Capítulo 31
Su fuerte dolor le impidió seguir caminando, se sentó en el escalón abrazándose a sí misma como si tuviera una camisa de fuerza. Debía de ser fuerte, tenía que hacer como si nada hubiera pasado. Pero Nayet no podía, se había equivocado, había juzgado mal a Kendal cegándose nuevamente por sus complejos y por el que no le hicieran daño. Daño, dolor, todo ya da lo mismo. La realidad es la pérdida de Kendal, ese hombre que en este tiempo se ha portado bien con ella, para que ella tenga que pensar que era...si igual que Gael. Equivocadamente estuvo de pensar que Kendal es Gael. Los comparó iguales y ahora su mayor pecado es haber perdido la gloria de poder estar junto él. De madruga, aún si haber sabido nada de Kendal, su móvil sonó. Vagando por la casa como un zombi sin haber descansado lo suficiente, repondió a la llamada. Era Hilary, al parecer Simona la abuela de Kendal había fallecido. El corazón de ella se volvió a encoger, aquella pobre anciana que un día le agarró la mano diciéndole que ya podía descansar en paz, cuando le dieron la noticia que se casaron, acaba de apagarse su vida. Inmediatamente subió para su habitación, se cambió de ropa y salió para el tanatorio, lo que más ansiaba era poder estar con Kendal. Sabía lo importante que era Simona para él y no deseaba dejarlo solo en estos momentos. Al llegar al tanatorio, aparcó su coche y pasó dentro, la sala estaba llena de gente, haciéndose un hueco entre la gente, pudo ver a Kendal mirando por el cristal a su abuela descendiéndole sus lágrimas. Se puso a su lado en silencio, le agarró la mano sosteniéndosela unos minutos, él solo la pudo mirar, clavando sus ojos en ella. Se soltó de ese contacto como si le prendieran fuego y se marchó sin pronunciar palabra. El perdón tendría que venir luego, asumiéndolo que él todavía estaba dolido con ella, se sentó en una silla mientras transcurría el tiempo y veía desfilar a personas y familiares para darle el pésame.
―Nayet, ¿Cómo te encuentras, te veo echa un mierda?―Le decía por lo bajito Anais, agarrándole sus manos.
―No lo estoy pasando muy bien que digamos. Ayer discutí con Kendal, lo he defraudado Anais, he pensado de él lo que no era y ahora no me habla.
―Tranquila amiga, llora si total estamos en un tanatorio nadie se va dar cuenta.
Por la noche, se podía respirar algo más de tranquilidad, la gente se había marchado y sólo quedaban unos cuantos familiares. Con el reflejo de Luna en una fuente de agua, miraba Kendal aquella imagen, Nayet lo observaba, sintiéndose muy mal tanto que necesitaba que la escuchase.
―Kendal.
―Qué quieres Nayet.
―Sé que no es el momento de hablar, pero solo quiero que me perdones, por haber actuado tan mal contigo.
― Si esa es tu preocupación, estas perdonada.
―Kendal, siento mucho haber pensado cosas inciertas de ti, pienso que me deje llevar por mis celos, no lo puedo negar pero te quiero. Te quiero Kendal.
―Te dije que nada de sentimientos, te dije que esto se va acabar, y mira ya se ha acabado. Todo tiene su fin Nayet. Me hubiera gustado que las cosas fueran de otra manera. Ahora si me disculpas tengo que entrar, ve a descansar, lo necesitas.
― ¿Volverás a casa?
―No lo sé, sinceramente no lo sé.
Las lágrimas en su rostro volvieron aparecer, mirándose en el reflejo de esa pequeña fuente como todo había cambiado de la noche a la mañana.
Los días iban pasando y Kendal seguía distante con ella, el muro que había construido se hacía cada vez mayor como el sufrimiento de ella.
―Nayet, hija debes de comer algo, llevas días que no comes mucho y mira tú aspecto.
―Solo quiero que sea el mismo Anais, solo deseo que las cosas vuelvan a ser como eran y que deje de castigarme de una vez.
―Uy,uy...mira querida, vos lo que tiene que hacer ahora mismo, es lavarse la cara, porque aquí la única que se está castigando eres tú solita. Tú, Nayet. Kendal está haciendo su vida como si nada de esto le afectase y tú aquí arrastrándote como una serpiente pidiéndole perdón. Por lo cual mañana te vienes de fiesta conmigo y Carolina, y no me vale que me pongan excusas. ¿Entendiste?
―Sí, claro, porque si no eres capaz de rebanarme el pescuezo.
―Así me gusta, ponte guapa porque tengo un primo lejano que te voy a presentar que te va quitar todos los males de golpes.
―Anais...
El día no fue tan mal, Nayet tuvo una operación en la que tuvo que estar con Kendal. «Ante todo profesionalidad»; Se repetía a si misma entrando al quirófano. Allí estaba él con otro cirujano, entre los tres comenzaron a operar. Las palabras solo eran las justas y de trabajo, su fortaleza le impedía a Nayet derrumbarse, quería mantenerse entera, ante todo era médico. Al finalizar la operación y cambiarse, Kendal la llamó para hablar. Un pequeño pinchazo de alegría se revolvió en su interior.
En su pequeña consulta, Kendal sentado en su sillón azul, contemplaba detenidamente a Nayet en silencio, descubriendo sentimientos en él que ya habían desaparecido y solo ella los había hecho volver.
Con voz ruda comenzó hablándole muy seriamente; ―Nayet ya han pasado varias semanas, desde que discutimos. Solo te hecho llamar porque te necesito. Las cosas entre nosotros no van a cambiar, puesto que te quedan meses para irte a tu país.
― ¿Tantas ganas tienes de que me vaya?―Pronunció ella cada sílaba muy despacio a su vez enfadada.
―Sólo te pido que me ayudes, supuesto que eres mi mujer aún.
―No si lo que yo te digo, encima de puta pon la cama.
―Este fin de semana, me han invitado a un bautizo de un primo de mi padre, en esa fiesta va acudir Georgina, una ex novia. Y la que me abandono por el idiota de su marido.
―Sí, me hablaste de ella. ¿Y que se supone que tengo que hacer?
―Con que me la pongas celosa, me sobra. Quiero que se dé cuenta lo que se ha perdido casándose con el imbécil de su marido. Toma dinero y cómprate el mejor vestido que veas, no escatimes en gastos. Gracias por tu ayuda, te lo recompensaré.
―Con un divorcio exprés.
―Ya hablaremos sobre eso.
Al día siguiente, ni Anais ni Nayet tenían que trabajar, por lo cual decidieron ir de compras desde muy temprano. Se recorrieron todas las mejores tiendas de la ciudad, pero cuando le pedían un talla 48 las dependientas hacían muecas de asombro enseñándole los vestidos más horribles que hayan visto en su vida. Agotadas, decidieron sentarse en una pastelería-cafetería mientras se comían su bollo y se bebían su café, hablaban sobre Kendal. No podía entender porque quería darle celos a esa mujer cuando lo abandonó cuando más lo necesitaba. Tras haber descansado sus pies y llenado sus barrigas, Anais la llevó a una tienda de una amiga suya. El comercio era pequeño, vendía trajes de fiesta, no tan refinados como lo que habían visto en las anteriores boutiques, pero puesto nadie notaría la diferencia. Tras probarse varios, Nayet se decantó por uno salmón largo con algo de vuelo disimulando sus caderas, y arriba lucía un hermoso corpiño de pedrería.
―Guau, Nayet, estas preciosa. ―Le decía la dependienta y su amiga mientras ella se miraba al espejo girando sobre sí misma. El vestido era precioso. Y lo mejor de todo que ella se veía igual. Tras pagar el vestido, se marcharon a un salón de belleza, tras darse mascarillas en su cara, varios masajes, se ducharon y salieron para que Thabita la peinara y maquillase para la ocasión. Nayet se veía preciosa, con su pelo recogido y maquillada, se despidió de su amiga, quedando en contarle todos los detalles. Dentro, esperaba impaciente Kendal.
―Vaya horas, si llegas a tardar un poco más, tengo que poner un anuncio tuyo «Se Busca».
―Bueno, ya sabes en la peluquería había mucha gente.
―Te ves muy bonita, reconozco que eres hermosa.
―Gracias, ahora si me disculpas voy a cambiarme. Con una sonrisa boba en su boca salió disparada hacia arriba para cambiarse. Nerviosa se vistió, tan solo le faltaba la cremallera, intentó abrochársela ella sola, le era imposible. Maldiciendo tuvo que bajar para que le echara un cable Kendal.
―Te importa si me ayudas, no puedo subirme la cremallera.
―No. Al girarse Kendal se quedó fijo mirando el colgante de Nayet, aún lo llevaba puesto, con cuidado subió la cremallera sintiendo un pequeño pinchazo en su entrepierna, ella lo absorbía por completo, no solo lo tenía hipnotizado, también enamorado. Una palabra tabú para él, a su vez tan bonita sentirla con la mujer que te hace sentir tan especial y valioso.
―Si estas lista nos vamos―Su voz sonaba ronca. Recomponiéndose se marcharon hacia la casa del familiar de Kendal.
Como era de esperar, nada más entrar Kendal saludó a todos sus familiares, a Nayet la presentó como una amiga. «Amiga» Aquella palabra se le clavó en el corazón, como correspondía tenía que ser fuerte y obligarse a aguantar el tipo.
Tras hablar con los Rosman y otro matrimonio, aburrida de la conversación, Nayet salió en busca de Kendal, desde lejos lo vio hablando con una mujer muy hermosa. Sin duda los ojos de él brillaban con una sonrisa en su rostro. Ella era alta, esbelta, un cabello rubio platino, ojos azules, elegante y refinada. Sin duda Nayet al lado de ella no tenía nada que hacer. Vencida, se giró y continuó por un pasillo hasta llegar a una piscina, de pie jugando con sus manos pensaba en lo que había visto, y todo lo que había pasado estos días. Se sentía tan sola, la presión en su pecho aumentaba y las ganas de llorar eran terribles, pero no. Esta vez no lloró, se dirigió a donde estaba Kendal, antes de llegar se quedó paralizada, asombrada con sus ojos fuera de las orbitas. Kendal tenía agarrada a esa mujer de la cintura besándola. Las manos de él recorrían la espalda desnuda de ella, empujándola hacia él. Sus pequeñas gotas comenzaron asomarse, salió corriendo con el corazón desgarrado, sin poderse creer lo que había visto.
―Nayet, espera, ¿te encuentras bien?―le preguntó Hilary.
―Sí, estoy bien solo que he debido de comer algo que me sentado mal.
―Ya. Y por eso estas llorando.
―Es que soy así de sensible.
―Nayet, ven, necesitamos hablar. Siéntate aquí no nos escucha nadie. Mira Nayet, siento mucho por lo que estás pasando, sé que Kendal a puesto distancia entre vosotros. El motivo no lo sé, pero lo único que sé que Kendal quiere volver con Georgina. Por su puesto no estoy de acuerdo, ni con lo que te está haciendo, y menos que vuelva a mantener otra relación con esa mala mujer. Nayet, ahora más que nunca debes estar cerca de Kendal, por favor, promete que no te divorciaras de él, ni lo dejarás solo. Una madre quiere lo mejor para su hijo y yo deseo la felicidad de mi hijo, la cual la encontrado contigo.
―No puede ser, todo esto es una falsa. Kendal nunca se fijaría en mí, yo solo hago de la mujer de los recados.
―Nayet, no seas tan dura contigo misma. Eres una muchacha muy bonita, y en el tiempo que has estado viviendo con mi hijo lo as echo muy feliz. Te puedo decir que has sido la primera.
―Me siento como una estúpida, lo acabo de ver besándose con ella y tú me pides que no lo deje. No sé Hilary, además hay un acuerdo...
― ¿Un acuerdo?―Pronunció Hilary impactada
―Sí. Uno en el que Kendal y yo aceptamos el divorcio de mutuo acuerdo, yo me voy a mi país y él se queda viviendo con su vida.
―La madre que lo pario, como no me di cuenta. Maldita Georgina, ya estaba de vueltas en el país antes.
Nayet contemplaba a Hilary que caminaba de un a lado a otro pensativa y murmurando cosas, sacando sus propias conclusiones. Nayet ingenua a todo lo que estaba pasando, también sacó su propia conclusión. Kendal la había utilizado. Apretó sus puños llegando a clavarse sus uñas en la palma de la mano, maldecir era poco. Los insultos se quedaban pocos y lo único que se juraba a sí misma que se las haría pagar una a una a Kendal por haberse burlado de ella, y esta vez si la iba escuchar.
Tras despedirse de los invitados, Nayet con rostro serio e interpretando su papel tras haberle desvalado algunas cosas su madre, agarró del brazo a Kendal y se marcharon juntos en el auto. El trayecto se hizo en silencio, dentro había un nube gris que comenzaba atronar.
―¿No pasas?
―No he quedado con mis primos.
―Aha, es que quería que hablásemos.
Dentro de su casa, agobiado Kendal se fue a sentar cuando la mano de Nayet fue a parar a su rostro.
―Pero bueno y a ti que mosca te ha picado.
―Eres el mayor desgraciado y mentiroso que te puedan echar en cara.
―¿A qué viene eso?
―A qué eres un mentiroso. Me has estado viendo la cara todo este tiempo, ¿desde cuando lleva esa tal Georgina aquí en el país, desde cuando te ves con ella?, contéstame Kendal.
―Nayet, tranquilízate, espera que voy hacerte una tila.
―No te hagas el gracioso y contéstame. ¿Desde cuándo?
―Desde hace un par de semanas. Se ha divorciado de su marido y me buscó para hablar.
―Para hablar, para terminar en la cama y para que termines arrastrándote como lo estás haciendo. Y lo peor que me has engañado, me hiciste pasarlo mal, mientras tú estabas con ella. Eres un gilipollas, un grandísimo gilipollas.
―Joder Nayet que no te mentido, que todo lo que te dije fue verdad, sobre Georgina no quería hablarte porque no quiero...
―No quieres que sepa que estas casado, si total nuestro matrimonio es una farsa. Que más te da contárselo o no.
―Nayet, escúchame.
―Te va escuchar tu tía la de pueblo, porque yo ya no te creo nada. Nada Kendal, ahora la que no quiere saber nada de ti soy yo. Ahora mismo recojo mis cosas y me voy a un hotel a dormir, no quiero ni estar cerca de ti.
―Soo, para hermosa. Tranquilízate, si alguien tiene que dormir en el sofá lo haré yo, pero nadie se va mover de esta casa. Nadie. Quédate a dormir arriba, haz tu vida como lo has estado haciendo hasta ahora.
―Pero se puede ser más hipócrita.
―Nayet...por favor. Piensa en los niños.
―Kendal déjate de pitorreos porque no está el horno para bollos. Y estoy que no me hace falta que me echen gasolina para arder.
―Entonces espera que me quedado sin batería...
Disgustada se marchó hacia su habitación, discutir con Kendal era como darse contra una pared. Rabiosa se quitó el vestido, se metió en la ducha sintiéndose como una estúpida. ¿Cómo podía haber sido tan tonta y haber caído en la trampa de Kendal?
Desde abajo Kendal mandaba mensajes a Georgina, citándose esa noche con ella. Esperando la respuesta de Georgina que no llegaba desesperado se marchó.
Al bajar algo más tranquila, Nayet observó que estaba sola en casa, el móvil de Kendal sonó, dispuesta a llegar hasta el final, leyó el mensaje. Perfecto, encima se va con ella. Indignada y hecha una furia llamó a Anais para desahogarse, pero lo que no contaba Nayet era que media hora más tarde se presentaría Anais para ir al restaurante donde había quedado Kendal con Georgina con la intención de pillarlos infraganti y demostrarle la clase de hombre que es. Nayet ceñuda y encolerizada aceptó. Agarró su bolso y se marcharon para el restaurante donde se encontraba Kendal con esa mujer. Una parte buena le decía a Nayet que estaba actuando bien, la otra parte que lo que estaba haciendo era lo incorrecto. Pero debía saber por ella misma si de verdad lo que siente por Kendal merece la pena, si de verdad él ha sido sincero, o todo debe desvanecerse como se disuelve la arena entre tus dedos. A tan solo unos metros tras una puerta sabría lo que estaba ocurriendo.
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