Capítulo-4
La semana parece que iba transcurriendo con normalidad, en algunas ocasiones había algún comentario grotesco por parte de Zuniga o por algunas de sus compañeras. Nayet lo tenía claro, si había llegado hasta allí pasando por muchos obstáculos unos comentarios por personas desconocidas no deberían afectarle tanto. ¿O sí?
El fin de semana era el peor. Hoy debía de asistir a una comida familiar, no tenía muchas ganas y más teniéndose que topar con sus primas las gemelas que no paraban de hablar de moda y con su hermano que no tenía otro tema de conversación que no fuera el de los videojuegos de súper Mario Bross. Como era de esperar, nada más llegar su madre empezó con sus sermones de siempre, pero esta vez era al contrario.
―Nayet, hija, debes de cuidarte más. Mira estás...no se...más escurría...
―No te entiendo mamá, si como porque como, y si estoy adelgazando también es malo. No sé dónde quedarme.
―Sabes por qué está perdiendo mami. Porque trabaja con un doctor...que umm, está guapo el condenado, tiene unos ojos verdes claros grandes, cabello castaño y piel morena que está para comérselo, y con ese cuerpazo ni te cuento, ¿Verdad hermanita?
Nayet no tardó en ponerse roja ante el comentario de su hermana. Exasperada fulminándola con sus ojos negó todo lo que estaba diciendo. Menos que Gael no fuera guapo.
La comida comenzó, para suplicio de Nayet su primo Saturnino se puso a su lado, no precisamente para preguntarle por la salud, si no para contarle el último juego que habían sacado de Mario Bross. Y al otro lado sus primas gemelas, María e Isabel, no dejaban de hablar de moda, de complementos con su hermana. Con razón se llevaban tan bien. Más tontas y pijas no podían ser. Terminada la comida, sus primas se acercaron a Nayet, como siempre dándole sus consejitos de moda y metiéndose con ella por su aspecto. Mosqueada salió de la cocina para irse cuanto antes. Pero su padre la hizo pasar a su despacho, necesitaba hablar con ella.
― ¿Cómo estás? Me gustaría saber cómo te va en tu nuevo trabajo y tus estudios.
Alfredo Morales, era hijo de un sargento de la guardia civil. Y ahora él estaba ocupando su puesto, hace semanas que lo ascendieron. Alfredo era un hombre algo, corpulento, serio y siempre hablaba con voz grave y despacio. Por su hija siempre mantuvo mucho interés en su carrera, aunque le hubiera gustado que estudiase empresariales, para que llevara la pequeña empresa de textil que tiene su cuñado.
―Bien papá, estoy bien y muy contenta. Estoy aprendiendo mucho, incluso ya he operado de verdad, a un futbolista muy famoso Camilo Lezar.
―Y ese jefe tuyo, te trata bien.
―Sí. Aprendo mucho con él.
―Y con Ginés, has podido hablar.
―No, solo el primer día y hace tres. Siempre está reunido.
Padre e hija continuaron hablando hasta que su madre pasó y pidió que salieran para despedirse de sus familiares.
Después de la cena, su abuela Seferina le hizo una señal para irse juntas a la calle. Nada más llegar al pequeño garito donde tocaban, Nayet se quedó helada, su boca se abrió tanto, allí había gente mayor y no era el hogar del jubilado. Estaban bailando y cantando karaoke, tomándose algo. Su abuela se subió al escenario con otros cuatro amigos suyos, agarró su bajo e hizo resonar las cuerdas de la guitarra. Nayet tomando asiento en la barra, la miraba entusiasmada y admirándola, su abuela no era como las demás, era especial. Al terminar de tocar tres canciones, se bajó abrazando a su nieta preferida.
―Abuela eres fantástica. Has estado genial.
―Mira ven, te voy a presentar a una vieja amiga. Ella es Charito.
―Hola Nayet, que tal estas hermosa.
―Bien, me ha encantado como habéis tocado, toca muy bien la batería.
―Que va, si solo es un hobbie. Sacudió con su mano en el aire para quitarle importancia.
Las tres se sentaron en una mesa contándose anécdotas de su vida. Al parecer a Charito se le había ido la mano con la cerveza, quería ponerse borracha para olvidar a Valerio. Un hombre que la rondaba desde hace tiempo y al final se fue con su peor enemiga.
―Y ahora qué hacemos con la Charito, mira que se ha puesto trompa con tanta cerveza.
―Tranquila abuela, yo la acercaré a su casa.
―Sí, como que se acuerda de donde vive. Menuda cogorza ha agarrado.
De madrugada, montadas las tres en el coche, Seferina conducía y Nayet agarraba a Charito para que no hiciera ninguna tontería ya bastante estaba diciendo.
Al llegar a su casa, entre las dos la subieron. Le quitaron la ropa la metieron en la ducha y le dieron un café con sal para que vomitase.
― ¿Qué Charito, has echado hasta la papilla que te dio tu madre?
―Uy, calla, calla, que la resaca ya está empezando, la noto aquí en la sesera.
―Charito te podemos dejar sola, estará bien. Preguntó Nayet algo intranquila y preocupada.
―Sí, hija, creo que lo superaré, además tengo un nieto médico, si algo me pasa y el merluzo este llega a tiempo antes que me dé el zambuco, digo yo que estaré bien.
―bueno me quedo más tranquila.
―Mira Nayet, este es mi nieto, Gael. ¿A qué es guapo? Le pregunta enseñándole un foto.
Los ojos de Nayet se abren a más, no podía creerse que precisamente Gael fuera el nieto de esa encantadora mujer. Minutos después comenzó a reírse, mientras las ancianas se miraban entre ellas sin entender nada.―Claro que lo que conozco, es mi jefe. No está mal, pero es muy borde, no le preste mal.
―Guau. La primera mujer que oigo que dice que mi nieto es borde, tú sí que eres valiente Nayet. Ponlo en su sitio, te doy permiso hasta para que le pegues collejas si hace algo indebido.
El ruido de la puerta hizo que aquellas tres mujeres se callasen de golpe. Gael se quedó impactado de ver a su abuela en bata y camisón con los rulos puestos, a su amiga Seferina con una cazadora de cuero a juego con sus pantalones. ¿Pero qué hacía allí Nayet?
―Buenas noches, ¿ocurre algo abuela? Preguntó Gael sin entender que estaba pasando.
―Bueno Nayet, pues este es el borde de mi nieto. Cuando quiere es muy cariñoso y más cuando viene de retozar con otras mujeres.
―Nayet, ¿qué haces tú aquí en mi casa, a estas horas con mi abuela?
Las tres mujeres se quedaron mirándose, qué respuesta le iban a dar. ―Pues nada, que tu abuela ha llamado a mi abuela porque no te localizaba, sentía como mareos. Y como mi abuela sabe que soy médico me ha traído para que la revise.
―¿Y tú maletín?
―En el coche. Como se encuentra mejor estamos tomando un café.
―Ya sabes Gaelito como nos ponemos a chinchorrear las mujeres. Bueno Nayet ha sido un placer que me atiendas, hija. Gracias. Dame un beso y mañana ven y te enseño mi receta de croquetas. Nayet no entendía que estaba diciendo Charito, su abuela por debajo le da un pequeño golpe para que le siguiera la corriente. Al final todo quedó bien y Gael se lo tragó todo.
Al montarse en el coche abuela y nieta estaban muertas de vergüenza, pero no podían dejar de reírse, había sido una noche increíble.
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