la enhorabuena a su hermana le susurró al oído que no lo hiciera. Aquella frase Gina la tomó como un acto de envidia y celos por parte de su hermana. Su sonrisa se anchó más, sabiendo que la noticia no le había prestado bien a su hermana.
Durante la cena Nayet se mostró cordial y en silencio, mirando con rabia a Gael. Sabía que lo había hecho aposta para hacerle daño. Pero el daño no se lo iba hacer a ella si no a su hermana. Nayet estaba dispuesta a hablar con su hermana y tratar de convencerla que no cometiera esa estupidez, si no quería salir perjudica y dañada con los hechos de Gael.
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