Capítulo 34
La impotencia lentamente se fue apoderando de cada fibra de su cuerpo. Por sus venas corría la furia de tener que haber presenciado esa escena. Desengañado y cabreado se marchó hacia su consultorio para intentar aliviar ese daño y poder enfrentar a Nayet.
Sin haber podido dominar sus sentimientos, Nayet se aleja de Camilo lo más rápido posible, mirando para todos los ángulos de la habitación con temor de que nadie los hubiera visto. Con su respiración agitada, le dice a Camilo que es su paciente y no pueden tener más acercamientos y menos pasar lo que acaba de pasar.
Él resignándose, y entre risas le acaricia sus pómulos quitándole importancia al asunto, para él, su mayor alegría ha sido poder haber visto de nuevo a esa mujer que tanto quiere. Ella algo inquieta sale de la habitación tras haber hablado con Camilo sobre su tratamiento y en qué consistirá su recuperación.
Frenética con sus pulsaciones a mil por hora, se apoya en una pared cerrando sus ojos e intentando recuperar su cordura. ¿Qué ha pasado, y porque se ha dejado de besar por Camilo? Ni ella misma sabe las respuestas hasta que se encuentra con Kendal en su consultorio apoyado en la mesa con su cabeza gacha con todos los músculos de su espalda tensos.
―Buenos días mi amor, ¿me has extrañado?
―¡¡Cállate!! Esa palabra sobra. Y me parece que no me has extrañado tanto.
Sorprendida con la reacción de Kendal, Nayet intenta tocarlo pero el con un movimiento de repugnancia se deshace de su contacto.
― ¿Cómo te atreves a tocarme? Mentirosa, eso es lo que eres una falsa y embustera.
―Kendal no entiendo por qué me hablas así, qué te echo para que me digas eso.
―Que me ha hecho, dice la otra―Su risa es de hipocresía, mirándola fijamente a sus ojos, apretando sus puños intentando no alzar la voz, muy despacio le responde que la ha visto con Camilo besándose.
Aquella respuesta es como echarle un jarro de agua fría por encima, quieta, con sus ojos abiertos en par en par, aguantando el tipo y la reprimenda de Kendal en silencio sollozando.
―Cómo has podido Nayet, ¿Cómo? ¿Acaso me lo merecía para que me engañases de esa manera?
―Kendal...yo...
―Ni tú misma sabes lo que quieres, te dejas de llevar a la primera de cambio sin importante los sentimientos de otras personas.
―Acaso este matrimonio no es una falsa, ¿Eh? Acaso todo esto no es una mentira, en la cual yo me voy a ir y nunca no vamos a ver más. Que te importa si te engaño o no.
―No tenías mejor versión que dar más que esta. Un engaño, una falsa. Entonces cuando me decías que me querías era mentira según tú. Tengo que pensar que todo este tiempo me has engañado. Jamás me lo hubiera esperado de ti, jamás hubiera pensado que tú me digieras estas cosas y menos tener que ver como andas besándote con otro hombre cuando yo mismo te dije que te amaba, que te quedaras a mi lado. Este ha sido mi pago. Tú engaño. Muy bien Nayet, tú lo has querido, todo lo que hemos construido tú solita lo has derrumbado. No quiero volver a saber nada de ti. Nada.
―Kendal, espera por favor...―Sus suplicas no sirven para nada, Kendal, ese hombre que le puso el mundo a sus pies, que le ha dado todo, ella lo ha echado todo por la borda por dejarse llevar por unos falsos sentimientos. ¿Cómo ha podido creer que besar a Camilo volvería a despertar aquellos sentimientos que tuvo en el hospital, si ahora Kendal es el dueño de todas emociones?
Una leve amargura se agolpa en su pecho subiendo en forma de bola hacia su garganta, sus ojos no tardan en escocerle, sola, sentada en su sofá llora por lo sucedido admitiendo que se ha equivocado. Con todo el dolor de su alma solloza tapándose de la vergüenza que siente por ella misma y su comportamiento. Tenía todo, y ahora no tiene nada. De que le sirve ahora quejarse, de que le sirve lamentarse cuando ella misma se ha metido en la boca del lobo.
Días grises, aunque brille el sol, de nada sirve, aquella luz en sus ojos, aquella felicidad que le rodeaba se ha apagado. Todo es oscuro, ocultando su dolor se dispone un día más a trabajar. Apariencia fuerte, sonrisa disimulada, gesto de bondad. Total la procesión se lleva por dentro y su secreto la marca cada día más. No hay noche que llore, no hay día que sienta más dolencia de ver desde lejos a Kendal y no poder tocarlo, o besarlo. Ha intentado pedirle perdón de mil maneras, pero todas fallidas. Kendal no quiere escucharla, sus hechos y sus palabras han llevado a que él actúe así. Para colmo de males hoy toca pasar consulta a Camilo, para evaluar su estado y que se ponga con la rehabilitación lo antes posible.
―Buenos días seños Lezar, ¿Cómo se encuentra hoy?―Le pregunta Kendal con los informes en la mano. A su lado se encuentra la fisioterapeuta y Nayet. Los tres comienzan a hablarle de las partes de su seguimiento y de su evolución. Tras finalizar la conversación Camilo sin haber apartado los ojos de Nayet la toma de la mano diciéndole lo mucho que la quiere. Aquella palabra es como un puñal que desgarra la piel de Kendal, tener que escuchar como otro hombre le dice lo que él siente a la misma mujer, no le presta bien. Nayet en silencio mira a Kendal que sigue con su rostro serio y sin hablarle. Abatida, hundida por todo lo ocurrido sigue con su trabajo. Debe ser pesimista y pensar que algún día Kendal la perdonará. Aun que esa posibilidad está muy lejos.
―Nayet amiga come algo mujer, mírate si has perdido en estas semanas ya cuatro tayas. Una cosa es que quieras adelgazar y otra es hacer huelga de hambre.
―Anais no puedo más, ya no puedo soportar este dolor que llevo aquí guardado.
―Cuéntame, que te pasa.
―Anais, Kendal y yo hemos roto. Lo peor de todo que yo solita me lo he buscado, por haberle engañado. Me vio besando al paciente Camilo Lezar, y...
―Nayet, tranquila, llora amiga si eso te alivia. Pero... ¿por qué Nayet? Por qué, si eras feliz con el capullo de Kendal, el muy condenado te hacia feliz, y lo que más me jode que te lo demostraba. Por qué lo has engañado, él no se lo merecía.
―Por estúpida, por imbécil y por dejarme arrastrar por unos sentimientos que no tienen comparación a lo que siento por Kendal. Lo amo Anais, lo amo tanto que hasta el alma se me parte de estar lejos de él.
―Joder tía, parece esto las telenovelas que ve mi abuela. Pero es que quien te manda Nayet, ir morreándote por ahí con otro tío. Si se lo mereciese Kendal te apoyaría, pero es que...no está bien lo que has hecho. Admito que el muy cabrito te hacia feliz, el pobre también se ve destrozado.
―Anais, quiero recuperarlo, quiero que seamos la pareja que éramos.
―Pues muy chungo lo veo yo, difícil lo tienes hija. Pero tranquila haré lo que pueda por ayudarte. Ahora toma este jugo de naranja y tranquilízate, ya pensaremos como lo haremos para que te acerques a tu bombón y podáis hablar.
Otra oscura y solitaria noche más. Sentado con su vaso de whisky, con su mirada puesta en un punto fijo, piensa en ella. En esa mujer que tanto le ha cambiado y ahora debe aferrarse a sus recuerdos.
―Kendal amigo, ¿cómo estas hoy?
―Jodio Harvey, no dejo de pensar en ella, todo me recuerda a ella. Lo peor que llevo es tener que toparme con ella en el hospital y no poder agarrarla y besarla. Me ha escocido mucho su engaño.
―Te entiendo Kendal, ¿pero por qué no habláis?
―Ya no deseo hacerlo, dentro de poco se marchará a su país, la perderé para siempre.
―No me lo puedo creer, y no piensas hacer nada para recuperarla.
―Qué voy hacer Harvey, dime. Hay otro tío que la quiere, otro tío que le puede dar la felicidad que yo nunca podré dársela.
―Joder Kendal, y qué has estado haciendo cuando la hacías tuya, cuando le susurrabas que la querías. Jugar al parchís. Kendal si de verdad la amas, ve, búscala y vuelve junto a ella.
―No puedo amigo, aunque me muero de ganas de hacerlo no puedo, yo nunca podré darle hijos. Esta es mi condena y debo pagarla yo, no deseo que se una Nayet, ella no se lo merece. Prefiero verla feliz en los brazos de otro antes que sea una desdichada en los míos. ―Sus lágrimas comenzaron a brotar, se sentía tan desdichado como infeliz. Había conocido la felicidad al lado de Nayet y por su trágico problema de esterilidad debe separase de ella.
Agotada después de un largo día de trabajo, se mete en la ducha, su mente viaja a cuando se duchaba con Kendal y acababan haciendo el amor en la bañera. Sus manos recorren su piel, cuantas veces lo había hecho él, siempre tan atento y amable con ella sin dejar de decirle lo preciosa que era. El sonido del móvil la saca de sus pensamientos.
«Perfecto mi madre», pensó antes de responder a la llamada con desgana.
―Nayet, hija te llamaba para darte una noticia, tu hermana ya ha dado a luz a la pequeña Jennifer. Oh, si la vieras, te mando una foto de los papás con ella en brazos, si vieras lo feliz que se ve Gael, se le cae la baba con su pequeña, sabes él ha asistido al parto, oh ha sido tan romántico que hasta me emociono y todo. Cuánto me hubiera gustado que estuvieras aquí y ser testigo de la felicidad de tú hermana. Cariño te dejo que ya la han llevado a la habitación, un beso ya te llamaré. Cuídate.
***Fin de la llamada***
«Sí mamá, estoy súper jodía, pero que narices te importa mi estado, si tu hija Gina ha dado a luz a tu nieta, lo que me pase a mi te importa una mierda, gracias mamá por tu compresión» Tras recibir la foto pudo ver a su hermana, Gael y su sobrina. Jennifer era un bebé precioso y el rostro de Gael era de felicidad. Aun que llegó a quererlo, ahora mismo no siente nada, salvo lástima de tener que cargar con Gina. Mirando la foto de su sobrina, escucha la puerta, sin dudarlo se asoma y es Kendal. Ni lo piensa sale escaleras abajo para verlo.
―Kendal, ¿qué tal?
―Bien, he venido a cambiarme, me voy he quedado con unas amigas para follar, si te animas puedes venirte.
―Kendal, necesitamos hablar.
―Sí, pero ahora ando justo de tiempo, lo haremos otro día.
Dejándola con la palabra en la boca, Kendal se marchó. Quedándose parada mirando la puerta desilusionada se volvió para hacerse un ovillo en el sofá y hacer lo que ha venido haciendo durante estos días tan trágicos, lamentarse por sus errores. Menudo día, no quería llorar, a pesar de que sus lágrimas deseaban salir de sus ojos, ya estaba harta darse pena a sí misma, debía de ser fuerte e ir sobrellevando las circunstancias como se pudiera. El timbre de la puerta la sacó de su abismo.
―Vamos Nayet, vente con nosotras que tenemos una sorpresa.
―Pero Carolina, a donde me lleváis, os habéis vuelto locas las dos o que os pasa.
―Tú ven y cierra el pico que hablas más que el tío del tiempo.
Las tres chicas se presentaron en un pub de intercambio de parejas. Era muy conocido en la ciudad.
―¿Se puede saber para qué me habéis traído aquí?―Preguntó Nayet molesta.
―Caya, mujer caya. Que hoy te va tocar la lotería y el gordo de navidad.
Mientras sus amigas iban para la barra, Nayet sofocada se sentó en una mesa, al rato pudo ver a Kendal hablando con una rubia muy guapa. Sus celos la oprimían mientras observaba la escena y veía como Kendal caminaba agarrado de la mano de esa mujer hacia un reservado.
―Nayet ven.
―No voy a ningún lado Anais, me voy para casa.
―Ven corta rollos, que nos vamos a divertir de lo lindo.
A regañadientes Nayet pasó a una habitación muy oscura, apenas había luz, Anais la dejó sola y se fue para otro lado, entonces Nayet escuchó la voz de Kendal, sin dudarlo salió de esa habitación y pasó a la continua. Allí se encontraba Kendal con sus ojos vendados y sin ropa hablando con la rubia. En ese momento su corazón se paró, su boca se secó de ver a su marido desnudo ante otra mujer, agachó su cabeza percibiendo un fuerte dolor en su pecho. Ahora entendía cómo se pudo sentir Kendal cuando la vio besándose con Camilo. Derrotada, agachó su cabeza y se dispuso a marcharse cuando la mano de la rubia la detuvo. Sin hacer ruido la condujo hasta Kendal que seguía sentado sin ver nada. Ayudada por la mujer se quitó la ropa, se aproximó hacia él y lo besó. Sin duda era ella, el corazón de Kendal comenzó a bombear al ritmo del corazón de su mujer. Le resultaba tan excitante ver como Nayet pasaba sus manos por su cuerpo, que no lo pudo soportar más y se deshizo del antifaz. Sus ojos verdes la miraban con adoración. Ella nerviosa dio un paso atrás temiendo la reacción de él.
―Vaya no sabía que mi mujer era tan pervertida.
―Yo...Kendal...
―No digas nada boba, quería traerte a un sitio como este, quería que disfrutásemos juntos con otras personas. La idea me la dio la lesbiana.
―Será zorra, cuando la coja no va tener frío.
―Ahora solo quiero que seas mía, mía Nayet.
Se acercó a ella agarrándola de su cintura para atraerla más hacia él y poder percibir cada sensación que le transmitía ella. Sus labios se aclamaban, sus lenguas se buscaban para saborearse mientras sus manos vagaban por sus cuerpos desnudos sintiendo emociones portentosas, eran él y ella y ese amor que sentían el uno por el otro. Mientras él la tocaba, la besaba y se aprovechaba de su cuerpo para hacerle vibrar y darle todo el placer que se merecía, una parte de él estaba adolorida, sabía que los días de estar juntos estaban contados. Ella volvería de nuevo a España y se quedaría solo intentando vivir su vida.
Tras salir de aquel lugar abrazados, felices, se fueron para su hogar. Sin perder creérselo lo que le había sucedido, se metió en la cama con su marido sintiendo de nuevo su calor y ese amor que solo él le daba. Al rato sonó el móvil de Nayet, era un mensaje de Camilo. Sin mala intención lo cogió y comenzó a leer el mensaje.
Nayet, no sé como decírtelo en persona, solo quiero que sepas que te amo, que estoy dispuesto a comenzar con mi rehabilitación a pesar de los riesgos por estar lo más pronto posible a tu lado. Te quiero. Camilo.
El mensaje también lo leyó Kendal, Nayet trató de tranquilizarlo y hacerle entender que ella no sentía lo mismo por él. Kendal la escuchó en silencio, pero no bastaba con las palabras de ella, deseaba ante todo su felicidad, y tarde o temprano acabarían separados. Herido, y en silencio se vistió y se marchó, necesitaba liberar esa presión que lo estaba lastimando. Se fue a casa de su amigo para desahogarse, necesitaba poner sus ideas en orden y decidir que era lo más correcto. Si dejar que se marche Nayet y perderla, o retenerla a su lado y obligarle a no ser madre y que su vida se vaya desintegrando por un problema suyo.
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